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Trataba por todos los medios posibles, por todos los medios habidos y por haber no salir de sus casillas y arrojarle a la cara lo primero que se le cruzara en su camino, llevaba más de una hora siendo perseguido por el inesperado e impertinente metiche sin vergüenza... digo, llevaba más de una hora siendo perseguido por Surt y su tan molesta voz insistente en que hablara por lo menos un par de minutos con él, pero Camus estaba más preocupado por asuntos más importantes que hablar con Surt de quien sabe qué cosa.

— ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero hablarte?! — le miró enojado y Surt alzó las manos en seña de paz, la que no duró mucho.

— No vine desde Rusia para que me ignores — bajó las manos y se acercó a él.

— ¡Yo no te dije que vinieras! — alzó un poco la voz

— No importa, hablaremos, es algo importante — le tomo del brazo y lo llevó a donde pudiesen sentarse a conversar.

— ¡Suéltame! — Le gritó pero no le hizo el menor caso — ¡SURT! — dijo su nombre pero no funciono, resignado accedió a dejar de poner resistencia y cuando se viera libre, definitivamente escaparía a su habitación.

Tal y como lo sospechó, lo llevo hasta la sala de estar y lo sentó en el sillón y aun tomando sus manos se quedó ahí, Simone, la hermana de Surt, que no se había aparecido en esos dos días estaba detrás de la puerta viendo la escena, la molestia en la cara de Lacroix y lo ansioso de su hermano, pretendió por un momento salvar al pelirrojo pero luego desistió de ello, total no era asunto suyo.

— Camus, tus padres me han dado permiso — alzó una ceja, ¿permiso para qué? — y debo decírtelo antes que nada. — se detuvo un momento

— No — respondió el francés — no quiero escucharlo — dijo, ya sabía para donde iba el asunto y definitivamente no quería.

— Solo escucha ¿sí? — le sonrió con algo de paciencia pero solo vio como aquellos mechones rojos se esparcían en una clara señal de negación — te lo diré de todos modos.

Camus no dijo nada, estaba ahí, pretendiendo que su mente no vagara en las posibilidades que su cerebro le decía, no quería aceptar la posible verdad que estaba por escuchar, no, se negaba a hacerlo porque Surt no era nada para él, no significaba más que el amigo de la infancia que dejo de ver y de apreciar hace mucho y luego, como si fuera el aviso funesto de su muerte, estaba la imagen de su amado rubio, ese que lo había invitado a cenar a su hogar, ese que le había hecho sentir lo que nadie.

—Camus Lacroix — comenzó aquel muchacho, el francés comenzaba a entrar en pánico — quiero que sepas que...

—He dicho que no — le puso una de las manos en la boca para callarlo — no me digas nada, porque lo que me digas no cambiará el hecho de que no corresponda — Surt abrió los ojos, no le había dicho nada entonces ¿Por qué? — no pretendas cambiar lo que dije la última vez que nos vimos, mi NO sigue siendo un NO.

Surt bajó la mirada, recordaba muy bien las palabras de su amigo y ahora hacían un estruendoso eco en su mente; el pelirrojo se levantó de su lugar, soltó una maldición en francés que Surt no notó y se fue de ahí, dejando a aquel impertinente muchacho absorto en su propia mente, era verdad Lacroix no quería hablar con él, ni antes ni despues, ni ahora ni nunca más, porque tenía claro que quería en su vida y eso era la libertad que sentía cada que salía de casa, solo eso y nada más y... ¡al diablo sus padres!, ¡al diablo el permiso!, ¡al diablo todo! El sábado tenía algo importante que hacer.

Detrás de aquella habitación adornada por las bellas obras de un muchacho de no más de 25, yace él mismo intentando por todos los medios posibles, habidos y por haber, no salir de su cuarto y sacar a patadas a Surt, a Simone y a su madre, no soportaba que estuviesen ahí y que encima sus padres hubieran accedido a eso, sin consultarlo, sin tomar en cuenta que quizá él se negaría pero parecía no importarles, pero eso estaba por cambiar, al menos, con lo que haría, esos tres dejarían de estar en su casa por un largo tiempo.

El pequeño Krest había decidido salir por un par de bocadillos, un pequeño aperitivo de unas 8 barras de chocolate para despues regresar a encerrarse con Camus en su habitación y no salir de ahí a menos que su padre lo dijera o se fueran sus invitados, lo que pasara primero. Iba dispuesto a no detenerse por nada del mundo pero al parecer, todos se habían puesto de acuerdo para molestar a los hijos de la familia Lacroix, Simone estaba esperándole a la mitad de la escalera, la muchacha de unos 15 años estaba apoyada en el barandal esperando al pequeño castaño.

El pequeño notó la mirada de aquella joven mujer, rodó los ojos y se hizo el que no la veía, continuó ascendiendo por las escaleras ante la mirada de enojo de Simone, quien recordaba perfectamente el efecto de los fríos orbes del pelirrojo que se dio el lujo de rechazar sutil y dolorosamente a su hermano y despues, irse como si nada, antes de poder ascender al último escalón, los pasos de Krest se detuvieron a causa de su brazo que yacía apresado en las manos de la joven.

—Agradecería mucho que me soltaras — la voz del pequeño solo hizo que aumentara su fuerza.

—Quiero que me digas algo, Krest — Simone nunca fue de sacar información por la fuerza, pero la situación lo ameritaba, el cuarto del que veía entrar y salir al pelirrojo permanecía cerrado con seguro desde dentro y quería saber los secretos que se escondían detrás de esa puerta de abedul.

— ¿sabes porque tu hermano se comporta así con el mío? — preguntó

—Si te digo, ¿prometes no ofenderte? — le miró con incredulidad y con asombro para despues asentir y soltar al menor — pues... con un hermano tan molesto como el tuyo que anda persiguiendo a Cam como un perro, hasta yo me comportaría así de frío; igual, mi hermano siempre ha sido así, hasta conmigo — alzó los hombros y comenzó a caminar otra vez.

—Mi hermano no es molesto — dijo Simone cruzándose de brazos y haciendo algo parecido a una mueca de molestia.

—Si lo es — respondió.

—No es cierto

—Si

—No — se enojó más, que bonito se veía, una joven de 15 discutiendo con un niño de 10 que al parecer tiene más sentido común que la invitada.

—Sí y no lo digo yo, lo dice su comportamiento, parece un niño y el que tiene 10 soy yo — se dio la vuelta para poder burlarse a gusto y se fue.

Directo a la puerta que conducía a la habitación del mayor, un par de golpes en la puerta y esta se abrió para luego cerrarse justo tras el chiquillo castaño, Simone se quedó en las escaleras, enojada con ese niño, frustrada porque fue ella quien salió perdiendo y no Krest, con ganas de gritar pero tragándoselas porque aquella casa era tenebrosamente silenciosa, solo pudo ir a la sala y tirarse de cara en el sillón bajo la mirada de Surt. 


❄🦂
¿Alguien quiere darle con la silla a Surt? porque yo si y de paso a su hermana. 

ahora si, se viene la cena con los suegros.... y Cam tendrá que enfrentarse al terror... no es cierto, Deggie y Kardia son un amor. 

Dan R 

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