TERCER CAPÍTULO:
DULCES PALABRAS.

                    Alexa Cahill estaba fastidiada cuando recibió la tercera canasta de dulces, esta vez repleta de chupetines de diferentes sabores. A pesar que apreciaba que alguien se molestará en dejarle canasta con dulces, le causaba un profundo disgusto el no saber de quién se trataba.

      Especialmente porque comenzaba a preocuparse.

      No quería decir nada, ya que sabía que si se mostraba preocupada sólo transmitiría el mismo sentimiento hacia sus amigos. No obstante, la idea que un acosador o un asesino serial entraba a su casa una vez al mes —hasta donde ella sabía— para dejarle dulces no la dejaba dormir.

      Entonces envió un mensaje al hombre que consideraba su mejor amigo para quedar con él, en cuestión de minutos la pelirroja ya se encontraba en la plaza.

      No le tomó mucho tiempo encontrar a Steve Rogers, quien corría de un lado al otro en su habitual serie de ejercicios. El rubio se acercó a la chica en cuanto la vio, sonriéndole y respetando su espacio personal ya que repetidas veces ella le había dicho que odiaba el sudor.

      —Necesito que me digas la verdad—, comenzó Alexa con seriedad.

      Steve frunció el ceño y se acercó —. ¿Está todo bien, Lex?

      La pelirroja asintió —. Eso creo. Necesito saber si.., bueno, ¿eres tú el que está dejando canastas con dulces en mi casa?

      El ceño del rubio permaneció fruncido —. No.., ¿hay canastas en tu casa?

      Alexa asintió —. Una vez al mes. Ya es la tercera y no sé quién es.

      Steve se relajó notablemente, encogiéndose de hombros —. Probablemente sea Pietro.

      —No es él, ya le pregunté.

      El rubio alzó las cejas —. ¿Y le crees? Quiero decir, no sería la primera vez que te miente.

      —Lo sé, pero estoy segura—, insistió la pelirroja —. Ya lo resolveré, no te preocupes—, aseguró, recordando que la última nota tenía sólo dos palabras escritas: "dulces palabras".