【 028 】
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Para llegar a Pittsburgh en auto se tardaría aproximadamente un día y medio, sin embargo, Edward logró que el viaje se reduciera drásticamente a tan solo 16 horas. Devon se lo agradeció pues aunque el viaje fue bastante agradable, tenía cierta inquietud por llegar. Le indicó el camino que debía seguir para llegar a su antiguo vecindario y luego de quince minutos se detuvieron frente a una bonita casa que le trajo diversos recuerdos a Devon. Esa vida ahora parecía realmente lejana pero lo recordaba todo con mucho claridad.
Devon vio a Margo en el jardín delantero regando las plantas y se sintió aliviado pero la sensación no duró mucho pues en cuanto la mujer volteó a su izquierda, Devon notó unos enormes moretones color negro alrededor de su ojo y parte de su mejilla. Probablemente tenía el pómulo roto. Lo sabía por experiencia propia, pues se veía así cuando le rompían el pómulo, sólo le había pasado tres veces pero era bastante gracioso que hubiera pasado más de una vez.
La ira lo inundó por completo y Edward lo notó pero colocó una mano sobre la de él. Miró a Edward con el ceño fruncido. Simplemente quería ir y matar a ese hombre que le había hecho daño a Margo.
—Sé que estás molesto —le dijo Edward con calma— pero será peor si pierdes el control aquí y ahora.
Devon asintió y trató de relajarse aunque fue algo casi imposible. No pasó mucho tiempo hasta que finalmente salió del auto con Edward detrás de él. Agradecieron el gran árbol que daba sombra y evitaba que les diera el sol directamente aunque no era un día realmente muy soleado.
La mujer seguía en su tarea de regar las plantas sin prestar mucha atención a lo que pasaba a su alrededor. Pero sintió que alguien la miraba y por fin levantó la mirada encontrándose con la de Devon. Sus ojos se iluminaron por un momento y una sonrisa se extendió por su rostro. Dejó la regadera y corrió hacia el chico para abrazarlo.
Devon la recibió con los brazos abiertos y sintiendo que el enojo se esfumaba por un momento, los abrazos de Margo siempre se sintieron cálidos y agradables y eso no había cambiado en absoluto. Tan pronto como se separaron, Devon tomó a la mujer de las mejillas con extrema suavidad y una expresión de preocupación se extendió por su rostro. Analizó cuidadosamente la herida, dándose cuenta de que era muy reciente. Tal vez uno o dos días. Apenas podía abrir el ojo pues toda la zona estaba hinchada.
—¿Por qué te hizo esto? —preguntó con más calma de la que imaginó que podría tener.
Margo bajó la mirada con tristeza queriendo ocultar las lágrimas que estaban por salir.
—Vamos adentro, ¿si? —miró a Devon y enseguida le dio una rápida mirada a Edward.
Devon soltó a la mujer y los tres se adentraron a la casa.
—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en la escuela? —preguntó Margo una vez que cerraron la puerta.
Devon sonrió.
—Decidí tomar un año sabático. Por cierto, él es Edward, un amigo de Forks. Él también decidió dejar la escuela y estamos haciendo un viaje juntos.
Margo le dirigió una amable sonrisa al desconocido.
—Un gusto, Edward. Espero que mi Devon no te esté causando problemas.
Edward también sonrió con amabilidad.
—Para nada —habló Edward con cierta cordialidad pero le dirigió una corta sonrisa antes de voltear a mirar la bonita casa.
—¿Un año sabático? ¿Por qué?
Llegaron hasta la cocina, donde Edward y Devon tomaron asiento en los bancos de la isla y Margo se dirigió al refrigerador para tomar una jarra de agua que había preparado más temprano. Sirvió un vaso para ella misma y un par más para sus invitados.
Devon le dio un sorbo al agua antes de contestar.
—Bueno... por muchas razones. Sólo quería dejar atrás todo por un momento. Luego de lo Eugene... me siento culpable. Además, siento que no he logrado adaptarme del todo a mi nuevo hogar. Quería un poco de libertad. Arruinar las cosas ahora y arrepentirme después por haber dejado la escuela —dejó salir una risa y Margo también sonrió un poco mientras lo miraba.
—Pero no lo estás dejando por completo, ¿cierto? Es bueno que te des un respiro, a veces un título universitario no lo es todo en esta vida. Claro que te da muchas oportunidades pero hay muchas cosas más que puedes aprovechar. Te apoyaré siempre, Devon.
—Gracias, Margo.
Hubo un corto momento de silencio. Margo suspiró y dio media vuelta para revisar algo que se estaba cocinando en el horno.
—Aproveché a salir a regar las plantas porque los niños están dormidos. Tienen tanta energía que yo soy la que termina más agotada.
Devon sonrió pero su sonrisa no duró lo suficiente.
—Margo... por favor dime lo que pasó.
La mujer estaba de espaldas, mirando fijamente la pared frente a ella y las lágrimas se comenzaron a acumular en sus ojos. Evitó sollozar pero ninguno de los hombres presentes se perdió el pequeño sonido.
Margo dio media vuelta mientras limpiaba sus ojos.
—No debiste volver, Devon. Tu padre va a llegar en cualquier momento y no quiero que te haga daño.
Devon se puso de pie para acercarse a Margo y tomarla suavemente de los hombros.
—Sabes que no le temo ni un poco a ese hombre. Pero dime, ¿por qué te golpeó? Él nunca lo hizo cuando estaba aquí.
Margo negó pero las lágrimas comenzaron a salir con desesperación. Abrazó a Devon con fuerza mientras el llanto fluía, como si desde hace mucho tiempo lo estuviera reteniendo y por fin había estallado. Devon no dijo nada por un momento mientras la mujer lloraba sobre su hombro y le daba suaves palmadas en su espalda. Miró rápidamente a Edward, quien tenía la mirada perdida y el ceño fruncido, probablemente leyendo los pensamientos de Margo.
Pasaron unos minutos hasta que Margo dejó de llorar y se separó de Devon.
—Lo siento, Devon —se limpió el rostro— en serio lo siento por haber explotado de esa manera.
Devon negó.
—No te disculpes, Margo. Pero por favor, dime qué está pasando.
La mujer lo pensó por un momento hasta que se encogió de hombros.
—Sólo... no estoy segura. Tu padre comenzó a entrar al mundo de las apuestas desde que te marchaste y con ello comenzó a beber más. Ha perdido más dinero del que gana y sabes que es mucho —hizo una pausa— le pedí que parara. No me deja trabajar y me exige que me quede en casa a cuidar a los niños y hacerme responsable de todas las tareas del hogar pero si él sigue con eso... nos va a llevar a la ruina. Hace un par de noches llegó realmente ebrio e intenté hablar con él y pedirle que dejara todo eso pero se molestó, comenzamos a discutir y recurrió a los golpes. No es la primera vez pero estaba aterrada porque no paraba de golpearme en la cara.
Devon frunció el ceño.
—¿Cómo que no es la primera vez? ¿Desde hace cuánto tiempo te golpea?
Ella sonrió con tristeza y tomó a Devon de las manos.
—Cuando conocí a tu padre era el mejor hombre del mundo, siempre tan atento y caballeroso. Me conquistó y tontamente acepté ser su esposa, no fue mucho tiempo después de casarnos que descubrí su verdadero rostro.
Devon se tensó.
—¿Y por qué no lo dejaste?
Margo lo miró con... ¿ternura?
—Porque no quería que toda su ira se descargara en ti —Margo acarició la mejilla de Devon pero no mencionó nada por sentirla tan fría— eras sólo un niño, Dev y a él no le importaba eso. Después de que te conocí, simplemente no pude dejarte y estuve tan aliviada cuando te mandó a Forks. Siempre se negó a dejarte ir con tu madre y cuando te mandó por voluntad propia... no quise que regresaras nunca a este horrible lugar.
Devon ahora se sintió culpable. Margo se quedó en ese infierno sólo para protegerlo y él ni siquiera lo sabía. Sabía que su padre era un hombre horrible, pero no sabía que también estuvo maltratando a Margo por tanto tiempo. Ella no merecía eso, Margo era como una gotita de miel que se merecía el mundo entero.
—Pues no necesitas quedarte más con él. Puedes irte con los niños ahora y él nunca te encontrará. Puedes denunciarlo, iré contigo.
Margo sonrió con tristeza.
—No tengo nada, Dev. No tengo familia a la cual acudir ni dinero y sabes que tu padre y muchos de los jueces de la ciudad son amigos. No le harán nada.
Devon se sentía impotente. Quería ayudarla como ella lo hizo miles de veces, pero no tenía ni idea de qué hacer. De pronto escucharon que Edward se aclaraba la garganta.
—Mis padres tienen algunas propiedades en varias partes del país, les puedo preguntar si las pueden rentar —habló de pronto Edward y los otros dos lo miraron— a un bajo costo, por supuesto. Puede conseguir una niñera o llevarlos a una guardería y seguir trabajando. Creo que tienen una casa en California, está al otro lado del país y él nunca sabrá que fuiste allí.
Devon lo miró con agradecimiento.
—Yo trabajaré y te enviaré dinero siempre que pueda —Devon tomó con fuerza las manos de su contraria— pero por favor, sal de aquí, Margo. No quieres que esos niños también vivan este infierno, ¿cierto? Sé que suena horrible vivir sin una figura paterna pero es peor vivir con ese hombre. Además, yo los visitaré siempre que pueda. Si no lo haces por ti, al menos hazlo por ellos, que merecen una vida mejor que esta.
Margo lo miró esperanzada. Sintiendo de pronto que todo era posible, pero no estaba segura. Le aterraba irse y que ese hombre la encontrara o que le quitara a sus hijos como lo había hecho con Amy. Había hecho todo lo posible para evitar que Amy viera a Devon o que siquiera tuvieran la mínima comunicación.
—Pero si él intenta quitarme a lo niños... tiene más oportunidades de ganar la custodia porque trabaja y como te dije... siendo abogado tiene más ventajas en todos los asuntos legales.
—No lo hará —le aseguró Devon, aunque no estaba seguro de poder cumplir eso— te juro que ese hombre no te hará daño a ti o tus hijos jamás —eso sí lo podía asegurar. De ser necesario, mataría a ese hombre con sus propias manos.
Antes de que Margo pudiera decir algo más, escucharon la puerta abrirse. Todos sabían de quién se trataba.
El hombre llegó hasta la cocina donde vio a los tres y rápidamente frunció el ceño.
—¿Qué haces aquí? —habló con enojo— tienes prohibido entrar a esta casa.
Devon se alejó de Margo y caminó hacia su padre para hacerle frente. Nunca le tuvo miedo y ahora mucho menos. Una vez frente al hombre, sonrió ladeando un poco la cabeza.
—Solo pasaba de visita. Dejé la escuela para viajar junto a mi novio, su nombre es Edward.
El mayor cambio de color a uno rojo intenso mientras volteaba a ver a Edward. No lo dudó cuanto tomó con fuerza el cabello de Devon y lo jaló tan fuerte como pudo.
—¡Detente! —le gritó Margo sintiendo el miedo recorrer su cuerpo.
Pero Edward fue más rápido y tomó con fuerza el antebrazo del mayor. No podían usar toda su fuerza de vampiro, pero tampoco sería tan suave.
—Malditos fenómenos —murmuró el hombre mientras se alejaba un par de pasos.
Devon le volvió a sonreír mientras se acomodaba el cabello.
—Ed, ¿puedes acompañar a Margo a hacer sus maletas y la de los niños? Mi padre y yo tendremos una pequeña conversación.
Edward sonrió un poco pero miró a Margo, quien seguía asustada y no quería dejarlos solos.
—Está bien, Margo —le dirigió una sonrisa tranquilizadora— no pasará nada.
Margo asintió y fue escaleras arriba con Edward detrás de ella.
Una vez que los perdió de vista, Devon tomó a su padre del cuello con mucha fuerza. El hombre era incapaz de liberarse. Parecía incluso sorprendido por la repentina fuerza de su hijo.
—Bien... ahora que estamos solos, tengamos una plática de padre e hijo —el mayor luchaba por respirar pero jamás podría superar la fuerza de Devon— tú dejarás que Margo y los niños se vayan. Me importa una mierda que te hundas en la miseria jugando y bebiendo pero tú nunca más intentarás buscarlos. No los vas a dañar y dejarás que tengan una vida pacífica justo como merecen —acercó su rostro al del hombre, aflojando un poco el agarre— o si no, te mataré con mis propias manos y nadie lo sabrá.
El hombre sintió que la sangre se le congelaba. Jamás había sentido tanto terror como en ese momento. Y Devon no perdió la oportunidad de darle un par de golpes en la cara a ese sujeto. Realmente quería asesinarlo pero se contuvo.
—Dime que entendiste lo que te dije.
El hombre que ahora estaba tirado en el suelo con sangre goteando de algún lugar asintió con terror reflejado en sus ojos.
—Entiendo —murmuró.
Se veía tan patético ahora.
—Muy bien —Devon volvió a sonreír— pero sabes lo que pasará si no. Ahora, dame la cartera.
—Maldita basura, ¿ahora me robaras mi dinero?
Devon le dirigió una tenebrosa mirada asesina. ¿Cómo era capaz de hacerlo sentir tan pequeño y expuesto ese mocoso?
—Se lo daré a Margo antes de que te gastes lo poco que te queda. Además, cobras en unos días, ¿no? Qué más da unos miles menos. La cartera —extendió la mano.
El hombre metió una mano en su saco y sacó su cartera pero la arrojó. Devon puso los ojos en blanco pero aún así se acercó a tomarla. El hombre aprovechó para salir corriendo y Devon casi se ríe. Tomó la cartera, había algo de dinero que sacó junto con las tarjetas. Tal vez podría conseguir sacarle el número para retirar todo el dinero.
Sin embargo, el hombre regresó y le apuntó con un arma a su hijo. Devon lo miró sin inmutarse.
—Te mataré —dijo el hombre— lo haré y luego a todos en esta casa. A esa zorra y al otro asqueroso homosexual.
—Vamos. Dispara —lo miró fijamente a los ojos— ¿realmente has matado alguna vez a alguien o sólo intentas hacerte el hombrecito?
Las manos del hombre temblaron. ¿Por qué no le tenía miedo? Tenía una maldita arma apuntándole.
—Eres un... —pero no terminó la frase cuando jaló el gatillo. Devon esquivó la bala sin el mayor problema pero el hombre descargó toda el arma sin darle ni una sola vez a su hijo.
Devon se acercó a él y le arrebató la pistola para romperla en dos con una sola mano.
—La contraseña de la tarjeta —fue lo único que dijo.
Vio el terror reflejado en los ojos de su padre. Se sentía un poco culpable por disfrutar de la situación. El hombre tembló y finalmente salieron los números de su boca.
Devon le dio un último golpe para hacer que se desmayara y finalmente salió de la casa, donde estaban los demás.
—Escuché un arma —Margo miró a Devon para asegurarse de que no tuviera heridas— ¿estás bien?
Devon asintió.
—Solo intentó espantarme y tiró balas al aire. Ahora está desmayado en la cocina pero es mejor que nos vayamos porque seguramente alguien llamó a la policía.
Edward, que estaba cargando al niño más pequeño en sus brazos, esperó a que Margo subiera a la camioneta para entregarle a su hijo. El niño mayor que estaba bastante adormilado y confundido, se subió al auto junto a su madre y la abrazó mientras se volvía a quedar dormido.
Llegaron a un paradero de autobús. Edward le había entregado a la mujer una nota con la dirección a la que debería dirigirse y el número de Carlisle para arreglar todos los asuntos de la renta y demás. Devon también le entregó el dinero y las tarjetas.
—Deberías conseguir un nuevo número —le dijo— prometo ir a visitarte pronto.
Margo asintió con una sonrisa y abrazó al chico cuidando de no aplastar a su bebé.
—Muchas gracias, Devon. En serio.
Él negó.
—Cuídate mucho. Si hay problemas no dudes en llamar, allí estaré siempre.
Edward que había estado haciendo una llamada, se acercó a ellos con una pequeña sonrisa.
—Acabo de hablar con Carlisle, la casa estará lista para cuando lleguen y además —miró a Devon y luego a Margo— él conoce a unos muy buenos abogados y si quieres pueden tratar de conseguirte la custodia completa y además hacer que te pague la pensión por cada uno de tus hijos y una orden de restricción para que no te haga daño. Le deben algunos favores a Carlisle, así que no te cobrarán nada si decides aceptar.
—Muchas gracias, Edward. Lo pensaré. Ahora sólo quiero irme lo más lejos posible.
Edward asintió.
—Llama a Carlisle si decides aceptar, él te dará el número.
Asintió con una sonrisa y luego de un momento más, abordaron su autobús. Devon se quedó en ese lugar hasta que el autobús salió de la terminal. Sólo esperaba que a donde fuera, todo estuviera bien.
Edward se acercó a Devon y colocó una mano en su hombro.
—Entonces... ¿soy tu novio? —se burló Edward.
Devon lo empujó con una risa mientras ponía los ojos en blanco.
—En tus sueños, Cullen —comenzó a caminar— sólo lo dije para hacerlo enfadar más.
Edward dejó salir una gran risa mientras lo seguía de regreso al auto.
—¿Ahora a dónde iremos?
Devon se detuvo y volteó a verlo mientras se encogía de hombros.
—Sorpréndeme.
Edward dejó ver una gran sonrisa.
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