୨ ♡ ୧
Los cuatro hermanos de Edward llegaron a la escena del crimen. En ese momento, nadie dijo nada. Emmett y Rosalie se encargaron de deshacerse de los cuerpos mientras que Alice y Jasper de deshacerse de cualquier evidencia que pudiera quedar. Todo mientras Edward se dirigía a la residencia Cullen con un Devon inconsciente donde Esme los esperaba.
Edward estaba en el estudio de Carlisle con los brazos cruzados y sentado en el borde del escritorio. Cualquier sentimiento de enojo o ira se había esfumado hacía poco y ahora podía pensar con la cabeza completamente fría.
No estaba arrepentido de su decisión, pero si se sentía un poco inseguro respecto a lo que Devon pudiera pensar o sentir hacia él cuando despertara.
Esme y Emmett se habían quedado con él, prometiendo que lo limpiarían de los restos de sangre y lo pondrían nueva ropa limpia. Jasper fue en busca de la motocicleta de Devon para evitar que algún familiar del chico la viera en aquel lugar.
La puerta del estudio se abrió pero Edward permaneció con la mirada en el suelo sabiendo de quienes se trataba.
Primero entró Rosalie, seguida de Alice y al final Carlisle. Alice parecía un poco triste o más bien preocupada por el estado en que se encontraba su hermano. Rosalie aunque entendía a su hermano, seguía pensando que había sido una muy mala idea haber transformado a ese chico y Carlisle confiaba ciegamente en la elección de su hijo adoptivo a quien iba a apoyar incondicionalmente. Aunque en ese momento, Carlisle estaba un poco molesto.
—¿Ya hablaste con Isabella? —preguntó Rosalie. Edward negó.
—Aún no. No creo que se tome muy bien la noticia.
—Pero necesitamos que alguien le diga a la madre de Devon y al sheriff Swan alguna excusa de por qué su hijo no va a llegar el día de hoy a casa y probablemente el resto de su vida.
—Lo sé. Hablaré con ella más tarde.
Rosalie rodó los ojos con cierta molestia.
—Genial. Recién llegamos y ya nos tendremos que ir.
—Podríamos quedarnos un poco más si logramos hacer que Devon actúe como un humano normal —comentó Alice— tuve una visión. Era Devon siendo un vampiro y conviviendo con su familia. No será fácil pero podríamos lograrlo. Además es más sencillo acostumbrarlo desde ahora ya que nunca ha probado sangre humana, si se acostumbra a la sangre animal y a controlar todos sus instintos, puede que lo logremos.
—No puedes obligarlo a tener una dieta sólo porque te parece lo correcto —le dijo Rosalie— ¿qué tal si él prefiere comer humanos y no animales? ¿Qué tal si ni siquiera quiere ser un vampiro como nosotros?
Hubo un corto silencio y todos miraron a Carlisle quien no había dicho nada en todo ese momento.
—Edward, entiendo que lo hiciste por proteger a ese chico pero no debiste matar a cuatro hombres de esa manera. ¿Sabes el peligro en que nos pones? ¿El peligro en que pones a Devon? Si alguien los hubiera visto hubiera sido una terrible catástrofe.
—Lo siento —murmuró Edward— estaba muy enojado por todo lo que pasó y realmente no pensé en las consecuencias. Vi la forma en que lastimaban a Devon y yo... fue por mero instinto.
El rubio se acercó a Edward y colocó una mano en su hombro dirigiéndole una pequeña sonrisa. En realidad no podría enfadarse con él por tanto tiempo. Entendía por qué lo había hecho.
—Si te soy sincero —comenzó Carlisle, dando algunos pasos atrás y cruzándose de brazos— desde la primera vez que conocí a Devon, creí que... lo vería más seguido en casa.
Alice dejó salir una risita y Rosalie se limitó a sonreír. Todos en la casa lo pensaban por lo que fue una gran sorpresa cuando Edward llegó de pronto un día con la noticia de que Isabella Swan era su novia.
—Estoy confundido —le confesó— siento algo por Bella pero es completamente diferente a lo que siento por Devon. Cuando conocí a Bella sólo quería beber su sangre hasta saciar mi sed... pero con Devon —guardó silencio un momento— sólo sé que quiero protegerlo de todo y todos. Estar a su lado me hace sentir... tranquilo. Me siento... feliz.
Carlisle asintió en comprensión.
—Creo que alguna vez hablamos de lo que era una Tua Cantante y un compañero —sonrió— parece que encontraste a ambos. Lo que te atrae de Bella es su sangre. Es diferente a lo que antes pudiste haber probado y te sientes ansioso de consumirla. Por otro lado, con Devon sientes lo que yo por Esme, lo que Jasper por Alice o lo que Rosalie por Emmett. Lo amas de una forma más sentimental —explicó tranquilamente— deberías poner en orden tus ideas, Edward.
—Eso haré —volvió a murmurar— iré a ver a Bella para explicarle la situación.
—Solo ten cuidado —le dijo Alice— tal vez no se lo tome de la mejor manera.
Edward asintió apenas un poco y salió de la habitación dejando a los demás a solas, quienes se miraron entre sí antes de irse también. No estaban seguros de qué esperar de ahora en adelante.
🥀
Devon se sentía... extraño. Su mente estaba aturdida pero se sentía como si un camión de diez toneladas lo hubiera arroyado. Recordaba lo que había ocurrido en aquel callejón y entendía que Edward le había hecho algo pero no entendía qué.
Recordaba mucha sangre a su alrededor, alguien lo había apuñalado y sabía que estaba a punto de morir pero no fue así. Lo último que recordaba antes de cerrar los ojos, era que Edward lo había mordido y un intenso dolor le recorrió el cuerpo.
Sin embargo, enseguida apareció un extraño recuerdo en su mente, uno de cuando tenía trece años. Una semana antes de su cumpleaños número catorce.
Era la hora de la salida y estaba caminando de regreso a casa junto con uno de sus amigos, Oliver. Ambos vivían bastante cerca el uno del otro por lo que les fue sencillo ir acompañados de regreso a casa, además, compartían clases por lo que era más fácil todo.
Sin embargo, hacía algunas semanas que Devon se sentía raro estando cerca de su mejor amigo. No podía comprender lo que era, pero cada vez que estaba caminando de regreso a casa junto a él y comenzaba a hablar de esa película a la que iría a ver con su madre, no podía evitar sentir una extraña sensación en el estómago. Nunca antes lo había sentido pero era extraño. Sentía que su rostro se calentaba cuando miraba a Oliver sonreír con emoción contando sobre aquel partido de baloncesto que vio en la televisión y de pronto quería convertirse en jugador como ellos.
—Sé que podrías hacerlos, Olie —le había dicho con una sonrisa— eres alto, así que serías muy buen jugador.
Y los ojos de Oliver brillarían por la declaración de su mejor amigo.
Al llegar a casa, Devon iría directamente en busca de Margo que se encontraba en la cocina preparando algunos bocadillos.
—¡Margo! —le llamaría con cierta emoción.
La mujer lo miraría con una sonrisa bastante maternal, dejando a la vista su voluptuoso estómago por su embarazo de ocho meses.
—Hola, Dev. ¿Qué tal tu día en la escuela?
Devon dejó caer la mochila junto a la silla de la isla y tomó asiento frente a Margo mientras ella le entregaba un plato con algunos bocadillos y luego un vaso lleno de jugo de naranja.
—Muy bien, gracias —le dio un gran sorbo a su vaso antes de hablar— Margo, ¿te puedo preguntar algo?
Devon lucía bastante tímido y tenía las mejillas sonrojadas.
—Por supuesto, cariño. ¿Está todo bien?
Las mejillas del niño enrojecieron aún más mientras tomaba con más fuerza el vaso de vidrio entre sus manos. Miró fijamente el plato lleno de bocadillos intentando encontrar el valor suficiente para preguntar. Normalmente nunca sentía vergüenza de nada pero esta vez se sentía diferente.
—Hay un chico —Margo se sorprendió de escuchar la palabra "chico" en lugar de "chica" pero no lo demostró tan explícitamente— es mi mejor amigo desde que estábamos en el kinder, pero hace poco... me he sentido raro estando a su lado.
—¿Qué quieres decir, cariño? —Margo se sentó en la silla junto a Devon y peinó un poco su cabello hacia atrás. Eso hizo sentir un poco más seguro al niño.
—No estoy seguro —miró a la mujer con ojos de cachorro— pero cuando estoy a su lado, mi estomago se siente raro, como si sintiera cosquillas por dentro y mi corazón late más rápido. Además, me encanta verlo feliz cuando me cuenta sobre las cosas que le gustan.
Margo se sintió bastante enternecida por la emoción y felicidad con que el menor contaba esas cosas.
—Bueno... creo que estás enamorado de ese chico —le explicó Margo tranquilamente. Sin duda alguna, Devon aún era demasiado inocente para su edad.
—Pero... —Devon parecía confundido pero a la vez tenían sentido las palabras de la mujer— se supone que me deben gustar las chicas —pareció reflexionarlo por un momento— aunque no me gustan de esa manera. Una niña me dijo hace una semana que yo le gustaba pero ella a mi no. Nunca me he sentido de esta manera por ninguna chica.
Toda su vida le dijeron que a los niños les gustaban las niñas. Que cuando fuera mayor, se casaría con una linda mujer con la que tendría hijos y una familia feliz. Entonces... ¿por qué? ¿Por qué parecía ser un niño raro al que no le gustaban las niñas? Sus otros compañeros también hablaban de las niñas que le gustaban pero a él nunca le interesaron esas pláticas por más que se esforzaba. Se sentía como un bicho raro.
Margo negó suavemente con una sonrisa y volvió a pasar su mano por el cabello del chico.
—Bueno, no siempre es de esa manera. A veces a los chicos les gustan otros chicos y a las chicas les gustan otras chicas. Es normal que sea de esa manera pero hay gente que no lo entiende.
Devon se sintió aliviado.
—Entonces... ¿está bien que... me guste Oliver?
Pero antes de que Margo pudiera contestar, el padre de Devon apareció en la cocina. Ninguno de los dos lo habían escuchado entrar. El semblante del hombre los asustó por completo pues estaba entre serio y molesto. Devon jamás se había sentido más aterrado que en ese momento.
No dijo nada, pero tomó a Devon del cabello con mucha fuerza y lo hizo caminar hacia la entrada principal. Margo se sorprendió por tal acto y se apresuró a alcanzarlos pero no podía hacer demasiado en su estado.
—¿Qué acabas de decir? —le preguntó con fuerza el hombre.
Devon sintió que su cabeza comenzaba a arder por el fuerte agarre de su padre y sus ojos picaron debido al llanto que se estaba aproximando.
—Me estas lastimando —se quejó el niño tratando de alejar la mano de su padre.
—¿Acabas de decir que te gusta un chico?
Devon se asustó ante la mirada de su padre. ¿Por qué lo miraba así? ¿Que había hecho mal? Su padre siempre fue severo y nunca demostró mucho afecto hacia él pero jamás lo había golpeado o tratado de esa manera.
El mayor apretó su agarre y Devon no pudo ahogar ese grito de dolor.
—Te hice una pregunta, mocoso.
—¡Si! —gritó sintiendo que una lágrima se derramaba— me gusta Oliver.
El hombre soltó a su hijo pero rápidamente Devon sintió un fuerte golpe en su mejilla que lo dejó completamente aturdido. Jamás lo habían golpeado tan fuerte y casi siente que se desmaya.
—¡Devon! —Margo iba a ir en su ayuda, completamente asustada por la situación.
—¡Ni se te ocurra! —le gritó el hombre— vete ahora mismo.
Pero Margo no se movió de su lugar y reto con la mirada al hombre. Sin embargo, el mayor comenzó a quitarse su cinturón y le dio la espalda a Margo para mirar a Devon y darle un fuerte golpe con el cinturón. El niño dejó salir un grito de dolor pero los golpes continuaron uno tras otro por todo su cuerpo. El hombre parecía furioso pero Devon no entendía por qué.
Margo no sabía que hacer. Quería detener a su marido pero en su estado, temía lo que le pudiera hacer. ¿Podría llamar a la policía? No, eso la metería en más problemas. A ella y a Devon.
—Jamás vuelvas a repetir que te gustan los chicos, maldito fenómeno —le dio otro golpe— tú no eres mi hijo.
Los golpes se detuvieron pero el hombre tomó al niño del brazo con fuerza y lo hizo caminar aunque el niño apenas podía moverse y lo encerró en el pequeño armario de limpieza que estaba junto a la cocina.
—Te vas a quedar aquí toda la noche y vas a reflexionar tus actos.
Devon no pudo contestar, se quedó tirado en el suelo tratando de superar el dolor que se extendía por su cuerpo. Escuchó que Margo gritaba afuera junto con su padre en una acalorada discusión. Devon tenía la vista nublada a causa de las lágrimas pero en cuanto escuchó el golpe de piel contra piel, la ira inundó las venas del menor y sin pensar en el dolor que se extendía por cada rincón de su cuerpo, se puso de pie y abrió la puerta que para su fortuna no fue cerrada con seguro y vio a su padre y a Margo, esta última tocando su mejilla que se notaba enrojecida y lágrimas acumuladas en sus ojos.
—¡No vuelvas a golpear a Margo! —gritó furioso y no lo pensó antes de atacar con todas sus fuerzas a su padre.
Pero fue mera suerte, lo había tomado por sorpresa que logró darle algunos golpes hasta que el hombre reaccionó y noqueó a su hijo con un par de golpes. Miró a su esposa con furia pero en lugar de hacer algo, se fue a su habitación.
Margo no podía agacharse, pero aún así lo intento para acostar a Devon boca arriba y limpiar los restos de sangre que se había acumulado en su rostro y en su cuerpo.
Desde entonces, la relación de Devon con su padre empeoró. A la semana lo cambiaron de escuela y se mudaron un mes después. Fue en esa mudanza que Devon comenzó a meterse en más problemas por las peleas en las que se metía tratando de defender a los demás. Nunca mencionó esa parte de proteger a los demás porque nadie se lo creía.
Nadie creía que un tipo tan violento como Devon se peleaba sólo por defender a alguien más y el nunca fue del tipo de dar explicaciones. Y fue así hasta que cumplió los diecisiete.
Pero estaba seguro de una sola cosa.
No iba a ocultarse de nada ni nadie. A él le gustaban los hombres y no tendría miedo de decirlo al mundo. No estaba haciendo nada malo para tener que ocultarse.
Devon abrió los ojos y se sintió raro. Estaba despierto pero no respiraba. Era una sensación muy extraña y estaba casi seguro de que era un sueño pero algo le decía que no era eso. Sentía que podía verlo y sentirlo todo.
Miró el techo de la habitación donde se encontraba y le pareció conocido pero no recordaba de dónde. Miró a la derecha, dándose cuenta de que había una enorme ventana que daba una bonita vista al bosque. Luego miró a la izquierda, donde se encontró con una pared y una puerta que en ese momento se abrió.
Sus ojos dieron con los de Edward que parecía... ¿triste? No entendía la razón.
—¿Edward? —murmuró.
—¿Cómo te sientes, Devon?
—¿Por qué no puedo respirar?
Edward dejó ver una pequeña sonrisa mientras se acercaba. Estaba casi seguro de que Devon lo odiaría a muerte por el resto de su vida.
—Bueno... hay algo que debes saber.
Devon frunció el ceño pero lentamente se incorporo hasta quedar sentado en el borde de la cama.
Miró sus manos, se veían algo pálidas. También se percató de que podía escuchar las hojas moverse con el viento y el canto de los pájaros a lo lejos. Miró fijamente a Edward tratando de comprender lo que pasaba.
—¿Qué es?
Edward se sentó a su lado, colocando una mano en la rodilla de su contrario, acción que tomó por completa sorpresa a Devon pero no mencionó nada al respecto en ese momento.
—Te transformé en un un vampiro.
Hubo un absoluto silencio por un momento y luego Devon dejó salir una fuerte carcajada antes de darle un fuerte golpe en la espalda a Edward que casi lo hace caer. Fue cuando Devon dejó de reír y se dio cuenta de ese golpe tan fuerte que había dado.
Miró con cierto miedo y pánico a su contrario.
—¿Qué? —se puso de pie. Sentía miedo y pánico pero por alguna razón, no estaba hiperventilando. Tampoco le sudaban las manos y no sentía que el aire que entraba en sus pulmones no era suficiente.
Todo era extraño.
Edward también se puso de pie con nerviosismo.
—Devon, necesito que te tranquilices y te lo explicaré todo. Sólo no te alteres ahora mismo o podrías provocar un accidente.
Devon se mantuvo en su lugar pero algo le decía que las cosas estaban por ponerse bastante raras.
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