La rubia sintió un tanto decepcionante que, en lugar de Castiel, un chico desconocido la atendiera. Pidió una bebida alcohólica de sus favoritas y la esperó sentada.

Intentaba no apartar la vista del precioso pelirrojo, sin embargo de vez en cuando veía a la pista de baile por si encontraba algo interesante. Y, entre las luces de colores y la gente, vio algo.

¿Qué hacía Nathaniel ahí?

Cuando se iba a parar para ir con él, el chico de antes tapó su visión mientras le entregaba lo que había pedido. Le pagó y, siendo algo descortés, lo apartó de su allí.

El rubio ya no estaba.

Maldijo internamente, tampoco encontraba a Castiel entre los pocos meseros que habían.

Tomó un trago de la bebida; al menos quería disfrutar la noche. Tras acabarla en cinco tragos y menearse de forma ligera, fue a la pista de baile.

Bufó enojada cuando un chico de, aproximadamente, su edad comenzó a molestarla a los minutos. Era atractivo, sí, pero no estaba de ánimo para coquetear con desconocidos.

—¿Cómo te llamas, preciosa? —preguntó demasiado cerca de ella.

—No te interesa —y se intentó alejar, mas no pudo; la habían tomado del brazo.

—Oh, vamos. Solo quiero saber tu nombre.

Emilia sintió un repelús, jamás le había pasado esto, pero sabía que era posible. de pronto. ¿Cómo debía reaccionar?

—Sueltame, por favor, estoy siendo clara.

—Pero, cielo —insistió sin aflojar su agarre.

Su estómago se revolvió de miedo: está sola y con un tipo desconocido que no la deja ir.