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SWEET OMEGA:
Para Do KyungSoo, un beta sombrío y malhumorado, Park ChanYeol era el omega más dulce que había conocido.
Pero no "Omega dulce" de esos que llegaba un momento en el que sentías que te explotaría la cabeza por tanta azúcar, no. ChanYeol era más... pasable.
Hasta te hacía que querer tenerlo a tu lado por siempre.
Por qué él irradiaba paz, felicidad y aún más importante, amor. De igual forma, no era algo desconocido que aquél chico
de gran altura fuera tan amistoso con cada persona que conociese.
Hasta una persona cómo Do KyungSoo.
Alguien que si lo miraras, sabrías la gran nube de agua que tenía sobre la cabeza. Podría decirse que también truenos y rayos le seguían.
El ahuyentaba cada alfa u omega que quisiera ser amable con él, es más, le irritaba el tener que pasar tiempo con ellos.
Agradecía, un poco, que los betas fuesen mucho más tranquilos que ellos.
La mayor parte del tiempo, los omegas eran muy empalagosos, adorables. Eso le molestaba mucho. Y simplemente no le agradaban los alfas porque, según él, no había nacido para que lo dominaran. Muy bien se sabe que los alfas siempre quieren ser los primeros en todo, a parte de ser muy posesivos.
En conclusión, Do KyungSoo era un repelente de personas.
Se conocieron en una fiesta que brindaban los estudiantes de la universidad en la que estudiaban, y desde entonces se fueron haciendo cercanos.
Para la madre de KyungSoo, había sido un trabajo muy duro poder convencer a su hijo de que asistiera a dicha fiesta, pero las simples palabras cómo: "– Si escuchas ruidos extraños en la habitación de tú padre y la mía, no va a ser culpa nuestra, hay necesidades que saciar. Después no digas que no te avisé". KyungSoo se preparó, agarró un par de cosas indispensables y se marchó corriendo de su casa. No habría sobrevivido en casa ni un minuto más con la advertencia de su madre.
Todo iba normal, la música estaba bien, los tragos también porque eran gratis y la gente no estaba tan revoltosa cómo pensó que estaría.
Pero un choque de miradas pudo cambiarlo todo.
KyungSoo se encontraba al lado de la mesa de tragos, y un hombre guapo estaba parado allí, mirándole fijamente. Por un momento había temido por su vida, pero todas aquellas imaginaciones suyas se desvanecieron cuando él le sonrió de manera amigable.
Había sentido un leve golpeteo en su corazón, empezando a latir con fuerza. En el instante en que vio aquella hermosa sonrisa, algo se removió dentro de él, no le había gustado para nada.
Nadie tenía el derecho de hacer un caos en su inestable interior, o eso usó de excusa en el momento en que desvío su mirada hacia otro lado.
Pero aún así, ante aquél rechazo extremadamente notorio por parte de KyungSoo hacia el sujeto, siguió sintiendo su mirada, y pesó mucho.
Trataba de hacer varias cosas para despejar su mente, pero ninguna servía.
Todo era en vano, él aún estaba ahí, asechando cómo un depredador haría con su presa.
Debía admitir, muy dentro suyo, que algo en aquél chico le gustaba.
Sabían de la extraña conexión que los unía a cada momento, y el efecto que tenía sobre ellos dos era mucho más poderoso que cualquier lazo.
No sabían que por una fiesta de simples universitarios, ocurriría aquella magia que los envolvía a cada segundo. No era de fiar, a aquellas fiestas ibas a divertirte, no a encontrar el amor de tu vida. Pero aquella ocasión era una total excepción.
Su tensión era notable, y cómo KyungSoo era muy tímido para relacionarse con nuevas personas, dió el primer paso. El omega de nombre desconocido se acercó a hablarle primero.
Park ChanYeol, 21 años, futuro veterinario y con un notable interés sobre los peluches tiernos. Ya que, por lo que le había dicho, tenía una gran colección de ellos. Era un omega aunque parecía un alfa por su físico.
Se empezaron a conocer más a fondo, siendo siempre los primeros a la hora de contarse algo, ya sea grave o muy leve. Y es que siempre recurrían al otro, la confianza que se tenían podía con cualquier otra amistad. Aunque no estaban seguros si lo que tenían era sólo eso...
Hubo una vez en la que ChanYeol había empezado a ser cortejado por un alfa "estúpido", cómo lo había llamado KyungSoo. A lo que el beta, que hasta ahora era cómo su "mejor amigo", a pesar de las tantas veces que habían compartido besos entre ellos, al ver la incomodidad que el omega reflejaba en sus ojos las veces que aquél alfa le regalaba bombones o flores, decidió tomar cartas en el asunto.
Terminó en una pelea a mitad del pasillo de la universidad, con golpes contra el cuerpo del otro, una confrontación entre un alfa y un beta.
¿En qué terminó?
Digamos que, cómo KyungSoo no era una persona que se metiera en problemas en los que se terminara en golpes, pues no era alguien que supiese defenderse muy bien en realidad. Pero aunque fuese el peor beta peleando, haría de todo por su dulce omega, y para estar seguro de que siempre estaría bien.
Porque él sólo quería proteger al hermoso ChanYeol.
ChanYeol amaba estar junto a ese "enano" qué no hacía más que estar amargado las veinticuatro horas del día.
Quería alegrar sus días, quería poder estar acurrucado en sus extremadamente cálidos brazos, que le hiciese mimos y le acariciara sus sensibles orejas. Porque aunque KyungSoo se negara a aceptarlo, sabía que no se podría resistir a acariciar aquellas delicadas y suaves orejas de ChanYeol. Demás estaba decir, que no podía estar lejos de él por mucho tiempo.
ChanYeol era cómo un sol, mientras que KyungSoo era la luna que siempre se encontraba en el mismo lugar. Parado en una esquina, ciego por la luz que emanaba del cuerpo de su adorable omega.
KyungSoo se quedaba impresionado por la facilidad en la que aquél chico sacaba su lado completamente cariñoso. Podía estar horas y horas a su lado, mimándolo, él le hacía ver el lado positivo de las cosas, no sólo lo negativo de su perspectiva.
ChanYeol lo amaba con locura y podría gritarlo a los cuatro vientos, mientras KyungSoo sólo admitiría que le atraía, un poco.
No sabría decirte cómo KyungSoo cayó completamente ante ChanYeol, pero aquél omega alto tenía en la palma de su mano al beta y lo amaba más que nada. Cuándo besaba sus labios, sentía un ligero sentimiento que crecía con el paso del tiempo, si es que eso era posible. Él se sentía estar en las mismísimas nubes, allá arriba, en el cielo. Flotando entre ellas viéndose sumamente cómodas.
El beta había caído rendido ante los pies del omega, él era su perdición, su pecado más culposo y del cuál no se arrepentiría de haber cometido. Podría ser que su amor no fuese para siempre, capaz y se aburrirían de la compañía del otro, o tal vez no. Pero hasta que eso sucediese, pasaría realmente mucho tiempo para que el amor de ellos dos se acabara.
Se fundían en un fuego abrasador que los iba consumiendo cada vez más. No podían liberarse del otro sin sentir el dolor inundarlos poco a poco. Y eso que KyungSoo aún no lo había marcado.
Su amor iba mucho más por arriba de sólo una mordida, significaba otro tipo de lazo, y el que ellos tenían era superior a eso. No podían negar que al principio, habían quedado cómo amigos. Pero el celo repentino de ChanYeol, y que este lo hubiese besado en un impulso de calmar el calor que sentía, habían cambiado muchas cosas. Entre ellas, su amistad.
Las cosas se tornaron difíciles para los dos, y también esos sentimientos que no eran capaces de reprimir. Los toques calientes ocurrían, los besos ocasionales los volvían totalmente locos y la necesidad de estar junto al otro era irremediable.
No podían olvidarse aunque los obligaran, o hasta incluso si ellos quisieran. Les costaría superar esa relación que tenían, si es que algo malo ocurría entre ellos. Por qué era una necesidad estar junto al otro porque lo necesitaban tanto cómo para respirar.
Mientras KyungSoo siguiera con su lindo omega, y pudiese darle esos mimos que tanto le llenaban de paz, todo estaría bien. Y mientras que ChanYeol tuviese toda la atención de su beta, estaría más que feliz de estar a su lado.
Se amaban con cada fibra de sus almas, y todo, y no les cabía en la cabeza dejarse ir. Porque también se llevarían un pedazo de corazón del otro consigo. Una parte de KyungSoo se iría con el amor de su vida, y viceversa.
No podían abandonarse, serían incapaces de vivir sin el otro.
Aunque se hubieran dado cuenta tarde, terminaron de descubrir por completo que estaban destinados, y en todas sus vidas pasadas sus almas se volverían a encontrar. Así sucedería hasta el final de los tiempos.
Se amaban, y eso nadie, absolutamente nadie, podría cambiarlo.
¡Gracias por leer!
A esta historia le guardo un gran cariño, y me hacía mucha ilusión ser capaz de volver a publicarla <3
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