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Capítulo 6: El reemplazo.

WESTON

Disponibilidad.

Inteligencia.

Amabilidad.

Buena condición física.

Elegir una nueva niñera para nuestros hijos no debería ser tan complicado, pero a medida que reviso los currículums y veo los vídeos de presentación que hemos recibido desde que hicimos la publicación de contratación en Instagram, tal y como la última vez, no puedo evitar notar más y más cualidades faltantes entre las candidatas, lo cual me llena de frustración. Hay algunas cuyos expedientes académicos sobrepasan las dos páginas frustración, pero ningún perfil termina por convencerme. Sin importar cuán perfectas o bien capacitadas se encuentren, no me complacen lo suficiente.

Están disponibles, pero sin un hilarante y ridículo sentido del humor que hará sentir bien a mis hijos. Son inteligentes, pero sin tanta dulzura que podría carecer de azúcar en mi expreso por el resto de mi vida. Estoy seguro de que serán amables por cortesía, pero sin la garantía de que puedan darle amor y cariño incondicional a Gen y a W. Poseen buena condición física, pero nada promete que tendrán el genuino deseo de correr tras ellos en el patio por algo que vaya más allá del dinero que les dé a cambio.

Me repetí a mí mismo que de eso se trataba, de un trabajo, y que no puedo exigirle a nadie que ame a mis hijos, para poder seleccionar algunos perfiles que entrevistar con Ibor en persona el día de hoy.

—Señor Wertheirmer, su reunión a las nueve de la noche con el banco de Bali ha sido confirmada. La de las seis de la tarde con Escocia también —dice mi asistente, Alicia, una vez salgo de mi oficina y empiezo a dirigirme a la sala de juntas en la que me espera Ibor—. ¿Necesita que les lleve algo?

Niego. Tratándose de una mujer mayor y eficiente, Alicia rompe los estereotipos de secretarias o asistentes rubias de oficina. Ha estado conmigo desde que inicié a partir de la nada y el hecho de que nunca quisiera violar los límites laborales entre nosotros tiene mucho que ver con la renovación anual de su contrato. A excepción de lo que sucedió con Sofía, no soy el tipo de jefe que coquetea con sus empleadas, ni que las comparte con su esposo, ni que desarrolla sentimientos por ellas.

Ni que las extraña cuando se marchan.

Ni que podría describir con cuatro simples palabras su aroma.

Dulce, travieso, gentil y floral.

—No, Alicia, gracias.

Aunque su arrugado rostro se frunce con preocupación, conoce bien qué tan lejos puede llegar con respecto a mi vida personal y no añade nada más. Por más que he intentado esconderlo, a lo mejor es demasiado evidente que mi mundo se ha venido desmoronando estos meses y no solo por el despido de Sofía, los problemas con Gen y el odio que ahora me tiene W.

Unos días después de que me vestí de mujer el día del Orgullo Gay, mi padre abrió una sede de Wertheirmer Investment en Dallas.

Al principio no lo tomé en serio. Pensé que se trataría de una oficina con un único empleado para molestarme con su presencia en la ciudad. Luego vi cómo esa pequeña oficina se materializaba en los últimos cuatro pisos de un rascacielos, en ex empleados de mi banco de inversiones yendo a trabajar con él, llevándose a algunos de mis clientes consigo, y en la explotación de algunas noticias no tan buenas sobre mí en la prensa, memes en internet y todo tipo de chismes para desacreditarme.

Me gustaría poder decir que puedo aplastarlo, que puedo vencerlo, pero la verdad es que aunque sigo siendo bueno en mi rubro, o el mejor, nada de eso ha servido. No importa qué tan capacitado esté, cuánto talento tenga o cuál haya sido mi trayectoria durante los últimos años. No mientras las personas hagan edits de mí vestido de mujer y estos circulen en los teléfonos de quiénes juegan golf los fines de semana en los club de élite de Dallas. En consecuencia a todo esto, me he visto forzado a abrirme campo en el extranjero, a buscar clientes en otras ciudades, pero no debería tener que hacerlo. Ibor y yo empezamos aquí desde cero.

Nos ganamos su respeto.

Nos ganamos su confianza.

Nos ganamos la puta ciudad a la que llamamos hogar, pero que ahora, por múltiples razones, se siente como un infierno.

—¿Está todo bien? —pregunta Ibor a penas me ve entrar en la sala de conferencias, preocupado por mí a pesar de que claramente no es el más feliz con el hecho de que estemos haciendo esto.

Para él es imposible encontrarle un reemplazo a Sofía.

—Todo bien —respondo a pesar de que no es así, puesto que esta mañana otro de mis clientes pidió una liquidación de todos sus bienes y activos para irse con mi padre. Me consuelo en el hecho de que sigo siendo uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos, todavía dentro de los primeros cien de la revista Forbes, a pesar de los últimos golpes a mi banco de inversiones—. Muchas gracias por aceptar esto —le digo antes de que pasemos a la primera candidata, a lo que se encoje de hombros con tanta naturalidad que no puedo evitar considerarlo sospechoso.

Hace tan solo unos días atrás se negaba rotundamente a una nueva niñera.

¿Qué cambió?

Ibor es amable, bueno y considerado, todo lo que está bien, pero también terco como una mula. Cuando cree en algo lo hace hasta las últimas consecuencias y me temo que su creencia de que Sofía debe ser nuestra podría destruirnos a largo plazo, puesto que podría no poder superarla.

El despecho por partida doble es una mierda.

Como si eso no fuera lo suficientemente fuerte, no solo debo lidiar con mis sentimientos, sino también con los suyos ya que así de fuerte es nuestra conexión. No solo somos amigos, o amantes. Con el pasar del tiempo Ibor y yo nos convertimos en la misma cara de una moneda. Somos diferentes, tenemos maneras de pensar diferentes, pero sentimos muy similar. El gran problema es que también diferimos en nuestra forma de procesarlo.

—Siempre escogeré lo que piense que es mejor para nuestra familia. En este caso debo admitir que siempre tuviste razón. Necesitamos una niñera.

Asiento. Aunque sigo impresionado por su cambio de actitud tan repentino, me llena de satisfacción que finalmente lo acepte. Que finalmente demuestre que está dispuesto a dejar atrás lo que nos atormenta tanto.

A quién.

—Muy bien. Empecemos. —Presiono el intercomunicador frente a nosotros, tendiéndole la carpeta de la primera. Yo poseo una copia del mismo documento—. Alicia, por favor, pasa a la primera candidata.

Mi siempre eficiente secretaria no tarda en responder:

—En seguida, Señor Wertheirmer.

Un minuto después las puertas se abren.

Mis cejas buscan alzarse ante la impresionante chica alta que aparece, de más de dos metros, estoy seguro, y que se sienta frente a nosotros con su cabello pelirrojo atado en dos trenzas con las que todavía sigue viéndose desordenado. Su vestimenta es un poco hippie.

O demasiado hippie.

No quiero ser alguien que juzga, no quiero ser igual a los amigos de mi padre, pero no puedo evitar imaginarla fumando marihuana mientras cuida a mis hijos. Horneando brownies con una receta un poco alterada.

—Buenos días, mi nombre es Hope.

—Hope —repite Ibor con una sonrisa amable, puesto que ni siquiera puedo hablar. Aunque nada en la chica sea totalmente desagradable y de que estoy seguro de que su expediente es bueno, ya que de otra forma no estaría aquí, algo dentro de mí me grita que no es la correcta. Que ni siquiera llegará a llenar un ápice del vacío que Sofía dejó en mis hijos. Aunque me prometí a mí mismo no pensar en el que dejó en Ibor y en mí, sería un imbécil si no reconociera cómo su ausencia les afecta—. Mi nombre es Ibor y él es Weston. Estoy seguro de que ya sabes qué es lo que buscamos, así que podrías decirnos, por favor, ¿por qué deberíamos escogerte?

Los labios de la chica se curvan ampliamente hacia arriba.

—Amo a los niños. Mi familia tiene una granja de contacto en Ohio y siempre está llena de niños pequeños o autistas que nos visitan para hacer terapia con nosotros. Trabajar con ellos me llena de tanta paz que cuando me gradué de preparatoria decidí estudiar educación. Educación inicial, para ser más específica, y allí fui la primera de mi clase. Desde entonces he trabajado para varias escuelas en Dallas y realizado múltiples diplomados.

—Esa es una historia verdaderamente conmovedora.

Ella ríe con emoción.

—¡Lo sé! Así como los niños hallaban paz en los animales de la granja de mi familia, yo lo hacía en ellos. Son mi terapia personal.

Ibor asiente como si estuviera complacido con su respuesta, pero la realidad es que nunca se puede determinar lo que piensa o siente. Ya que su expresión siempre es amable, podría estar sonriendo mientras te maldice en el interior de su mente. Lo sé por experiencia propia. 

Así que me cruzo de piernas y finalmente decido intervenir.

—Si te contrato, ¿compararás a mis hijos con animales encerrados en un corral para que tu familia lucre con ellos? —pregunto—. ¿Serán una especie de apoyo emocional gratis para ti? —Separa los labios para replicar, pero no se lo permito. He terminado con ella, con sus trenzas y su olor a hierba—. En primer lugar nunca permitiría que una persona inestable emocional o psicológicamente se acercara a ellos, así que hemos terminado.

El rubio a mi lado me mira como si fuera un hipócrita ya que no es que esté muy estable emocional y psicológicamente en este momento, pero lo ignoro.

Hope parpadea hacia mí, luego hacia él, quién solo se encoje de hombros, pidiéndole disculpas silenciosas, y se levanta bruscamente para salir de la sala de conferencias tras enseñarnos su dedo medio, toda su aura de paz atrás. Golpea violentamente la puerta al irse, lo cual es otro red flag.

La que le sigue no empieza bien.

—Entonces, Astrid, ¿qué crees que es lo más importante para un niño? —pregunto, tomando la iniciativa en esta ocasión ya que Ibor está demasiado ocupado intentando no ver sus pechos, los cuales sobresalen de su pequeño crop top rosado. Yo los ignoro con facilidad ya que crecí en torno a mujeres desfilando en bikini por mi madre, pero no niego que el espacio se volvió más pequeño de lo que pensé cuando entró—. ¿Qué es eso que piensas que es indispensable que un niño debe tener mientras crece?

No quiero sonar sexista, pero contratarla sería como contratar trillizas.

—A su madre, una figura materna.

Mi garganta se seca mientras

—Ya veo.

Al darse cuenta de su error, sus mejillas se sonrojan.

—Oh, lo siento. —Se cubre la boca con las manos, escondiendo una risita torpe y nerviosa. Luego se inclina hacia nosotros y baja la voz, hablándonos con total confianza—. Pero supongo que alguno de los dos ha asumido el papel de una mujer, de una madre, ¿no es así?

—No —responde Ibor a mi lado antes de que yo lo haga, enojo disimulado en su tono de voz plano, y contengo una risita—. Somos dos padres.

Astrid lo mira como si hubiera dicho una atrocidad.

—¿Y quién es la madre?

Ibor parece hundirse aún más en su miseria con su pregunta.

—No hay madre. Solo nosotros dos —intervengo.

El ceño de Astrid se frunce con confusión.

—¿Y quién es la madre de Weston Jr? ¿Cómo es que se parece a ambos?

Me inclino hacia adelante para chismear tal y como ella lo hace.

—¿Has oído hablar de la cigüeña?

Separa los labios para responder, pero la despido con un gesto de la mano antes de que prosiga. Me levanto para arrojar su expediente y el de Hope al de una trituradora mientras Ibor bebe varios vasos de agua de golpe. La siguiente candidata, Genie, se sienta frente a nosotros tras tomar una pausa de quince minutos. Mide menos de un metro cincuenta, su cabello negro con canas se encuentra perfectamente recortado a la altura de sus hombros y usa gafas de montura gruesa. Es bastante similar a Edna Moda de los Increíbles, una de las películas favoritas de mis hijos, salvo por la forma de sus anteojos. No puedo evitar reír ante la idea de presentársela a W.

—Entonces, Edna, ¿qué piensas que es lo más importante para un niño? —pregunto con voz de jurado de certamen de belleza.

Ibor ríe a mi lado y no entiendo por qué.

—Ante todo, mi nombre es Genie. No Edna. —Alza el mentón, viéndose ofendida, y me ahogo con mi propia saliva mientras se inclina hacia adelante, presionando sus manos sobre el escritorio de una manera que me llama la atención ya que es bastante activa para la edad que tiene—. Y lo más importante para un niño es la estabilidad. La disciplina. La rutina. Que tengan un lugar en el cuál sentirse seguros tras volver a casa de la escuela porque habrá un adulto que regirá sus vidas y los liberará de la responsabilidad de tomar decisiones mientras todavía no pueden hacerlo, pero que los preparará a diario para ser capaces de ello en el futuro.

Asiento.

—¿Y cómo los prepararías?

Toma un portafolio del suelo y deja una lámina frente a nosotros, prácticamente montándose en la mesa de conferencias para poder exponerlo debido a lo corto que son sus brazos y piernas.

—Con una rutina que iniciaría a las cuatro de la mañana y terminaría a las siete, con tres comidas, dos meriendas, los siguientes planes educativos, de fortalecimiento físico y metas semanales con recompensas... o castigos.

—¿Qué tipo de castigos? —pregunta Ibor con recelo.

Los ojos de Edna se entrecierran.

—Lo peor que le puede pasar a alguien que nació después del 2000 —responde en voz baja, su puño apretado en el aire—. Sin internet. Sin Tik Tok, Instagram, Youtube o cualquier red social o aplicación de mensajería instantánea. Sin contacto con el mundo exterior, salvo que sea a través del habla, y tareas diarias que involucren socializar de manera clásica por un mes, dos o tres dependiendo de lo que hayan hecho.

Incluso habiendo nacido antes de los 2000, eso es una tortura.

—¿Alguna vez has trabajado como niñera?

—¿O en el ejército? —pregunta Ibor.

—Sí y no, pero mi padre era Coronel de Primera División y nos crio con todo lo que mencioné anteriormente. Como resultado, tienen ante ustedes a una buena y ejemplar ciudadana de los Estados Unidos. —Vuelve a su asiento, tomando sus planos. Lucha por enrollarlos ya que sus brazos son cortos, así que Ibor hace ademán de querer ayudarla, pero ella lo mira como si fuera capaz de morderlo si se acerca y él la deja—. Respondiendo mejor a esa pregunta, fui niñera para una de las familias más influyentes de Dallas durante treinta años. Ayudé a criar a sus seis hijos.

—¿Cuál familia?

—Los Ballmer.

Mis labios se curvan agriamente hacia abajo, reconociendo a su cabecilla como uno de los nuevos clientes de mi padre.

—¿Y qué sucedió con ellos? —pregunta Ibor, a lo que la actitud de la pequeña mujer cambia, volviéndose esquiva al desviar la mirada.

—Crecieron.

Ibor y yo compartimos una mirada, puesto que su voz no fue la mejor. Unos segundos después es ella quién se despide y se va por sus propios pies, agradeciéndonos la oportunidad. A pesar de que se ve como alguien que no dudo que pudiera cuidar a otra persona, niego.

—Es demasiado vieja.

—W corre demasiado rápido —secunda Ibor, intentando hacernos sentir menos culpables por descartarla de esa manera—, y la personalidad de Gen es difícil de manejar. Alguien de su edad no podría con ellos.

Tras escuchar la pasión en la voz de Edna, considero que la cuarta es una maestra insípida, sin verdadera pasión por lo que hace. Tras despedir a la quinta participante por su mal aliento y a la sexta por un detalle en su récord criminal después de llamar a Steven para ver si podríamos dar el paso de un día de prueba, una risita me hace alzar la vista hacia el sujeto con una gorra de los Cowboys, franela y vaqueros rasgados junto a mí.

—¿Qué? —pregunto ya que no deja de mirarme con un chiste interno en sus ojos azules que no entiendo en lo absoluto.

—Nada.

—Si tú lo dices.

Percibiendo mi molestia, Ibor cede.

—Es solo que ya vamos por la séptima y ninguna de ella te ha convencido a pesar de que estoy seguro de que habríamos contratado a cualquiera de ella antes. —Antes de Sofía, son las palabras que ambos pensamos y ninguno de los dos dice en voz alta—. ¿Por qué ya no?

Porque no.

Porque ahora no solo quiero a alguien que cuide a mis hijos, sino a alguien que los quiera. Que los haga reír. Que los proteja. Que no tema amarlos tal y como son. Que no desee cambiar ni uno solo de sus cabellos.

Que les de todo lo que yo no tuve.

—La situación no es la misma que antes.

—¿Por qué? —insiste en saber, pero no cedo a su interrogatorio.

No lo llevo al punto romántico de nuestra historia, que es lo que él ni nadie con sus miradas recriminadoras hacia mí comprende. Nuestra relación y lo que sucedió con Gen fueron dos asuntos diferentes, que jamás debieron mezclarse. Jamás debimos involucrarnos con ella siendo nuestra empleada. Esa siempre es una fórmula para el desastre en la que todos los involucrados siempre olvidan cuáles son sus funciones originales.

—Porque Gen y W están pasando por situaciones en las que una niñera convencional no es suficiente, por lo que debemos ser más exigentes.

No sé si lo que quiero lo pueda hallar, la verdad, pero no me rendiré tan fácilmente al respecto. Intentaré encontrarlo primero.

A pesar de que estoy seguro de que mi respuesta no era exactamente lo que quería escuchar, puesto que Ibor se muere por ir corriendo tras ella y pedirle perdón de rodillas por un error que cometimos los tres, sus labios se curvan aún más. Cansado de tener que lidiar con él y con su extraño humor cuando por dentro estoy al borde una crisis existencial, me levanto y me quito la chaqueta, desesperado por una bocanada de aire fresco. Al instante siento su mirada preocupada, ya no burlona, clavada en mí.

—¿Puedes continuar sin mí? Estoy seguro de que sabes perfectamente lo que quiero y que puedes organizar una preliminar que evaluemos luego.

Ibor asiente, consciente de parte de por lo que he pasado los últimos días, pero también de lo que quiero. De lo que ambos queremos que regrese a nuestro hogar: la luz, la alegría en los ojos de nuestros hijos.

—Seguro.

*****

Tengo varias reuniones a lo largo del día y me veo tentado a faltar a todas ellas, pero no puedo hacerlo. No con mi padre respirando tanto en mi nuca como en las nucas de mis clientes en cada proyecto de inversión. Imbécil. Nunca lo molesté, o le estorbé. Una vez me di cuenta de que jamás me aceptaría ni a mi estilo de vida, me retiré de su vista. Hice mi propia vida a kilómetros de distancia de él, dónde nada pudiera afectarlo.

Lamentablemente la prensa y sus amigos no entendieron eso.

No entendieron que el hombre que salía en los noticieros con una corbata de colores, o vestido de drag queen, o con una familia como la mía, era huérfano de padre, asociando continuamente su nombre al mío y al revés.

Es a ellos a quién debería molestar por relacionarnos, no a mí.

Yo entendí el mensaje y me fui.

Ante el golpecito de algo a mis zapatos desvío mi mirada del lago frente a mí, al cual solía traer a W de vez en cuando para alimentar a los patos, para encontrarme con una pequeña pelota roja. La tomo tras arrodillarme, quitándome las gafas de aviador para ver bien al pequeño niño de cabello dorado que me recuerda a mi propio hijo. A mí mismo hace bastantes años.

—¿Señor, puede darme mi pelota, por favor? —pregunta nerviosamente, sus padres distraídos en un picnic, a lo que niego y me separo del auto.

—Solo si me dejas jugar. 

Tengo tanto tiempo sin hacer esto con W que duele. En un principio la expresión del niño es decaída, como si estuviera forzándose a sí mismo a aceptar, pero posteriormente asiente y corre en dirección opuesta para atajar la pelota cada vez que la lanzo, y para arrojarla de vuelta. A pesar del caos que me rodea estos días y de que ensucio mi ropa tirándome al suelo para alcanzarla, no puedo evitar sentirme tranquilo por unos minutos. Esa tranquilidad se deshace y me lleva a un sitio peor en el que estaba inicialmente cuando sus padres lo llaman y recuerdo que Corius no es W, que él me odia y que todos los millones que poseo en el banco importan una mierda porque no sé cómo arreglarlo.

Una vez desaparece de mi vista con ellos me doy la vuelta para volver al auto, pero un stand con globos a la lejanía llama mi atención. Un stand con una única persona situada frente a él entregando volantes.

Sofía.

Su cabello castaño está atado en una cola de caballo en la cima, lo que me permite ver su cuello, pero el resto de ella está modestamente cubierto con una camiseta ancha y vaqueros. Desde donde me encuentro puedo ver perfectamente la manera en la que sonríe y sentir la calidez y gentileza que emana, la emoción que le genera lo que hace, pero no logro descifrar qué es esto exactamente. A qué se dedica tras abandonarnos. Intento leer lo que dicen los carteles sobre ella, pero tampoco puedo. La letra es demasiado pequeña y mi vista se ha ido deteriorando con el paso de los años debido a todo el tiempo que paso trabajando frente a una pantalla. Nadie lo ha notado hasta ahora, pero pronto necesitaré anteojos y eso hará que me parezca más a mi padre, por lo que no lo he aceptado.

Por instinto mis pies se adelantan hacia ella. A pesar de que mi mente sabe que hemos terminado lo que realmente nunca empezamos, lo que no era justo para Sofía, y nunca lo sería, mi cuerpo todavía la recuerda. Recuerda haberse sentido pleno junto a ella e Ibor.

Supongo que una parte de mí se resiste a olvidarla.

Pero esa parte de mí no es la mayoritaria.

El recuerdo de lo que pasó la última vez que nos vimos, la nueva incomodidad que existía entre nosotros, la manera en la que me miraba, viene a mi cabeza y termino retrocediendo. Volviendo a mi auto para regresar al trabajo. En el proceso, sin embargo, me doy cuenta del panfleto abandonado sobre mi parabrisas. El mismo panfleto que Sofía debe estar entregando. Aunque la curiosidad por saber en qué está metida ahora me asalta, me obligo a mí mismo a tomarlo y hacerlo bola, arrojándolo a mi asiento trasero, antes de arrancar y desprenderme de todo lo que siento al verla. Toda la nostalgia, la rabia... y la culpa injustificada.


¡Hola!

Lamento mucho mi ausencia. Me operé la pared abdominal hace unos meses y recientemente es que puedo mantener la posición que amerita escribir sin sentir ninguna molestia. También me costó un poquito agarrarle el hilo a escribir tras tanto tiempo, pero aquí estamos.

Si son nuevas leyendo Suyos, les explico que la ausencia de capítulos o el salto entre estos es porque ahí van capítulos en pasado que iré subiendo poco a poco, pero que no hay ninguna ausencia de ellos en lo que se refiere al presente. Es decir, del 4 al 9 es en pasado y lo iré subiendo poco a poco a medida que escriba la historia.

Otras cositas que comentar:

1. Suyos pasará a pago una vez esté finalizada, por lo que deben ir leyéndola mientras está actualizándose. Cuando esté terminada la dejaré unas semanas gratis para que lo hagan estando completa (como hice con Nuestra), pero sí pasará al programa Paid cuando la termine.

2. No saben lo importante que es para mí que comenten la historia, le den estrellida a los capítulos y compartan. Además de ser algo que amo llevar a cabo, escribir también es mi trabajo.

3. El siguiente capítulo irá dedicado a quién más comente.

4. Entre hoy y mañana les subiré adelanto por mi Canal de Instagram, OscaryArroyo es mi perfil, así que no olviden unirse.

5. EL 15 DE JUNIO TENEMOS FIRMA EN BOGOTÁ. No importa si no tienen alguno de mis libros, pueden acudir a dónde esté y conocernos para hablar de Nuestra o de cualquiera de mis historias. Les dejaré el grupo de WhatsApp en mi canal para que estén al tanto de todos los detalles.

5. Love u.


PD: intentaré una vez más establecer un calendario de actualizaciones, dejando los domingos como día de actualización de Nuestra.

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