
14.
Las despedidas nunca han sido duras para mi persona pues jamás me he enfrentado a una en verdad.
Creo que las despedidas para mi jamás fueron nada, hasta este día.
Siempre viví aislada, en una pequeña burbuja, las ninfas y personas que me rodearon durante toda mi vida siempre fueron personas que mi madre quería estuvieran ahí por que le eran fieles, jamás le fallarían ni se irían de su lado, nadie jamás se fue de mi lado y a mi jamás me había tocado despedirme de nadie.
Por eso aquel momento se me hacía tan duro, pues aunque suene loco yo me había enamorado de aquel negro palacio y su dueño, de los cocineros muertos y los guardias que custodiaban cada puerta, había empezado a adaptarme al lugar de una forma única, y el lugar se adaptaba a mí.
Por eso el despedirme de todo aquello era algo que no me gustaba, pero tenía que hacerlo pues yo no pertenecía a este lugar, yo no era la reina de este lugar ni jamás podía serlo.
Sigue pensándolo, tal vez se haga realidad.
Eso decís mi subconsciente siempre que me trataba de autoconvencer de que lo mejor era irme para siempre.
-Yo, tengo que irme - me corta con un solo movimiento de mano.
-Lo se, y entiendo tus motivos, pero antes déjame enseñarte algo - cuando miro su rostro solo me concentró en sus ojos, tienen un brillo que reconozco como tristeza, pero también un poco de esperanza, no se que pasa por su cabeza - ¿Por favor, me acompañas? Es lo último que te pediré, luego te puedes ir - solo asiento, y me paro de la silla donde me encontraba, el hace lo mismo.
Cuando me pongo a su lado siento como su mano se una a la mía para empezar a guiarme.
Ese simple roce hace que todo tendro de mí se vuelva loco, es algo simplemente demasiado hermoso como para ser real.
Cuando noto que nos dirigimos hacia la entrada principal mi mente maquina muchas cosas, ¿Por qué nos dirigimos al lugar por donde saldré? ¿Quiere que me large de aquí?
Al llegar a puerta el solo me mira un instante y luego vuelve a ver muestras manos entrelazados, sonríe un poco y entonces aleja su mano al instante pone su rostro tan serio como siempre, pero aún así puedo observar un brillo singular en sus ojos.
Se acerca, dispuesto a abrir la puerta.
-Espero les guste su regalo, señorita - es lo único que dice para luego abrir las grandes puertas y hacer que ahogue un grite al ver lo que se encuentra detrás de ellas.
Es simplemente hermoso.
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