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♡₊˚🌷.୧﹕05

❝ 𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌 𝐁𝐀𝐁𝐘❞

─────── MEW SUPPASIT ───────

Detuve el coche junto a la acera y miré a Gulf, esperando encontrar una expresión de satisfacción. No me decepcionó; sus ojos estaban abiertos y su boca se dibujaba en una sonrisa perlada.

-¡El parque!-, exclamó. -Gracias por traerme aquí.

-De nada-. Pensé que a Gulf le gustaría este lugar porque era relajante y tranquilo, y eso fue antes de descubrir su amor por la primavera. Era mediados de abril y todas las plantas se estaban sacudiendo el frío del invierno y saliendo de su escondite. -Apuesto a que las flores y los árboles estarán florecidos para que los disfrutes-.

Gulf jadeó. -¡Apuesto a que tienes razón! No puedo esperar a olerlos todos. Será muy divertido-. Alcanzó el pomo de la puerta, pero le detuve con una mano en la rodilla.

-Déjame ir a buscarte-. El lado del coche de Gulf se adentraba en el tráfico de una calle de sentido único. Tenía que asegurarme de que estaba a salvo. Gulf sonrió y yo rodeé el coche y le abrí la puerta después de comprobar que no había vehículos en dirección contraria.

-Gracias-. Gulf volvió a cogerme la mano y mi corazón se hinchó; necesitaba mi contacto tanto como yo el suyo.

Paseamos por las aceras que rodeaban y atravesaban el parque. Gulf se detenía a oler cada arbusto, árbol y flor que estaba en flor. Me detuve a olfatearlos junto con él; antes de conocer a Gulf, era algo que probablemente no habría hecho. Ya me estaba haciendo apreciar las cosas sencillas de la vida. Habló de cada planta y supe que las lilas le parecían las más bonitas y las que mejor olían, y que su aroma le relajaba.

Vi el anhelo en los ojos de Gulf cuando pasamos por la gran zona de juegos, donde los niños bajaban a toda velocidad por los toboganes y daban patadas al cielo en los columpios. Mi dulce hijo quería jugar. Era el momento de tener una conversación muy importante.

-Gulf, ¿estás listo para cenar?-

Asintió con la cabeza y se frotó el estómago. -Me está empezando a rugir la barriga-.

-Dios, será mejor que le metamos algo de comida antes de que me muerda-. Gulf soltó una risita ante mi tonta broma de padre; estar en este ambiente lúdico le estaba ayudando a abrirse y a dejar que brillara su personalidad. Señalé delante de nosotros a un hombre que vendía comida en un carrito. -¿Te gustan los cerdos picantes?-

-¡Me encantan! Son una de mis comidas favoritas-. Quizá no fueran la opción más saludable, pero quería darle a mi hijo algo que le gustara.

-Genial. Voy a traer algunos, pero creo que deberíamos lavarnos las manos antes de comer-.

-Buena idea-.

Llevé a Gulf al baño, donde tuve que luchar contra mi impulso de ayudarle a lavarse las manos en el lavabo. Sin embargo, le entregué un fajo de toallas de papel para que se las secara. Luego lo llevé a una mesa de picnic al sol.

-Descansa aquí y yo iré a buscar nuestra cena-, le ofrecí. -¿Qué quieres en tu cerdo picante?

-Sólo solo un poco de salsa, por favor.

-¿Quieres huevo frito?

-No, gracias.

Acaricié su mejilla con la mano y le dije: -Qué buenos modales tienes-. La piel de Gulf se calentó bajo mi contacto y sonrió ampliamente. Disfrutaba de los elogios tanto como él de oírlos.

Me apresuré a ir al vendedor, compré nuestra comida y volví a sentarme junto a Gulf. -Sólo un poco de salsa para ti-, anuncié, deslizando el barquito de papel que contenía su comida frente a él. -Y salsa y queso para mí.

-Mm, el tuyo también tiene buena pinta-. Gulf se lamió los labios mientras inspeccionaba mi perrito caliente.

-¿Quieres cambiar?-

-No, gracias, pero... ¿puedo darle un mordisco al tuyo?-

-Por supuesto-. Podría haberle acercado mi comida, pero ¿qué gracia tendría eso? En lugar de eso, levanté el bollo de su bote y lo acerqué a los labios de Gulf. Los abrió de par en par y le dio un buen mordisco, tarareando el sabor. -Uy-, me reí mientras un poco de salsa le caía por la barbilla. Cogí rápidamente una servilleta del montón que había traído y le limpié la piel. -¿Qué tal está?-

-Está delicioso-, respondió una vez que tragó. -¿Quieres un bocado del mío?-

-Claro-. Gulf me dio de comer de la misma manera, aunque no se me escapó ningún aderezo. Antes de dar un trago a mi propio refresco, abrí la lengüeta de la lata de ponche de frutas que había conseguido para Gulf y deslicé una pajita en el agujero. -Aquí tienes-.

-Mm, me encanta el ponche de frutas-. Dio un largo trago a su bebida antes de engullir el resto de su comida.

-Vaya, tenías hambre-.

-Lo siento-, respondió, agachando un poco la cabeza. -Me quedé dormido durante la comida. Iba a comprar un helado después de salir de la juguetería, pero tenía demasiado sueño-.

¿Iba a comer helado para el almuerzo? -Bueno, ya que te has comido toda la cena, te llevaré a tomar un helado de camino a casa si no estás demasiado cansado-.

-Gracias-, sonrió. Oh sí, definitivamente era el momento para una conversación. Pero primero...

-¿Quieres otro perrito caliente?-

-No, gracias, estoy lleno-.

Asentí con la cabeza y devoré el resto de la cena mientras buscaba en mi cerebro la mejor manera de plantear esta delicada discusión. Pero antes de que pudiera decir una palabra, Gulf habló.

-¿Qué te gusta hacer cuando no estás trabajando?-.

Tomé un largo sorbo de Coca-Cola para bajar la comida. -Bueno, me gusta nadar cuando hace calor, pero cuando hace demasiado frío, me gusta leer y ver películas-. Incliné la cabeza hacia un lado. -Hmm, eso suena bastante aburrido cuando lo digo en voz alta-.

Gulf soltó una risita. -No es aburrido; a mí también me gustan las películas. Hay una nueva que tengo muchas ganas de ver; trata de unos monstruitos de dibujos animados que intentan salvar el mundo con música y...-, dejó de hablar y volvió a agachar la cabeza. -Pero probablemente no sea el tipo de película del que hablas-.

-Oye...- Le acaricié la mejilla hasta que me miró con unos grandes ojos marrones llenos de incertidumbre. -No hay absolutamente nada malo en que te gusten las películas de dibujos animados o jugar con juguetes-. Respiré hondo. -Está bien querer ser pequeño-. Quería reconfortarle, así que añadí: -Algunas personas prefieren que a sus parejas les gusten esas cosas-.

Los ojos de Gulf se abrieron de par en par. -¿Quieres decir... como un Mew?-, preguntó en voz baja.

No era exactamente así como había planeado sacar el tema, pero agradecí que conociera el estilo de vida. Decidí meterme de lleno. -Eso es exactamente lo que quiero decir-. Lo miré con curiosidad. -¿Cómo sabes lo de los Daddys?-.

Gulf tragó grueso. -Hace un tiempo, quería averiguar qué me pasaba; por qué me gustaban los juguetes, colorear y los dibujos animados-. Quise decirle que no le pasaba nada, pero no quise interrumpir. -Así que entré en Internet para ver si había otros como yo. Descubrí que hay muchos hombres a los que les gusta lo mismo que a mí; que les gusta ser pequeños, y que muchos de ellos tienen Daddys que los cuidan.-

-Así es, Gulf-. Le acaricié la mejilla con el pulgar. -Me parece muy inteligente que hayas investigado lo que te interesa-. Gulf se hinchó de orgullo ante mis palabras. -Hay muchos hombres y mujeres a los que les gusta ser pequeños. Algunos lo hacen para escapar del estrés de la edad adulta, otros para relajarse y otros tienen una necesidad incorporada que sólo ser pequeño puede satisfacer. No importa cuál sea el razonamiento de una persona; si le hace feliz, no está mal. Tú no te equivocas-.

Los ojos de Gulf se llenaron de humedad mientras me dedicaba una dulce sonrisa. -Gracias-. Me miró fijamente un momento antes de aclararse la garganta y continuar: -Investigué más sobre los Mews y descubrí que son fuertes y seguros, incondicionales y desinteresados. Te animan cuando estás triste y te hacen sentir especial. Son el amante, el mejor amigo y la figura de autoridad que nutre a un chico-.

Estaba muy orgullosa de lo inteligente que era mi hijo y de la facilidad con la que me hablaba de todo esto.

-Sabía que me gustaba lo que me gustaba-, continuó Gulf, -pero quería saber más sobre por qué un hombre querría ser Mew. Leí todos los blogs que pude encontrar y me enteré de que les gustaba ser cuidadores y disfrutaban satisfaciendo las necesidades de su chico. Algunos eran más dominantes y otros más cariñosos; sólo querían querer a su hijo, cocinar para él y dejarle jugar. A algunos Mews les gustaba hacer de todo por su chico para satisfacer todas sus necesidades-. Bajó la voz hasta un susurro cuando añadió: -Como cambiarles los pañales-.

Calmé mis nervios antes de preguntar: -¿Y qué opinas de eso?-.

-¿Me prometes que no pensarás que soy rara?-.

-Te lo juro-.

Gulf se mordió el labio un momento antes de contestar: -Creo que sería muy especial compartir eso con alguien; confiar en él lo suficiente como para que cuide de mí de esa manera-.

Mi corazón saltó de esperanza. Mi alma zumbaba de expectación. Quería atraer a Gulf a mi regazo, rogarle que fuera mío y no soltarlo nunca. Pero tampoco quería asustarlo. Conocía bien el estilo de vida, pero nunca lo había vivido con nadie. Tenía que andarme con pies de plomo.

-Yo también creo que sería increíblemente especial compartir ese nivel de confianza y amor con otra persona-, asentí.

A Gulf le tembló el labio. -Sabes, leía todos los blogs que encontraba de hombres que vivían ese estilo de vida, pero como estaban en Internet, esos hombres me parecían tan lejanos. Nunca pensé que conocería a alguien en persona que lo entendiera-.

-Creo que entiendo más de lo que crees-. Tomé sus dos manos entre las mías y sonreí suavemente. -Gulf, cuando te vi jugando en la juguetería, fue el espectáculo más hermoso que jamás había visto. Estabas comprometido, emocionado y libre... exactamente como siempre imaginé que sería mi hijo-.

Gulf jadeó en voz baja. -¿Eres Mew?-

Asentí y le apreté las manos. -Un Mew que lleva mucho tiempo esperando a su niño especial. Un Mew que te cuidará, te mantendrá a salvo y hará que te sientas atendido; que cocinará para ti, te cambiará, te bañará y hará todo lo que necesites para que seas feliz-. Respiré hondo y pregunté: -Gulf, ¿me dejarás ser tu Mew?-.

Las lágrimas burbujeaban sobre sus párpados y corrían por sus mejillas. -Oh, no, cariño, por favor, no llores-, le supliqué, secándole la humedad. -¿He dicho algo malo? ¿Fue demasiado rápido?-

-No, ha sido maravilloso-, resopló Gulf. -Me encantaría que fueras mi Mew-. El pulso me latía en el pecho con una alegría desenfrenada hasta que añadió: -Pero no creo que pueda. No te haría feliz-.

Mi corazón se desplomó en mis entrañas. -¿Qué demonios te haría decir eso?-.

Gulf soltó un hipo. -En todos los blogs que leí, los hombres hablaban de cómo tenían ciertas épocas cuando eran pequeños y jugaban y llevaban ropa especial. Luego tenían otras épocas en las que eran mayores e iban a trabajar y cocinaban y hacían todo lo que haría un adulto. Pero... yo no siento que haya un yo pequeño y un yo grande. Es decir, tengo un cuerpo y una mente de adulto, pero soy más feliz cuando juego o veo dibujos animados. Nunca hay un momento en el que quiera dejar esas cosas del todo. Cuando tengo que salir al mundo a pagar facturas o comprar comida, tengo que esconder mucho de lo que soy para actuar como 'se supone que debo' en público. Cuando más dejo salir mi verdadera personalidad es cuando estoy cerca de ti. Ahora tiene sentido, sabiendo que eres Mew; por eso no te molestaron las cosas de mí que normalmente echan para atrás a los hombres, y por eso me sentí cómoda dejándome llevar. Pero tengo miedo de molestarte. Temo que te canses de los trenes, los baños y los pañales. Tengo miedo de que te canses de todo y, bueno, de mí. Tengo... miedo-.

-Oh, dulce Gulf.- Rodeé sus hombros con mis brazos y tiré de él hacia mí hasta que su cara quedó enterrada en mi cuello. Mi piel se humedeció con sus lágrimas y pasé mi mano por su espalda temblorosa. -Tu verdadera personalidad es hermosa y no quiero que sientas que tienes que ocultarla cuando estés conmigo. Me encanta verte emocionarte con la natación, las flores y los monstruos cantores-.

-Y hay algo que deberías saber; he sabido que era Mew desde que supe que era gay. Al principio no tenía un nombre para ello, pero siempre supe que era un cuidador, y eso no va a desaparecer. Ser Mew es parte de mí, como ser pequeño es parte de ti. No quiero que intentes ser grande sólo porque crees que debes serlo. Sólo quiero que seas feliz. Si sientes que necesitas un día de conversación adulta, allá tú. Pero si eres feliz jugando a los trenes y coloreando, también es maravilloso. Y si te soy sincero, tener un niño a tiempo completo es un sueño hecho realidad para mí-.

Gulf levantó la cabeza y me miró a través de sus largas y húmedas pestañas. -¿En serio?-

Le limpié las últimas lágrimas de las mejillas. -De verdad-.

-¿Y seríamos sólo nosotros? ¿Seríamos socios exclusivos?

Porque no soporto la idea de compartirte-.

-Te prometo que seremos sólo nosotros. Eres todo lo que quiero-. Y de ninguna manera iba a compartirlo. Besé sus nudillos y por fin pude ver su bonita sonrisa. -¿Quieres ser mi chico?-

-Sí. Mi espíritu se elevó de nuevo y mi corazón palpitó en mi pecho. -Sí... Mew-. En un abrir y cerrar de ojos, mis brazos volvieron a rodearle. Todavía teníamos mucho de qué hablar, pero por ahora, estaba tan embargada de alegría que no podía contenerla. Lo necesitaba cerca de mí y Gulf me abrazó con la misma fuerza. Tarareó y me acarició el pecho con la mejilla. -Das los mejores abrazos-.

Me reí entre dientes y le di un último apretón antes de soltarlo. -Pronto se pondrá el sol. ¿Quieres pasear un poco más antes de que anochezca?-.

-¡Claro!-

Tiré nuestra basura y volví a coger la mano de Gulf. Mientras paseábamos por el parque por segunda vez, parecía aún más despreocupado. Saltaba por las aceras y señalaba las mariposas que revoloteaban alrededor de sus arbustos favoritos y los pájaros que piaban en los árboles.

Mientras olfateaba un parche de tulipanes, me llamó la atención una ranita que saltaba por la acera. Me la llevé con cuidado a las manos y la mantuve oculta entre mis dedos.

-Gulf, tengo algo especial que enseñarte-.

Su cabeza se giró para mirarme. -¿Qué es? ¿Qué es?- Se acercó corriendo e inspeccionó mis manos extendidas. -¿Está ahí?-

-Sí. Echa un vistazo-. Separé un poco los dedos y Gulf jadeó.

-¡Una ranita bebé! ¡Qué monada! ¿Puedo cogerla, Mew?-. Se me estrujaba el corazón de felicidad cada vez que decía esa palabra.

-Por supuesto. Junta las manos-. Rápidamente hizo lo que le pedí. -Es un poco saltarín, así que no te asustes-. Pasé por encima del bichito y Gulf soltó una risita.

-Sus piececitos me hacen cosquillas en las manos-. Acercó a su nuevo amigo a la cara. -Hola, amiguito. Tu carita es tan dulce-. Gulf golpeó la nariz de la rana con la suya. -Te bajaré para que puedas llegar a casa antes de que anochezca, pero gracias por saludarme-.

-Antes de que lo bajes, déjame hacerte una foto-. Saqué mi teléfono del bolsillo y saqué una bonita foto de Gulf sonriendo y acariciando al bicho. -Preciosa-. Gulf dejó la rana en la hierba y se despidió con la mano mientras se alejaba dando saltitos.

-Gracias por enseñármela-, dijo Gulf mientras me abrazaba de nuevo.

-De nada, cariño-. No pude contenerme y le di un beso en la coronilla. Gulf tarareó y se acurrucó más en mi abrazo.

Seguimos caminando, pero el comportamiento de Gulf cambió cuando nos acercamos de nuevo a la zona de juegos. Sus pasos se hicieron más lentos, aflojó el agarre de mi mano y su mirada distraída no se apartó de los aparatos.

-¿Pasa algo? le pregunté, apretándole la mano para llamar su atención.

Se estaba mordiendo el labio cuando me miró. -No. Es que... los columpios parecen muy divertidos-.

Me sentí orgullosa de su confesión. Nunca había sido más que sincero conmigo, y agradecí su franqueza. -Hay varios columpios libres. ¿Quieres ir a jugar un rato en ellos?-.

-Sí, pero... ¿y si alguien me ve?-.

-Entonces te verán divirtiéndote-, me encogí de hombros. -Este parque es para que lo use todo el mundo-.

Gulf anudó los dedos y preguntó nervioso: -¿Vendrás conmigo?-.

-Claro que sí-. Cogí sus manos entre las mías y le miré a los ojos. -Gulf, tener un Mew significa que nunca estarás solo. Si algo te pone nervioso, estoy aquí para ayudarte en lo que pueda. Si quieres jugar, iré contigo y te empujaré en los columpios hasta que no puedas subir más. Si alguien te dice algo desagradable, te protegeré y defenderé. Estoy aquí para cuidarte y haré todo lo que esté en mi mano para que seas feliz-.

Gulf me apretó las manos y le tembló el labio. -Estoy tan feliz de que seas mi Mew-.

-Yo también, cariño-. Me incliné y le di un suave beso en la mejilla. -Venga, vamos a elegir un columpio-.

Gulf eligió uno en el extremo del conjunto, y el columpio de al lado estaba vacío. Acomodó el trasero en el plástico en forma de U y rodeó las cadenas con los dedos. Su cabeza se movía de un lado a otro mientras miraba a toda la gente que le rodeaba. No quería que mi dulce hijo se preocupara por nada. Sólo quería que se divirtiera.

-Agárrate fuerte-, le dije al oído antes de agarrar las cadenas junto a sus caderas. Tiré de él hacia atrás hasta que su lindo culito quedó frente a mi cara y lo solté. Gulf chilló mientras se elevaba por los aires y mi corazón saltó de alegría. Cuando volvió hacia mí, le empujé una y otra vez con una mano en la parte baja de la espalda hasta que se puso a reír y a animarse, sin preocuparse ya de nadie a su alrededor. Esto era lo que yo quería para Gulf; que perdiera sus inhibiciones y disfrutara de su vida al máximo.

-Mueve las piernas hacia delante y hacia atrás, nene-, le dije cuando volvió a balancearse hacia atrás. Gulf sacudió los pies y se mantuvo en movimiento el tiempo suficiente para que yo me colara delante de él y sacara varias fotos con mi teléfono. La alegría desbordante de su cara era una belleza.

Mi hijo volvió a chillar cuando volví a empujarle, haciéndole subir aún más que antes. -Me hace cosquillas en la barriga-, se rió mientras subía y bajaba.

Empujé a mi hijo en su columpio, riendo con él y haciendo docenas de fotos, hasta que la multitud que nos rodeaba se dispersó y el sol se ocultó en el horizonte. Le cogí por la cintura y le frené hasta que se detuvo antes de ayudarle a ponerse en pie.

-¿Te lo has pasado bien?-

-¡Fue increíble!-, exclamó, envolviéndome en otro abrazo.

Mi chico era una persona muy táctil, y yo lo devoraba con avidez. -No puedo imaginar nada que pueda mejorar este día-.

Le dediqué una sonrisa socarrona. -¿Eso significa que no quieres parar a tomar un helado de camino a casa?-.

-¡Me olvidé del helado!- Me cogió de la mano y tiró de mí por la acera mientras yo me reía a carcajadas de mi tonto y maravilloso chico.

*****

Gulf estuvo más adorable en la heladería de lo que nunca hubiera imaginado. Le llevé a un sitio donde podías llenar tu propio bol de helado (bueno, técnicamente era yogur helado; yo elegí una opción un poco más sana, pero a Gulf no pareció importarle) y luego elegías los ingredientes.

Me sorprendió que Gulf sólo pusiera una pequeña cantidad de yogur de vainilla en su bol, y luego observé con los ojos muy abiertos cómo le ponía todos los ingredientes que ofrecía la tienda. Su postre era un revoltijo de trocitos de chocolatina, ositos de goma, malvaviscos, migas de galleta y tres tipos diferentes de sirope. La sola visión era suficiente para que me dolieran los dientes y se me revolviera el estómago, pero Gulf parecía orgulloso de su creación.

Bailaba en su asiento mientras engullía cada bocado de aquella montaña que provocaba caries. A mitad de camino me ofreció un poco, pero lo rechacé educadamente; todo se había derretido en un charco multicolor de azúcar poco apetecible. Pero eso no detuvo a Gulf, que se llevó el cuenco a los labios y sorbió hasta la última gota mientras yo me estremecía al pensar a qué sabría.

Pensé que su postre increíblemente dulce lo mantendría aturdido durante horas, pero para cuando aparqué el coche frente a su edificio de apartamentos, Gulf bostezaba ampliamente y se frotaba los ojos.

-Siento tener tanto sueño, Mew-, me dijo con cara de culpabilidad.

-No lo sientas. Has tenido un gran día y seguro que toda nuestra diversión te ha agotado, ¿eh?-. Gulf asintió mientras los párpados se le hacían más pesados. -Vamos arriba a prepararte para ir a la cama. ¿Mew puede arroparte esta noche?- No quería nada más, pero tampoco quería sobrepasar ningún límite.

Gulf me dedicó una sonrisa ladeada. -Me encantaría-.

Se quedó quieto mientras yo corría hacia su lado del coche y le abría la puerta. Le desabroché el cinturón y le ayudé a subir a la acera antes de rodearle la cintura con el brazo para que se apoyara. Mi hijo parecía que se iba a caer en cualquier momento. Cuando lo llevé al cuarto de baño de su apartamento, a Gulf le costaba mantener los ojos abiertos.

-Mi niño tiene mucho sueño-, le dije mientras cogía su cepillo de dientes del lavabo. -Sólo unos minutos más y te habré arropado-. Le unté el cepillo con pasta de dientes y se lo acerqué a los labios. -Abre la boca, por favor-. Gulf abrió bien la boca y me dejó frotar cada superficie de sus dientes. -Buen trabajo, cariño. Adelante, escupe-. Así lo hizo y se enjuagó la boca. -¿Necesitas el orinal antes de acostarte?-.

-Sí, Mew-, balbuceó.

-Vale, te espero fuera mientras vas. Llámame si me necesitas, ¿vale?-. Asintió con su pesada cabeza, salí al pasillo y cerré la puerta tras de mí. Escuché atentamente, preocupada por si Gulf se cansaba tanto que se caía. Cuando oí tirar de la cadena, volví a reunirme con él en el baño y lo encontré tambaleándose frente al lavabo.

-Ya casi está-. Abrí el grifo y le metí las manos en el lavabo. Le eché un chorro de jabón en las palmas y le restregué la piel hasta cubrirla de espuma. Una vez enjuagadas y secadas las manos, Gulf me dedicó una sonrisa dulce y soñolienta.

-Gracias por cuidarme-, susurró.

-Gulf, esto significa todo para mí. Así que gracias por permitirme esto-. Le besé la frente y le llevé a su dormitorio. -¿Dónde están tus pijamas?- Señaló el último cajón de la cómoda. Abrí el cajón y encontré una pila de pijamas de algodón y varias camisetas, pero un destello de color naranja brillante hacia el fondo de la pila llamó mi atención. Agarré la tela y la levanté, revelando un pijama naranja con cremallera que tenía un círculo blanco en la barriga y una capucha decorada como la cara de un zorro. Cuando me giré para mirar a Gulf, tenía las mejillas coloradas.

-Lo compré en rebajas después de Halloween-, me explicó. -A veces me gusta llevarlo por casa-.

-Me encanta-, sonreí. -Y creo que te mantendrá calentito mientras duermes-. Gulf me devolvió la sonrisa mientras me acercaba a él. -¿Te parece bien si te ayudo a cambiarte?-. Para mí, vestir a mi chico y ocuparme de sus necesidades era tan íntimo como hacer el amor, y no quería presionarle demasiado pronto.

-Sí, Mew-, respondió Gulf en voz baja, con los ojos ardiendo de necesidad. No sé cuánto tiempo había deseado esto mi hijo, pero estaría eternamente agradecida por ser la afortunada de poder experimentarlo con él.

Me arrodillé ante él. -Agárrate a mis hombros para no perder el equilibrio-. Gulf se aferró a mí mientras le quitaba las zapatillas y los calcetines. Tragué saliva y le desabroché los vaqueros antes de deslizarlos por sus delgadas piernas y ayudarle a liberarse de la tela. Llevaba unos bonitos calzoncillos rojos, pero no dejé que mis ojos se detuvieran en ellos. Me levanté y le quité la chaqueta antes de agarrarle el dobladillo de la camisa. -Brazos arriba, nena-.

Gulf extendió la mano hacia el cielo y yo levanté el algodón. Esta vez no pude evitar admirar su cuerpo. Su pecho y su estómago eran delgados, firmes y perfectamente lisos. Sus pezones marrón claro se contraían en puntas por el aire frío que lo rodeaba. Quería acariciarle cada centímetro; pasarme el tiempo adorando su cuerpecito perfecto, pero sabía que mi chico estaba demasiado cansado para eso. En lugar de eso, lo miré a los ojos y le dije: -Eres tan hermoso-.

-Gracias, Mew-, respondió en un susurro.

Me costó apartar los ojos de él para cogerle el pijama, pero una vez que se puso el disfraz de zorro, me costó enfadarme por haber perdido la vista de su cuerpo cuando tenía un aspecto tan adorable que pensé que me iba a estallar el corazón.

-¿Tengo buen aspecto?-, me preguntó con preocupación en los ojos.

Le guiñé un ojo y le dije: -Estás tan guapo como un zorro-.

Gulf soltó una risita tan fuerte que resopló; le encantaban mis bromas cursis. Parecía más despierto que hacía unos minutos, pero yo sabía que mi hijo aún necesitaba descansar.

-Vamos, nene; vamos a meterte en la cama-. Recogí su ropa sucia y la metí en su cesto antes de apartar las mantas de su cama.

-¿Te sentarás conmigo hasta que me duerma?

-Por supuesto. Me encantaría acurrucarme con él, pero tenía que ir a trabajar temprano a la mañana siguiente y no llevaba nada necesario conmigo.

Gulf sonrió y se subió a su colchón y mi corazón se derritió al ver la colita en la parte de atrás de su pijama. Acomodó la cabeza en la almohada y apretó a su cachorro Slash contra el pecho. Mientras los envolvía con las mantas, me di cuenta de que mi hijo miraba su mesita de noche.

-¿Necesitas algo?-.

Se mordió el labio un momento antes de asentir. Abrí el cajón y el corazón me dio un vuelco al ver un chupete blanco y sencillo en su interior.

-Lo uso por la noche-, me explicó Gulf en voz baja. -Duermo mucho durante el día, pero por la noche quiero que mi cuerpo duerma más profundamente y mejor. El chupete me ayuda a relajarme-.

Él lo llama chupete; be still my heart. -¿Se te ha ocurrido a ti? ¿Usar el chupete para dormir mejor?-. Gulf asintió. -Eso es muy inteligente, cariño. Estoy muy orgullosa de ti-.

Sonrió ante mi cumplido. -Gracias, Mew-.

Cogí el chupete y lo acerqué a los labios abiertos de Gulf. Los cerró alrededor de la tetina de goma y chupó suavemente. -Mira qué bebé tan bonito-. Le pasé los dedos por la mejilla y Gulf chupó más deprisa. -Me sentaré aquí hasta que te duermas-.

Gulf se puso de lado para mirarme y se acurrucó más entre las sábanas. Me encantaba cantar y pensé que podría ayudar a mi hijo a dormirse, así que le peiné el pelo con los dedos y canté:

Descansa, pequeño Gulf, duérmete

Espero que encuentres a Mew en tus sueños

Gulf sacó el brazo de debajo de las mantas y se sacó el chupete de la boca. Me preocupaba que mi canto le molestara hasta que me dijo: -Tienes una voz preciosa, Mew-.

-Gracias, Gulf-.

-Y me gusta mucho esta canción-. Me reí mientras volvía a meterse el chupete en la boca y cerraba los ojos. Me inventaba la letra sobre la marcha, así que me alegré de que le gustara. Cuando volvió a abrazar a Slash y a chupar el chupete, lo tomé como una señal para continuar con mi canción, así que le acaricié el pelo y seguí cantando:

Descansa, pequeño Gulf, duérmete

Espero que encuentres a Mew en tus sueños

Cierra los ojos y déjate llevar

Sueña con toda la diversión que hemos tenido hoy

Dejé de cantar cuando Gulf dejó de mamar. Le quité la mano del pelo y me tomé un momento para admirar su belleza. Parecía tan tranquilo y feliz mientras dormía. Me incliné, le di un suave beso en la frente y le susurré: -Buenas noches, cariño-. Me aseguré de que estuviera abrigado antes de salir de puntillas de su habitación.

Cuando pasé por su cocina de camino a la puerta principal, recordé lo que llenaba su nevera y sus armarios. El sentimiento de culpa se apoderó de mi estómago por haberle dejado, a sabiendas, con tan escasos víveres, y en mi mente se tejió rápidamente una idea para remediar la situación. No quería disgustar a Gulf si iba demasiado lejos, pero yo era su padre; mi trabajo era cuidar de él y asegurarme de que tuviera todo lo que necesitaba. Cogí las llaves de su apartamento del gancho y cerré la puerta al salir.

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