20
Entró a la que desde hace un par de meses era su casa, justo una semana despues de estar metiendo sus narices en dónde no lo habían llamado, vio a su hermana sentada en el sillón y sin previo aviso se hincó delante de ella, puso sus manos sobre las rodillas de la fémina y le miró a los ojos, suplicando que por alguna razón, entendiera su sentir, lo cristalino de sus ojos y lo rojo de sus mejillas indicaban que había estado afuera, sin embargo ella solo le miró, expectante a sus palabras, sus manos fueron a parar a las mejillas de su hermano y se quedó ahí, por unos segundos observándole.
— Simone — su nombre salió de sus labios — me han roto el corazón — se llevó una mano al pecho y vio como su hermana rodaba los ojos.
— Dime algo nuevo
— Simone — regaño el mayor
— Surt — respondió ella sin despegarle la vista de encima — ¿Lo viste, no es verdad?, ¿Estas celoso acaso?
— Simone
— Desgastarás mi nombre a lo tonto — fingió molestia — dime de una vez que es lo que quieres.
— Lo vi y estaba con el hijo de la señora Le-Roux — la jovencita estalló en risa y negó con la cabeza repetidas veces
— Eso es imposible, el señor Mystoria y esa mujer son los peores enemigos.
— Eso no implica que sus hijos deban de serlo — desvió la mirada
— Ajá — soltó las mejillas de su hermano — y ¿Qué harás? — una mirada le dijo todo lo que debía saber en ese momento — suerte.
Le palmeo los hombros en señal de apoyo para despues verlo salir de casa nuevamente, regresó un par de horas despues con una sonrisa que le daría miedo hasta al mismo diablo, pero no a su hermana, Simone le devolvió el gesto con la misma sonrisa, como si supiese que estaba más que hecho y lo peor de todo es que parecían disfrutarlo, quizá por la travesura que los Lacroix les hicieron o quizá porque eran malvados por naturaleza, pero eso... eso es otro asunto.
...
¡Demonios! No podía creer que ahora se encontrará en la sala de su casa viendo como su padre le clavaba la mirada sin decir nada, solo estaba ahí, esperando a que Camus 'soltara la sopa', pero el pobre no sabía porque esa mañana su madre entró como alma que lleva el diablo a su habitación diciéndole que había cosas que discutir y que su padre quería verlo con urgencia. Solo salió, encontró a su padre sentado con los brazos cruzados, a su madre tratando de consolar a Krest y en ese momento comprendió que pasaba... había sido descubierto.
— Camus — no sabía si aquel tono usado por Mystoria era algo por lo que debería estar expectante — me han dicho que te han visto con Milo Antares, ¿es verdad?
— Padre... — quería decir alguna excusa pero no, Camus podría ser lo que sea menos un mentiroso, por un momento su furiosa mirada se ensancho en el castaño pero aquellos ojos azules llenos de lágrimas le decían que él no había sido el "soplón"
— ¡RESPONDE! —ahora sí que le entró miedo
— Es verdad — intentó mantenerse firme — no lo negaré, he estado con él desde hace más de un año — vio como su padre se levantaba de su asiento — y digas lo que digas de su madre o de su padre no me importa — Shijima también se levantó — sus problemas no son asunto mío o de Milo, su enemistad no es algo que me corresponda.
— Camus — su madre, quien siempre se mantenía cayada, puso una mano en su hombro con cariño — basta, por favor — aquellas palabras intentaban evitar una catástrofe.
— ¿Y quieres saber que somos? — Shijima abrió los ojos de par en par — pues bien, somos pareja — Mystoria Lacroix estaba fuera de sus casillas, tanto así que encesto una bofetada en la pálida mejilla haciéndole girar el rostro al francés.
— ¿Sabes qué más? — volvió a encarar a su padre.
— Hijo, por favor — volvió a pedir la pelirroja, Krest se mantenía en silencio tratando de calmarse, respiraba profundo viendo a su padre como jamás lo había observado.
— Y nos amamos, yo lo amo a él como tú amas a mi madre y como mi madre te ama a ti, y él me ama a mi como su padre ama a su madre y como su madre ama a su padre, no hay nada más — esa frase fue 'la gota que derramó el vaso', un nuevo golpe se encestó en su rostro.
Shijima ahora estaba sosteniendo uno de los brazos del mayor, evitando así que hiciera otra cosa, Camus tenía las mejillas rojas pero su mirada no mostraba rastro de dolor, estaba convencido de que aquel sentimiento albergado en su corazón y cuyo origen era su rebelde hipotálamo que le había provocado aquella limerencia*, era lo más preciado que tenía y que ningún asunto del pasado iba a lograr desvanecerlo. Mystoria se hiperventilo un poco y respiró profundo muchas veces antes de volver a sentarse.
¡Lo que le faltaba! Un sermón por parte de su padre, el cual no estaba escuchando al cien por ciento, escuchaba solo palabras vanas, unas con más sentido que otras pero en su mayoría solo era el estridente sonido de la voz de Mystoria Lacroix diciéndole, sabrán los dioses que cosas, cosas que estaba seguro tenían que ver con cierto rubio hiperactivo amante de las manzanas y de los paseos por el parque. Solo podía mantener la mirada perdida en el suelo y la cabeza un poco agachada, sus mechones rojizos caían sobre su frente y los más largos sobre sus hombros.
Jugaba de manera nerviosa con sus dedos y pensaba en un sinfín de posibilidades además de las ofensas de su padre, ofensas que le herían a cada momento, quizá la menor de ellas fue haberlo llamado "loco" y "demente" y quizá esas eran las que menos le importaban pero el hecho de haberle dicho "deshonra", "desgracia" e "indigno" además de haberle dejado claro que dejaría de ser su hijo si se empeñaba en decir que amaba a Antares.
— ¡CAMUS! — escuchó su nombre de aquella gélida voz y dio un salto alzando la mirada.
— ¿S... si? — estaba nervioso, eso hay que admitirlo, era como ver una gelatina recién hecha, temblaba de pies a cabeza sin contar el juego de sus dedos.
— Te desharás de esos indignos pensamientos — esa sentencia le hizo fruncir el ceño
— No — aquellas dos letras incendiaron de nuevo los ojos de us padre — no lo haré, no hay nada malo en eso, ya te lo dije — se levantó de dónde estaba — los problemas que tengas con Deggie Le-Roux no son asunto mío, yo — llevó una mano a su pecho — amo a Milo Antares y eso ni tu podrás cambiarlo — Mystoria se levantó, lo tomó del brazo con fuerza con una mano y con la otra tomó s barbilla.
— Lo haré — aquella mirada le causó escalofrió — eres una deshonra, Camus, ese muchacho es producto de una traición imperdonable y tú dices que lo amas — pegó su frente a la de su hijo — no lo aceptaré, has traicionado a tu familia y a sus creencias, eres como esa infame mujer, le das la espalda a tu familia por alguien que... — se quedó callado y soltó la barbilla del pelirrojo.
— Traición o no, mis sentimientos no cambiaran — ahora la mano libre fue a parar a los cabellos rojos que descendían desde la nuca, hizo presión en ellos provocando una mueca de dolor — ¿Quién? — preguntó
— ¿Quién qué?
— ¿Quién te lo dijo? — su curiosidad no solo iba enfocada a satisfacerse sino más bien a comprobar sus ideas.
— Quien debiste de aceptar en lugar de Antares
Rechinó los dientes, su padre soltó sus cabellos pero comenzó a caminar con rumbo a la salida con él a rastras, intentaba sin éxito liberarse, Krest intentó sin conseguirlo, que su padre se detuviese, Shijima se mantuvo en silencio, no podía hacer nada más que ver como su pequeño era arrastrado a un lugar del que solo conocía el nombre y las horribles cosas que albergaba, suspiró y viendo como su esposo le miraba, lo siguió dejando a Krest solo en aquella casa. En la entrada de su hogar, estaba aquel hombre que merecía el peor de los castigos, sonriendo como imbécil, antes de que los Lacroix subieran al auto, se acercó a Camus.
—Tú me rechazaste, ahora te devuelvo el favor — le susurró y se alejó lo más rápido que pudo.
Aquellos ojos rojos parecían haber perdido todo rastro de brillo, todo rastro de felicidad había mudado de su ser dejando solo la más amarga tristeza que alguien puede dejar ver, las silenciosas gotas amargas descendían por sus, aún lastimadas y enrojecidas, mejillas, quemándole la piel, haciendo que ardiera, se mantenía en silencio pero dentro suyo solo había un pensamiento: Milo, que pasaría con su amado, ya jamás podría verlo, ya nunca más podría probar esos deliciosos labios o estar rodeado de esos cálidos brazos, nunca jamás podría pasar tardes enteras a su lado ni volver a disfrutar lo que había hecho hace solo un día.
En cuanto vio al auto irse, el pequeño castaño salió de casa como si de ello dependiera su vida, corrió con todas las ganas que tenía y lo más rápido que le daban las piernas hacia dónde sabía, encontraría a aquel a quien buscaba y del que estaba seguro, su hermano no tuvo ni tendría oportunidad de ver nuevamente, sus cortas piernas le dolían pero solo faltaba una cuadra para llegar a su destino, la manta blanca de nieve le hacía más difícil su tarea, sin embargo no se rindió.
Llegó casi sin aire y ahí, esperando, como cada tarde, estaba aquel chico que había conocido hace una semana, sus mejillas estaban algo sonrojadas a causa del viento gélido de aquella tarde y sus ojitos azules tenían aún rastros de aquella desgarradora y trágica escena, de la que no se olvidaría ni aunque pasaran quinientos años, sin pensarlo dos veces, se lanzó a los brazos de aquel muchacho y comenzó de nuevo a llorar desconsoladamente.
— Se lo llevaron, Milo, se lo han llevado — decía mientras se aferraba a las ropas ajenas
— ¿De qué hablas, Krest? — con sus pulgares intentaba limpiar aquellas gotas.
— De Camus, el estúpido de Surt fue de bocón con mi padre — su sorpresa se notó
— ¿¡QUÉ!? — lo tomó de los hombros y lo sacudió un poco — dime que pasó.
🦂❄
Este se alargó universo poquito.
*Limerencia: estado mental involuntario resultado de una atracción romántica por parte de una persona hacia otra.
Ay, dioses, esto se puso algo intenso, Mystoria anda echando chispas y mi pobre Krest haciendo labor de mensajero.
Hay que fusilar a Surt y de paso a su hermana.
Dan R.
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