14.5
Capitulo largo, muy largo.
Francia, 30 años antes.
Sus reuniones eran siempre una buena excusa para hablar de lo inconformes o hasta enojados que estaban con las decisiones de sus padres o abuelos, que si la herencia, que si el matrimonio que les esperaba, que si esto o el otro, siempre era lo mismo pero eso solo era una buena forma de entablar conversación con los demás, eran amigos desde sus tiernos 4 años y ahora, que la mayoría tenía 25, a excepción de Mystoria Lacroix, quien estaba a punto de cumplir los 28; su amistad iba a durar hasta su muerto, o al menos eso era lo que Sasha Labelle decía.
Paseaban por el parque mientras charlaban de la nueva representación de Hamlet, de la semana pasada en el teatro, dónde la idea principal y la punta de la calurosa conversación, no era más que el descontento de Cardinale Lambert por la pésima interpretación del villano, todos reían al escucharlo, y le hacían ver que había sido acorde a la obra, despues de todo, ninguno de ellos era actor y por lo tanto no podrían opinar; mientras seguían caminando por aquella vereda, los ojos violetas de Deggie Le-roux paseaban por las personas presentes, deteniéndose y perdiéndose en la extrañeza de un hombre que no había visto, se quedó viéndole con detenimiento.
Había viajado a Francia solo por diversión, para conocer otra manera de vivir, Kardia Antares era un aventurero que llegó a Montpelier por azares del destino y porque se equivocó de avión, pero teniendo la opción de regresar a Grecia, decidió quedarse un poco. Ahora paseaba por el parque y sintió sobre él una mirada, suave pero pesada, así que la buscó por todos lados, percatándose de un par de ojos violetas cubiertos por un par de anteojos, una piel blanca preciosa y unos labios encantadores, le sonrió y aquella chica se sonrojó, luego salió corriendo.
— ¿Deggie? — la llamó Sasha.
— ¿Le-roux, sucede algo? — cuestionó Lambert al percatarse de su mirada perdida en algo o más bien, en alguien.
— ¡DEGGIE! — Albafica Antoine la sacudió un poco sin tener resultados.
— ¡DEGGIE LE -ROUX! — Gritó Pandora Blanchard y la francesa reaccionó.
— ¿Me hablaste? — preguntó con una mueca que decía "no escuché nada".
— No, pero parece que estabas en medio de un viaje astral, y mírate, pareces tomate — le contestó aquella mujer de cabello negro como la noche.
— Hay que pena, Pandora — le respondió cubriendo su rostro.
— ¿No me digas que te flecharon? — Cardinale movió las cejas de arriba abajo.
— Eso es ridículo — intervino Lacroix.
Deggie desvió la mirada y no se habló más del tema, quizá Mystoria tenía razón y eso era ridículo, no sabía quién era, como se llamaba, de dónde venía, a dónde iba pero esa sonrisa, esa maldita sonrisa cambió algo en ella que quizá y solo era la punta del iceberg de todo lo que se avecinaba, esa misma tarde, todos volvieron a casa, todos, excepto la de ojos violetas, ella regresó sobre sus pasos al parque con la esperanza de verlo de nuevo y quizá, preguntarle al menos su nombre, pero no tuvo suerte, ni esa tarde ni las siguientes cinco, fue hasta la sexta que aquel hombre se dignó en aparecer, curiosamente en el mismo lugar donde por primera vez, sus miradas se cruzaron.
Quizá su encuentro no fue el mejor de todos, porque a Deggie se le fue la voz cuando lo tuvo cerca y él solo se dedicó a mirarla directo a los ojos, a esos ojitos preciosos que le decían todo, eran un par de extraños que no se conocían en absoluto pero que eso cambiaría al pasar de los días, de los meses y de los años, y de hecho, el cómo se llegaron a amar es un tanto irrelevante, puesto que el hecho de ser tan distintos los llevó a entenderse muy bien, él era griego y ella francesa, él era inoportuno y ella recatada, él era fuego y ella hielo, pero los opuestos se atraen ¿no?.
~●~
A casi tres años, de su estadía en Francia, Kardia Antares sabía muy bien que era ahí donde quería quedarse el resto de su vida, en los brazos de su adoración francesa, en compañía de aquella dama de la alta sociedad que parecía una princesa que se enamoró de la rana convertida en príncipe, pero ello no era relevante, si él no era de Francia o si su posición social no era la misma que la de su amada, solo podía saber que él la amaba y que ella lo amaba a él; y ahora estaba ahí, viendo a la alcurnia francesa reunida en el salón de la mansión Le-roux, la mayoría de ellos, felices de estar presenciando como él iba en busca de la aprobación de la madre de Deggie; mientras que solo dos de los presentes estaban queriendo matarlo con la mirada.
— ¿Deggie, me puedes explicar que significa esto? — la imponente voz de Écarlete Le-roux, hizo saltar del susto a más de uno.
— Padre... — Flourite Le-roux intentó intervenir pero la mirada de aquel hombre la hizo callar al instante.
— ¡Estoy esperando! — volvió a decir, casi a gritar.
Todos los presentes se mantenían en un silencio sepulcral, expectantes de lo que pasaría, el único que parecía impasible era Mystoria, quien estaba a lado de Écarlete como si se tratase de su perro guardián, Cardinale cruzaba mirada con Albafica quien estaba más nervioso que nunca, el temperamento del señor Le-Roux no era algo bonito de ver, Pandora y Sasha se mantenían calladas, viéndose la una a la otra con la esperanza de no salir regañadas también, Kardia apretaba la mano de la francesa con la esperanzad e calmarla un poco y ella estaba que sudaba la gota gorda pues no sabía que decir.
— ¡DEGGIE! — llamó el mayor.
— Abuelo — pronuncio la dama — venimos a decirte que nosotros — apretó un poco más la mano de Kardia — nos casaremos en primavera — soltó al fin viendo como la mueca del hombre que yacía en el sofá cambiaba por una llena de furia.
— ¡¿ENLOOQUECISTE?! — cuestiono Écarlete, antes de que cualquier presente pudiese hablar, pero tal parecía que el loco era él, los vasos de cristal de la mesa de centro fueron a parar al suelo quebrándose en mil pedazos poniendo alerta a todos.
— Señor Écarlete —Cardinale se acercó a él tomándole de un brazo, cosa que lo hizo enfurecer más, soltándose con violencia de aquel delicado agarre y arrojando al pobre chico al suelo.
— ¡ERES UNA MALAGRADECIDA! — dio media vuelta sin permitir que la joven o alguno de los presentes pudiera decir algo, Écarlete se marchó con dirección a su habitación.
Las miradas no se hicieron esperar, todo apuntaba a que el mayor no tomó muy bien la noticia, cosa que a más de uno no sorprendió, Deggie incluida, pero ya no podían hacer nada, la sonrisa tenue de Mystoria indicaba, no solo que su advertencia se había cumplido si no que posiblemente él tuvo algo que ver con la reacción del viejo Écarlete; Flourite siguió de lejos a su padre, intentaría razonar con él, aunque le llevase el resto de su vida, lo único que quería era que su hija fuese feliz y si esa felicidad estaba en brazos de aquel extranjero, entonces no tenía opción.
Lambert, por su parte, se acercó a la pareja y puso una mano en el hombro de Kardia en señal de apoyo al mismo tiempo que le sonreía a la francesa, Cardinale junto a Albafica, Pandora y Sasha, estaban felices por ella y habían ido solo como apoyo moral causando por aquella inofensiva decisión, el distanciamiento y hasta la ya no tan afectiva amistad de Mystoria. Lacroix se acercó a ella con la mirada hostil cargada de desprecio, frialdad y como si se tratase de una daga afilada dispuesta a encajarse en su pecho para matarle.
—Nunca te creí capaz de darle la espalda a tu familia, Deggie — hablo Mystoria, sin cambiar su expresión — eres indigna de llevar el apellido Le-Roux, prefieres a un extranjero que acabas de conocer que a alguien que te conoce desde siempre — la francesa estaba tratando por todos los medios no salir de sus casillas — ¡Eres una traidora! ¡Una deshonra! ¡Una mujer caprichosa que no tiene sentido del agradecimiento!, pero eso no cambiara, despues de todo, tú y tu madre son solo unas rameras.
La palma de la mano de la mujer de ojos violetas se estampó en la blanca mejilla de Mystoria con todas sus fuerzas sin medir las consecuencias, haciéndole girar el rostro, dejando la piel enrojecida y con un ardor indescriptible, Deggie estaba enojada, ¿Cómo se atrevía a llamarla de esa manera?, todos conocían la historia de su madre, enamorada y correspondida por un militar francés que despues de casarse y de saberla en cinta partió a la guerra donde murió de manera honorable, Flourite no volvió a casarse, en memoria de su amado, modifico el nombre para su hija.
— ¡INFAME! ¿¡Cómo te atreves a insultar a mi madre?! — le respondió, a ella podía tratarla de lo peor porque no le daba ninguna importancia, pero su madre era otro asunto — eres un inmaduro, Mystoria, llegar y creerte con el derecho de insultarme en mi casa — se acercó a él dispuesta a propinarle otra bofetada — ambos sabemos que aunque le besaras los pies a mi abuelo, jamás llegarías a mí — dijo sabiendo que desde hace tiempo, Lacroix la deseaba — ¡ERES UN INFELIZ Y DESAGRADABLE GUSANO! — le estampo su mano en la otra mejilla.
Volvió a girar el rostro cerrando los ojos, ese golpe había sido el doble de doloroso, dado con toda la rabia contenida de aquella dama, pero Mystoria no se quedaría así, con el orgullo herido y con la intención de hacerle ver a Deggie que él era mejor que Kardia, la tomó del brazo con fuerza, la dama forcejeó sin lograr su cometido, Kardia ardió en furia, nadie tocaba a su futura mujer, no porque fuera posesivo si no porque Lacroix estaba siendo un hombre sin escrúpulos.
— ¡SUELTALA! — el acento griego seguido de un puñetazo a la nariz del francés fue lo único que se requirió para que le dejara en paz.
— ¡LARGO DE MI CASA MYSTORIA LACORIX, NO QUIERO VOLVER A VERTE NI A SABER DE TU INFAME PRECENCIA! — una sentencia dada por la voz de la dama que viéndose libre se aferró al torso de su griego.
Mystoria salió de aquella casa sin decir ni una palabra más, pero con la mirada al frente, cual orgulloso caballero, había perdido la guerra por la mano de Deggie desde el día en el que ella prefería encerrarse en casa que acompañarle a dónde quiera que la invitaba con la excusa de "estar muy ocupada" y aunque era cierto, nunca dejo de insistir hasta que aquella bofetada y aquel puñetazo le acomodaron las neuronas o mejor dicho, la única neurona que le funcionaba.
~●~
Flourite tocó la puerta de la habitación de su padre, pero no recibió respuesta, soltó un suspiro pesado, de esos que intentan calmarte pero que no logra su cometido, volvió a llamar a la puerta sin recibir respuesta; Pandora le había seguido en silencio y observaba como sus intentos eran inútiles, Blanchard estaba en un dilema, había escuchado la discusión entre Lacroix y Deggie, poniéndose de lado de la francesa, puesto que, a pesar de saber y conocer las consecuencias, lo único que le importaba y no era la única, era que Le-Roux fuera feliz y ver ese brillo en sus ojos cuando estaba en compañía de Antares era la recompensa más hermosa que podía pedir, ella, al igual que Blanchard, amaba a su prometido y eso... eso era suficiente, Flourite volvió a insistir.
—Pasa, Flourite — se escuchó del otro lado de la puerta, aquella mujer entró y Pandora solo pudo desearle suerte con la mirada.
—Padre — lo llamó — considera su decisión — dijo sentándose a los pies de la cama del anciano que rosaba los 70 años, pero que su rostro aparentaba tan solo 50, los cabellos rojizos no tenían canas y esos ojos no mostraban cansancio.
— ¿Qué te hace pensar que lo haré?, tu hija no consideró mi opinión, ¿Por qué debería considerar la suya? — preguntó sin quitar la vista de aquella mujer que le veía con tristeza. — me decepcionaste, pensé que harías un buen trabajo estando sola, pero veo que no.
—Te equivocas, padre — Flourite sostenía en su mano la última pertenencia del padre de Deggie: su dorado y reluciente anillo que a menudo llevaba como collar — hice un buen trabajo y me siento orgullosa de haberle enseñado a mi hija a seguir su corazón.
—Decide entonces — dijo desviando la mirada y perdiéndose en una de las fotografías en el buró, sin percatarse de la triste mirada de aquella mujer, quien solo suspiro. — o convences a tu hija de que casarse con ese griego es un error, o dejas de ser la heredera de mi fortuna.
Se quedó callada por un instante, Flourite ya había tomado una decisión, incluso mucho antes de aquello, había visto como aquel muchacho le demostraba su amor a Deggie y la mirada que le devolvía la francesa era la misma que ella le daba a su esposo, una llena de amor, una que promete hasta lo imposible, una que siendo la más efímera, parece ser más eterna que la eternidad misma, una que lleva gravado el nombre de la persona a quien amas y por la que se estaría dispuesta o dispuesto a todo.
—Vamos, yo sé que elegirás lo correcto, Flourite — Écarlete posó su penetrante mirada en ella, esperando a que su respuesta llegara.
—Padre, si crees que el dinero y el reconocimiento de los demás, son más importantes que la felicidad de mi hija, entonces, no me conoces — se levantó de donde yacía sentada y se dirigió a la puerta, giró la perilla y se detuvo en el umbral del pasillo — ojalá un día puedas entenderlo, Écarlete Le-Roux.
Salió de ahí dejando al anciano desconcertado y entristecido, no supo que pasó despues de que ella y Deggie tomarán todo lo que les pertenecía y se marcharan de aquella mansión y comenzaran a vivir en una hermosa casa, grande y luminosa. Después de la primavera todo parecía ir mejor, Deggie no volvió a saber de Mystoria ni de los demás, quizá porque todo Montpellier se enteró de aquel minúsculo problema, pero ello no era importante, ahora estaban felices, junto a su amado y a su madre y por lo que sabía, pronto iba a tener un bebé, uno al que amaría con todo su ser.
Y mucho más pronto de lo que imaginó, aquella decisión fue una de las mejores de su vida, decidió su felicidad por sobre todas las cosas y al parecer, todos deberíamos ser un poco como Deggie, amar con intensidad a quien elige tu corazón y enfrentar de su mano todo, para despues ver con orgullo el imperio que construyes, un imperio que no tiene oro pero es tan valioso como este, uno que no tiene diamantes ni joyas preciosas pero que es tan brillante como estas, un imperio que no tiene ni reyes ni reinas pero es más fuerte que cualquier cosa.
Y quizá, el destino o la vida dan giros inesperados, y quizá ese era la razón por la que Camus Lacroix llegó a sus vidas, solo para comprobar que no todos son iguales, que hay sucesos que marcan la vida y que por más que tratamos, son inevitables; quizá estaban ahí para olvidar los rencores del pasado o para que estos se incrementaran, sin embargo, esa... esa es otra historia.
❄🦂
Este se alargó un poquito, espero que lo hayan disfrutado y que hayan disfrutado esos tres golpes que se llevó Mystoria.
No puse mucho de Deggie y Kardia porque el asunto era sobre el problema y las consecuencias.
Ahora si, preparen las municiones y como recomendación espacial, lean el capitulo siguiente lejos de cosas que se puedan romper o que puedan dañar la integridad de ustedes mis queridos lectores y la de sus dispositivos para leer la historia.
Dan R
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