002.
Alyssa siempre había sabido que no era como Hermione. Su hermana mayor era brillante, decidida, y poseía una confianza innata que hacía que todos se detuvieran a escucharla. En cambio, ella era distraída, tímida, y siempre parecía estar un paso detrás de los demás. Mientras Hermione triunfaba como la alumna estrella en cada asignatura, Alyssa tenía que luchar para mantener su concentración en clase. No era que fuera incapaz, simplemente su mente tendía a divagar, perdiéndose en pensamientos o detalles irrelevantes.
Ese día no había sido diferente. Cuando el profesor le devolvió su ensayo de Encantamientos con una nota bastante mediocre escrita en rojo, Alyssa sintió que el mundo se le venía encima. Pero lo peor no fue la nota, sino lo que vino después.
—Señorita Granger —dijo el profesor Flitwick, ajustando sus pequeños lentes mientras revisaba una lista en su escritorio—, he decidido incluirla en el programa de tutorías. Estoy seguro de que un poco de ayuda adicional será beneficiosa para usted.
Alyssa sintió sus mejillas arder de la vergüenza—. No creo que sea necesario, profesor. Puedo mejorar por mi cuenta —le dijo rápidamente aunque sabía que no era muy cierto.
Flitwick la miró con una mezcla de paciencia y firmeza—. El programa está diseñado para ayudar a estudiantes como usted a alcanzar su máximo potencial. Y, considerando su rendimiento actual, es evidente que podría beneficiarse de una orientación más personalizada.
Alyssa abrió la boca para protestar, pero el profesor ya estaba hojeando su lista de tutores—. Veamos... su hermana, la señorita Hermione Granger, está en el programa. Estoy seguro de que estaría encantada de ayudarla.
—No, no, no —interrumpió Alyssa—. No quiero que sea Hermione.
Flitwick levantó una ceja ante su reacción, pero no insistió—. De acuerdo, entonces asignaré a alguien más. Ah... aquí está. Draco Malfoy.
Alyssa parpadeó confundida—. ¿Malfoy?
—Sí, el joven Malfoy. Ha estado participando en el programa de asesorías como parte de un acuerdo especial con la directora McGonagall. Es bastante competente en Encantamientos, así que será una buena opción para usted.
Antes de que Alyssa pudiera decir algo al respecto, el profesor anotó algo en su lista y le entregó un pequeño pergamino con el horario y la ubicación de su primera sesión.
—Buena suerte, señorita Granger. Estoy seguro de que logrará grandes avances.
Esa misma tarde, mientras estaba sentada en una de las nuevas salas de asesorías, Alyssa repasaba todo lo sucedido, sintiéndose atrapada en una situación cada vez más complicada. ¿Cómo había terminado allí con Draco Malfoy como tutor? La idea era absurda. Y aun así, alli estaba con las manos entrelazadas y moviendo nerviosamente los dedos sobre la mesa mientras esperaba su llegada.
La puerta se abrió de golpe, sacándola de sus pensamientos, y el inconfundible cabello rubio de Malfoy apareció en el umbral. En cuanto la vio, frunció el ceño con exasperación.
—¿Tú otra vez? —dijo, cruzando los brazos con fastidio.
Alyssa lo miró fijamente, sintiendo que una pequeña parte de su ansiedad desaparecía, reemplazada por una pizca de resignación—. Créeme, Malfoy, esto no me emociona más que a ti.
Draco soltó un suspiro y dejó caer su bolso sobre la mesa con un ruido seco—. Ugh. Como sea, deberíamos empezar de una vez para que podamos terminar lo más pronto posible.
Alyssa asintió, decidida a ignorar su actitud.
Draco se dejó caer en la silla frente a ella con una expresión mezcla de fastidio e incomodidad. Sacó su varita y la giró entre los dedos mientras la observaba de reojo. Alyssa estaba inclinada sobre el pergamino, pero claramente no estaba concentrada en la tarea que se supone debería de estar haciendo. Sus dedos jugueteaban con la pluma, y su mirada iba y venía como si estuviera perdida en sus propios pensamientos.
Después de unos minutos, Draco chasqueó la lengua, rompiendo el silencio—. ¿Vas a hacer algo útil con ese pergamino o solo sigues fingiendo que estás trabajando?
Alyssa levantó la vista rápidamente, notoriamente nerviosa—. Lo siento, estoy algo distraída.
Draco arqueó una ceja y dejó la varita sobre la mesa, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Eso está claro. Pero dime, ¿qué te tiene tan preocupada?
Alyssa se removió en su asiento, incómoda con la atención que Draco le estaba prestando—. Nada que te importe, Malfoy.
Draco la miró con curiosidad—. ¿Es por la carta?
La cara de Alyssa decayó por completo—. ¡No! Ya te dije que todo eso fue un error, nunca debiste de haberla leído.
—¿Y la que le enviaste a Weasley también fue un error? —le preguntó.
Alyssa sintió como si todo el aire hubiera abandonado la sala. Lo miró fijamente, intentando controlar el temblor en sus manos—. ¿Cómo sabes sobre eso?
Draco esbozó una sonrisa burlona—. No soy idiota, Granger. Vi cómo te congelaste cuando él apareció la última vez con un pergamino en la mano. ¿Le enviaste una carta de amor también? ¿O era algo más escandaloso?
—¡No fue nada de eso! —protestó Alyssa, su voz subiendo un poco más de lo que pretendía. Se obligó a bajar la voz, para evitar que Draco le hiciera más comentarios burlescos—. Fue otra carta que escribí hace años. Algo que tampoco debió llegar a sus manos.
Draco dejó escapar un suspiro, apoyándose contra el respaldo de la silla mientras la miraba con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Déjame ver si entiendo bien. Te pasaste años escribiendo cartas de amor, guardándolas como si fueran algún tipo de tesoro, y ahora están volando por Hogwarts creando caos. ¿Qué sigue, una carta para Longbottom?
—No tienes que ser tan cruel —murmuró Alyssa, mirando al suelo con el rostro rojo de vergüenza.
Draco rodó los ojos—. No es crueldad, Granger. Es curiosidad porque sinceramente no entiendo qué te pasa. ¿Por qué guardar algo así? ¿Y cómo demonios terminan en manos de los destinatarios años después?
Alyssa apretó los labios, claramente incómoda—. No sé cómo llegaron a sus manos. Eso es lo que intento descubrir.
—Ah, claro —Draco se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en la mesa—. Pero dime, ¿cómo planeas arreglar este desastre? Porque estoy seguro de que Weasley probablemente no sabe qué hacer contigo. Créeme que no es nada grato recibir una carta así de desconcertante, es decir, si para mí lo fue porque somos prácticamente desconocidos, para él que fue tu cuñado debió ser una pesadilla...
Alyssa cerró los ojos por un momento, tratando de calmarse—. Malfoy, ¿podemos dejar este tema y concentrarnos en Encantamientos?
Draco miró a Alyssa con una mezcla de diversión e incredulidad—. Está bien, pero primero deberás decirme cuántas cartas más hay.
Alyssa lo miró, desconcertada por la pregunta—. ¿Qué?
—¿Cuántas más escribiste y a quiénes? —Draco la miró con mucha curiosidad—. Porque si esto sigue así, parece que voy a necesitar un mapa para seguirles la pista y firmar un club —se rió un poco.
Alyssa dejó la pluma a un lado y se cruzó de brazos, claramente incómoda pero con un pooc de determinación—. No tiene sentido que te lo diga, porque jamás debieron salir a la luz.
—Pero salieron —Draco arqueó una ceja—. Vamos, Granger, confiesa. ¿Cuántos más están en esta lista?
Alyssa suspiró, bajando la mirada por un momento antes de responder—. No muchas. Solo... ¿cinco?
Draco la observó con más interés del que había planeado mostrar—. ¿Cinco? Y ya sé de dos. A Weasley y a mí. ¿Quiénes son los otros tres?
Alyssa vaciló antes de responder, pero finalmente lo hizo, su voz apenas en un susurro—Harry, Cedric y un amigo muggle.
Draco parpadeó sorprendido—. ¿Potter, Diggory y un amigo muggle? —repitió dejando escapar una risa incrédula—. Esto mejora cada vez más. ¿Y cuándo fue eso?
Alyssa se removió en su asiento, claramente incómoda—. A Harry le escribí cuando tenía once años. Fue una tontería. Fue cuando recién entré a Hogwarts, y él era... ya sabes, Harry Potter. Aparte que Hermione ya me había hablado muchísimo sobre él.
Draco rodó los ojos—. Por supuesto, nuestro gran héroe. ¿Y sobre Diggory?
—Cuando tenía trece —respondió Alyssa con un poco de tristeza en su voz—. Era tan amable y tan encantador. Fue solo una carta para desahogar lo que sentía en ese momento. Nunca tuvo importancia.
—¿Qué hay sobre tu amigo muggle?
—Oh, tenía doce en ese entonces...
Draco entrecerró los ojos, apoyándose en la mesa con evidente interés—. ¿Y sobre la mía?
Alyssa levantó la vista hacia él, notando cómo su sonrisa burlona había desaparecido, reemplazada por algo más difícil de descifrar—. A ti te escribí cuando tenía quince. Después de esa fiesta en la que me ayudaste.
Draco asintió lentamente, como si estuviera procesando la información—. Y luego a Weasley, ¿verdad? ¿Cuándo fue eso?
—Cuando tenía dieciséis —respondió Alyssa, sin apartar la mirada esta vez—. Fue después de que terminó con Lavender. Pensé... pensé que tal vez había una oportunidad.
Draco fingió poner cara de alivio—. Toda esta información me hace sentir mucho menos especial. Y yo que pensaba que mi carta era única. Qué desilusión.
Alyssa levantó la vista, sorprendida por el comentario. Por un instante, vio al Draco de antes, el que siempre portaba una sonrisa burlona en los labios y cuyo tono estaba cargado de sarcasmo. En esos momentos, sus ojos solían entornarse ligeramente, como si cada palabra estuviera diseñada para provocar una reacción. Pero ese Draco era una sombra del que estaba frente a ella ahora: más apagado, más cansado.
Draco soltó un suspiro, recostándose contra el respaldo de la silla para volver a hablar—. Así que escribiste estas cartas para todos los chicos que te hicieron sentir algo. ¿Por qué?
Alyssa se cruzó de brazos, como si quisiera protegerse de la pregunta—. Porque era la única forma de lidiar con lo que sentía. Cuando algo me abrumaba... escribirlo era la única manera de sacarlo de mi sistema. Las cartas no eran para ellos, eran para mí.
—¿Y nunca pensaste en destruirlas? —Draco arqueó una ceja, claramente intrigado.
—Claro que lo pensé —respondió Alyssa, su voz más firme ahora—. Pero no lo hice porque nunca creí que alguien las encontraría.
Draco apoyó la barbilla en una mano, mirándola con una mezcla de diversión y curiosidad—. Hablando en serio, Granger, ¿cómo demonios se supone que llegaron esas cartas a manos de sus destinatarios?
—Ya te dije que no lo sé —Alyssa sacudió la cabeza, su frustración evidente—. No sé cómo alguien las encontró, pero voy a averiguarlo.
Draco observó el brillo decidido en sus ojos y no pudo evitar una sonrisa ladeada—. Bueno, suerte con eso. Aunque sinceramente espero que encuentres al culpable pronto. No quiero que esto se convierta en un patrón, Granger —puso los ojos en blanco.
—No tienes que preocuparte. Ya no escribo cartas.
—¿No? —Draco fingió una mueca de decepción—. Qué lástima. Tenía curiosidad por saber qué tipo de halagos creativos ibas a usar la próxima vez.
Alyssa rodó los ojos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa. De alguna manera, esos intercambios le hacían más llevadera la incomodidad de estar en su presencia, aunque también despertaban algo en ella que no terminaba de comprender.
Finalmente retomaron la tutoría aunque Draco no podía dejar de notar los pequeños detalles de Alyssa: cómo movía los dedos en la mesa cuando se concentraba, o cómo desviaba la mirada cada vez que él hacía un comentario más personal. Había algo en ella que lo desconcertaba, una especie de torpeza honesta que lo mantenía intrigado, aunque nunca lo admitiría.
Alyssa se movía con prisa para llegar a su sala común. El toque de queda estaba a punto de comenzar, y el recorrido para llegar hasta ella le comenzaba a parecer infinito. Giró en un último pasillo para finalmente llegar a su destino, sin embargo, nuevamente una ola de vergüenza recorrió todo su cuerpo al ver a Harry Potter parado a unos cuantos centímetros de la entrada.
Resignada, Alyssa caminó hasta él—. Harry, ya no deberías de estar paseando por los pasillos, ya es tarde.
—Hermione es la delegada en guardia esta noche —le respondió con una pequeña sonrisa—. No habrá muchos problemas si me descubren merodeando el castillo.
Alyssa hizo una mueca—. ¿Quieres pasar? —dijo mientras empujaba la puerta de entrada. Harry simplemente asintió, y la siguió.
Alyssa empujó suavemente el barril correcto y entró a la cálida sala común de Hufflepuff, donde el aroma de tierra húmeda y flores la envolvió como un abrazo reconfortante luego de una tarde llena de humillaciones. El sonido de la chimenea llenaba el espacio con un calor agradable, y las plantas colgantes parecían susurrar entre ellas llenando el aire con una vibrante sensación de vida. Las ventanas redondas dejaban entrever un poco el terreno exterior, pero dentro todo era seguridad y calma.
Harry la seguía de cerca, pasando entre los sillones de madera clara cubiertos con cojines amarillos. Finalmente, Alyssa eligió un rincón apartado junto a un helecho mágico que brillaba tenuemente, y se dejó caer en un asiento, mirando a Harry con algo de pena y cansancio. Él tomó lugar frente a ella, claramente dispuesto a hablar de lo que los había llevado hasta allí.
—Ya sé que me vienes a decir —suspiró Alyssa.
Harry sin decir nada sacó un pergamino de uno de los bolsillos de su suéter—. Creo que esto te pertenece —le dijo entregándoselo.
Alyssa por centésima vez en el día, sintió sus orejas arder ante la vergüenza—. Harry, yo puedo explicarlo... esa carta tiene años que la escribí. Por Dios, tenía solo once y...
—Lyssie, no tienes que explicarme nada —Harry la tomó de las manos con cariño, intentando tranquilizarla—. Sé que es una carta vieja, se nota en la letra —le sonrió—. Fue bastante chistoso cuando la leí, pero luego pensé en que debió de enviarse por error.
—No sé cómo sucedió —se encogió de hombros.
—Simplemente no quiero que te sientas avergonzada por esto, ni que te alejes de mí más de lo que ya lo has hecho —alzó sus cejas—. ¿Me lo prometes?
Alyssa asintió—. Lo prometo.
—Bien —Harry suspiró—. Y para que no te sientas tan mal... te voy a confesar que cuando tenía catorce, también estuve terriblemente enamorado de ti —se burló de sí mismo—. Pero ahora no te veo más que como una hermana pequeña.
Alyssa sonrió de lado—. Si me enteré —le confesó, recordando como Hermione le había contado.
Harry la miró sorprendido—. ¿Qué? ¿Cómo?
Alyssa fingió ponerse un cierre sobre su boca—. Es un secreto que jamás revelaré... —ambos rieron por unos segundos, y luego una pregunta se atravesó por su mente—. ¿Le contaste a Ron sobre esto? —carraspeó, no quería ser tan obvio con su pregunta.
Harry negó con la cabeza—. No quería avergonzarte de más, así que será nuestro secreto —le guiñó el ojo.
Alyssa sintió un gran alivio, tampoco le agradaba la idea de que Harry se enterase que había más cartas, o peor, que había una para Ron. Sintió una pesadez en su estómago al recordar al pelirrojo, y se preguntó por cuánto tiempo más podría seguirlo evitando.
nota de la autora:
jijiji, les dije que tengo varios capítulos que nunca subí el año pasado ❤️🩹 pero pueden sugerir más ideas sobre que les gustaría leer en este fic!!!
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