Ocho; Obsequio.
Luego de su cometido, Junier encarceló el alma del impío en el primer recinto del séptimo círculo del inferno. Lugar resguardado por un minotauro que vigila el castigo eterno de quienes cometieron violencia hacia el prójimo, cuyas almas hierven en el Flegetonte, un río de sangre que aumenta su temperatura a medida que los pecadores sufren en un intento de lavar sus pecados. No existe manera alguna de salir, ya que los que intenta escapar de su condena eterna, son devueltos al río por las flechas de los centauros que vigilan en las orillas.
Él también sería castigado, nunca debió adelantar el destino de un blasfemo que se aprovechaba de la pureza de los demás, mucho menos de un alma que debitaba nacer libre de pecado. Pero una vez más, se encontró dispuesto a quebrantar las reglas impuestas por sus superiores.
Madre Lilith lo entendería, de eso estaba seguro. La mismísima reina del averno le había concedido el deseo de proteger a su pequeña amiga humana, ahora solo debía enfocarse en que el señor de los cielos también lo perdonase.
Luego de limpiar su cuerpo y cambiar su ropaje, Junier encaminó su viaje hacia tierras humanas por segunda vez en el día. Bastaba un único chascar de dedos para estar devuelta en las propiedades de la humanidad, aún así, no pudo evitar que un pensamiento envolviera su cabeza robándose su atención por completo.
¿Dónde sería enviada la pequeña Suk?
El acuerdo entre el cielo y el averno declaraba que, los individuos que sin haber cometido falta alguna, mueren sin haber recibido la purificación del bautismo, serían enviados al primer círculo del inferno. El limbo, un lugar destinado para las personas que fueron buenas en vida, pero que por no haber sido bautizadas no pueden entrar en el reino de los cielos.
A diferencia de los círculos restantes del inferno, el limbo no es un lugar de sufrimiento y los que habitan en él no pagan condena alguna. Podría llegarse a afirmar que se trataba de un paraje en el que los limpios de corazón, pero manchados del alma, vivían por la eternidad rodeados de hermosos prados y gigantes castillos. También podría decirse que el único tormento de los moradores de dicho lugar, era el saber que estarían allí para siempre, aislados de todo lo ajeno al limbo, bajo el deseo nunca satisfecho de sobrepasar esa barrera que mantiene a sus espíritus presos en el encantador, pero agobiante paraíso.
Era uno de sus lugares favoritos del inframundo, solía visitarlo cada vez que sentía que necesitaba un merecido descanso. Sabía que sería un buen lugar para que la pequeña Suk pudiera jugar y disfrutar junto a los otros niños que tuvieron que correr con ese destino... Pero él no permitiría que su alma se quedase en dicho lugar.
Myeong-Suk merecía mucho más que eso. Él mismo se había librado de ese encierro gracias a la misericordia de su madre. La hora de muerte de Suk ya había sido retrasada, Junier se encargaría de protegerla por el resto de su vida humana, para que así pudiera ser purificada y disfrutar de las maravillas que ofrecen los cielos.
«Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos.» Salmos 146:8
Jungkook le regalaría sus ojos a Suk para que lograra comprender que la privación de su vista no era un castigo que ella mereciese. Trataría de descifrar la preciosidad del reino humano, para que así Suk pudiera disfrutar de ella con su propia mirada.
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