13
Su amistad surgió de manera bastante simple y corriente, se conocieron dentro del salón de clases en su primer año de primaria y justo compartieron el mismo largo banco, sentándose al lado del otro y casi ignorando la presencia del otro. Sino fuera por Hyunjin y sus lapices brillosos que su madre le había comprado para la escuela.
El pequeño azabache sintió unos ojos mirandolo y se topó con el pecoso, que observaba con atención los lindos lapices decorados con brillantina que tenía. Hyunjin se sentía cautivado ante esos grandes e inocentes ojos, con labios que se abrían y cerraban incapaces de pronunciar lo que quería pero por suerte el más alto pudo entenderlo.
—¿Quieres que te preste mi lápices? –el rubio asintió con la cabeza, dirigiendole una mirada timida–. Ten, saca –no pudo evitar reír por lo rojas que estaban las mejillas del contrario mientras tomaba uno de los lápices para colorear su dibujo.
Así fue como comenzó su amistad, con lapices de colores y almuerzos compartidos, intercambiando entre ellos lo que había en su lonchera. Fue una amistad que surgió así nomas, pequeñas charlas y bromas en el banco del aula a salidas de juegos e ir a juntarse en la casa del otro.
No hubo una razón ni nada especial para que su amistad surgiese, simplemente pasó.
E incluso con los deslices, su unión se mantuvo intacta. Incluso si tuvo que recoger los pedazos de un pequeño que estaba roto, incluso si se lastimaba al hacerlo y a veces podía recibir sus ataques, Hyunjin permaneció allí.
Incluso en este momento mientras caminaban tomados de la mano hasta la casa del rubio luego de que este confesase haber asesinado a alguien, Hyunjin seguía allí.
Lo estuvo mientras tenía 6 años y escuchaba a su amigo divagar acerca de un lindo niño de mejillas regordetas, lo estuvo cuando el pequeño le había confesado que le rompió el ala a un pájaro y contaba sobre lo que le decía la señorita Choi, lo estuvo cuando se enteró en las noticias acerca del caso de la señora Lee, lo estuvo mientras iba a visitarlo al hospital y luego a su nueva casa, lo estuvo mientras calmaba sus ataques y lo abrazaba con fuerza, recibiendo los arañazos, golpes e incluso manos que llegaron a ahorcarlo.
Estuvo en cada momento, en cada brillo, en cada ruptura, estuvo allí disfrutando de los rayos del sol y luego recogiendo las piezas.
Y seguía aquí, preguntándole a sus padres a través de una llamada si podía quedarse a dormir esta noche con Felix y recibiendo una respuesta afirmativa; estaba aquí hablando, incluso bromeando y jugando como siempre hacían para luego terminar acurrucados en la suave cama del pecoso. Hyunjin envolviéndolo entre sus brazos, protegiéndolo de la oscuridad en su cabeza, mumurando palabras dulces y de consuelo.
—Jinnie –murmuró, su voz sonaba tan frágil y pequeña.
Ante sus ojos, Felix era alguien tan frágil y pequeño, aún con todo lo que sabía, aún con lo que había hecho, Hyunjin solo podía verlo como todos estos años lo había visto, como su pequeño y adorado sol que nunca se le permitió brillar, oculto entre una gran oscuridad porque aquella mujer estaba tan mal que simplemente pasó todos sus males a su hijo, diciéndole que nunca brillaría realmente hasta conseguir a alguien.
—¿Si? –le sonrió con suavidad, con cariño, había tanto amor y dulzura en sus ojos.
—Te quiero –sonrió y Hyunjin plantó un pequeño beso en su frente, luego en sus párpados, nariz, mejillas, un beso en cada peca, disfrutando de la pequeña risa del contrario–. Para~ –se quejó entre risas.
—Jamás –comenzó a molestarlo, subiéndose encima suyo para hacerle cosquillas.
Todo era tan dulce, tan brillante mientras ambos reían y peleaban, rodando por la cama, golpeándose con las almohadas hasta terminar agotados.
—Tambien te quiero Lixie –correspondió, juntando sus frentes.
Unos minutos después el pequeño se quedó dormido entre los brazos de Hyunjin, quien permanecía despierto, acariciando su cabeza.
Había tantas cosas en su cabeza en este momento, ¿qué debía hacer? No podía dejar que esto continuase, debía hablar con alguien, algún adulto responsable, debía buscar ayuda profesional para Felix, no podía seguir cargando con todo él solo.
Pero se lo había prometido, le había prometido que no diría nada a la tía Sana para evitar que llevasen al pecoso a donde llevan a la gente con problemas mentales.
Se aferró más al pequeño cuerpo, apretándolo contra su pecho. No quería dejarlo, no quería romper la confianza de Felix ni perderlo.
Podía manejar esto, podía solucionarlo, mientras nadie supiese lo que sucedió con Chan todo estaría bien. Podría ayudar a Felix, volver a enseñarle lo que estaba bien y mal, que si alguna vez pensaba en lastimar a alguien, viniese con él y lo calmaría.
Podía seguir aguantando sus ataques, ocultar pequeñas heridas y moretones con el maquillaje que le había sacado a su madre a escondidas. Podía con esto.
Tan sólo quería cuidarlo, mantenerlo por siempre entre sus brazos y ser egoísta porque no quería que nadie lo apartase de su lado.
Lágrimas se formaron en sus ojos y comenzaron a caer, ¿qué debía hacer?
—Te amo... –susurró entre pequeños sollozos que intentó contener, su labio magullado al estar atrapado entre sus dientes, admirando el rostro relajado del menor.
Sus párpados cerrados, pestañas arquedas, cabellos rubios desordenados y cubriendo su frente, labios regordetes entreabiertos con una respiración tranquila y adorables manchas por todas sus mejillas.
Trazó con cuidado cada peca, su pulgar era el lápiz que dibujaba y unía los puntos, creando pequeños corazones porque era un idiota enamorado.
Enamorado de una peligrosa criatura que lucía tan indefensa.
—Jinnie –la voz ronca habló, intentando abrir sus ojos.
—L-lo siento, te desperté –se disculpó rápidamente, apartando sus manos y mirada.
Pero sus ojos regresaron al pecoso cuando sintió esas pequeñas y suaves manos en su rostro, secando sus lágrimas con cuidado.
—¿Por qué lloras? –ambos hablaban entre susurros, aún si no había nadie que pudiese oírlos y eran solo ellos dos en su pequeño y quebrado mundo.
Quizás las cosas podrían haber sido diferentes, ambos podrían haber brillado juntos en un mundo más cálido y completo.
—Por favor, nunca te alejes –fue su turno para ser acurrucado, escuchando los tranquilos latidos de su amigo al apoyar la oreja en su pecho.
—Nunca lo haré, estaremos juntos siempre ¿promesa? –extendió su meñique y Hyunjin rió ante la diferencia de tamaño de sus dedos mientras se entrelazaban.
—Promesa.
De a poco ambos se fueron durmiendo, aferrados al otro como si en cualquier momento alguno de ellos pudiera desaparecer, alguien llegaría y se lo llevaría lejos.
Hyunjin solo deseaba poder mantener esta unión por un poco más de tiempo aún si sabía lo que tenía que hacer para que algún día las cosas estuvieran verdaderamente bien, y su mundo lleno de grietas pueda ser curado.
Suspiró, tirado en el sofá de la sala, esta mañana sus padres habían salido al trabajo más temprano que de costumbre, así que era solo él y sus pensamientos, comiendo un tazón de cereal y viendo las noticias.
Su cabeza comenzaba a doler de tantas preguntas rondando, dudando acerca de que hacer.
Creyó estar calmándose, respirando hondo y exhalando lentamente, hasta que el rostro de Chan apareció en la pantalla, en la sección de gente perdida, helandole la sangre.
Habían pasado cuatro días de su muerte y al fin había noticias al respecto, mas o menos, nadie sabía que estaba muerto y a nadie le importaba no ver al tímido pero dulce chico en los pasillos o salón del insituto, porque en esos días las únicas dos personas que mostraron preocupación fueron: Jeongin, quien solía preguntarle a Felix de vez en cuando si había visto a Chan o se había comunicado con él, el pecoso siempre negando con la cabeza y mostrando una fingida preocupación acerca de donde estará su amigo. Y luego estaba Jisung, quien siempre estaba ansioso y nervioso, buscando al australiano por todas partes, había visto desde lejos a los amigos del rubio intentar consolarlo y calmarlo antes de que tuviese algún ataque.
Conocía el hecho de los problemas de memoria que sufría la abuela de Chan, sin su nieto ni Felix yendo a controlar que tomase sus debidas pastillas o haciéndole recordar las cosas, la memoria de la señora habría fallado hasta ahora.
No sabe como lo habrá recordado ni que pasó, todo lo que sabe es que ahora todos saben de Chan.
Estaba nervioso, caminando hacia el instituto, por primera vez había susurros, gente murmurando acerca de Chan, algunos sentían curiosidad, a otros ni siquiera les importaba.
Todos hablaban y él estaba tan nervioso, esperando a que se callasen, a que volviesen al ruido habitual de siempre que había en los pasillos y no a este.
—Jinnie –habló Felix a su lado, ¿cuándo había llegado?–. Mirame –obedeció su petición–. No te preocupes, actúa como siempre y todo estará bien –había susurrado el rubio, ofreciéndole un apretón en su mano.
Asintió con la cabeza, respiró hondo y miró hacia el frente, avanzando, este sólo era un día normal como cualquier otro.
Ahh, lo siento la demora, he estado ocupado estos días y no pude concentrarme pero espero poder ser más constante ahora ;;
Espero la historia les este gustado, me gustaría leer sus opiniones ^^
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