6
—Dime pequeño, que dibujaste allí –la amable voz de la señora Choi lo distrajo de su pequeña burbuja, deteniendo el coloreo, dejando el lápiz negro a un lado mientras le enseñaba correctamente su dibujo.
La mujer esperó pacientemente una respuesta, analizando lo que el niño había trazado en el papel.
—Estos son mamá y papá –señala los muñecos de palo que había hecho, con caras sonrientes y un coloreo amarillo a su alrededor.
La señora Choi le había pedido amablemente que hiciese un dibujo de su familia y eso es lo que el pequeño Felix de 5 años había hecho.
—¿Por qué pintaste de amarillo a su alrededor? –continuó con sus calmadas preguntas mientras anotaba cosas en su libreta, el pecoso tenía curiosidad acerca de que estaba escribiendo.
—Luz, hay luz porque papá es la luz de mamá –sonrió, pensando en la sonrisa de su madre, tan brillante y dulce, tan llena de calidez y cariño.
Su madre era grandiosa, una estrella brillante, él creía que era el sol pero ella siempre lo negaba, le decía que nunca podría serlo porque jamas brillaría por su cuenta, solo era el reflejo de la luz que chocaba contra ella, del brillo de su padre.
—¿Y ese eres tú? –señaló el dibujo de palos mas pequeño, que se aferraba a las manos de sus padres, y Felix asintió– ¿Por qué todo esta negro?
—Oscuridad –respondió, la sonrisa flaqueando y su mirada perdiéndose.
No tenía luz a su alrededor porque él era como su madre, una estrella sin brillo, solo rodeado de oscuridad y sombras que nunca lo dejarían solo.
"Algún día encontrarás a tu sol" le decía su madre con cariño mientras acariciaba sus cabellos rubios con dulzura y amor, besando la frente de su hijo antes de arroparlo en la cama con diseño de pollitos.
—¿Por qué hay oscuridad allí, Felix?
—No es porque mamá y papá ya no estén juntos –respondió antes de que la psicóloga sacase sus propias conclusiones.
Conocía el término de estar separados, sus padres habían hablado con él, su padre le decía que ya no podía estar con su madre ya que no la amaba mientras su mamá le decía que solo estaba distantes pero que pronto volvería a su lado, aún sabiendo que ya habían pasado dos años de su divorcio y papá tenía una nueva familia, los había dejado, los abandonó.
Pero si los dejó, ¿entonces por qué mamá seguía brillando? Quizás sea porque papá era su sol y nunca cambiaría, el sol podía estar a kilómetros de distancia pero seguiría allí.
—Entonces, ¿a qué se debe?
—Aún no encontré a mi sol... –respondió como si fuese lo más obvio y decidió continuar con su dibujo porque estar concentrado durante tanto tiempo era difícil, las voces no se callaban y eran muy molestas.
Felix continuo coloreando en silencio mientras dejaba que la oscuridad lo absorbiese, perdido acerca de donde estaba o que se supone que estaba haciendo, hasta que la burbuja explotó cuando la hora terminó y su padre llegó a buscarlo, llevándolo a la heladería y luego al parque, donde se sentó en una banca blanca, mirando a los otros niños reír y jugar entre ellos, demasiado tímido como para preguntarles si podía participar.
Un sonido lo distrajo, se levantó y caminó hasta donde provenía aquel ruido, encontrándose con un polluelo, su ala se veía rara y no dejaba de hacer ruido. Felix lo tomó con sumo cuidado, fascinado por la pequeña criatura, sus ojos brillando, y lo llevó hasta su padre, el hombre le dijo que debería dejarlo donde estaba, que su madre probablemente vendría a buscarlo pero el pecoso se negaba y así, por su terquedad, terminó llevándose al pájaro.
Lo cuidó con ayuda de su madre, le dio medicinas y siempre iban al veterinario a controlar que estuviese sanando correctamente, lo alimentó, le dio un lindo hogar que era una bonita jaula para pájaros de color dorado. Le brindó tanto amor y aquel pajarito lleno su mundo de color.
Lo amó y cuidó hasta que el pájaro sanó y creció, y un día cuando llegó de la escuela listo para saludar a su pequeña mascota, el ave ya no estaba, había dejado la puerta de la jaula mal cerrada y el animal escapó, aún con todo el cuidado y amor que le brindó, esa criatura lo dejó.
Sollozó en los brazos de su madre, ambos sentados en el sofá, la mujer susurrando palabras de consuelo mientras acariciaba su cabeza.
—¿Por qué? –preguntó sin comprender, ¿acaso su amor no había sido suficiente para que el ave se quedase? ¿Por qué quería huir?
—Porque así es el amor, puede ser tan dulce y precioso pero también tan doloroso, no importa cuanto ames a la otra persona ni cuanto hagas por esta, al final, se irán en el momento en que le dejes extender sus alas... Por eso no tienes que permitir que se vaya, algo que es tuyo tiene que ser tuyo para siempre, no lo compartas, no le dejes aprender a volar porque no sabes cuando se marchará... –su madre hablaba con la mirada perdida en la pared, sin dejar de acariciar la cabeza de su hijo, plantando un suave beso en su frente–. Por eso, una vez que encuentres a tu sol, no cometas el mismo error que mamá, no permitas que extienda sus alas y aprenda a volar.
—Dime Felix, que te impulsó a lastimar a esa ave –la voz de la señora Choi sonaba más seria el día de hoy, quizás se debía a que su padre lo había pillado mientras tomaba una ave que era parecida a su antigua mascota y con la cabeza nublada de sombras y voces, había quebrado una de sus alas.
Creyó que así podría cuidar de ella y quedarselo para siempre.
—Si aprendía a volar, se iría...
La oscuridad era tan profunda aún rodeado de gente, de niños que corrían por todas partes y jugaban entre ellos mientras él estaba sentado en el columpio, había venido solo hasta el parque de juegos pero su madre ya sabía que iría así que no había problemas.
Su cumpleaños había sido hace dos días, fue junto a su madre y la familia de su padre, su mamá estaba tan furiosa, podía verlo en sus ojos pero aún así preparó la cena más deliciosa. Lástima que terminó enfermándose al día siguiente pero hoy se sentía mejor y por eso había decidido venir hasta aquí, ¿la razón? No lo sabía, quizás quería disfrutar del sol que golpeaba contra su piel desde el lugar donde estaba.
Alguien lo empujó, probablemente uno de los niños que corría sin fijarse bien en su camino, por lo que cayó y raspó sus rodillas. Sentía las lágrimas acumularse en el borde de sus ojos, le dolía, mucho.
—Tranquilo, no llores –Felix dirigió la mirada hacia donde provenía esa dulce voz, topándose con unos ojos grandes y brillantes.
Había un niño arrodillado enfrente suyo e intentando calmarlo, le habló con alegría y calma mientras le distraía, enseñándole su juguete, llevándolo hasta donde estaba su madre quien desinfectó las pequeñas heridas en su piel y luego el pequeño tomó su mano y le invitó a jugar con él.
Había tanta luz, tanto brillo, ni siquiera el sol podría compararse a la calidez de esos rayos.
Su corazón latía tan preciosamente y entonces comprendió que había encontrado el sol que tanto estaba buscando.
Jisung tuvo que irse una hora después, pero dejó en el un reconfortante sentimiento, corriendo hasta su casa para contarle todo a su madre quien estaba tan feliz por él.
—Mamá –frotaba sus ojos con cansancio, bajando por la escalera hasta llegar al piso de abajo donde provenía el ruido, topándose con su madre cubierta de manchas rojas por todas partes mientras lavaba sus manos.
Incluso había rojo por el suelo, trazando un camino hasta el sótano.
—¿Mamá? –preguntó confundido y la mujer volteó a verle, su sonrisa dulce y amable como siempre.
—Mi dulce estrella –lo abrazó con cuidado.
—¿Qué pasó?
—No hay nada de que preocuparse, mamá solo hizo lo que debía hacer, cortar sus alas.
—Vamos cariño, sube al auto –lo llamó su tía mientras cerraba el baúl del auto.
Felix asintió, mirando por última vez su hogar antes de subirse en el asiento trasero, abrazando uno de sus peluches con fuerza.
Todo era confuso, un día, autos con luces de rojo y azul llegaron, y tanto hombres como mujeres entraron, llevándose a su mamá, buscando algo por toda la casa hasta encontrarlo, varias camillas llevaban algo pero no sabía que era ya que estaban cubiertas con una bolsa y su visión era demasiado borrosa, se sentía cansado y no podía luchar contra las personas que lo llevaron.
Recuerda despertar en el hospital, confuso y perdido, ¿donde estaba mamá? Buscó pero solo se topó con su tía, quien le dijo que cuidaría de él a partir de ahora.
—Dime Felix, ¿fuiste a visitar a tu madre recientemente? –el pequeño de nueve años asintió, balanceando sus pies de un lado a otro.
—Mamá se veía un tanto apagada pero estaba sonriente.
—Felix, ¿comprendes todo lo que pasó?
—Si...
Él lo sabía, sabía que su madre había asesinado a su padre, sabía que primero lo había secuestrado y cortado sus piernas, sabía que estaba en el sótano porque también había ido a verle, a contarle sobre su día y lo brillante que se veía Jisung, ignorando la ayuda que el hombre le pedía. Su madre le dijo que no debía hacerle caso porque su papá estaba castigado por el daño que le había hecho, por atreverse a volar tan lejos y no regresar cuando le dio su oportunidad.
Sabía que lo que los policías se llevaron esa noche era el cuerpo de su padre junto al de aquella señora.
Sabía que el jugo que estaba tomando era sospechoso pero confiaba en su madre y le había prometido que él no se iría.
Sabía que su madre ahora estaba en la prisión por todo eso y por otras muertes más, siempre iba a visitarla, hablarle sobre su día, sobre su sol, sobre Hyunjin, actuando como si nada hubiese pasado.
—¿Por qué lo golpeaste? –la señora Choi estaba molesta.
—Él estaba tan cerca de mi sol, incluso se atrevió a besar su mano –apretó sus puños con fuerza.
Ese día fue con el psiquiatra quien le recetó unas pastillas para calmar sus ataques de ira.
Estalló, tirando todo por todas partes, el sonido de los objetos cayendo contra el suelo era todo lo que podía escucharse en la gran casa junto al desesperado niño de 11 años que estaba luchando, intentando apartar la oscuridad, intentando alejar esos pensamientos que la señora Choi le habían dicho que eran malos. Cubría sus oídos con fuerza, rogando que las voces se callasen.
"Esa niña besó su mejilla, esa niña incluso se atrevió a confesarse"
Pero esa niña había sido tan amable con él, había compartido sus lapices de colores y habían charlado animadamente, ¿por qué estaba tan furioso ahora?
"Acabala"
No.
"Acabala"
¡No!
"¡¡Acabala!!"
Gritó, gritó con desesperación, tirando de sus cabellos con fuerza y la puerta de casa se abrió, un asustado y muy preocupado Hyunjin estaba del otro lado, había perseguido corriendo a Felix luego de que tuviese un ataque. Casi atacaba a esa niña, casi le clavaba uno de sus lapices en el ojo pero el azabache lo detuvo, tomando su mano con fuerza y despidiéndose de la castaña quien miraba a ambos confundida.
Hyunjin se acercó con cuidado hasta que pudo atraparlo, abrazándolo contra su pecho e incluso si Felix pataleaba, gritaba y arañaba sus brazos, no lo soltó, continuó susurrando palabras de consuelo hasta que de a poco la niebla en la cabeza del rubio se aclaró. Mirando a Hyunjin con tanto dolor y temor en sus ojos, llorando, las respiración agitada y su voz quebrada.
—Tengo miedo –sollozaba.
Estaba tan aterrorizado con estos pensamientos, con este sentimiento y esta oscuridad. Su madre le dijo que estaba bien, que solo intentaba proteger lo que era suyo pero tenía miedo y por primera vez no confiaba en la palabra de su adorada madre.
Felix quería que todo parase y Hyunjin le susurró que lo ayudaría, que jamás lo dejaría, escuchando las suplicas de su pecoso amigo de que no lo suelte, de que no le cuente a su tía sobre esto o terminaran llevándolo a uno de esos lugares donde van los locos y ¡él no estaba loco!
Hyunjin lo acuno entre sus brazos, besando cada una de sus pecas, sus ojos llenos de amor y tristeza, prometiéndole que no diría nada, que no iría a ninguna parte.
Fragmentos de espejo esparcidos por todo el piso del baño, sus manos heridas y manchadas de su propia sangre, mirando la obra que había creado.
La sangre goteaba hasta llegar al lavamanos y su ojos seguía el recorrido, imaginando, dejando que las sombras lo consumieran.
"Acabalo"
Hoy les traigo doble actualización también~
Espero les este gustando la historia, a me gusto escribir este capitulo.
Ahora sabemos mas de Felix y su pasado~
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