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Edward sintió que pasaba una eternidad y no llegaba a su casa lo suficientemente rápido, afortunadamente Esme lo hacía entrar en razón para que dejara de acelerar como si no tuvieran a un pobre chico adolorido en el asiento trasero. Devon no estaba en peligro de muerte de ninguna manera, sólo estaba adolorido porque seguramente tenía un par de costillas rotas o tal vez ni siquiera era eso, pero Edward estaba realmente preocupado.
Y no entendía la razón de su repentina preocupación por ese chico. Sólo habían hablado un par de veces en la escuela, en la única clase que compartían.
—Soy Esme, por cierto —volteó a ver a Devon y le dirigió una sonrisa amable— soy la madre de Edward. Bueno... su madre adoptiva.
Devon sonrió un poco mientras intentaba levantar la cabeza ya que estaba acostado.
—Un gusto conocerla, señora Cullen. Me llamó Devon. Comparto una clase con su hijo.
—Oh, cariño, llámame sólo Esme. No me hagas sentir tan vieja.
Ambos rieron pero Devon se quejó un poco por el dolor y escucharon a Edward gruñir dando a entender que se callaran de una buena vez. Afortunadamente llegaron en poco tiempo a su destino.
Dejando el auto frente a la entrada, Edward salió rápidamente y se encargó de ayudar a Devon a salir mientras Esme se adentraba a la casa en busca de su marido. Debían actuar como personas normales, así que tuvieron muchas limitaciones pero Edward estaba seguro que el olor de Devon le había llegado a todos los presentes de la casa.
Devon pasó un brazo por el cuello de Edward mientras Cullen lo abrazaba por el costado con cierta suavidad para ayudarle a caminar. Se sintió como un camino eterno al interior de la casa, Edward se sentía frustrado porque podría simplemente cargar a Devon en sus brazos y llevarlo pero se resistió a hacer nada.
Carlisle los alcanzó a mitad de las escaleras.
—Esme ya me explicó —dijo con un tono ligeramente preocupado— lleva a Devon al sillón mientras voy por mis cosas.
—Gracias, Carlisle.
Edward dirigió a Devon hasta el bonito y lujosos sillón y le ayudó a recostarse. Devon sintió que descansaba pero un intenso dolor se extendía por todas partes. No recordaba que las peleas fueran tan dolorosas, o tal vez sólo era que esos tipos sabían pelear bastante bien y eran muchos más. Normalmente se enfrentaba a sujetos de su edad o apenas un par de años mayor que él.
Carlisle no tardó mucho tiempo en regresar con un gran maletín en sus manos que dejó en la mesa de centro y se arrodilló junto a Devon con una amable sonrisa.
—Hola, Devon. Me llamo Carlisle.
—Un placer conocerlo, doctor Cullen. Charlie habla mucho de usted.
Carlisle dejó salir una risita.
—De acuerdo, Esme dijo que te peleaste con unos sujetos. ¿Me podrías indicar dónde te duele y qué tipo de dolor es?
Devon lo pensó por un momento. Le dolía todo pero podía enfocarse en la zona de donde se extendía todo.
—El abdomen, creo —dijo— donde están las costillas. Y es un dolor constante como si me estuvieran presionando los intestinos.
Carlisle asintió y miró a Edward.
—Edward, ayúdame a quitarle la playera.
El nombrado se acercó mientras Carlisle ayudaba a Devon a sentarse y Edward se encargo de levantar la tela hasta sacarla del cuerpo del chico. Devon se volvió a acostar en el sillón y Edward lo miró fijamente.
Si se pudiera sonrojar, probablemente lo habría hecho en ese momento. Devon tenía un cuerpo en forma, se notaba que hacía ejercicio pero también habían algunas cicatrices y las marcas de los golpes de hace poco.
—Mis manos están un poco frías pero tocaré un poco para verificar si tienes una costilla rota.
Devon asintió y Carlisle colocó un par de dedos en el abdomen del chico para comenzar a palpar suavemente. Sin embargo, Devon dejó salir un quejido y agarró con fuerza la tela del sofá.
—Lo siento —se disculpó el rubio pero Devon negó.
—Está bien, estoy bien.
Carlisle siguió con su trabajo y luego de lo que a Devon le pareció una eternidad, el mayor se puso de pie liberando un suspiro.
—Afortunadamente no hay huesos rotos pero fueron fuertes golpes y lo mejor es que tomes algunos analgésicos y descanses.
Devon asintió agradecido. Estaba seguro de que si hubiera tenía algo roto, lo habrían mandado directamente al hospital.
—Gracias, doctor Cullen. Y lamento mucho las molestias.
Carlisle negó con una sonrisa.
—Para nada. Cualquier amigo de Edward es amigo de la familia —miró a Edward mientras daba unos pasos hacia las escaleras— iré a buscar unas inyecciones. Te hará un mejor efecto que las pastillas. No tardo.
Carlisle desapareció y quedaron sólo Edward, Devon y Esme.
—Oh, yo iré a sacar las compras del auto y prepararé algo para cenar —Esme le dirigió una sonrisa a Edward pero este casi pone los ojos en blanco.
—Te ayudo —dijo de inmediato Edward.
—Nada de eso, Edward. Quédate con nuestro invitado y cuídalo —le ordenó pero Edward podía leer sus pensamientos. Simplemente quería dejarlos a solas.
Edward la miró fijamente pero Esme alzó y bajó las cejas un par de veces mientras también se iba. Entonces quedaron ellos solos.
—Gracias por ayudarme —escuchó la voz de Devon y se acercó a él, sentándose en el borde de la mesita de centro de madera.
Edward negó, restándole importancia al asunto.
—No hice realmente nada.
Devon dejó salir una risa.
—Por supuesto que lo hiciste. Si no hubieras llegado a ese callejón, esos tipos habrían acabado conmigo y no me llevaste al hospital como te lo pedí. Así que gracias. No quería preocupar a nadie por esto.
Edward entonces sonrió un poco.
—Ni lo menciones.
Carlisle regresó poco después con una jeringa llena de quién sabe qué e inyectó a Devon, sin embargo, prácticamente lo noqueó y sin darse cuenta se había quedado dormido en el sofá de la casa Cullen.
🥀
Devon abrió los ojos sintiéndose un poco adolorido pero también se sentía confundido pues no reconocía el lugar donde se encontraba. Tenía un poco de frío pero todo era soportable.
—Que bueno que despertaste, Devon —escuchó una voz alegre y ligeramente aguda— te traje un poco de té y Carlisle te dejó un frasco con analgésicos.
Devon salió de su confusión y miró a una chica de cabello corto y con una gran sonrisa. La reconocía de la escuela, ella debía ser Alice Cullen.
El chico trató de incorporarse, dándose cuenta de que ya no estaba tan adolorido pero había un vendaje en su abdomen.
—Gracias —murmuró cuando Alice le entregó la taza de té.
La chica sonrió y se sentó a su lado.
—¿Cómo te sientes?
Devon frunció el ceño mientras le daba un sorbo al té. Aquella chica le hablaba como si fueran amigos de toda la vida y no es que realmente le molestara pero le parecía un poco extraño pues jamás habían cruzado ni una sola palabra.
—Mucho mejor, gracias —dejó la taza en la mesita de centro— ¿me podrías decir qué hora es?
—Las seis.
Suspiró preocupado.
—Charlie y mamá se van a preocupar —cerró los ojos un momento mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás en el respaldo del sillón— además tengo que ir a recuperar mi motocicleta.
—No te preocupes por eso —escuchó la voz de Edward y rápidamente volteó a verlo. Estaba subiendo por las escaleras— ya fuimos a recuperarla.
Detrás de él iba otro chico que reconoció como Emmett. Era muy grande y musculoso pero no dejaba de ser atractivo.
Emmett sonrió un poco mientras saludaba con una mano y se dirigía a lo que parecía ser la cocina.
—Se los agradezco mucho.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Edward cuando estuvo más cerca.
—En realidad me siento muy bien. Aunque creo que debería irme a casa.
—Oh, ¿no te quedas a cenar, Devon?
Volteó a mirar a sus espaldas donde Esme Cullen salía de la cocina y llevaba un tazón de comida en sus manos. Detrás de ella apareció de nuevo Emmett con otro tazón de comida.
—No, gracias. Ayer llegó la hija de Charlie y mi madre quiere que pasemos un rato en familia o algo así.
Esme asintió en comprensión.
—Bueno, pero espero que vengas a comer con nosotros en otro momento.
Devon le sonrió un poco.
—Por supuesto que lo haré.
Se puso de pie aunque hubo un pequeño dolor y fue Alice quien le ayudó a ponerse de pie. Edward se acercó y le entregó una camisa que no era la que llevaba esa mañana.
—La otra estaba un poco sucia y con sangre. No creo que quieras llegar así a casa. Esta es mía. Ya la metimos a la lavadora, te la puedo entregar el lunes en la escuela.
Alice le dirigió una rápida mirada juguetona a su hermano adoptivo y aunque quería mencionar algo, no lo hizo.
Devon sintió que la cara se le calentaba pero le dirigió a Edward una sonrisa mientras tomaba la playera y se la colocaba.
—Gracias —se colocó la playera.
Fue una rápida despedida y Edward acompañó a Devon a la salida.
—Tienen una bonita casa —mencionó Devon mientras el otro chico abría la puerta de la entrada.
—Gracias. Esme fue la encargada de hacerle unos arreglos y el diseño interior.
Ambos salieron, allí estaba la motocicleta de Devon esperando por él. Edward le entregó las llaves y ambos quedaron en un extraño silencio.
—Lamentó todas las molestias —le dijo Devon apenado.
—No te preocupes por eso. Nos vemos en la escuela.
—Hasta entonces.
Devon subió a su motocicleta, tomando el casco que descansaba en el asiento y colocándolo en su cabeza. Antes de arrancar, se despidió con la mano de Edward y finalmente se marchó. Aún debía planear qué tonta excusa daría en casa.
Edward se quedó de pie mirando por dónde Devon se había ido y casi deja salir un gruñido cuando dio la vuelta y levantó la vista. Podía ver a través de la ventana a Esme, Alice y Emmett mirando la pequeña escena.
Comenzaba a irritarse. Mientras Devon estuvo inconsciente, se repitió a sí mismo que en realidad no le interesaba para nada ese chico. Solo... estaba siendo amable pero ni Alice ni Esme lo creían.
De todas formas, era mejor dejar de pensar en eso. Aunque no podía dejar de ver en su mente a Devon usando su playera favorita. En realidad, se le veía muy bien.
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