21
Presionó el botón del timbre y esperó, fijando su mirada en sus zapatillas manchadas por un poco de lodo, un charco que había pisado en su llegada hasta aquí, la lluvia dejaba muchos de estos en los baches y la tierra quedaba demasiado húmeda.
Regresó su atención al frente cuando escuchó el sonido de las llaves y respiró hondo, dibujando su mejor sonrisa a la amable anciana que estaba apoyada en el marco de la puerta, la mirada de la mayor por unos momentos confusa ante su presencia pero sin quitar esa expresión tranquila y cálida.
—Señora Bang, soy Felix –se presentó nuevamente, conociendo los problemas de memoria de la anciana quien con cada día parecía empeorar.
La comprensión de a poco llegó al rostro de la señora quien le devolvió la sonrisa.
—El amigo de mi nieto, pasa pequeño, Channie no está aquí aún pero puedes esperar adentro, además la novela se está poniendo buena –bromeó y el rubio dejo escapar una pequeña risa, acompañando a la anciana adentro del pequeño pero cálido hogar.
Aunque quizás no tan cálido ahora, si bien ya no estaba el frío del viento golpeando contra su rostro y el agradable calor de la estufa lo abrazaba, sabía que faltaba algo allí, otro tipo de calidez, faltaba una pieza que Felix había tomado y destruido con sus propias manos, dejando un rompecabezas incompleto.
Se sentó al lado de señora Bang en el pequeño sofá, mirando en dirección al televisor que reproducía una vieja novela de amor, se acomodó y sacó de su mochila un recipiente de plástico que contenia trozos de brownies dentro, los había horneado ayer por la noche cuando el insomnio causado por las voces no lo dejaba en paz.
Le ofreció a la mayor y esta aceptó gustosa, ambos comiendo en un cómodo silencio.
—No se porque Channie tarda demasiado, ese pequeño, seguro se habrá metido en algún problema y no me dirá nada al respecto –suspiró la mujer, pero a pesar del regaño en sus voz la sonrisa amable y llena de cariño permanecía presente en sus labios.
Sus ojos eran dulces y también estaban llenos de tristeza, quizás una parte de su confusa cabeza aún comprendía lo que pasaba.
—Solo venía a ver como estaba y compartirle lo que hornee el otro día –intentaba siempre ser sutil con sus palabras, seguir el juego, no lastimar más de lo que ya había hecho a la pobre anciana que en todo este tiempo lo había tratado como si fuese otro miembro de su pequeña familia–. Seguro me encontraré con hyung en otro momento.
La mayor asintió con la cabeza.
—Dejalé unos brownies en su pieza, con mi cabeza podría olvidar que los trajiste y se pondrá triste si me los como todos, es un chico demasiado goloso y ambos sabemos que adora tus postres –rió y Felix asintió, levantándose del lugar con el recipiente en manos, caminando hasta la cocina donde sacó un plato de la alacena y dejó tres pedazos de brownie encima.
Luego caminó hasta el cuarto de Chan, deteniéndose por unos segundos en la puerta, mordiendo con fuerza su labio inferior hasta que la piel se rompió entre sus dientes y saboreó la sangre, antes de girar la perilla e ingresar. Exploró la pequeña habitación con la mirada, recuerdos borrosos y fugases llegando a su mente, había una foto encima del escritorio, una que se habían tomado los dos juntos en una salida al parque.
Tomó el cuadro con una de sus manos mientras que con la otra dejaba el plato en el escritorio, al lado de la computadora, aquel aparato llena de composiciones incompletas.
—Esto está increíble hyung, deberías publicarlo –notó las mejillas del mayor enrojecer levemente.
—Gracias, me alegra que te guste, eres la segunda persona a la cual le comparto esto.
—Pues me alegra tener ese honor y espero poder seguir escuchando más de esto –sonrió.
Su visión se volvió borrosa ante el fugaz recuerdo, intentando enfocarse ahora en cada detalle de la fotografía enmarcada, no era nada extravagante ni profesional, solo una selfie tomada con la cámara de un viejo celular, un poco borrosa debido al mal enfoque pero que captaba la emoción del momento.
—Sonrie a la cámara hyung –le había dicho de repente mientras le arrebataba el celular de las manos y tomaba una apresurada selfie.
Apretó el cuadro con sus manos, la madera casi crujiendo y se agachó, su pecho presionado contra sus piernas.
—Lo siento... –susurró, escuchando por primera vez su propia voz en tanto tiempo, su cabeza estaba tan llena de ruido y voces que no sabía cual de todas era él o si realmente seguía siendo él, a veces se sentía un extraño en su propio cuerpo.
No era lo que solía ser, no era el Felix que conocía, y eran tan pocos los momentos donde se sentía real, donde por fin podía tener el control pero luego la oscuridad empeoraba y su reflejo seguía gritando, había demasiadas cosas, demasiadas palabras, voces que le recordaban que esto era lo que quería.
Tú hiciste esto por Jisung, solo tú.
No, él no quiso hacer esto ni continuar con esta mierda.
Claro que quisiste.
¿Realmente lo quiso? ¿Era él el que seguía actuando u otra persona apoderándose de si mismo? Haciéndole creer que dirigía el camino cuando sólo estaba siendo manipulado.
Pequeñas lágrimas se resbalaron por su rostro, murmurando la misma palabras a una persona que ya no puede escucharlo, deseaba que las cosas hubiesen sido diferentes.
Se levantó, secó su rostro y dejó la foto en su lugar para luego marcharse.
—Me tengo que ir señora Bang, no se olvide de tomar sus pastillas en 5 minutos, le dejaré su horario anotado en el refrigerador –habló a la vez que hacia tal acción, sacando de su mochila una hoja y lapicera, anotando las instrucciones que recordaba cuando ayudaba a Chan y pegándolo en la puerta con la ayuda de un imán.
—Muchas gracias jovencito, eres tan amable –despues, lo acompañó hasta la salida– ¿Estás seguro de que no quieres esperarlo?
—Yo... Hablaré con él en otro momento –sentía su cuello picar nuevamente al igual que sus brazos, toda su piel hormigeaba–. Adiós señora Bang, cuidese –se despidió con una leve reverencia y estaba por irse hasta que la señora detuvo sus pasos.
—Si ves a Chan... Dile que realmente me gustaría volver a hornear esa tarta de manzana con él –el pecoso asintió sin darse la vuelta, sin atreverse a enfrentar todo el dolor que cargaba la mujer.
Era un cobarde que no se atrevía a dar la cara e intentaba remediar las cosas cuidando de la anciana como si fuese a hacer algo, eso no cambiaría lo que ya estaba hecho, que el nieto de esa señora ya nunca volvería y todo lo que quedaba eran recuerdos y fantasías.
Caminó en silencio, yendo hasta su próxima parada, apenas consciente de si mismo, de que estaba caminando sino fuera porque veía sus pies avanzar por la acera, las voces no se callaban, gritaban, reían y lo culpaban.
Se detuvo por un momento en una tienda de flores y compró un pequeño ramo de jazmines para luego continuar con su andar y pararse enfrente de una lapida de concreto que llevaba tallado el nombre de alguien que conocía tan bien.
Dejó las flores sobre la tierra pero permaneció arrodillado, una profunda reverencia donde su cabeza tocó el suelo solo para romper en sollozos que arruinaban el silencio y la penumbra del lugar.
—Lo siento –volvía a repetir, solo que esta vez a una persona diferente–. Te extraño y ya no se que hacer –murmuraba, ahogándose en cada respiración, su rostro un completo desastre de lágrimas y mocos y maquillaje corrido que dejaba a la vista profundas ojeras.
Clavaba las uñas en las palmas de sus manos y luego se abrazaba, enrojeciendo la piel a través de la tela del buzo, esperando a que la picazón se detenga, suplicando que estos sentimientos se detengan.
—Te necesito Jinnie, por favor vuelve –suplicaba, rogaba, imploraba, deseaba que todo esto fuese una pesadilla y luego despertaría en los brazos de su amigo quien lo calmaría con un beso en su frente y palabras azucaradas.
—No tienes que temer, mientras este aquí, ninguna sombra podrá hacerte daño –murmuraba el azabache, abrazandolo con fuerza.
Deseaba que las cosas fuesen diferentes, deseaba que Hyunjin estuviese aquí, volver a tomar su mano, abrazarlo, molestarlo, bromear a su lado, deseaba recuperar lo que había perdido, lo que había destruido con sus manos. Deseaba tenerlo a su lado, recuperar el brillo de Jeongin, volver a ser lo que eran, ese cuadro lleno de colores y pinceladas pero ahora todo lo que había era una tela destrozada porque alguien había decidido destruir la obra.
Hasta incluso deseaba que Chan siguiese aquí porque aunque nadie pueda creer sus palabras, realmente se había encariñado con ese tímido y tonto hyung, que era demasiado amable para su propio bien, que nunca se atrevió a desconfiar de él. Deseaba recuperar esos momentos perdidos, tardes horneando y acompañando a la anciana en sus novelas, gritándole a la pantalla del televisor ante las estúpidas escenas y acciones de los personajes como si pudiesen escucharlos.
Deseaba recuperar ese pequeña cosa que habían creado, como Chan parecía encajar a su manera en esta obra, agregando sus propios colores.
Quería todo de vuelta, anhelaba despertar y que su realidad fuese otra.
Lo hiciste por Jisung.
Repetían sin cesar las voces pero su amado también estaba sufriendo por culpa de sus acciones, la tristeza, la ansiedad, tantos horribles sentimientos reflejados en un rostro que solo debería estar lleno de dulzura y calidez.
—Necesito tu ayuda porque siento que me estoy perdiendo a mi mismo –continuaba hablando, como si Hyunjin pudiese llegar a escuchar pero había una suave brisa que lo arrullaba y le hacia preguntarse si realmente estaba consiguiendo una respuesta.
—Tranquilo Lix, respira conmigo –inhalo y de forma temblorosa el rubio le siguió, hasta que el ataque se detuvo y pudo volver a controlar su cuerpo–. Eso es, lo estas haciendo muy bien.
—Te quiero Jinnje.
—Y yo a ti.
Tonto Jinnie, siempre cuidándolo, siempre a su lado, siempre creyendo que podía ayudarlo cada vez que las piezas se esparciesen por el suelo pero cada trozo se hacia cada vez mas pequeño y era imposible levantarlo con los dedos, perdiéndose, sin reconocer a la persona que reflejaban esos fragmentos.
—Ya no se quien soy –estaba asustado, tembloroso y quería detenerse pero no podía detenerse.
Porque no era suficiente, nada era suficiente para las voces en su cabeza que reían y exigían más y más.
No fue suficiente apuñalar a su rival, no fue suficiente empujar a su amigo.
Nunca fue suficiente.
Y no sabe cuando sería suficiente porque ya no era dueño de sus acciones, ya no tenía el control, se iba perdiendo a si mismo, dejándose abrazar cada día más por la oscuridad.
—A veces las sombras no son tan malas, pueden ser tu mejor compañía –le decía su madre mientras picaba la cebolla.
—¿Mamá no está cansada? –preguntó el pequeño de 5 años.
—A veces es mejor dejarse abrazar que luchar contra ellos –su sonrisa estaba llena de cansancio, por primera vez comprendió ahora lo que ella estaba sintiendo– pero cuando encuentres a tu sol, ya no habrá nada de que preocuparse –aún recuerda las palmadas en su cabeza y sonrió, aferrándose a la idea de que todo mejoraría cuando encontrase a su sol.
—Pero a veces hay que pelear –había dicho ella–. Porque nunca será suficiente.
A veces no puedes controlarlo, no puedes controlarte a ti mismo.
No puedes parar.
No es el momento para parar.
Hasta que no logres tu objetivo, no puedes parar.
Estas tan cerca, sólo un poco más y será suficiente.
Las voces lo engatusaban, lo envolvían, lo abrazaban con fuerza y hundían sus garras despedazándolo, destruyendo lo que alguna vez fue para tomar el control por él, guiarlo al camino que le espera su recompensa, guiarlo hacia su sol.
—Pero no puedo rendirme ahora –se levantó, sus piernas temblorosas como las de un ciervo recién nacido esforzándose por dar sus primeros pasos al peligro que lo espera–. Será suficiente, cuando Jisung esté a mi lado, te prometo que será suficiente.
Ruega que fuese suficiente.
La sangre de Changbin manchando sus guantes.
No fue suficiente.
—Mamá... Tengo miedo –sollozaba el niño, aferrándose al pecho de su madre.
—Lo sé... Pero todo estará bien, lo prometo, mamá está aquí –acariciaba el cabello de su hijo con dulzura.
—Hyung... ¿Por qué me estas abrazando ahora? –bromeaba, correspondiendo igualmente el abrazo del australiano mayor.
—Solo pensé... Que lo necesitabas –murmuró contra su cabeza y por primera vez frente a Chan se permitió romperse–. No tengas miedo, estoy aquí –le sonrió, una sonrisa tranquila y amable que contaba igualmente una historia.
—Jinnie... Por favor, no me sueltes –suplicaba contra sus brazos, temblando, había tanto ruido e su cabeza y solo deseaba poder callarlo, era tan difícil escucharse pero aun podía oír a Hyunjin.
—Tranquilo, te tengo y jamás pienso soltarte –apretaba el agarre, confirmando sus palabras, incluso si su piel tenía pequeñas heridas en forma de media luna–. Siempre voy a estar aquí.
Nuevamente, se dejó caer y ser sostenido por las sombras, se dejó perderse, que alguien más tuviese el control, cuando volvió a abrir sus ojos y estaba en casa, sonrió mientras las lágrimas caían por sus mejillas y las uñas se clavaban en su cuello.
Ya no había nadie aquí.
Solo él y la oscuridad, esperando hacerse su amiga.
¿Qué opinan sobre Felix?
Me gustó este capitulo y espero a ustedes también les haya gustado ♡
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