「 t h r e e」
Lisa estaba enojada.
Había sigo obligada por su profesora a llevarle los apuntes de las materias que Jennie perdió. Su compañera de clases es bastante aplicada, por lo que la profesora no quería que Jennie bajara su promedio.
Ella había preguntado por alguien que se ofreciera para enviarle los apuntes a Jennie y cómo Lisa era la única con la que Jennie mantenía una verdadera comunicación, le pidió a Manobal que se los llevara.
Ahora, Lisa se encontraba frente a la casa de Jennie, con los apuntes en la mano.
Se maldice a sí misma por no avisarle a su novia, pero sabe que no va a estar por mucho tiempo en casa de Jennie, sólo le entregaría los cuadernos y saldría de allí. No quiere que Jennie esté pegada a ella, cómo un chicle.
Sus dedos se dirigen a la puerta de la casa y la golpea tres veces.
Sabe que puede irse de allí, sin darle los apuntes a Jennie, pero no es lo suficientemente capaz para hacer ello. No es tan maliciosa como para hacerle a Jennie algo como eso.
Tras unos minutos de silencio, se abre la puerta de la casa y lo único que se asoma son un par de ojos castaños.
— ¿Qué quieres? — Pregunta una voz al otro lado de la puerta y Lisa deduce que la dueña de aquella voz es Jennie. Sonríe nerviosamente sin saber porque se siente de esta manera.
— U-uhm. — Carraspea. — La Profesora Kim me pidió que te llevara los apuntes de hoy y pues aquí los traigo.
— No los quiero.
— ¿Qué? — Lisa no entendía porqué Jennie decía aquello, estaba enojada. — Vine caminando desde la escuela hasta aquí para llevarte unos jodidos cuadernos y tú no eres capaz de aceptarlos.
— Gracias Lalisa, pero no los quiero. Lamento que tengas que venir hasta aquí por nada pero n-no los quiero. Estoy muy cansada como para hacer algo. — Susurra Jennie y Lisa suspira.
— ¿Y por qué estás cansada? — Pregunta dando unos pasos hacia adelante, acercándose a la puerta. — ¿Faltaste un día a la escuela y estás cansada, eh?
— Sí.
— Pues puedes entregar los cuadernos cuando tengas tiempo. No tienes que copiar en este momento.
Lisa sólo quería salir de allí y encontrarse con su novia.
Después de unos segundos de silencio, Jennie suelta.
— Está bien, déjalos en el suelo, yo los recojo. — Jennie se sentía ridícula, pero por nada del mundo dejaría que vieran su pijama.
— No. Puedo entregarlos con las manos.
Lisa quería saber porque Jennie no quería tomar sus cuadernos como una persona normal. A decir verdad era curioso.
— N-No quiero. — La fiebre había empeorado para Jennie, su cabeza estaba doliendo de nuevo.
— O-oye, ¿estás bien? — Preguntó Lisa y Jennie suspiró.
— No. Ahora deja los cuadernos en el suelo. Adiós.
— ¿Ocultas algo? — No sabe por qué pregunta aquello. Jennie suspira y abre la puerta por completo.
— Esto. No quería que me vieras con esta pijama. Ahora puedes burlarte de mí. — Lisa esbozó una sonrisa al ver la pijama, no se va a reír de esto. Jennie se ve adorable ante sus ojos.
— Eres preciosa. — Susurró para sí misma, sin ser consciente de la mirada de Jennie que había escuchado lo que había dicho Lisa.
Jennie frunce el ceño, sintiéndose mal consigo misma. Ella no se siente preciosa.
— ¿Y bien?, Ya tomé los libros. Puedes irte.
Lisa frunce el ceño por la manera en la que Jennie la trata. Mira el rostro de la chica con la pijama de pollito y ésta está demasiado sonrojada, cree que es por su presencia y está a punto de irse por eso, pero algo la detiene.
— ¿Estás enferma? — Pregunta y Jennie asiente haciendo un puchero. — ¿Puedo entrar?
— ¿Para qué?
— Para ayudarte. No te ves bien. — Jennie asiente dudosa, podría pedirle a Lisa que le haga una sopa o algo parecido. Podría aprovecharse del tema.
— Está bien, entra. — Jennie da la vuelta y Lisa le sigue, cerrando la puerta detrás suyo.
— Gracias.
Después de aquello, no hubo nada más que silencio. Jennie estuvo recostada sobre el sofá viendo como Lisa le hacía una sopa de pollo.
Liaa no se sentía cómoda cocinando en un lugar que no era su hogar, pero por alguna extraña razón, sentía que debía ayudar a Jennie. La chica había resultado con una temperatura bastante elevada y con un resfriado. Manoban no podía creer que existía una persona más tierna que Kim Jennie.
Y por un momento, se olvidó de su novia.
Ambas bebieron la sopa de pollo y Jennie admiraba la manera en la que Lisa cocinaba.
— No me iba a burlar por esa pijama. Te ves adorable con ella. — Dijo Lisa mirándola de frente y Jennie se sonrojó.
Antes de poder responder ante lo dicho por Lisa, fue interrumpida por el celular de ésta. Pudo ver como Lisa sonreía a la pantalla al ver el nombre del contacto y cerró los ojos. Lisa elevó el rostro y miró a Jennie haciendo una sonrisa avergonzada.
— Está bien, Lalisa. Gracias por la sopa, puedes irte.
Jennie suspiró y Lisa asintió dudosa. Salió de la casa de Jennie y contestó la llamada de su novia.
Ese día, Jennie había decidido dejar de lado los sentimientos por Lisa, ya que alguien más
era la dueña del corazón de Manoban.
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