Capítulo 3: El cuarteto de la locura se reúne.
- Vamos, Lars, arréglate, que es una instancia formal -el otro no le hizo caso-. ¡Hazlo por mí! -realizó un puchero junto a una mirada de perrito.
- Bueno, ya... -bufó de mala gana.
Lars no estaba para nada de acuerdo con el hecho de tener una cita romántica, su cuerpo rogaba descanso y la mente necesitaba trabajo por miedo a ser dañado en su vida personal; ya sea a su persona o a su pareja. Por ello no quería salir, veía simbología de los Illuminattis; los triángulos, el ojo que todo lo mira... le daba hasta miedo mirar a los ojos a su pareja porque pensaba que podría pillar simbología... ¿las demás personas también los tendrían, entonces? No lo sabía, no quería salir a comprobarlo.
Entretanto, Kirk se moría de celos, celos nada de sanos, nada de normales, eran descomunales con respecto a Ulrich, le quería a su lado todo momento del día porque sólo así podía sentirse mejor, porque si él iba a trabajar, quedaría solitario y preocupado si es que alguien se lo quiere robar. Se declaraba totalmente dependiente de él.
Habían quedado en un restaurante a las nueve de la noche, ya estaban en la hora. Así que se apresuraron a subirse al coche, y dirigirse lo más rápido posible el lugar citado.
Curiosamente, se encontraron con la otra pareja a las afueras, James tenía los ojos vendados y se le notaba inquieto al no saber qué pasaba. Cada uno se presentó de manera educada. Hasta que vino un pequeño silencio incómodo, Jason susurró a espaldas de su amado lo siguiente:
- Él tiene unos problemas, no puede comer comida que no sea hecha por mí, por eso está vendado...
Los otros dos asintieron, incómodos por eso mismo. Lars de cierta forma se lo esperaba porque veía que el rubio se negaba a comer la comida de la empresa. Kirk en cambio, se sintió "aliviado" al comprobar sus teorías de que la pareja de Newsted estuviera demente.
La primera pareja entró al restaurante, ordenaron los cuatro platos y no fue hasta que la comida se encontrara sobre la mesa que la otra pareja entró y por fin, el psiquiatra le retiró a Hetfield la venda de los ojos, le convencieron de que Jason preparó todo eso para que no se alterara.
El ambiente era algo turbio.
James estaba inquieto vestido de manera tan formal, se sentía perseguido y no dejaba de mirar para todas partes, murmuraba cosas sin sentido en voz baja... comía con pocas ganas, como si supiera que todo era un engaño aunque confiara mucho en su novio.
Jason no dejaba de pensar en el trabajo, a cuántos debía tratar, luego pensaba en el rubio, se lamentaba de no poder ayudar ni pasar mucho tiempo a su lado... Trabajo, más trabajo, ansiedad. No podía tomar riendas de su vida ni de su relación porque ya actuaba como un auténtico robot en el edificio médico.
Lars no se atrevía a mirar a las personas a los ojos, creía que vería ESE ojo y no quería temer por su vida, analizaba la forma de los objetos, los huecos... veía perfectos triángulos equiláteros, aquellos que representaban la perfección. veía cuadrados perfectos, círculos perfectos... Obvia simbología illuminatti que, según él, controlan el mundo.
Kirk... apretaba el puño en asco, envidia. Creía que la pareja que estaba frente a sus ojos lograban superar los problemas en conjunto que se apoyaban en cielo y en infierno. No toleraba el hecho de que en su vida amorosa no lograra que Ulrich le hiciera caso porque cada vez la terquedad aumentaba.
Se podría decir que fue la cita con las charlas más hipócritas del mundo, porque cada uno hacía verse a si mismo como si se tratara del mejor humano existente, con el mejor romance, la mejor historia de amor. El único sincero, no al cien por cien, era el especialista de la salud mental, que trataba de explicar algunas raras manías de James, tratando de excusar que no era graves, siendo que en el fondo él se encontraba desesperado pensando en una larga lista de trastornos mentales graves que su novio podría padecer con tales síntomas.
¿Es que acaso la cena podría tornarse más forzada? Cada uno en su consciencia se sentía de lo peor, ni uno de ellos quería estar ahí, ni siquiera el que dio la idea para la salida. El asco mutuo se detectaba y olía en el aire.
- Jason, ¿podrías decirme qué días atiendes? -dijo de la nada Kirk con una sonrisa falsa.
- De lunes a viernes desde las 11 hasta las 19 horas -contestó, dejó de lado sus cubiertos-. ¿Por qué la pregunta?
- Um, nada, nada... -rió en incomodidad- Conozco a alguien que necesita algo de ayuda psicológica.
- Ah, pero entonces necesitaría un psicólogo en ese caso -contradijo.
- ¿Un caso de paranoia conspirativa? -alzó una ceja, poniendo a prueba sus aprendizajes en aquella medicina.
- Oh, bueno, si hablas de verdadera paranoia, pues sí, yo tendría que ver ese caso. ¿A quién dices que pasa por esos problemas?
- No, nadie en especial -sonrió de lado y miró de reojo a su pareja, quién le miró mal al notar que hablaban de él.
- Um, ya entiendo...
Tras despedirse al terminar la cena, los cuatro se fueron por sus propios caminos, donde los dramas se manifestaban; James gritándole en el metro a Jason porque sospechaba que el plato no lo preparó él y que no quería morir.
Lars se enfadó con Kirk en el trayecto en auto a casa porque le tachó de "paranoico de las conspiraciones", se negaba a obtener asistencia médica, incluso, se negó a querer hablarle todo lo que restaba de noche por lo picado que quedó.
Quizás la cita doble no fue una buena idea.
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