El destino de las estrellas binarias
Lisa observaba con atención el rostro de Jennie, mientras, la castaña jugaba con su hijo.
Jennie se notaba diferente, pero lo hablaría con ella en su momento, no frente al niño.
El pequeño Byeol ya era un fuerte niño de cinco meses, y un detalle que Lisa amaba era que su bebé tenía una pequeña peca debajo de su ojo, pero en vez de ser sólo una manchita un poco oscura, era un puntito brillante, como si una de las estrellas en sus ojitos se hubiera escapado y se hubiera posado allí.
—Cuando estuve arriba conocí a los míos —le dijo Jennie, cierto día luego de su llegada—. Algunos son muy diferentes, no pueden venir a la Tierra porque destacarían demasiado, no quieren levantar sospechas... Algunos tienen pecas de estrellas, son muy bonitas... Hay quienes parecen que les tiraron un balde de purpurina encima.
>> Es común que nazcan con mechones de pelo plateado... Es diferente al gris que está de moda, estos brillan, como si estuvieran echos de estrellas... Y las canas también son así.
—Están muy unidos a las estrellas —dijo Lisa con una sonrisa.
—Las estrellas son nuestras madres, venimos de ellas —dijo Jennie, con una sonrisa—. Eso creen... Lo creen tanto como los humanos en sus religiones.
Lisa asintió, pasó su mirada de su amada a su bebé, y estiró sus brazos, pidiendo cargarlo, Jennie se lo dió sin dudar.
La pelinegra sostuvo al bebé frente a ella, sus manos lo sostenían con firmeza por debajo de sus axilas, los pies del bebé se apoyaban sobre su regazo.
—Estás muy grande, Byeol-ssi —el bebé habló incoherencias que lo hicieron sonreír, Lisa atrajo a su hijo contra sí, acomodando la cabeza del niño en su hombro mientras lo rodeaba con los brazos—. Te pareces mucho a Nini, hijo... Ahora tengo dos bebés, me los voy a confundir.
Jennie rodó los ojos por ese comentario tan bobo.
—Lo amo, Jennie —murmuró la mayor, pequeñas lágrimas se alojaban en sus ojos.
La castaña se acercó a ella rápidamente, tomó su rostro y limpió las lágrimas de los bordes de sus ojos, Lisa tomó su mano, dejándola reposar en su mejilla, la acarició con su dedo pulgar y le sonrió.
—Te amo también, te amo tanto, Jennie.
Notó las estrellas de sus ojos temblar un segundo, antes de que el rubor subiera a las mejillas de la castaña y juntáramos sus labios con los de Lisa en un beso lento.
En ese momento estaban tranquilas, estaban sólas y la lluvia afuera alejaba a las visitas, pero el primer mes luego de su aparición había sido una completa locura.
Ya no eran solo familiares y amigos los que venían a visitar a Jennie, casi todo el pueblo había tocado la puerta para al menos darle felicitaciones, buenos deseos, y una gran bienvenida, casi siempre la acompañaban con comida casera, aunque Jennie se había negado a aceptarla al principio, Lisa la tomaba por ella y también era la encargada de devorarla.
Hasta los ancianos que una vez se encontraron en el parque vinieron, aunque fueron un par de señoras que pidieron que la acompañara al asilo para saludar a los demás, cosa que habían hecho y Jennie había terminado marcada en pintalabios de nuevo, para que Lisa dijera que otra vez, la estaba engañando, para risa de aquellos adorables abuelitos.
No era nada para sorprenderse, todos la amaban, pero estaban agotadas de tanta gente, así que los tres se refugiaban en su casa.
En las últimas semanas, ya había pasado todo el auge de la noticia del regreso de Jennie, aunque a ellas no les gustaba mucho la idea de ir al centro por un paseo o salir de la comodidad de su dulce hogar para cualquier cosa que no fuera extremadamente importante, ya que atrapaban mucho las vistas de los curiosos, llamaban la atención con Byeol en brazos y la gente saludaba a Jennie todo el tiempo, Lisa lo encontraba algo molesto.
Pasaban mucho tiempo juntas, recuperando el año que habían perdido, y no sólo en su sentido más íntimo, recuperaban el tiempo perdido con muchos mimos, principalmente, pero también hablaban mucho de su hospedaje en el espacio.
La estrella que Lisa veía era su nave, que se había instalado cerca de la Tierra todo ese tiempo.
En su interior, corroboraban el estado del bebé desde que era casi concebido, con apenas unos días y aún en una formación muy básica, lo controlaban con sumo cuidado, y eso habían echo durante todo el embarazo.
Por los tres meses posteriores al nacimiento, esperaban a que la salud del bebé se mostrará fuerte, completamente lista para ir a la Tierra, o de no ser así, se quedaría con ellos para regresar a su propio planeta.
La idea era triste, pero no podían enviar a un niño que no sabrían con certeza si sobreviviría.
No era el caso de Byeol, él era un niño fuerte.
Al igual que su otra madre.
—Lisa, ya sé por qué te veo brillar —comentó Jennie un día, sonrió al recordar la razón.
Los tres estaban en el patio, el pequeño Byeol estaba acomodado en el regazo de Lisa, ambos miraron a la castaña, esperando la respuesta.
—Sabes esto que dicen los humanos... De que cuando encuentras a la persona indicada se detiene el mundo, o creen ver corazones o escuchar campanas.
Lisa asintió para que siguiera hablando, ella no creía mucho en esas ideas del tipo "amor a primera vista".
—Nosotros lo tenemos más claro... Vemos brillar a esa persona que nos acompañará en el amor —dijo, sus mejillas estaban teñidas de vergüenza—. Le decimos "encontrar a nuestra estrella binaria".
—¿Estrella binaria? —Lisa alzó las cejas, con una sonrisa.
Se sentía una idiota por nunca pensar en las estrellas binarias como una metáfora para ellas.
Las estrellas binarias son un raro fenómeno de los infinitos que ocurren en el espacio, dos estrellas, parejas, que orbitan una alrededor de la otra, en un perfecto equilibrio, girando en círculos una frente a la otra.
Las estrellas binarias son compañeras de la infinidad.
—Si fueras como yo... Una Hija de las Estrellas, también me verías brillar —dijo Jennie.
—Jennie, para mí brillas aunque no comparta nada de tu raza —dijo—. Brillas tanto que podría ver en la oscuridad si voy a tu lado.
Jennie rió.
—Ven, amor —Lisa extendió un brazo hacia ella, la castaña se acurrucó a su lado, la mayor pasó su brazo sobre sus hombros—. Mi dulce estrella... Nuestro destino era estar juntas, desde un principio, desde que éramos niñas... ¿Verdad?
Jennie asintió.
—Desde antes inclusive —dijo—. Somos estrellas binarias por toda la eternidad, desde el comienzo de los tiempos.
A Lisa le comenzó a doler el rostro por sonreír.
—Amor, deja de llorar —dijo Jennie.
Miró a Byeol en sus brazos, Jennie frente a ella, los tres calentitos en la sala, protegidos de la lluvia del exterior.
—¿Ves? Ya me hiciste llorar también —Jennie limpió sus ojos, rió con pena.
—Lo siento, cariño —se disculpó la mayor, corrió las lágrimas de sus mejillas sin mucho cuidado.
Compartieron una mirada antes de que Jennie se acercara a ella para unir sus labios.
Fusionadas en aquel beso, sentías todos los planetas, las estrellas y hasta las galaxias alinearse, todo estaba en el lugar correcto, como debería ser.
La astronauta perdida nunca se sentía sóla si estaba con su universo, y ahora, aún menos, porque había una pequeña estrella que las acompañaba a ambas.
Bueno, la historia ya está por terminar así que más tarde publicaré el epílogo.
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