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St4nd

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"¡Última llamada!"

Hinata tragó saliva mientras miraba por la ventana del tren, buscando frenéticamente un rostro conocido entre el mar de gente que se movía por la estación del andén. Se aferró al pequeño bolso que sólo había podido sacar sin levantar sospechas. Su celular ya desechado antes de que estuviera cerca de la estación, cuando llegara a su destino le daría las gracias a su mejor amiga Tenten por apoyarla.

Sus nervios de punta, se mantuvo tensa mientras veía de un lado a otro, resando para que no notarán su ausencia hasta que ella estuviera muy lejos de allí. Sus uñas se clavaron en el cuero de su bolso, sólo empezó a relajarse cuando el silbato sonó fuerte y el tren se puso en marcha. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras el tren empezaba a andar cada vez más rápido. Las parpadeó hacia atrás, así como dejaba atrás la vida que había conocido y su infierno.

Esperaba que nunca la alcanzara.

Subió sus gafas oscuras e intentó relajar su corazón que aún golpeaba furiosamente en su pecho. El viaje sería largo, así que aprovecho que el dinero le había alcanzado para comprar un boleto de un apartado para ella sola, y se sacó los zapatos. Suspiró, sintiendo el alivio inmediato para sus adoloridos pies. Los zapatos de tacón jamás habían sido de su agrado, pero sus piernas eran más largas y esbeltas con ellos. Dejó que sus dedos escarbaran en el suelo frío y de metal del tren y dirigió su mirada a la ventana nuevamente.

Por un momento, sólo por un latido de corazón, dudo si lo que estaba haciendo era lo mejor...

Su primo siempre le había dicho que sería bienvenida en su casa, él estaba lo más lejos que podría llegar. Estaba segura que no la buscarían allí, para todos, Hinata odiaba y despreciaba a Neji. Ella misma se había encargado de hacer creer eso. También estaba segura que hasta Neji mismo lo creía.

¿Qué diría él cuando la viera allí? Con sólo un vestido de diseñador, unos zapatos de tacón y unos pocos billetes en su bolso. Ella tomó aire temblorosamemte y lo soltó. Sus costillas se quejaron, pero sólo hizo una pequeña mueca, acostumbrada como estaba de ocultar cualquier sentimiento y expresión que no fueran apropiados.

Apretó su bolso a su costado cuando bajo esa misma noche del tren en su destino. Sintió las miradas de varias personas, pero ella se mantuvo con la barbilla alta y comenzó a caminar. Sus tacones hicieron ruido con cada paso que daba en el suelo de roca, ella había estado allí cuando había sido niña. El lugar había cambiado, pero muy poco. Esperaba que el dinero le alcanzará para tomar un taxi hasta la dirección de su primo.

Se detuvo cuando llegó a la concurrida calle, miró buscando la parada de autos y se dirigió alli cuando la encontró.

—¿Estás pérdida preciosa?

Ella ignoró al enorme hombre vestido de cuero negro sentado en una gran motocicleta de carretera. También ignoró el silbido y las risas lascivas de sus amigos. Eso no podía afectarle.

Abrió la puerta del auto estacionado y se sentó en el asiento de atrás. Un hombre mayor la observó por su espejo retrovisor mientras ella cerraba la puerta.

— Buenas noches, señora. ¿Dónde le gustaría que le lleve?

Hinata buscó en su bolso el pequeño papel arrugado y suspiró aliviada cuando lo tomó. Le dijo la dirección al señor mayor y este se volteó para verla fijamente. Él no podía observar sus ojos, ya que aún llevaba los lentes oscuros, pero él parecía querer leer su mente por la mirada que le dió. También no parecía querer llevarla allí.

—¿Está segura, señora, qué quiere ir a esa dirección?

Hinata frunció el ceño, ¿tal vez ella había dicho mal algo? Volvió a repetir la dirección, leyéndola desde el papel.

— Sé donde es, señora—. El hombre le dió una mirada a sus lentes oscuros y a su ajustado vestido, antes de volver a mirarla una vez más al rostro—. No creo que sea un lugar para usted.

Hinata apretó los dedos en su bolso, tensando su columna.

— Es el lugar donde quiero ir—, respondió con voz ronca, alzando inconcientemente más alto su mentón.

El hombre la observó unos segundos más y luego asintió.

— Si es lo que la señora quiere—, dijo secamente mientras se volteaba para poner en marcha su auto.

El viaje duro más de lo que recordaba, el hombre no intento hablar con ella y lo agradeció. Aprovechó las casi tres horas para pensar en cada una de las reacciones de su primo, y todo lo que ella diría.

Ella tendría que desnudar su alma si pretendía que Neji la aceptará. Pensó detenidamente, una y otra vez, en el viaje del tren las cosas que le diría a si primo. Estaba cansada, pero aún faltaba mucho para sentir que podría descansar.

¿Cuánto tiempo estaría mirando sobre su hombro? ¿Qué dirían los amigos de su padre?

Ella lo había avergonzado, faltando a su palabra. Ya nada sería igual, y ella lo había aceptado cuando había subido al tren. El miedo apretó su pecho mientras empezaba a reconocer que estaban cerca. Su tío, el hermano gemelo de su padre, había sido tan diferente. Le había dado una crianza más liberal a su único hijo.

Salió de sus pensamientos cuando el auto se detuvo y levanto la mirada para ver la casa de primo. Ella abrió grandes los ojos de sorpresa.

— Llegamos señora.

Hinata negó con la cabeza, y miró al hombre sin poder ocultar su sorpresa tras sus lentes.

— Debe haber un error — murmuró mirando la dirección escrita con letra pulcra en el pequeño y arrugado papel.

El hombre repitió la dirección y le mostró la casa, él le dijo el precio del viaje.

Hinata aún sin creer si estaba en el lugar apropiado se negó a pagarle.

— Espere un segundo— le pidió mientras abría la puerta y bajaba—. Volveré en unos minutos.

El hombre no parecía muy contento, pero asitio a regañadientes. Hinata cerro la puerta y se volteó para ver la casa... O lo que había sido la casa de tío años atrás. Ella comenzó a caminar, esquivando los autos y las grandes motocicletas estacionadas en el cordón de la calle y en el patio delantero. Risas y voces altas provenían de la casa, desde afuera podía escucharlas. Hinata empujó una botella de cerveza y una lata de su camino con la punta de uno de sus pies y se acercó a la puerta. Apretó su bolso con sus mano y toco la puerta suavemente. Esperó unos segundos, pero se dió cuenta que nadie la habría escuchado, así que hizo un puño y golpeó lo más duro que pudo.

—¡Llegó la pizza!— gritó una voz profunda desde en interior y ella se tensó.

La puerta se abrió de un tirón y ella se quedó congelada mirando un torso cubierto con una camiseta negra. Un hombre alto, muy alto y musculoso había abierto la puerta. Ella alzó lentamente el rostro para encontrarse con fríos ojos celestes le devolvían la mirada. El hombre parecía ponerse tenso también, sin rastro de sonrisa en su rostro.

Duro... Es lo primero que pensó Hinata cuando observó su expresión poco amigable.

— Lo siento chicos—, dijo alzando la voz, pero sin dejar de verla fijamente —. No es la pizza.

Continuará...

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