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Dulce Eternidad

Había dejado de llover y la luna se dejó ver nuevamente en el cielo estrellado.

Sentado en el elegante sillón, leía tranquilamente un libro mientras bebía de un té que él mismo había preparado con anterioridad, a la espera de que su amada trajera algo que prometió que le iba a gustar.

Suspiró y observó el gran ventanal de su habitación, el frío ambiente del exterior contrastaba con el fuego encendido de la chimenea, sobre la que reposaban fotografías de ellos dos juntos. Se habían instalado en aquel castillo años atrás para poder vivir ellos solos, alejados de sus hermanos y de aquellos Mukami.

Sonrió, todavía lo recordaba como si fuera ayer: el día en que ella llegó, su rostro inundado de confusión, la expresión de horror e incredulidad en la que se tornó al descubrir su verdadera naturaleza inhumana, el asco que sentía cuando ella hacía algo que le molestara por mínimo, inocente e insignificante que fuera, el sentimiento de alegría cuando no mucho después se enamoró y ella le correspondió a pesar de los daños que le había provocado, y también la emoción que sintió al formular "Sí quiero" ante el altar.
A pesar de los años, Kanato lo mantenía todo en su memoria.

Dejó su taza ya vacía en la mesa y dirigió la mirada a su cama, aquella en la que dormían juntos desde que comenzaron a vivir en aquel castillo incluso antes de casarse. Se sonrojó al recordar que ahí también se habían y se habían vuelto uno en cuerpo y alma muchas veces más...

Se planteó si debía buscarla, estaba empezando a tardar.

Pero al final no hizo falta.

La puerta se abrió y se asomó la única persona aparte de él que vivía allí.

—Kanato —lo llamó.

Él la recibió con una sonrisa cariñosa.
—Yui, ya era hora.

Llevaba puesto un hermoso vestido que le quedaba a la perfección, y en sus delicadas manos sostenía una bandeja con una tarta. Aquello le sorprendió.

—Siento la espera —la colocó suavemente sobre la mesa —. Feliz cumpleaños, Kanato.

Se fijó que las palabras que había formulado eran las mismas que había escrito con glaseado sobre la superficie del pastel.

—Hoy es 21 de marzo, ¿verdad? No estaba segura si querías celebrarlo, ya que no te he visto hablar de ello con Ayato-kun y Laito-kun —explicó ella —. Aún así quería hacer algo especial para ti hoy. ¿Qué te parece?

Ahora fue ella quien lo miró sorprendida cuando dejó el libro para levantarse y acercarse lentamente a ella, aún más cuando la sujetó por los hombros y, sin aviso alguno, la besó con ternura.

Yui cerró los ojos para corresponderle. Al separarse, Kanato acarició el labio inferior de la chica con el pulgar, levantó su rostro por el mentón y observó orgulloso los largos colmillos que ella poseía desde hacía varios años atrás.
—Muchas gracias, Yui.

Suele resultar raro que unos seres inmortales siguieran celebrando una fecha que se repetía un día cada año, pero aquella era una de las cosas que a Kanato le gustaban de Yui: que aunque ya no fuera humana, no cambiara aquellos detalles suyos. Y si llegara un momento en que no quisieran celebrar más festividades como aquella, sería dentro de mucho.

Yui le sonrió emocionada.

—Además —continuó él —. No tenemos que hacer gran cosa por una celebración, ya sabes que me basta con estar a tu lado, así de simple.

Se sentaron juntos y pasaron un buen rato charlando de varias cosas, a Kanato le había gustado la tarta, e incluso se le ocurrió meterse un trozo en la boca para pasarlo a la de Yui mediante un intenso beso al que ella no tardó mucho en ceder.

—Se me olvidaba —dijo al terminar —. Hace un par de días hablé con Ayato y Laito, dijeron que este año no les apetecía celebrarlo, pero hoy los murciélagos nos han enviado esto de su parte.

Se dirigió a la cama y sacó debajo de ella lo que parecía ser un libro bastante grueso.
—¿Qué es? —preguntó Yui, acercándose curiosa.

—Un álbum de fotos, es extraño que nos den otro teniendo ya uno, pero quería echarle un vistazo contigo.

Se sentaron al borde de la cama, todas las fotografías representaban momentos con ellos dos (entre algunos de los primeros Yui todavía era humana, aunque poco después se convertiría) y los demás Sakamaki, e incluso en la mitad de ellas estaban los Mukami: celebrando fiestas como Navidad, el Carnaval, el Desfile, escenas divertidas como aquella cuando Yuma le hizo la zancadilla a Ayato, e incluso imágenes de la boda. Yui estaba tan guapa con su vestido blanco... se veía la emoción de la inmortal pareja en cada foto de aquel maravilloso evento.
—Debe de haber sido idea de Laito —murmuró Kanato, suponiendo que de todos sus hermanos sería él quien les regalaría algo así.

—Deberíamos darles las gracias la próxima vez que los veamos.

Kanato cerró el álbum de golpe, sobresaltándola.
Aunque había dejado totalmente en claro a todo el mundo que ella era suya en todos los sentidos, todavía seguía latente en él ese espíritu posesivo hacia Yui. La quería, sabía que ella no era un objeto y que no le haría daño con lo que hiciese, pero incluso después de varios años, todavía era incapaz de mantener aquellos celos.

—Tal vez —respondió al comentario de Yui —.  Cuando les visitemos.

Yui notó la molestia de Kanato, no era difícil darse cuenta. Esbozó una pequeña sonrisa.

—No te pongas celoso, sabes que yo soy solamente tuya. De la misma forma que tú eres solamente mío. ¿Verdad?

Se quedó pensando en aquellas palabras. Ella tenía razón, pero él seguía sintiéndose incómodo.

—Sí, eso ya lo sé. Pero siento que las visitas, las reuniones y los viajes en familia se interponen en nuestro futuro, los dos juntos solamente. También mis hermanos, los Mukami, e incluso mi padre. ¿No piensas tú lo mismo?

La joven vampiresa no sabía exactamente que responder, pero cogió suavemente una de las manos de su amado marido y la estrechó.

—Kanato, espero que comprendas que, de la misma forma que yo jamás me separaré de ti, ellos jamás dejarán de ser tus hermanos —él la miró, frunciendo levemente el ceño —. Lo que quiero decir es que, aunque pasarais por varios siglos de disputas y diferencias, en el fondo siempre os habéis llevado bien, o por lo menos intentáis hacerlo. Es normal que ellos lleguen a preocuparse por ti o tú por ellos. Recuérdalo siempre, tú mismo renunciaste a Teddy y me diste una vida eterna para pasarla junto a ti, te agradezco todo lo que haces por mí... Por eso, no dudes nunca de nuestro tiempo juntos. Estoy segura de que ellos también encontrarán a alguien especial con quien ser felices.

Palabras un tanto cursis, pensó Kanato, palabras cariñosas que habían calmado parte de sus inquietudes.

Sin dudarlo, sujetó a Yui y aprisionó sus labios contra los de ella, aumentando la pasión del beso al entrelazar sus lenguas.

—Hablas demasiado —susurró al separarse de ella, todavía conectados con un hilo de saliva —. Creo que con esto basta.

Yui se limitó a mirarlo con un acentuado sonrojo, no era la primera vez que se besaban de aquella forma, pero esta vez había sido más repentina que las demás.

Volvieron a abrir el álbum que les habían regalado, se fijaron más en aquellas fotos que mostraban los días en el Desfile del año anterior, Yui rió al ver una en particular y la señaló.
—¡Me acuerdo de ese momento! Fue cuando Ayato-kun y Kou-kun empezaron a tirarse tartas y refrescos por aquella confusión.

Kanato también se rió, Yuma le había lanzado a Kou un bollo de crema al pelo y éste pensó que había sido Ayato, también estaban Reiji y Ruki tratando de detener a ambos, y Subaru, quien trataba de acercarse lo menos posible a ellos. Laito había hecho la foto y seguramente Azusa la guardó para evitar que Kou la eliminara.

—Son como niños pequeños —añadió Kanato, esas palabras vibraron en su mente y se quedó pensando en ellas.

—Yui —la llamó al salir de sus ensoñaciones —. Hay algo que quería proponerte desde hacía algún tiempo, y hoy he perdido las dudas de lo que podría conllevar.
—¿Ah sí? ¿De qué se trata?

Sintió cómo Kanato le estrechaba la rodilla derecha con una de sus manos, tan sonrojado como ella lo estaba hace un momento por el beso.
—Tener un hijo — murmuró finalmente.

Ella se sorprendió, incluso más que antes.
—Cuando nos casamos me imaginé a nosotros dos jugando con niños, quise esperar para pensarlo mejor, pero ya no tengo ninguna duda sobre nuestro tiempo juntos. ¿Qué me dices a eso?

Yui también deseaba lo mismo, pero temía que Kanato se molestara con la idea de compartir una vida con otra nueva. Y ahora lo tenía a él allí, proponiendo la idea. Se echó a sus brazos y lo abrazó efusivamente, tirando por accidente el álbum al suelo.

—¡Sí! —respondió emocionada mientras su abrazo era devuelto —. Sería maravilloso...

Se mantuvieron así por unos minutos, pero poco a poco se fue convirtiendo en algo más, ahora tumbados sobre la cama se besaban y acariciaban sin pensar en nadie más que en el otro. Y Kanato, colocado encima de Yui, comenzó a juguetear con los pliegues de la falda de su vestido, dispuesto a quitárselo, ella lo detuvo por un momento.

—¡Espera, Kanato! —exclamó —. ¿No deberíamos planearlo con un poco más de tiempo? ¿No parecerá un poco repentino si empezamos ahora?

Él se irguió para mirarla a los ojos, esbozando una sonrisa.
—¿Cuándo he dicho yo que esto es para comenzar? —preguntó con cierta picardía.

Yui comprendió, después de todo en el cumpleaños de ella también lo habían hecho juntos. Eso le recordó...

—¿Y qué pasa con la tarta?

Se habían puesto a hablar y no habían acabado con ella.

—Seguirá ahí cuando terminemos, ahora sólo quiero amarte y sentirte esta noche... —dijo en un tono seductor, antes de quitarse la chaqueta, la camisa y entrelazar los dedos de su mano con los de ella.

Yui le devolvió la sonrisa, le acarició el rostro y guió la mano libre de Kanato a su espalda, donde él comenzó a bajar la cremallera del vestido.

Se dejaron llevar entre besos, suspiros, roces de piel y susurros de amor.

Sí, aquellos eran dos amantes inmortales viviendo su incontable tiempo. Habían pasado algunos años juntos, estaban dispuestos a seguir haciéndolo, y seguramente con un par más de vidas nuevas e inocentes en el futuro.

[Publicado el 4/6/2018]

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