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EPÍGRAFE


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Epigraph
Written by mxgicsarcxsm
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Armin nunca se había parado a pensar en cómo iba a morir, pues sus únicos pensamientos sobre el futuro eran sobre explorar el mundo exterior junto a sus amigos y aceptar un trabajo de panadero en la mejor panadería de Shiganshina. Al menos, esos eran los idilios de él cuando no era más que un niño pequeño pero, para bien o para mal, Armin había crecido.

Para su desgracia, el mundo no era tan bonito como aquel ingenuo niño en su interior pensaba. Era mucho más hostil, cruel, duro. En parte, lo bueno del mundo estaba empañado por el sangriento mal que la acechaba. Y eso hacía que el niño en su interior, ese que todavía tenía esperanzas de prosperidad, sufriera constantemente.

Su condición solo hacía que su mente se volviera una vorágine de malos pensamientos, incluso muchos de autodio. Se preguntaba por qué seguía viviendo, por qué seguía levantándose cada mañana, cual era el objetivo de esa vida si estaba llena de miseria. Y es que, en ocasiones, los pensamientos de Armin se volcaban hacia un dirección que estaba próxima al pensar en acabar con su vida.... Él mismo.

Y toda esa espiral de autoodio, de autodesprecio y malestar, hacia que sufriera grandes episodios de insomnio. Las noches se volvían más largas de lo habitual, dejando a Armin consumirse por la propia oscuridad de su mente.

O no.

Porque en la oscuridad siempre hay sitio para la luz. Y en la oscuridad de Armin, estaba la luz de Maggie. Una que no se apagaba, ni siquiera cuando la joven casi sufría al mismo nivel que él. La única diferencia era que Maggie sí dormía, para luego tener que ser despertada por todas las pesadillas que la inundaban en su sueño. Dos almas rotas, cada una a su manera, que encontraban el auxilio y la curación en el otro.

Como era la ocasión, en la que Armin abrazaba a Maggie contra él, acariciando su larga melena con cariño. Ella se había despertado de una pesadilla, sollozando, y él la estaba consolando. A pesar de que él no había pegado ojo en varias horas, ella siempre era su prioridad. Siempre.

Por muy agotado que estuviera, Maggie siempre era su prioridad. Incluso cuando se llegaba a hacer daño, siempre se preocupaba más por ella que por él mismo. Siempre. En cada misión, lo primero que hacía era asegurarse de que ella estuviera a salvo, que tuviera a alguien de confianza cerca para cubrirle las espaldas. Era entonces, y solo entonces, cuando Armin podía hacer su parte.

—¿Mejor? —La voz de Armin rompió el silencio que se había creado en su habitación, pero sus brazos siguieron rodeándola, estrechándola contra él.

—....Un poco....—ella musitó, con la voz quebrada, mientras se limpiaba las lágrimas—.... ¿Alguna vez dejaré de tener estas pesadillas, Armin?

El corazón de Armin se contrajo al ver la cara de ella llena de lágrimas, y sus ojos marrones mirándolo con dolor. Él odiaba verla de aquella manera, llorando y sufriendo, mientras que él no podía hacer nada más que abrazarla y ofrecerle su apoyo incondicional.

Ojalá Armin pudiera arrancar de cuajo el sufrimiento del alma ajena. Ojalá pudiera echarle un bálsamo a las heridas de Maggie. Ojalá pudiera protegerla de todo mal que hubiera en el mundo, refugiarla y cuidarla como se merecía.

Pero todavía no había acabado su pesadilla. No la real.

—Quizás... cuando todo esto acabe.... Puedas volver a dormir bien. —Armin musitó con tono bajo, su mente recordándole que quizás él no estaría para verla mejorar, y tuvo que reprimir esa vocecita en su mente para no echarse a llorar como un bebé—. Ya verás...

—...Armin....

Maggie lo abrazó con fuerza, enterrando su rostro en el pecho de él. Al instante, la calidez ajena la rodeó con un agradable abrazo, relajando su cuerpo estresado por la pesadilla. El efecto de Armin siempre era tranquilizarla, fuera cual fuera la situación, un solo roce de él hacía que sus preocupaciones emprendieran el vuelo.

Desconocía que ella tenía el mismo efecto sobre él.

—Todo saldrá bien—musitó Maggie por lo bajo, su especie de mantra especial.

—Todo saldrá bien—murmuró Armin a su vez, dejando un suave beso en su cabeza, ignorando la vocecita en su cabeza que seguía insistiéndole en que su futuro era incierto.

Porque Armin solamente quería consolar a Maggie, hacer que sus preocupaciones se fueran muy lejos de ella. Por mucho que él mismo se perturbara con sus propios pensamientos, la estabilidad de ella era lo más importante para él. Si tenía que hacerse daño para beneficio de ella, Armin lo haría sin siquiera pararse a pensarlo.

Y aunque muchas personas pudieran tacharlo de loco, lunático, o cualquier otro sinónimo parecido, a Armin poco le importaba lo que ellos pensaran de él, sus pensamientos o sus acciones. No eran su problema, desde luego. Él estaba más que satisfecho de preocuparse por las necesidades de Maggie, al llegar al nivel de ignorar las suyas propias.

Pero era totalmente inevitable para él.

Maggie era su luz. El faro que había llegado a su vida para indicarle lo bonito que había tras el manto de la oscuridad. Era la esperanza, la ilusión, el entusiasmo, el júbilo que tanto se necesitaba en aquel mundo lleno de horrores. Ella era una pequeña estrella en un cosmos apagado y hostil.

Por eso, Armin haría cualquier cosa que estuviera en su mano para impedir que esa luz se apagara por completo.

Porque en un clima tan frío como el del mundo en el que vivían, Armin sería el suéter que Maggie necesitase.






























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