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19. Un viaje al pasado

Nuestras risas resonaban por toda la habitación. Su fuerte brazo me rodeaba mientras leía para mí un libro de comedia romántica.

Acomodada en su pecho, escuchaba con cercanía su respiración y cada latido de su corazón.

Me divertía escuchar a Aidan hacer las voces de los personajes y a la vez me hacía adentrarme en la historia de una manera especial.

—Creo que deberías ser actor de doblaje —dije riendo.

—Sería divertido que lo hiciera, me sale natural —afirmó y estallamos en risas.

Aidan acarició mi cabello suavemente con una mano mientras con la otra pasaba la página del libro.

—¿Sabes? La protagonista me recuerda a ti —dijo, lo miré en seguida.

—¿Por qué? —pregunté con una sonrisa amplia.

—Aparenta ser muy fría con los demás, pero con el protagonista es tierna y cálida. Y así eres tú. Cuando te conocí parecías inexpresiva. Pero ahora puedo apreciar mejor lo tierna que eres cuando sonríes y la calidez que transmites con solo verme —dijo, y noté esa expresión en sus ojos, parecía estar sonriendo con la mirada.

Reí un poco ante su comentario, y justo cuando iba a responder, el sonido de la puerta nos sorprendió a ambos, tanto que nos giramos rápidamente notando a Adam de pie frente a nosotros.

—Lamento interrumpirlos, chicos. Pero a alguien ya le toca su prueba de hoy —contó adentrándose en la habitación con un pequeño kit médico. Lo colocó sobre la mesita de noche y se empezó a colocar los guantes.

Me separé de Aidan, levantándome un poco para sentarme. Él se rascó la nuca y desvió su mirada de inmediato.

Fruncí el ceño e incliné un poco la cabeza

—¿Prueba? ¿De qué? —pregunté intentando buscar su mirada, pero él me evitaba.

Sus labios guardaron silencio por unos minutos como si fueran sellados bajo llave.

Aidan me miró apenado y yo me crucé de brazos de inmediato.

—Es una prueba de drogas —dijo con dificultad.

—¡¿Drogas?! —abrí la boca sin poder evitar  sonar alarmada.

Adam se acercó a Aidan, tomó uno de sus dedos y comenzó a desinfectarlo con una toallita.

—Sí, es por seguridad. Hay que verificar que Tres no haya consumido nada que pueda dañar su organismo —comentó Adam a la vez que pinchaba el dedo de su hermano y recolectaba la muestra en un pequeño tubo proporcionado en el kit. Luego, aplicó presión con una gasa en el dedo para frenar la sangre.

Los labios de Aidan se volvieron como una linea fina. Supe entonces que estaba bastante incómodo.

Sabía que Tres era raro, pero nunca había pensado que consumiría ese tipo de cosas. Quedé lo bastante sorprendida como para no argumentar nada al respecto.

—Tres hace cosas raras con mi cuerpo a veces —Aidan habló con un tono melancólico—. Es común que constantemente deba hacerme este y otros tipos de pruebas. Me incomoda mucho tener que decirte estas cosas, pero como mi novia, es importante que lo sepas.

Sentí algo de incertidumbre en cuanto Aidan terminó de hablar. La verdad es que cuando estaba con él olvidaba por completo que Tres era un completo maniático y que existía la posibilidad de que hiciera cosas riesgosas.

A veces llegaba a creer que era otra persona, que estaba separado del cuerpo de Aidan. Pero ahora todo estaba más claro.

—Bien, ya está listo. Enviaré la prueba al laboratorio de mi amigo Fred y los resultados estarán listos en unos días —informó Adam recogiendo las cosas y colocándolas nuevamente en el kit de forma ordenada—. Los dejaré solos. Llegaré a la hora del almuerzo.

Adam se retiró de la habitación, y con su ida dejó un ambiente tenso.

No podía dejar de pensar en aquella prueba y en qué pasaría si salía positivo. Miles de pensamientos ansiosos retumbaban en mi mente vez tras vez.

—¿La prueba ha dado positivo anteriormente? —rompí el hielo, mirándolo.

Aidan tocó su cabello con sus dedos y suspiró pesadamente.

—Sí, algunas veces —dijo, y al escucharlo me sentí aturdida.

—¿Por qué no me dijiste antes? —repliqué disgustada.

—No éramos novios, Ray. Y no es fácil hablar de esto con nadie, ni siquiera lo es con Adam. Es un tema bastante delicado para mí —habló. Él estaba algo irritado, pero sabía que no era por mí, así que solo me mantuve en silencio.

No había dormido en días y tampoco se sentía bien desde que cambió su tratamiento médico. Era totalmente comprensible.

Miré las sábanas azuladas de la cama, pensativa. Él tenía razón, no éramos novios hace un tiempo, y por esa razón sería frustrante que reclamara.

—Perdoname, Ray. No quise sonar grosero —se disculpó abrazándome. Su rostro sobre mi hombro mientras sus brazos me rodeaban.

—Descuida, tienes razón. No sé por qué dije eso, sé que es algo complicado. Y la verdad solo estaba preocupada por ti —dije en voz baja.

Él me acarició el brazo sutilmente.

—Lo sé, sé que te preocupa. Y es por eso que me he estado esforzando por asistir a mis terapias y por mejorar. No quiero arrastrarte a esto, no quiero que sufras conmigo... —dijo con tristeza— Solo espero poder mejorar pronto cuando me vaya al centro psiquiátrico, si existe esa posibilidad.

Me giré para mirarlo y tomé sus mejillas con mis dos manos.

—Mírame, vas a estar bien ¿si? Irás a tus terapias y sé que vas a mejorar pronto. Y cuando vuelvas del centro, estaré aquí esperándote —le sonreí, y él me devolvió la sonrisa un poco forzada.

—No es tan fácil como quisiera. Algunos pacientes requieren mucho tiempo para mejorar —dijo melancólico, alejando mis manos con suavidad.

—No pienses de ese modo. Seamos positivos. Vas a estar bien, sé que puedes estar bien —le dije, mis palabras sonaban desesperadas.

Aidan me miró, me tomó del brazo y me acercó hacia él para abrazarme de nuevo, esta vez más fuerte.

—Solo quédate aquí. Quédate conmigo —suplicó en un susurro.

—Me quedaré contigo, no tienes que pedirlo —dije sonriéndole.

Él tomó mi cuello con suavidad y acercó mi cabeza hacia él para darme un corto y cálido beso.

—Siempre tan decidida —dijo antes de reír.

—Ya basta de cumplidos —lo golpeé suavemente en el hombro, él arrugó la cara en un gesto fingido de dolor. Rodeé su cuello con mis brazos y lo miré fijamente a los ojos. Desde este punto, podía notar el brillo que salía de ellos—. Me quedaré contigo aunque eso signifique lidiar con tus monstruos —dije tocando la punta de su nariz con mi dedo índice.

El guardó silencio como si tratara de analizar lo que le dije. Mientras, sus ojos me escaneaban por completo, como si buscaran el mejor momento para luego terminar posándose en mis labios. Y como si se hubiera estado conteniendo, por fin me besó. Sus manos me tomaron de la cintura lentamente mientras las mías acariciaban su cabello en un delicado agarre.

No sabía si mis palabras habían sido las correctas, pero sí estaba segura de algo: Estaba dispuesta a arriesgarme, a aceptar esa profunda oscuridad a la que tanto le temía, y hacerlo sentir bien a mi lado.

Sus labios cautivaron todo mi ser en ese instante, transformando cada oscuro rincón, en vibrantes colores. Y ahí supe que haría hasta lo imposible para estar a su lado, aunque tuviera que batallar con el mismísimo miedo.

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Después de ver una película juntos, Aidan y yo nos quedamos en su habitación, conversando más sobre nuestras vidas.

—Mmm deportes...nunca he practicado ninguno. Creo que no es lo mío. ¿El ajedrez cuenta? Cuando era niña estaba en un club de ajedrez, no era muy buena y no duré ni siquiera un año. Recuerdo que había una chica insoportable que se creía Beth Harmone y hasta su corte de cabello era similar. Era divertido jugar contra ella porque siempre que perdía me decidía a seguir practicando y practicando. Lamentablemente tuve que dejarlo por no poder dedicarle mucho tiempo ¿sabes? Tocar un instrumento requería mucha constancia y esfuerzo —le contaba a Aidan, mientras mi cabeza yacía recostada sobre sus piernas, y mis ojos miraban hacia el techo de su habitación.

—Pues, no sé si podría considerarse un deporte... —dijo Aidan mientras acariciaba mi cabello— Pero sé que es muy bueno para la mente.

—Lo es —dije luego de dejar salir un suspiro de nostalgia. Busqué sus ojos de inmediato— ¿Y tú? ¿Practicabas algún deporte?

Aidan se rió, divertido. Miré sus enormes brazos y supe en ese momento que la respuesta era muy obvia.

—Olvídalo, no respondas. Es obvio que sí. Mi pregunta quedó respondida señor musculoso —dije cruzándome de brazos y apartando la mirada.

Aidan se rió aún más y luego suspiró.

—Sí, es que practiqué hockey cuando vivía en Denver... —dijo, su voz sonando nostálgica— La verdad no recuerdo cuánto tiempo, pero era algo que me gustaba muchísimo. Lo que sí recuerdo es que Adam mandaba dinero cada año para que me mantuviera practicando.

Me inquietaba cada parte de esa historia. Siempre que Aidan menciona a su hermano, es como si hablara de su padre. Y eso me hizo preguntarme dónde estaban los padres de Aidan y qué ocurrió con ellos.

En la mesita de noche, el cuadro con esa foto de los hermanos Whitehall junto a una pareja fue captado por mis ojos.

—Aidan... disculpa que interrumpa tu conmovedora historia. Es que, nunca te he preguntado esto porque no quería sonar muy entrometida. Pero... ¿qué ocurrió con tus padres? —pregunté en voz baja.

El silencio llenó la habitación por un momento, siendo la respiración de Aidan lo único que podía apreciar.

Me levanté enseguida para mirarlo y me di cuenta de que observaba la misma foto que estaba puesta en su mesita de noche. La observaba con ojos emotivos.

—Mis padres fallecieron hace once años y sucedió en un accidente de tráfico. Tenía solo siete años...  —mi pecho se arrugó al escucharlo hablar—. Luego de eso, no recuerdo algunas cosas. Supongo fue el impacto del accidente y de haber perdido a mis padres que me hizo olvidar gran parte de ese día. La verdad ni siquiera recuerdo sus personalidades, lo que les gustaba y lo que no, si se parecían más a mí o a Adam. Solo me queda esta foto.

Aidan no dejaba de mirar el pequeño cuadro frente a sus ojos.

—Debió ser muy difícil...—dije tomando sus manos, el sujetó las mías en un gesto delicado, y me miró con una sonrisa quebrada.

—Creo que sabes mucho sobre mí, me gustaría que me hablaras de ti ahora —dijo el pelirrojo luego de plantar un corto beso en mis manos— ¿Quien es Raven Evans? ¿Por qué parece tan fría pero es tan cálida por dentro? ¿Qué secretos tiene? ¿Tiene algún sueño por cumplir? ¿Qué hay de su pasado? Me muero por conocer todas esas preguntas.

Sonreí sintiéndome lo suficientemente confiada como para contarle algo. Era común que me guardara todo sobre mi pasado, pensaba que no era necesario contárselo a alguien porque todos tenemos situaciones difíciles con las que lidiar, y no quería sentirme una carga. Sería mejor escuchar a los demás sin compartir nada al respecto, así pensaba. Pero con él era diferente, por primera vez sentí que podía ser yo misma, y eso me hacía sentir tranquila y agusto.

Me recosté en su pecho mientras él  me rodeaba con sus firmes brazos y acariciaba mis manos.

—Te responderé la última primero —dije, Aidan me escuchó atentamente. Suspiré antes de continuar:—. Cuando era niña... solía tener una familia normal. Mi padre siempre estaba en la estación de policía, pero al menos al volver a casa demostraba ser cariñoso a pesar de que estaba bastante cansado. Mamá, por su parte, siempre fue una mujer muy agradable, pero también su trabajo la consumía demasiado. Así que por eso siempre me dejaban ir sola a la escuela, no era muy lejos de casa en realidad. Pero sí lo suficiente como para poner en peligro a una niña de seis años.

« Luego, papá perdió su trabajo y se volvió un alcohólico sin remedio, y mamá tuvo que encargarse de pagar todas las deudas, así que terminamos quedándonos sin dinero. Como sabes, tuve que dejar la academia, y abandoné mi sueño de tocar el violín. Y pues... tuve que cuidar de Timmy luego de la escuela mientras mamá trabajaba muy duro por la familia »

Aidan me dió un pequeño beso en la frente.

—Lamento que hayas tenido que pasar por algo así —sus brazos acurrucándome con mucho cariño.

—Descuida, a veces creo que pasar por ciertos problemas termina haciéndote más fuerte... inquebrantable ante cualquier decepción que te de la vida—dije sonriendo con nostalgia—. Había olvidado ciertas cosas de mi pasado, pero ¿sabes? Desde que te conocí en la clase de matemáticas, he empezado a recordarlas con frecuencia.

Me volví hacia él para mirarlo, él arqueó una ceja confundido.

—¿Por qué? —inquirió desorientado.

—Porque, la primera vez que te vi, fue cuando tenía seis años —dije, Aidan dejando salir una expresión de sorpresa.

—¿Enserio?

Asentí. Aidan miró hacia a un lado pensativo, y su mano izquierda se dirigió hacia su mentón.

—Estabas justo allí, en esa ventana cuando te conocí —dije señalando la ventana de la habitación.

Me levanté rápidamente y me asomé por la ventanilla. Miré desde allí el árbol frente a la casa de los Whitehall, la acera por la que cruzaba una anciana paseando a su cachorro, y la camioneta de Aidan estacionada justo en frente.

—Recuerdo que iba caminando a la escuela. Tu estabas aquí, sentado frente a la ventana. Tuvimos un par de conversaciones más de una vez. Recuerdo pocas, pero sé que te vi muchas veces. Fue así durante varios meses hasta que no volví a verte más —conté, las imágenes de nuestra última conversación pasaban por mi mente junto al sonido de aquellas discusiones y objetos siendo arrojados.

—¿Eras tú? —soltó, su pregunta hizo que me sobreexaltara y me girara hacia él para mirarlo.

El rostro de Aidan mostraba una mezcla de emociones: confusión, preocupación, e incertidumbre.

—¿Tú me recuerdas? —pregunté sin estar todavía segura de a lo que se refería.

Aidan se puso de pie con lentitud. Aún se encontraba débil por todos los medicamentos que había estado tomando.

Él se acercó y tomó mis manos mientras me observaba a los ojos. Tragué en seco, sintiéndome lo suficientemente nerviosa como para retroceder algunos pasos y terminar tropezando contra el sofá de su habitación. Aidan me sujetó por la cintura evitando que cayera en él, sin apartar la mirada de mis ojos.

—No puede ser verdad...—murmuró desconcertándome un poco.

—¿Qué no puede ser verdad?

—¿De verdad eres ella? —su pregunta me dejó pensando unos segundos.

Aidan parecía estar tenso, lo suficiente como para que sus manos temblaran mientras me sujetaba. Sus ojos me miraban vacilantes, y sus labios también se agitaron un poco.

¿Por qué parecía que recordaba aquello de una manera distinta a mí?

Asentí ante su pregunta. Él miró hacia el suelo con tristeza.

—Raven, dime ¿qué viste? —preguntó frunciendo el entrecejo. Me inquietó tanto su pregunta que me solté suavemente de su agarre y me senté sobre el sofá.

—¿A qué te refieres? —pregunté cruzándome de brazos con una mirada perdida.

—Dices que me viste junto a la ventana muchas veces. Yo te pregunto qué viste además de mí ese día —contestó, su tono de voz reflejando un poco de dolor.

—No vi nada más que a ti. Y un par de veces escuché objetos siendo arrojados y voces discutiendo —confesé— ¿Te refieres a eso?

Aidan se quedó en silencio, meditando en lo que le había dicho.

—¿Ocurre algo? —pregunté. Aidan se mordió el labio inferior.

—No lo sé —dijo desconsolado, sentándose sobre la cama—. Recuerdo muy poco sobre mi infancia, pero con las terapias recordé a esa niña que eras. A veces tengo pequeños flashbacks en mi mente de los cuales no entiendo nada. Y pues, cuando me dijiste que eras tú quien solía hablarme de niño, pensé que tú recordarías algo que yo no.

—Entiendo. ¿Puedes mencionarme algunos de esos flashbacks? Quizás si me cuentas tal vez recordemos detalles —dije.

Aidan se inclinó hacia adelante.

—Bien...hace poco recordé algo. Mi padre le gritaba a mamá frente a mí habitación. Yo solía quedarme en la ventana sentado, mirando la acera. Entonces te vi, con ese uniforme color azul. Y cuando me viste, viniste enseguida a preguntarme algo. No recuerdo exactamente lo que dijiste, pero sé que en cuanto los objetos empezaron a sonar en la casa, te fuiste corriendo. Pero, al día siguiente volviste. Y me dijiste algo como "Si no puedes salir a jugar, vendré a verte todos los días y podemos jugar desde aquí" —cuando Aidan hizo una pausa, empecé a recordar algunas cosas— Pero luego de eso, mis padres me prohibieron sentarme frente a aquella ventana de nuevo.

Aidan suspiró pesadamente.

—Yo... Acabo de desbloquear parte de ese recuerdo. ¿Hay algo más que recuerdes? —pregunté. Aidan asintió mirando hacia el suelo.

—Recuerdo que tú, me hiciste salir de casa —me quedé sorprendida en cuanto recordé eso que por años había visto como un recuerdo falso, producto de mi imaginación—. Ya había cumplido los siete... Logré escaparme. Quería huir porque tenía miedo de mis padres. Y entonces te conseguí. Traías un librito de dibujos para colorear y me lo diste. Solo eso recuerdo.

El libro de dibujos para colorear. ¿Cómo me había olvidado de eso?

Cuando Aidan descubrió cómo salir de casa, nos sentábamos afuera a colorear dibujos de aquel libro y también jugamos un par de veces. Tal vez ocurrió en pocas ocasiones hasta que no volví a verlo más. Lo cierto es que ninguno recordaba todos los detalles de aquellos días, y eso era lo que me hacía sentir inquieta.

No volvimos a tocar el tema, nos quedamos en silencio hasta que Adam llegó para el almuerzo.

El comedor estaba en un silencio sepulcrado, salvo por el sonido suave de la lluvia.

Adam nos miraba a Aidan y a mí, quizás sintiéndose incómodo porque ninguno se dirigía la palabra.

Me encontraba sumida en mis pensamientos, tratando de recordar algunas cosas, y estaba segura de que Aidan estaba igual.

—¿Acaso discutieron? Me extraña que no estén hablando justo ahora —dijo Adam mientras probaba un bocado de su comida.

Aidan y yo nos miramos las caras.

—Creo que Raven y yo compartimos un recuerdo en común —dijo, pude sentir que Adam se atragantaba con la comida. Él tomó un vaso de agua e intentó disimular.

—¿Qué clase de recuerdo? —preguntó el doctor Whitehall escuchando con atención.

—Algo de mi infancia aquí. No es quizás algo que me ayude con mi TID, pero es un avance —contó Aidan mirando a su hermano con algo de incomodidad.

—Me alegra que estés recordando cosas. Me gustaría llamar al doctor Samuels para que tengas una última sesión de terapia aquí antes de irte al psiquiátrico —dijo Adam, su hermano asintiendo despacio. Luego, Adam se dirigió a mí:— Y Raven... muchas gracias.

—No fue nada —dije sonriendo, incómoda.

—Por cierto, su amiga Kacey me escribió. Me preguntó si podía dejar que Aidan fuera el próximo sábado a una fiesta en su casa. Dijo que esperaba que ambos estén allí ese día —contó Adam y luego procedió a aclararse la garganta— Me pidió que les avisara, dado que al parecer ninguno de ustedes le contestó los mensajes temprano.

Sentí algo parecido a mariposas moverse dentro de mi estómago, y en eso miré a Aidan quien estaba bastante sonrojado tras escuchar las palabras de su hermano.

Kacey no sabía que Aidan y yo estábamos saliendo, y me producía algo de nervios tener que decirle al respecto. No imaginaba la reacción que tendría cuando eso sucediera.

El almuerzo finalizó y después de unas horas volví a casa. Todavía sin poder dejar de pensar en aquel día de 2010, cuando la niña de mejillas de ardilla y el niño de la ventana, jugaban juntos sin saber que esa sería la última vez que se verían, antes de que todo cambiara para ambos.

Algunas imágenes se pasaban rápido en mi mente sin detenerse.

La casa de los Whitehall...

Aidan y aquellos dibujos...

¿Qué otras cosas había olvidado del pasado? ¿Y qué más podría recordar?

La respuesta quizás llegaría antes de lo esperado.

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