Capítulo 7: Sofía.
SOFIA
Toda la vida trabajé para otras personas.
Desde que empecé como niñera en la preparatoria, siempre dependí de un salario y de las instrucciones e indicaciones de otra persona. Formaba parte del proyecto de alguien más cuidando a sus hijos y me pagaban por ello, al igual que como maestra. Era feliz con eso ya que como profesional de la educación en la universidad te enseñan que no hay muchas variantes para emprender, salvo educar o educar, pero lo que estoy haciendo ahora se siente diferente. Se siente como si estuviera creando algo que, dependiendo de su éxito, pudiera ser recordado por siempre. Como si una simple maestra de kínder pudiera dejar un legado o cambiar el mundo que nos rodea.
Pero yo no quiero cambiar el mundo.
Yo me conformo con hacer un pequeño sitio seguro para Gen.
Y aunque la iniciativa me hace feliz y consume todo mi tiempo, junto a mi maestría, lo cual es bueno ya que me deja con poco tiempo para pensar y auto-compadecerme, es raro. Es raro no tener un salario, pero aún más raro conseguir personas que crean en lo que hago, como Lilah, Néstor y todo aquel que no arroja mi folleto a la basura cuando se lo entrego, deteniéndose para preguntarme en dónde se pueden realizar donaciones y pidiendo que les hable un poco más sobre la iniciativa en la que estamos trabajando.
—Felicidades, Señorita García. Este es el número de cuenta de su fundación —dice la gerente del banco, una de las clientas de la boutique de Lilah, sonriendo ampliamente hacia nosotras—. Y este es el monto disponible en ella hasta el momento. Les deseo mucha suerte.
Sus ojos marrones lucen conmovidos y felices por mí, pero no es como si pudiera ocultar mi ilusión. He llorado por la última media hora, en especial cuando depositamos todas las donaciones que hemos recibido en cheques y efectivo. Para conseguirlas hemos ido a parques, plazas y esquinas en búsqueda de patrocinadores, Lilah, Frankie, Derek y yo. Néstor, por su parte, ha hecho varias funciones para recoger dinero a nuestro favor en el Magestic. Incluso mis padres enviaron un cheque cuando se enteraron.
En total, llevamos doscientos veinte mil dólares.
Veinte mil nuestros, doscientos mil donados inicialmente por Lilah.
—Creo que estamos listas para las grandes ligas —dice mi amiga mientras salimos de la oficina del banco, abrazándome dentro de un atuendo de yoga—. Probablemente más de la mitad de lo que tenemos se irá organizando un evento así de grande, pero reunir a un montón de ricos sin nada qué hacer un viernes por la noche es la mejor forma de recolectar dinero. Sé que la idea no es de tu total agrado, pero es necesario si queremos avanzar y al menos conseguir el terreno que quieres.
Me siento frente a ella en el pequeño café al que entramos.
—Me da miedo que lo perdamos todo y no consigamos nada.
—No debes preocuparte por eso. Si hacemos un buen evento las donaciones están más que garantizadas. —Se inclina hacia adelante para tomar el menú—. Créeme. Ellos no van por la causa, sino para alardear de su dinero. De sus autos y vestidos caros. —Lilah suspira al ver mi expresión de duda—. Para que tengamos éxito debemos convertir esto en la Met Gala de Dallas, Sofía. Con un solo patrocinante que consigamos podemos compensar nuestros gastos. Imagina cómo sucedería si conseguimos tres, seis, diez o hasta veinte. En tres meses podrías tener tu escuela.
Desciendo la mirada mientras asiento.
Sé que lo que Lilah dice tiene el completo y absoluto sentido. Que es así cómo la mayoría de las fundaciones o proyectos sin fines de lucro, como el mío, obtienen su apoyo, pero aun así no puedo evitar deshacerme de la molesta sensación de advertencia cosquilleándome la nuca. Si la clase alta de Dallas está involucrada, existe la posibilidad de que me encuentre con ellos. Tomando en cuenta cómo me sentí la última vez que los vi, sería masoquista de mi parte estar ansiosa por eso. Pero si mi estabilidad emocional es el precio a pagar por hacer feliz a Gen, que así sea.
Valdrá la pena.
—Está bien —susurro, a lo que Lilah celebra sobre su asiento.
—Empezaré con los preparativos desde mañana. Te daré una posible fecha para el evento lo antes posible.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué no desde hoy?
No quiero sonar exigente, pero el tiempo no juega precisamente a nuestro favor. Recordando la expresión de Gen después de que caminara por sí misma hacia la casa de Lilah en búsqueda de ayuda con su tarea, una escuela como esta lleva necesitándose con urgencia... desde siempre. La morena sonríe tras escuchar mi pregunta, sus codos sobre la pequeña mesa blanca entre nosotras. Esta combina con la decoración floral del café.
—Porque hoy tenemos una cita con cuatro encantadores prospectos.
Separo los labios para replicar, el rubor ascendiendo a mis mejillas, pero el sonido de una voz masculina tras nosotras hace que me desconcentre de nuestra conversación por muy controversial y escandalosa que sea.
—Buenas tardes.
—¡Steven!
Me levanto rápidamente para saludarlo con un abrazo. Aunque la culpa de no haberme puesto en contacto con él tras irme de la Mansión Wertheirmer me asalta, sus ojos claros no contienen ningún tipo de resentimiento mientras me observa. Supongo que debe entender que en el estado en el que estaba, cómo me sentía, lo que más deseaba era distancia de todo aquello que me recordara lo mal que lo hice con quiénes más amaba.
Cómo les fallé.
—Hola, Sofía —saluda de nuevo con su habitual porte inexpresivo, pero con mirada amigable, antes de concentrarse en Lilah—. Señora Ramírez.
Mi amiga lo mira con ojos resentidos, pero afirma de regreso antes de volver a su café y al teléfono. Aunque me muero por seguir intentando detener sus terribles y maquiavélicos planes para esta noche, no tengo el coraje o el atrevimiento para mencionar nada de eso frente a Steven. Como si supiera exactamente lo que estoy pensando, una expresión victoriosa se adueña de su cara mientras se levanta una vez lo invito a sentarse con nosotras.
—Iré a atender una llamada para confirmar los planes de esta noche. —Se inclina para tomar el café y casi me ahogo con el mío—. Regreso en un rato.
Steven me da unas palmaditas en la espalda mientras contempla a Lilah alejarse, sentado elegantemente junto a mí. En su regazo descansa el libro que traía consigo y, como siempre, se halla pulidamente vestido en un traje. Una vez me calmo, mi rostro encendido, me tiende un vaso con agua.
—¿Estás bien, Sofía?
—Sí. —Me calmo—. ¿Cómo has estado tú? Lo siento por no haber respondido a los mensajes, ni devolver las llamadas.
Steven niega.
—No te preocupes por eso. Lo entiendo.
Aunque sé que no debería preguntarlo, no puedo evitarlo. Tras descender la mirada hacia mi regazo y el movimiento nervioso de mis manos, lo hago.
—¿Cómo están ellos?
Tras pedir un café negro sin azúcar, sus cejas se alzan hacia mí.
—¿Los niños o Weston e Ibor? —Separa los labios para contestar, pero él prosigue con la conversación antes de que yo lo haga—. Los niños están tan bien como pueden estarlo. Extrañándote con todo lo que tienen. Eso también incluye a los niños para los cuales trabajo. —Suspira, echándose hacia atrás mientras toma su libro y lo abre—. Ellos intentaron suplantarte, pero lo saboteé. Seleccioné a las peores candidatas que encontré.
Niego, sorprendida porque alguien tan correcto como él haya hecho eso.
—No debiste hacer eso.
—¿Por qué?
—Porque yo renuncié a ellos primero.
Con ellos no solo me refiero al trabajo y Steven lo sabe. Tras escucharme este alza abruptamente la mirada, su expresión llena de desconcierto.
—¿Dejaste sin más a un egocéntrico con trastorno postraumático debido al abandono tanto de su madre como de su padre y a la persona más sensible que ha existido sobre la faz de la tierra desde la creación de Adam y Eva?
Aunque mi pecho se oprime debido a ello, asiento.
—Sí, y después ellos me despidieron, pero no es como si pudiera culparlos. Sin importar cuál fuera el vínculo entre nosotros, no hice bien mi trabajo. Le fallé a Gen y le fallé a la confianza que habían depositado sobre mí. —Desvío la mirada—. Sinceramente, solo puedo estar agradecida con ellos por no haberme demandado.
Steven parpadea hacia mí.
—Sofía, ¿realmente crees que Weston e Ibor son capaces de demandar a la mujer a la cual aman con todas sus fuerzas?
—Era lo que merecía, y ellos no me aman.
Bufa.
—Claro, ni tú a ellos. —Su voz gotea sarcasmo—. ¿Pero quién soy yo para llevarles la contraria? Me pagan para velar por su seguridad, más no por mantener a salvo sus corazones. Metafóricamente hablando. —Regresa a su libro, su atención enfocándose en el proceso en uno de los folletos del proyecto, el cual cubro con mi agenda antes de que lo lea por completo—. En fin, la humanidad y su afán por sumirse voluntariamente en la desgracia.
Separo los labios para mentirle descaradamente diciendo que no estoy sumida en la desgracia, pero Lilah nos interrumpe con expresión enojada.
—Sofía, debemos irnos. La alarma contra incendios de la tienda se activó porque una clienta usó su vaper adentro y los extintores no se han detenido desde entonces. El técnico todavía no ha llegado y toda la ropa se está mojando. No entiendo cómo Sandy permitió que fumaran en el interior de la tienda. —Aunque estoy segura de que lo arreglará, sus ojos están llenos de furia. Puede ser una jefa comprensiva y amable, pero también la más exigente sin dejar de ser justa y humana—. Necesito solventarlo ahora.
—Iré a pagar la cuenta mientras vas por el auto.
Me levanto para caminar hacia la caja, pero no soy la única. Steven también.
—La cuenta de la mesa ya está paga y, si me lo permiten, podría ayudarlas.
Lilah entrecierra los ojos hacia él, cruzándose de brazos.
—A menos que tengas un postgrado en alarmas contra incendios, no te necesitamos. Estoy segura de solo estorbarías si nos acompañas. —Alza su barbilla con desdén—. No somos damiselas en apuros.
Me tenso, puesto que su tono de voz no ha sido el más amable ya que al parecer su resentimiento injustificado hacia Ibor y Weston se ha desplazado a Steven, pero este ni siquiera se inmuta, pasando por su lado sin perder ni un ápice de su actitud tranquila, amable y caballerosa.
—No tengo un postgrado en alarmas contra incendios, pero sí uno en electrónica y sistemas de seguridad. Y aunque tu actitud hacia mí ha sido despectiva y grosera sin motivo alguno desde que llegué, Sofía es mi amiga y no puedo evitar ofrecerme a tenderles la mano.
Mi corazón empieza a latir fuerza mientras presencio el intercambio. Steven siempre ha sido dulcemente distante conmigo, amable y callado, pero al parecer tiene carácter. Lilah, quién también tiene carácter, uno muy malo a veces, y violento e impulsivo, entrecierra aún más sus ojos hacia él.
—No necesito que me hagas ningún favor. Si lo resuelves, te pagaré.
—Como quieras. —Steven se encoje de hombros—. Pero lo que me vayas a pagar, puedes donarlo al proyecto de Sofía. No aceptaré dinero por hacerle un favor a alguien a quién aprecio, para lo que me ofrecí como voluntario. —Las dos nos paralizamos, puesto que el hecho de que Steven sepa sobre él significa que Weston e Ibor también podrían estar al tanto, pero Steven vuelve a llamar nuestra atención inclinando la cabeza hacia la salida del café—. Puedo llevar a una de ustedes en mi motocicleta. Tomando en cuenta el tráfico de Dallas a esta hora, sería una gran ventaja. —La morena hace un sonido despectivo—. O puedes decirme todas las contraseñas de tu sistema de seguridad.
—Claro que no.
—Está bien. Espero que llegues antes de que tu boutique sea el Titanic.
Lilah me mira, gruñendo tras darme las llaves de su auto.
—Son demasiadas molestias para una tienda que ni siquiera me produce la mitad del dinero que necesito para mantener mi estilo de vida.
Aunque estoy lejos, puedo oír la respuesta que Steven le da mientras Lilah se coloca el casco que este le tiende.
—Puedo darte la tarjeta de mi jefe si quieres.
—¿Y apoyar al mayor hazmerreír del mundo de las inversiones? No, gracias. Mi dinero está bien donde está.
—¿Envejeciendo y perdiendo su valor una cuenta de ahorros en el banco?
Sin inmutarse o intimidarse tan siquiera un ápice, Lilah rodea el cuerpo de Steven con sus brazos tras posicionarse tras él en la motocicleta.
—En las joyas, zapatos y bolsos en mi armario.
Ella no es capaz de ver la manera en la que los ojos claros de él brillan en respuesta, sus labios luchando contra una sonrisa, pero yo sí. Unos segundos después, ambos desaparecen de mi vista y tomo mi teléfono solo para teclear el nombre de Weston en el buscador de Google.
*****
Lilah y yo no habíamos tenido una cita doble antes. Durante mi época universitaria, ella estaba casada. Ya divorciada, era yo quién no se animaba a conocer a otras personas, despechada por James. Pero para ser completamente sincera, lo que siento en este momento no se parece, ni remotamente, a lo que viví en aquel entonces. Las fases del duelo de una relación fueron prácticamente inexistentes cuando rompí con James. Con Weston e Ibor ni siquiera estuve en una relación, pero perder lo que sea que tuvimos, nunca me atrevería a soñar que un noviazgo, se siente como si me hubiera perdido a mí misma.
Poco a poco, con Lilah y Néstor, he ido encontrándome de nuevo.
Y aunque normalmente no me dejaría llevar por la retorcida y alocada mente de mi mejor amiga, estoy desesperada por hallar algo que nuevamente me haga sentir viva. Que por un instante logre que olvide lo que perdí. Así que dije que sí a nuestra cita a ciegas de Trinder, la app de poliamor que mencionó Lilah. Aunque dijo que esta ya existía, la verdad es que no me habría sorprendido que la desarrollara solo para molestarme.
O, a su manera, animarme.
Con respecto a eso, sigo sin acostumbrarme a la idea de que sepa el tipo de cosas que experimenté y no me juzgue por ello. Supongo que no puedo estar lo suficientemente agradecida por tenerla de amiga. Aun así, no poseo ninguna expectativa amorosa, pasional o carnal sobre esta salida. Solo quiero divertirme con Lilah, lo que también pudo haber pasado si nos quedábamos en casa viendo películas con protagonistas rubias, sus favoritas, pero se esforzó tanto porque nuestra salida fuera perfecta y me ha ayudado tanto durante los últimos días que ni siquiera consideré negarme.
Aunque estaba retirada de las apps de citas, ¿qué es lo peor que puede pasar? Ignorando los escenarios de secuestros, agresión y trata de órganos, cuando estoy a su lado se siente como si cualquier obstáculo o escenario fuera posible de superar. Mientras estemos juntas, podremos con ello.
—¿Lista? —pregunta, asomando su cabeza en la habitación que adopté como mía en su casa, a lo que asiento tras humectar mis labios.
Quería usar algo sencillo como un par de vaqueros y una camiseta ancha con chanclas, pero Lilah tomó un vestido de la boutique para mí. Un vestido rojo bastante similar al de mi foto hecha con inteligencia artificial que nos hizo reír a ambas por media hora tras sacarlo de la secadora, pero que me quedó sorprendentemente bien. Tan bien que la morena consideró crear un sistema de prueba usando IA para sus clientas.
A pesar de que muero por usar tenis tras un día tan agotador, escogí complementarlos con un par de tacones negros y una gargantilla. Mi maquillaje, por otro lado, es sencillo. La magia está en el vestido.
—Sí, supongo.
—Sofía —dice Lilah, adentrándose con un modelo plateado y corto que la hace lucir como una diosa, su cabello en ondas. Unos segundos más tarde, sus manos están girándome para que sea capaz de verme en el espejo, su barbilla apoyada en mi hombro derecho gracias a lo altas que son sus plataformas. Sin ellas no sería capaz de hacer eso ya que soy mucho más alta—. Ya lo eres, pero hoy te ves como la mujer perfecta.
Sonrío.
—Tú también.
Su mirada se vuelve felina.
—Lo sé. Aunque no sea así, ahí está el poder. En convencerte a ti misma que los demás son quiénes deben estar agradecidos de tenerte.
*****
La localización de nuestra cita o, mejor dicho, reunión, tomando en cuenta la cantidad de personas que asistiremos a ella, es mantenida en secreto por Lilah hasta que llegamos. Aunque sé que no lo hizo a propósito ya que no había forma en la que ella supiera, mis pies se paralizan cuando detiene su deportivo frente al local. Se trata de un restaurante japonés que fue reinaugurado hace una semana. De un sitio en el que he estado antes.
De un sitio que pertenece al Señor Dueño de Dallas, pero no es como si casi la mitad de la ciudad no le perteneciera. Sea cual sea el lugar al que vayamos, sé que tendrá su huella y la de Ibor en mi cabeza.
En mi corazón.
En cada centímetro de mi piel, de mi organismo y de mi ser.
Este sitio, sin embargo, va mucho más allá de eso. Fue el restaurante en el que nos vimos con el abogado para el caso de Derek, cuando recién Weston lo estaba adquiriendo para remodelarlo.
—Sofía, ¿está todo bien? —pregunta Lilah, a lo que asiento y termino de entrar bajo la guía de la anfitriona, sorprendida con el cambio.
Dónde antes había mesas elegantes y predominaba la oscuridad, ahora hay una luz que resulta casi cegadora y espejos por doquier que me recuerdan al laberinto en el que me perdí en Miami. Lilah consiguió una mesa en las salas privadas, por lo que no es hasta que llegamos a ellas que nos encontramos con nuestros acompañantes. Dos rubios de aspecto nórdico que sonríen hacia mi amiga, Rash y Björn, y una pareja compuesta por un alto hombre castaño de ojos azules y un asiático, Jacob y Lee. Los cuatro son atractivos y tienen muy buenos temas de conversación. Los rubios que ni siquiera puedo ver demasiado sobre sus viajes como mochileros a lo largo de todo el mundo. Los dos morenos sobre Trinder, puesto que fueron ellos quienes desarrollaron la aplicación en búsqueda de su otra parte.
Su otra parte es cómo llaman a la mujer que los complementará.
—Con permiso, iremos un momento al baño —dice de repente Lilah después de que terminamos de comer el platillo principal de sushi, a lo que me pongo de pie y la sigo al lavado de mujeres—. Creo que no te gustaron.
—Se parecen demasiado a ellos.
En realidad no tienen ningún parecido más allá del color de cabello a Weston e Ibor, y no estaba buscando que lo tuvieran, ni tomar esto en serio, pero ni siquiera puedo verlos sin sentir una opresión en el pecho. Lilah debe notarlo, puesto que gira su rostro hacia mí tras retocarse el labial.
—Está bien. Entonces puedes enfocarte en los otros dos, yo me sacrifico por ti. —Lilah está ebria y habla como si los hombres en la mesa fueran objetos que intercambiar, no personas—. ¡Vayamos a beber!
Una vez se va, me tomo un momento para tomar aire antes de regresar. Al volver a la mesa, sin embargo, descubro que Lilah y los dos nórdicos se han ido, dejándome a solas con Lee y Jacob, los creadores de la aplicación.
—¿Dónde está Lilah?
—Hay una pista de baile insonorizada en la habitación de al lado —contesta el asiático—. Supongo que no fuimos de su agrado.
Le ofrezco una sonrisa compasiva antes de beber de mi margarita. Por lo que he entendido, se supone que los dos mochileros iban conmigo.
—No nacimos para ser del agrado de todos.
Su compañero me mira fijamente por debajo de sus anteojos.
—Te reconocí apenas te vi. Recibí varias denuncias de tu perfil en la aplicación por usar IA para tus fotos y ser poco creíble. Está en moderación. —Mis mejillas se sonrojan—. Pero no necesitabas usar IA. Eres bonita.
Me ahogo en el bochorno, y en el cumplido.
—Siendo sincera, Lilah creó el perfil por mí. Solo era una broma.
Lee se inclina sobre la mesa, varios mechones de su cabello negro y lacio cayendo sobre sus ojos oscuros y profundos.
—Lo que Jacob quiere decir es que quizás no todos nacimos para ser del agrado de todos, pero tú sí eres del nuestro. —Parpadeo—. Y estamos felices de no haber llamado la atención de tu amiga, Sofía, ya que habría sido incómodo confesar que nos sentimos atraídos e intrigados por ti.
—Queremos conocerte mejor —secunda Jacob.
Agacho la mirada.
—No sé si pueda. Acabo de salir de... um... algo.
—Estamos dispuestos a ayudarte a superar ese algo.
Jacob, quién es más dulce y menos directo, secunda:
—O a ser tus amigos mientras tanto.
Asiento.
—Ser amigos está bien. —Sinceramente no me veo sometiéndome a cualquier tipo de cosa que pueda romperme el corazón de nuevo pronto—. ¿Qué les parece si pedimos un postre?
Los ojos de ambos brillan con humor mientras tomo el menú, pero es Jacob quién prosigue con la conversación mientras Lee llama con un gesto de la mano a la mesera que nos ha estado atendiendo esta noche.
—Seguro. ¿Qué te llama la atención?
—A ver...
Empiezo a leer los nombres de los postres y su receta en el menú para escoger uno, todos ellos con una bonita leyenda en el caso de que se lo quieras dedicar a alguien más. Mi respiración se atasca al llegar al último, cuyas palabras en letra pequeña me desgarran.
Sofía:
Suspiro de yema de huevo gratinado con caramelo salado y jarabe de maracuyá.
Para esa persona dulce y preciosa capaz de hacerte feliz y devolverte la fe en la humanidad con solo una mirada.
¡Hola!
Sigo sin poder cumplir las actualizaciones todos los domingos, pero al menos han sido más seguidas lol Mi utopía personal es que logre establecer un calendario de publicación.
En fin, capítulo dedicado a: Lemon_pie0
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Mañana les dejaré adelanto en el canal de Instagram (oscaryarroyo)
IMPORTANTE:
El 15 de Junio estaré en BOGOTÁ. En los próximos días estaré publicando noticias al respecto en mi perfil.
Love u
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