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cuatro










—¡Me han aceptado!

Mark se quejaba del grito de Miyeon en su oído. La chica bailaba en la sala y también saltaba.

—¡Me han dado un papel!

Sorprendentemente se paró en punticas y alzó una pierna.

—¿Donde? —preguntó el locutor.

Ella se apresuró y se sentó nuevamente en la silla. Las palmas reposaban sobre la mesa mientras hablaba, pero no continuaron ahí por mucho tiempo.

—No se si recuerdas cuando hice la audición para el papel de una de las hijas de Bernarda Alba —él negó con la cabeza—. Bueno, esa misma gente me llamó hace unos minutos para decirme que tengo el papel —golpeó la mesa con sus manos en forma de puño—. ¡Esto hay que celebrarlo!

Mark la miró no muy convencido. Se tocó su barbilla y dijo.

—No se —soltó—. Tus problemas no se resuelven todavía. La obra podrá ser muy de España, pero tú todavía estás en Corea del Sur y tus padres piensan que estás entre españoles.

—¡No seas aguafiestas! —chasqueó su lengua—. Para que sepas, si la obra gana lo suficiente, nos llevarán a España para hacerla ¿Qué te parece?

—Miyeon —su amigo no le encontraba el sentido—. Se que estas emocionada, pero sinceramente no creo que logres llegar tan lejos.

—¡Calláte Mark! —regañó—. A veces pienso que no eres mi amigo. Siempre estás tirándome puras malas vibras.

—Solo soy consciente de lo que digo —afirmó—. Siempre te terminan botando ¿Por qué crees que ahora será diferente? ¿España? —bufó—. Dudo mucho que pases dos días con ese papel en tus manos.

Miyeon formó una mueca con su cara. Le parecía tan falso su amigo . Siempre creyó que creía en sus habilidades, pero en ese momento se hacía ver como un completo hipócrita.

—¿En serio crees eso de mí?

—No sabes actuar lo suficiente —contestó y eso provocó un gran desánimo en la pelicastaña.

Miyeon estaba escuchando cada palabra y era como un flechazo directo a su pecho, le dolía, consideraba a Mark como un hermano y que no creyera en ella era algo que no le gustaba nada.

Siempre estaban juntos. Se compartían las cosas y confiaban uno en el otro, pero decididamente algo había cambiado.

—No quiero seguir hablando con alguien que no cree en mí —resopló y se levantó de la silla—, pero te demostraré que te equivocas.

—Solamente siempre dime la verdad, no me digas mentiras. Te conozco y si pierdes vendrás con ellas.

Eso fue la gota que derramó el vaso para aquella discusión que no iba a ir a ningún lado, solo a la depresión.

Miyeon se tiró en su cama, miró al techo y no aguantó las ganas de llorar. Ahora más que nunca se sentía sola en el mundo.




...



Al entrar en el local donde ensayaría por primera vez  : La casa de Bernarda Alba, no encontró a nadie. El lugar estaba vacío.

—Tal vez sea demasiado temprano —dijo entre dientes.

Se sentó en el escenario y espero a que sus compañeros llegaran, pero no llegaba nadie. Las horas pasaban y pasaban y ella seguía allí, sola.

—Parece que Mark tiene razón —resopló—.No sirvo para nada —se levantó—. No se actuar. No tengo talento. Soy una vil mierda en el pavimento. Debería decirle a mis padres que les he estado mintiendo y poder terminar toda esta farsa —sus palabras estallaban una tras otra al mismo tiempo que daba grandes pasos camino a la salida, pero en cuanto rozó el gran portón vió a alguien inesperado.

—Disculpe ¿este es el local de la obra....

—La Casa de Bernarda Alba —Miyeon se adelantó por él y su tono no dejó fuera una gran exaltación de alegría.

—Esa...¿formas parte del reparto?

Miyeon no podía dejar de mirarle los labios, el movimiento lento de esos dos gruesos trozos de carne húmeda la tenían inestable.

—Soy...si —tartamudeó— Soy Amelia —hizo una reverencia.

—Mucho gusto. Es una gran casualidad que te llames como una de las hijas de Bernarda.

Miyeon se dio una bofetada mental y negó con la cabeza.

—Ese es mi personaje– rio— Mi nombre es Cho Miyeon.

—Ah —dijo avergonzado por su confusión—. Lamento eso. Mi nombre es Kim Seok Jin. Un gusto conocerla.

¿Quién no conoce a Kim Seok Jin? El mejor actor de toda Corea del Sur en estos momentos y recién se había lanzado como director de cine.

—¿Ya se fueron todos?

—No —negó con la cabeza—. Ni siquiera ha venido alguien. Yo he estado aquí —miró el reloj en su celular para ver la hora—, por un buen tiempo.

—Lamento que haya sido así —le dio una mirada de pena—. Yo estoy aquí para adquirir experiencia como director.

¡Mamá mía! Kim Seok Jin estaría en primera fila viendo el crecimiento de Miyeon como actriz. Toma esa Mark, has perdido.

—Yo sinceramente no he visto ni tan siquiera al director. Esto está más pelado que el mismo pecho de la ratoncita que tuve cuando era niña.

¡No! Ahora no era el momento de hablar de Padme.

Jin sin embargo, comenzó a reír y dejó caer su mochila al suelo. Conocía la facilidad que tenía para caer en la risa.

—Es usted muy cómica —miró alrededor—. Al no haber nadie. Deberíamos retirarnos. Ya hablaré yo con quien me propuso esto más tarde. Me escuchará, pero ¿le gustaría almorzar conmigo ahora?

Si Miyeon se negaba yo misma iba ir hasta ella y le decía tres cosas, pero tranquis, aceptó muy contenta.

Casualmente todos los restaurantes estaban cerrados, exceptuando la cafetería en la cual trabajaba, pero no iba ir allí ni loca. Hoy era su turno y dejó de ir por culpa del supuesto ensayo.

—Al parecer hoy es feriado —habló Jin, ambos caminaban por la acera—. Es una lástima no compartir ni tan siquiera un dulce, pero debo irme. Si me deja su número, la contactaré para cuando consiga hablar con alguien respecto a la obra.

Miyeon tragó seco y lo único de todo lo que Jin había dicho, la palabra resonante en su cabeza era dulcecito.

—¿Quiere un dulce?

—¿Eh?

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