
003.
Desde el final de la guerra, Hogwarts había comenzado a implementar nuevas tradiciones para reforzar los lazos entre los estudiantes y sus familias. Una de ellas era el "Fin de Semana de Visitas", un evento mensual que permitía a los padres pasar tiempo con sus hijos dentro del castillo. La medida buscaba no solo brindar consuelo a quienes aún cargaban con las cicatrices del conflicto, sino también mostrar una versión más accesible y cálida de Hogwarts. Los pasillos se llenaban de risas y reuniones, pero para Draco Malfoy, estos días solo resaltaban la distancia entre él y su familia.
Desde la caída de Voldemort, los Malfoy habían evitado a toda costa mostrarse en público. Las sombras del escándalo que rodeaba su nombre aún los perseguían, y aunque Narcissa y Lucius lograron evitar Azkaban, el Ministerio había estado peligrosamente cerca de despojarlos de sus propiedades y privilegios.
Su reputación antes impecable, ahora estaba en la ruina, y cualquier movimiento era cuidadosamente calculado. Draco sabía que sus padres, especialmente su madre, estaban más preocupados por reconstruir lo que quedaba de su estatus que por simples reuniones familiares.
Por esa razón, cada Fin de Semana de Visitas pasaba sin que ellos aparecieran, convirtiendo el evento en un recordatorio incómodo del peso que cargaba como heredero de un apellido que ya no tenía el mismo valor que antes.
En estos días el gran comedor era adaptado como un enorme salón de visitas, se encontraba lleno de un murmullo de risas y conversaciones. Draco Malfoy observaba desde un rincón, con los brazos cruzados y una expresión distante. No esperaba a nadie como de costumbre. Por eso cuando Narcissa Malfoy apareció en la entrada, Draco no pudo ocultar su sorpresa. Su madre avanzaba con la elegancia habitual, atrayendo miradas que mezclaban curiosidad y un poco de desconfianza. Draco se incorporó lentamente, sus ojos grises fijos en ella mientras se acercaba.
—Madre —saludó, más como una declaración que una bienvenida.
—Draco —respondió Narcissa con una ligera inclinación de cabeza. Observó la sala con un leve gesto de desaprobación antes de volver su atención a él—. No parece el tipo de lugar donde se valora la privacidad.
Draco alzó una ceja—. No me suele importar, considerando que nunca vienen.
El comentario fue directo, pero Narcissa no reaccionó de inmediato. Simplemente dejó escapar un suspiro y asintió hacia una mesa vacía en un rincón.
—Hablemos allí.
Draco la siguió, sintiendo la mirada de algunos estudiantes sobre ellos. Una vez sentados, el silencio se extendió entre ambos como un muro invisible. Narcissa fue la primera en romperlo.
—Pareces cansado.
—Estoy bien —respondió Draco con frialdad—. No necesito que te preocupes.
Narcissa inclinó la cabeza ligeramente, observandolo—. Si al menos respondieras mis cartas, no tendría que venir aquí para saber cómo estás.
Draco tensó los labios. Sabía que había ignorado las últimas cartas de su madre, pero no se sentía muy culpable al respecto.
—No pensé que tuvieras tanto interés —le respondió.
—Siempre me interesa, Draco. Aunque sé que no siempre me crees.
Draco sostuvo su mirada unos segundos antes de apartar los ojos—. ¿Es solo eso? ¿Ver cómo estoy? —preguntó con un tono lleno de escepticismo.
Narcissa entrelazó las manos sobre la mesa, su postura impecable—. No... creo que ya sabes también a que vengo. Y antes de que te molestes necesito que recuerdes que solo quiero asegurarme de que entiendes lo que se espera de ti.
Draco suspiró, cansado de la misma conversación disfrazada de preocupación—. Pensé que habíamos dejado eso atrás.
—Las circunstancias cambian —respondió ella con calma—. Y nuestras prioridades deben ajustarse a ellas.
Draco suspiró, ya sabía que charla estaba a punto de recibir. Se recostó sobre la mesa, cubriendo su cabeza con sus brazos. Escuchó a su madre resoplar ante su comportamiento.
—La posición de nuestra familia no es la misma, pero aún hay oportunidades para restaurar parte de lo perdido.
—¿Restaurar? —Draco rió sin humor—. ¿Siguen con esa estúpida idea?
Narcissa mantuvo la compostura, aunque sus ojos se endurecieron ligeramente—. No es una idea estúpida, Draco. En realidad, así fue como conocí a tu padre...
Draco puso los ojos en blanco—. Eso no me consuela en lo absoluto. No me casaré con alguien sólo porque estás aferrada a algo que ya no existe.
—No es una idea tan descabellada.
Draco apoyó la espalda contra la silla, cruzando los brazos—. Simplemente no voy a hacerlo.
—No espero que decidas ahora —replicó ella con tranquilidad—. Pero quiero que lo sigas pensando.
El silencio volvió a caer entre ellos, tenso y pesado. Draco miró hacia la ventana, evitando la presión en los ojos de su madre.
—¿Qué se supone que debo pensar? ¿Casarme con alguien que ni siquiera conozco para cumplir un ideal que ya no tiene sentido?
Narcissa dejó escapar un suspiro, y su tono se suavizó—. No te estoy pidiendo que hagas algo sin sentido. Solo quiero que consideres tus opciones.
Draco apretó los puños, sintiéndose acorralado—. ¿Y si no lo hago? —preguntó en voz baja, mirando el suelo.
Narcissa lo estudió con una mezcla de firmeza y ternura—. Si encuentras el amor verdadero, Draco, no volveré a mencionarlo. Pero si no lo haces... seguiré insistiendo.
Draco sintió que algo en su interior se tensaba, como una cuerda a punto de romperse. Hablar de amor verdadero le parecía una broma cruel en ese momento, una idea tan lejana que le parecí imposible solo considerarla, y mucho menos bajo presión. Él ni siquiera había sentido atracción romántica por nadie en años.
—No es tan simple —susurró casi para sí mismo.
—Lo sé —admitió Narcissa con un tono sorprendentemente suave—. Pero no tienes que decidir hoy. Solo piensa en ello.
Se levantó con la misma gracia con la que había llegado, dejando a Draco sentado, inmóvil, con un nudo en el pecho. Mientras la veía marcharse, sus pensamientos se arremolinaban. Amor verdadero. Matrimonios arreglados. Expectativas.
Todo lo que quería era una salida. Una que no dependiera de ideales inalcanzables ni de los planes de sus padres.
Por ahora solo tenía una cosa clara: debía encontrar su propio camino, antes de que alguien más lo decidiera por él.
Desde días antes Alyssa había recibido una carta por parte de sus padres disculpándose por no poder visitar a ninguna de sus dos hijas en el evento del fin de semana, y aunque era su excusa perfecta para no hacerse la aparecida en el Gran Comedor, su apetito no pareció cooperar con su plan. Así que se vio en la necesidad de crear uno nuevo: ir por unos cuantos bocadillos, y si se encontraba con los señores Weasley, los iría a saludar rápidamente.
Alyssa dobló la esquina hacia el Gran Comedor, con la esperanza de que el bullicio de los estudiantes le proporcionara el escape perfecto. Pero allí, al final del pasillo estaba con quien menos se quería encontrar. Su corazón se encogió y su primer instinto fue girar y buscar otra ruta. Sin embargo ya era tarde porque él ya la había visto.
—¡Alyssa, espera! —la llamó Ron con su voz resonando en todo el pasillo.
Ella apretó los labios y siguió caminando, fingiendo no haberlo escucharlo.
—Alyssa, por favor, tenemos que hablar —insistió, acercándose con pasos rápidos.
—No, no tenemos nada que hablar —respondió ella con frialdad, sin detenerse.
—¡Claro que sí! —Ron levantó la voz, frustrado—. Te he dado tiempo para que te acercarás tú primero, pero te niegas a hacerlo y creo que merezco una explicación.
Alyssa se detuvo en seco, girándose hacia él con el ceño fruncido—. ¿Explicación? ¿De qué hablas?
Ron avanzó un paso, sus ojos azules brillando con intensidad—. De la carta. Lo he estado pensando y creo que merecía haber sabido lo que sentías en ese momento.
Alyssa parpadeó, sorprendida por sus palabras. Durante un segundo, el aire entre ellos pareció volverse pesado, cargado de todo lo que no se había dicho. Pero ella negó con la cabeza, como si quisiera deshacerse de esa sensación.
—No tiene sentido hablar de algo que ya no importa —repitió con un tono más frío de lo que pretendía.
—¿Que no importa? —Ron la miró con incredulidad—. ¿Sabes lo que habría significado para mí saberlo entonces?
—¡No, no lo sé! —exclamó Alyssa, su voz subiendo de tono de forma involuntaria—. Porque tú nunca me diste una razón para pensar que importaba... ¡y después comenzaste a salir con mi hermana! No sabes lo humillante que fue, y tampoco sabes lo humillada que otra vez me siento cada vez que intentas mencionarme el tema.
Ron se quedó en silencio, su mandíbula apretada. Luego como si no pudiera soportarlo más, alargó la mano y sujetó suavemente el brazo de Alyssa, obligándola a mirarlo de nuevo.
—Por favor, solo quiero...
Ella retiró su brazo con un movimiento brusco, pero antes de que pudiera decir algo más, una voz conocida interrumpió la tensión.
—¿Qué está pasando aquí?
Ambos se giraron para encontrarse con Hermione Granger, quien los observaba con una mezcla de confusión e incluso algo de preocupación. Su mirada se posó primero en Ron y luego en Alyssa, tratando de descifrar la escena frente a ella.
—Nada —respondió Alyssa rápidamente, su voz sonando ligeramente tensa.
—Solo estábamos hablando —dijo Ron al mismo tiempo, con un tono mucho menos convincente.
Hermione alzó una ceja, evidentemente no les estaba creyendo—. ¿Hablando? Porque parecía más una discusión.
Alyssa cruzó los brazos, intentando parecer indiferente—. No es nada importante.
Hermione los observó unos segundos más antes de suspirar—. Bien, lo que sea. Ron, ven. Tus padres te esperan y yo quería ir a saludarlos. Harry ya está allí con ellos.
Ron vaciló mirando a Alyssa con una mezcla de súplica y frustración. Ella evitó su mirada, manteniendo su postura.
—Ron —repitió Hermione, ahora con un poco más de autoridad.
Finalmente, Ron asintió sin muchos ánimos—. Nos vemos luego —murmuró en dirección a Alyssa antes de seguir a Hermione por el pasillo.
Alyssa permaneció allí unos segundos con el corazón latiéndole descontroladamente. Las palabras de Ron resonaban en su mente, confundiéndola más de lo que quería admitir.
Al mismo tiempo que ella se encontraba reflexionando lo recién sucedido, Draco Malfoy iba saliendo del Gran Comedor.
El rubio empujó las puertas con una mezcla de resignación y cansancio. La conversación con su madre seguía pesándole, como si cada palabra de Narcissa hubiera dejado una marca imborrable. Necesitaba despejarse, pero al girar la esquina del pasillo, su atención se desvió hacia una figura familiar: Alyssa Granger, apoyada contra una columna con su mirada fija en el extremo del corredor.
Él siguió la dirección de sus ojos y vio a Ron y Hermione caminado juntos hacia la puerta donde él recién había salido, y con sus cabezas inclinadas en una conversación privada. El gesto ausente de Alyssa, sus brazos cruzados y la sombra en su expresión, le dijeron más de lo que probablemente ella quería revelar.
—Deberías dejar de mirarlo así —dijo Draco finalmente cuando se acercó lo suficiente a ella, con su voz tranquila pero llena de una intención que Alyssa no había podido descifrar.
La joven se giró bruscamente, sorprendida por su presencia—. ¿Qué?
Draco se encogió de hombros, apoyándose contra la pared junto a ella con una actitud despreocupada—. A Weasley. Si sigues mirándolo con esa cara de tragedia, cualquiera pensaría que aún estás enamorada de tu cuñado.
El comentario fue como un golpe inesperado. Alyssa lo fulminó con la mirada, sus ojos destellando una mezcla de furia y humillación.
—Primero, ya no es mi cuñado —espetó con frialdad, apretando los brazos cruzados contra su pecho.
Draco alzó las cejas, como si su respuesta fuera predecible—. ¿Y segundo?
—Segundo, no estoy enamorada de él —respondió con firmeza aunque su voz tembló ligeramente al final.
Draco esbozó una sonrisa sarcástica—. No lo estarás ahora, pero si lo estuviste.
Alyssa lo miró con sus ojos ardiendo de indignación—. Déjame en paz, Malfoy.
Draco no se movió, su postura relajada pero su mirada fija en ella—. ¿Segura que no quieres hablar de lo que sea que te tiene así? —preguntó con calma—. A veces desahogarte con alguien que no te importa puede ser útil.
Alyssa lo miró como si hubiera perdido la cabeza—. ¿Y crees que tú eres esa persona? No somos amigos.
—Y no necesitamos serlo —replicó Draco, con un toque de indiferencia en su voz—. Pero aquí estoy, y claramente necesitas sacar algo de tu sistema antes de que se te reviente esa vena en la frente —se burló.
Alyssa bufó, pero el peso de sus pensamientos la venció. Tras unos segundos de silencio dejó escapar un suspiro y habló, su tono más bajito y vulnerable.
—No siento nada por Ron —admitió finalmente—. Pero la vergüenza y saber que él sabe todo lo que sentí alguna vez... eso me abruma mucho más de lo que debería.
Draco la observó con atención, y sorpresivamente sin ningún rastro de burla—. ¿Y qué hay sobre tu hermana? —preguntó—. ¿Ella sabe algo?
Alyssa negó con la cabeza rápidamente, como si la sola idea la aterrara—. No, y no quiero que sepa. No quiero arruinar su amistad, o lo que sea que tienen ahora. Aparte que supongo que sería bastante incómodo entre nosotras...
Draco asintió lentamente con sus ojos estudiándola—. Así que no es él lo que te molesta. Es la posibilidad de que ella descubra todo.
Alyssa apretó los labios, asintiendo—. Estoy en pánico —admitió—. Siento que todo se volverá un caos.
Draco se quedó en silencio por un momento antes de responder—. El pasado tiene esa manía de perseguirte cuando menos lo esperas. Pero, si te sirve de consuelo, la gente siempre está demasiado ocupada con sus propios problemas como para prestar tanta atención a los nuestros.
Alyssa lo miró, procesando sus palabras—. ¿Y tú? —preguntó de repente, con algo de curiosidad—. No parece que tú lo estés llevando mucho mejor. ¿Qué pasa contigo? Escuché por allí que tú madre vino a visitarte.
Draco soltó una risa amarga. No le sorprendía que hablaran de eso como si fuera un chisme bastante relevante.
—Digamos que mi madre tiene un concepto peculiar de "visitar a su hijo". Está tan obsesionada con la idea de restaurar nuestra reputación que cree que la solución es un matrimonio arreglado.
Alyssa lo miró con sorpresa. Preguntándose cómo una madre podría sugerir ese tipo de solución para su único hijo—. ¿En serio? ¿Y piensas seguirle el juego?
Draco esbozó una sonrisa amarga—. No. Pero Narcissa Malfoy no es de las que se rinden fácilmente.
—¿Y qué harás?
—Buscar una salida, como siempre —respondió con un tono indiferente, pero su mirada delataba el malestar que realmente sentía.
Alyssa asintió, comprendiendo más de lo que esperaba—. Supongo que ambos estamos atrapados en nuestros propios problemas —dijo, su tono más suave.
—Quizás. Pero tarde o temprano, todo se resuelve. O eso dicen —comentó Draco con un toque de ironía en su voz.
Ambos se miraron por un momento, como si reconocieran en el otro una especie de amistad inesperada. Finalmente Draco se enderezó, preparándose para irse.
—Bueno, suerte con tu crisis existencial.
Alyssa soltó una risa seca.
—Lo mismo digo.
Draco comenzó a alejarse, pero antes de doblar la esquina, se detuvo y miró por encima del hombro.
—Y deja de preocuparte tanto por Weasley. No vale la pena.
Alyssa lo observó desaparecer, sus palabras quedando suspendidas en el aire. Aunque la conversación había sido breve, algo dentro de ella se sintió un poco más ligero. Por un momento, tuvo la certeza de que, tal vez, encontrar una salida no sería imposible.
nota de la autora:
creo que es evidente el rumbo que tomará el fic jiji, pero espero que les guste a pesar de todos los clichés que tiene <3 (sorry, este fic no es como los demás que tengo, este me parece bastante simple y llevadero por así decirlo) ❤️🩹
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