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【 031 】




୨ ♡ ୧


Devon despertó de un agradable sueño y lo primero que se encontró al abrir los ojos fue a Edward arreglándose. Arreglándose como si fuera a ir a algún lugar. Devon se acomodó en la cama y miró fijamente cada movimiento de Edward.

—¿Vas a salir? —preguntó por fin.

Edward volteó a mirarlo con una pequeña sonrisa pero sin dejar de abotonar su camisa.

—De hecho, tú y yo vamos a salir —acomodó el cuello de la camisa— tendremos una cita.

Devon lo miró con el ceño fruncido.

—¿Una cita? ¿Por qué?

Edward se sentó en el borde de la cama y se inclinó para robarle un rápido beso a Devon. Devon dejó ver una gran sonrisa ante el acto pero sólo se separaron un momento cuando Devon tomó a Edward de la nuca para volver a acercarlo y darle un beso mucho más profundo que Cullen aceptó con mucho gusto. Aún era un poco raro para Edward todo ese asunto de su nueva relación pero comenzaba a acostumbrarse. Y le gustaba. al separarse, ambos se dejaron caer a la cama mientras se miraban.

—Te debía una cita si no mal recuerdo. Sólo pensé que sería un buen momento.

Devon asintió con una sonrisa.

—De acuerdo. Tengamos una cita.

Edward se puso de pie con un rápido salto y sin decir una sola palabra se dirigió al baño pero no tardó mas de un par de segundos cuando regresó con una caja de regalo en sus manos y se acercó a la cama para volver a tomar asiento y entregarle el regalo a Devon. Devon se sintió aún más confundido que hacía un momento.

—¿Y esto?

—Un regalo —dijo con obviedad.

Devon puso los ojos en blanco.

—Ya sé que es un regalo. Sólo... ¿por qué?

—¿No te puedo dar regalos?

—Eres imposible, Cullen.

Edward no contestó nada pero su expresión parecía un poco más seria. 

—Sé que no soy bueno con estas cosas. Nunca antes había tenido una relación además de Bella, lo que no duró precisamente mucho tiempo... pero esto es algo por lo que realmente me estoy esforzando y si... si hay algo que no te guste o que te moleste que haga... quisiera que me lo dijeras —se detuvo un momento— no soy bueno demostrando mis sentimientos ni soy de las personas a las que les guste las cosas cursis pero prometo decirte todo lo que pienso.

Devon se incorporó y se lanzó a abrazar a Edward con fuerza.

—No te preocupes, Edward —murmuró sin soltarlo— entiendo perfecto que esto es nuevo y diferente para ti y está bien. No quiero que te sientas presionado de ninguna manera y tampoco quiero que hagas nada que tú no quieras o con lo que no te sientas cómodo. Te prometo que te diré todo, así que no te preocupes.

Se separaron. Edward parecía más tranquilo.

—Ábrelo —empujó un poco más cerca la caja de regalo.

Devon tomó la caja y rápidamente la abrió. Al principio, Devon se sintió un poco confundido al ver el contenido. Era un montón de ropa y enseguida miró a Edward en busca de una explicación pero no lo miró más de un par de segundos cuando comenzó a sacar la ropa. Era una camisa negra lo primero que sacó, enseguida había un pantalón negro y un cinturón. Incluso había unos zapatos al final.

Entonces Devon se percató de que aquel atuendo era muy parecido al que Edward estaba usando en ese momento, con la única diferencia de que la camisa de Edward era blanca.

—Oh... así que te gusta que vayamos vestidos iguales —bromeó Devon— ¿Es alguna clase de táctica para hacerle saber al mundo que te pertenezco?

Edward puso los ojos en blanco pero un pequeña sonrisa se asomó en su rostro.

—Simplemente creo que te verías muy bien con esa ropa.

Devon se sintió bastante enternecido. Podía notar lo mucho que Edward se estaba esforzando con todo y lo agradecía.

—De acuerdo. ¿Me dirás a dónde iremos?

Edward se puso de pie y se alejó un poco.

—No. Es un día nublado, así que deberíamos aprovechar el día.

No hubo más palabras cuando Devon se puso de pie y sin dejar de mirar directamente a los ojos de Edward, comenzó a desvestirse. Edward arqueó una ceja divertido pero tomó asiento en una silla cercana para mirar fijamente a Devon y cada uno de sus movimientos. Una vez que se desvistió, comenzó a vestirse de nuevo con la ropa que Edward le había obsequiado.

Sólo quince minutos más tarde ambos estaban afuera del hotel. Ambos sintieron las miradas de las personas sobre ellos aunque ya se habían acostumbrado a eso.

Se subieron a la camioneta de Edward pero fue un viaje bastante corto cuando se detuvieron frente a un museo. Esa fue la primera parada. Para Devon fue grandioso, simplemente porque de esa manera podía conocer más de Edward y estaba completamente seguro de que él lo invitaría la próxima vez a una cita para mostrarle todas las cosas que a él le gustaba. Tal vez saltar de paracaídas o viajar en globo aerostático.

La segunda parada fue una pista de patinaje sobre hielo. Luego de la pista, hicieron una corta parada para comer en la zona de comida rápida. La siguiente parada fue el teatro. Honestamente, a Devon nunca le encantó el teatro o la ópera o nada parecido, pero en compañía de Edward todo era mil veces mejor. Incluso sintió que no duró lo suficiente.

Al salir del teatro, ya era de noche pero la cita aún no terminaba y Edward los dirigió a un muy bonito y elegante restaurante. Devon estaba fascinado pues nunca había ido a esa clase de lugares. Fue una cena tranquila y agradable. Al meno lo fue al principio pero cuando Devon tomó la mano de Edward por sobre la mesa, rápidamente llegaron a sus oídos algunos comentarios poco agradables. Pero cuando Devon quiso quitar su mano, Edward no se lo permitió y en su lugar, la tomó con más fuerza e incluso le dio un rápido beso.

Estaban casi por finalizar con el postre cuando Edward sacó algo más del interior de su saco. Era una cajita que Devon miró con curiosidad.

—Es otro regalo —murmuró Edward mientras deslizaba la cajita por la mesa—espero que te guste.

Parecía nervioso pero lo disimuló bastante bien. Devon tomó la pequeña caja con cuidado y la abrió para encontrarse con un par de sortijas. Se sintió confundido, sin saber exactamente lo que eso significaba. No era exactamente una sortija de matrimonio. Eran sólo dos cintas metálicas doradas. Ambos tenían una pequeña abertura con forma de corazón.

Devon sacó uno de los anillos y lo miró cuidadosamente. Una sonrisa se extendió por su rostro. Tomó la mano de Edward, donde dejó un beso en sus nudillos y se aclaró la garganta.

—¿Puedo?

Edward se limitó a asentir. Devon deslizó el anillo por el dedo de Edward y volvió a besar su mano.

Fue el turno de Edward. Tomó el otro anillo de la cajita y enseguida tomó la mano de Devon para deslizar el anillo por su dedo. Al finalizar, también dejó un rápido beso en sus nudillos.

Sin soltarlo, comenzó a hablar.

—No quiero que creas que esto es alguna clase de atadura. Te quiero, Devon. Lo digo en serio. Y quiero que las personas lo sepan. Quiero que todo el mundo sepa que te pertenezco y que tú me perteneces a mi y solo a mi.

Devon ni siquiera lo pudo evitar cuando se inclinó para capturar los labios de Edward entre los suyos en un corto pero agradable beso.

Eso era absolutamente todo lo que necesitaba y nada más.

—Yo también te quiero, Edward —murmuró luego de separarse de él.

Estuvieron en aquel restaurante sólo veinte minutos más antes de regresar al hotel y pasar una agradable noche.





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