27
Estaba solo en este inmundo callejón, con su ropa desaliñada y llena de tierra, las marcas de aquellos dedos ardiendo en su cuello y que sin importar cuanto fuese su deseo de borrarlas con sus propias uñas, jamás desaparecerían, jamás lograría eliminar aquel asqueroso toque, su consciencia nunca se repararía sin importar cuanto tiempo pasase.
Seungmin era un total desastre, solo y sucio, con lágrimas amenazando en el borde de sus ojos y las cuales se negaba a soltar, porque ya no era el niño débil que solía ser, ya no se permitiría romperse tan fácilmente, no dejaría que esto siguiese afectándolo.
Ya no era ese estúpido niño con tontas ilusiones de que algún día su miserable vida mejoraría, que encontraría la libertad, que su tío se detendría y su padre mejoraría, que juntos se irían lejos y vivirían una buena vida.
Ya no se permitiría creer que alguien lo salvaría. Era solo él contra el mundo y siempre será así.
Aunque no siempre fue así y lo sabe, antes había alguien a su lado, un tímido chico con la sonrisa más dulce que había conocido. Bangchan le hizo creer tantas preciosas fantasías, le brindó un lugar seguro y un bello sueño, donde escaparían juntos de su infierno, pero luego lo abandonó, cuando más lo necesitaba no apareció, dejando que el niño se rompiese.
Quizás no toda la culpa fue de Bangchan, quizás debió escuchar su explicación al día siguiente pero el pequeño Seungmin estaba cegado por la traición y el dolor y jamás dispuesto a escuchar, ni siquiera ahora lo escucharía, tan solo seguiría desahogándose contra Bangchan, esperando que la rabia algún día se calmase, esperando que el dolor se detuviese.
Idiota, no pienses en la persona que odias, se reprimió.
—Oh, eres tú –la repentina voz lo sorprendió pero actuó con calma, sin mostrar ninguna reacción mientras alzaba la mirada.
Ahí estaba Changbin, con quien se había peleado esta mañana en la azotea del instituto. El moretón en su mejilla aún dolía, Seo si que tenía una mano fuerte, supone que es su culpa por provocarlo al burlarse de Jisung.
—Hey, ¿estás bien? –preguntó, acercándose.
Pero Seungmin jamás respondió y tan solo desvió la mirada, no estaba dispuesto a hablar, a contarle a nadie lo que sucede, todo lo que quería ahora era ahogarse en su miseria pero este idiota musculoso tuvo que aparecer y arruinar sus planes. Y Changbin en vez la situación, la forma en que sus ojos le decían "largate", todo lo que hizo fue sentarse a su lado, mirar hacia el cielo y darle un sorbo a su bebida. Olía a alcohol y sus acciones eran torpes, denotando lo borracho que se encontraba.
Que patético, ambos eran tan patéticos y quizás por eso el destino decidió unirlos.
—No tienes que hablar si no quieres, pero puedes solo llorar y maldecir tanto como gustes, no voy a juzgarte, incluso pienso unirme –tosió, aclarándose la garganta–. Maldito mundo de mierda.
No sabe porque ni como esas simples palabras y amable sonrisa provocaron que la presa se rompiese y las lágrimas tan solo cayeron silenciosamente; estúpido, estas dejando que todo se repita, se regañaba a si mismo en su mente. Era un extraño dejavu, la misma escena pero con una persona diferente, este no era el hombro en el que solía llorar ni era la persona que quiso tanto, pero Changbin irradiaba la misma calidez que Bangchan hace mucho tiempo. Se sintió tranquilo, dejando caer su cabeza sobre el hombro del azabache, sollozando en silencio y escuchando el suave tarareo de su voz.
—Lo odio –fue todo lo que murmuró Seungmin como desahogo.
Odiaba todo realmente, odiaba a su tío, odiaba a los amigos de este, odiaba su vida, odiaba a Bangchan, se odiaba a si mismo y odiaba todo este momento.
Odiaba como la historia se repitió, odiaba lo cerca que estaba de Changbin, odiaba su calidez, su amistad, sus estúpidos chistes y la forma en que presumía sus músculos o cualquier cosa que hubiese hecho ese día, fingiendo una estabilidad que no tenía.
Odiaba haberse permitido encariñarse tanto, odiaba no haber podido hacer algo, odiaba lo mucho que amaba todos esos recuerdos a su lado y odiaba que eso fuese todo ahora, unos bellos recuerdos que no regresarían porque alguien se los había arrebatado.
Miró la galería de su celular, compuesta por fotos junto a Changbin, este siempre sonriente mientras Seungmin permanecía con un rostro serio y amargado en la mayoría, hasta que encontró esa única foto tomada desprevenida, Changbin se la había enviado hace mucho tiempo diciéndole que era su fotografía favorita.
Había una pequeña sonrisa borracha en los labios del castaño, quien justo volteó hacia la cámara. Recuerda esa noche, se sentía libre y tranquilo, incluso si fue una mierda después por atreverse a alzarle la voz a su tío, pero valió la pena, sobre todo ese golpe que logró meterle al adulto en su rostro.
Fue satisfactorio defenderse de su abusador incluso si tuvo que pagar por ello mas tarde, porque no puede huir, no puede irse ni decirle a nadie lo que sucede, no puede buscar ayuda porque necesita el dinero, necesita pagar el tratamiento de su padre. Así que sólo debe obedecer pero a veces no puede evitar pelear porque odia esto, odia cada segundo de su vida.
Al menos junto a Changbin podía olvidar las cosas, podía relajarse, bajar la guardia y permitirse ser débil por tan solo unos segundos.
Una pequeña lágrima escapó ante el recuerdo.
—Idiota –susurró, apretando su celular con fuerza, observando el último mensaje en su chat.
Las palabras "me gustas y lo siento" quedaron grabadas en su cabeza, leyendo ese mensaje día y noche, maldiciendo a Changbin por hacer algo tan estúpido, maldiciendose a si mismo por no haber podido hacer nada para detener la cosas, maldiciendo al mundo y el destino por darle algo tan hermoso para luego arrebatárselo cruelmente.
—¿Por qué eres tan impulsivo e idiota siempre? –maldice porque es más fácil que llorar.
Es mas fácil odiar las cosas que permitirse amarlas porque el odio se siente mejor que el dolor cuando todo lo que alguna vez quisiste se desmorona ante tus ojos. Todo lo que amó, lo perdió y lo odiaba tanto.
Odiaba lo vacío que se sentía sin Changbin a su lado. Si tan solo hubiese odiado al chico, los sentimientos serían más fáciles ahora, pero la realidad es que amaba cada momento, cada recuerdo.
Amaba sus pésimas bromas, sus anécdotas, sus insultos, amaba proteger su trasero cuando se metía en problemas y las noches frías a su lado mirando hacia el cielo.
Suspira, centrando su atención en los pasos acercándose a sus espaldas. Minho posicionándose a su lado, dispuesto a escuchar, a ayudarlo en su plan luego de haber discutido en este mismo lugar.
Esperaba lograr su cometido con su ayuda, hacer justicia incluso si al inicio le pareció una estupidez peligrosa meterse en todo esto, pero ya no podía quedarse de brazos cruzados, no podía permitir que el sacrificio de Changbin fuese en vano.
No podía permitir que Felix ganase porque lo odiaba, odiaba a Lee Felix con todas sus fuerzas, odiaba a la persona que le arrebató a quien amaba y le haría pagar por todo ello.
Seungmin pasó toda su vida escapando de depredadores, sabe como lidiar con esto, sabe como invertir los papeles y ganar, Felix no tiene idea de con quien se está metiendo ahora.
Miró las noticias en el televisor de reojo, estaba a punto de irse a la escuela hasta que un nombre lo detuvo y sus ojos se fijaron en el rostro que la pantalla mostraba. Lo sabía, sabía que esto podría pasar, que el plan fallaría y uno de ellos dos perdería.
El rostro de Minho apareció apenas unos segundos en pantalla pero fue suficiente para plantar la amargura en su boca.
—Lo siento... –murmuró, sabiendo que aquella persona no podría escucharlo.
No debió haber metido a Minho en esto, fue su culpa.
—Pero no dejaré que él gane, lo prometo –y esa era una promesa que cumpliría.
Seungmin jamás prometió cosas que sabe que no logrará cumplir, pero esto, esto era diferente, él sabe que ganará, sabe como mover sus piezas en este tablero, sabe como conseguir la victoria.
Puede que Felix haya ganado las batallas hasta ahora pero Seungmin al final será quien gane la guerra.
Sus ojos arden con la misma determinación de siempre, las llamas tan sólo se agrandan, dispuestas a quemar, a destruirlo todo, a sacar a la luz quien era Lee realmente.
—No sabes con quien te estas metiendo, Lee Felix.
Sus miradas se cruzaron al llegar a la puerta del instituto, el juego comienza, ambos tienen sus movientos listos y solo tiempo dirá quien saldrá victorioso al final.
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