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Capítulo 5: Nuestra chica.

IBOR

Un mes después.

No soy un tipo que miente.

No soy un Santo, lo he intentado, pero nunca lo he logrado. Es como si la habilidad para mentir no se encontrara dentro de mi código genético. Crecí junto a muchos hermanos, todos ellos hombres, y las cosas siempre se caían, se rompían, y yo era el único que era castigado porque jamás pude mirar a mis padres a la cara y decirles que no había sido yo. Donde los demás solo veían la manera más fácil de salir de un problema a través de un acto tan insignificante como decir que no habían sido ellos, en mi interior sentía que le faltaba el respeto a su educación y crianza. A los buenos valores que intentaban inculcarnos. Al trabajo duro que ambos hacían para sacar adelante a nuestra familia. Quizás eso me hace un tonto, pero es como siempre he visto las cosas. Con demasiada empatía y profundidad.

A veces desearía ser diferente.

Que la mierda no me afectara tanto, pero lo hace.

Desde lo más pequeño a lo más grande que ocurre en torno a mí, se escurre a través de mis terminaciones nerviosas y mi cuerpo se adueña de eso como si fueran emociones propias. Por eso nunca le mentí a mis padres, porque sentía su decepción antes de si quiera provocársela. Por eso cuando las cosas se ponen difíciles, prefiero permanecer en segundo plano.

Pero eso no siempre es bueno.

Ese día debí haber dicho algo.

Ese día debí haber hecho algo.

—Papi, ¿así está bien? —pregunta Gen después de que termina con sus ejercicios de geometría, a lo que aparto la mirada de mi teléfono y le doy toda mi atención a mi hija de ocho años.

Todo cambió con respecto a las mentiras para mí cuando fui capaz de mentirle a la cara esa noche, esa en la que atrapó a Weston besándose con Savannah, pero fue involuntario. Fue como si todo dentro de mí cambiara en torno a la necesidad de protegerla, de no alterar su visión del mundo o su sitio seguro, el cual se supone que deberíamos ser West y yo.

Esa noche le dije que su padre había tropezado.

Esa noche le dije que no había nada por qué preocuparse.

No me estoy justificando, ni estoy justificando a nadie, una mentira es una mentira dónde sea dicha, pero nuestros códigos y reglas morales son fácilmente alterables cuando se trata de las personas que amamos.

—¿Papi? —insiste Gen, a lo que parpadeo varias veces antes de volver a enfocar mis ojos en su rostro redondo.

—¿Sí?

Agita su cuaderno de mariposas hacia mí.

—¿Así está bien?

Weston y yo tomamos la decisión de educarla en casa después de lo que pasó, odiando la idea de que vuelva a familiarizarse con un colegio del cual luego tendremos que retirarla, de que vuelva a hacer amigos de los cuales tendrá que separarse. Hay un programa que debe seguir y pensamos que estaríamos a la altura de él tomando en cuenta la edad de Gen, pero la verdad es que no entiendo nada de lo que mi hija me enseña. Mi memoria no es lo suficientemente buena, ya que es como si me hubiera olvidado de todo lo aprendido desde el kínder hasta la preparatoria, menos lo que de una forma u otra estuviese relacionado con la fisioterapia o el fútbol.

Han venido muchos maestros desde que Sofía se fue para ocupar su puesto en materia educativa, pero siempre surge un inconveniente con Weston, con la propia Gen o conmigo que ocasiona su despido. W sí sigue asistiendo a su escuela y Weston y yo nos turnamos para llevarlo a fútbol y a natación.

Algunos dirían que dos deportes son demasiado para un niño, pero Weston Jr tiene tanta energía que cuando regresa a casa es como si acabara de levantarse tras una larga siesta.

—¿Papá? —vuelve a insistir, a lo que sudor frío escurre por mi cuello.

No quiero que mi hija piense que soy un ignorante.

—Creo que sí está bien, pero deberías pedirle una revisión a Weston.

Él sabe de números más que yo, aunque no es el mejor explicando y menos con sus últimos estados de ánimo. Por lo general pierde la paciencia rápido y hace llorar a Weston y enojar a Gen al punto en el que los dos terminan gritándose el uno al otro. Por lo general intervengo, pero a veces, cuando identifico la necesidad de ambos de desahogarse, solo me voy con W.

—Pero papá —gruñe Gen, sus ojos húmedos y frustrados—. No quiero pedirle ayuda y tampoco quiero atrasarme. Revísalo tú, por favor.

Trago, empezando a sentirme mal.

Todos los dulces de anoche me hacen sudar.

—Yo... yo... —Me levanto, sintiéndome sofocado y a punto de desmayarme—. Pídele su opinión a Weston, Gen. Yo no puedo.

Gen también se levanta, su rostro arrugado con preocupación.

—¿Estás bien, papá?

—Sí. —Me alejo de ella, saliendo rápidamente del salón de juegos para dirigirme al baño de mi habitación. En el proceso siento los ojos de Caroline sobre mí, quién rápidamente deja de cocinar para ocupar mi lugar con Gen. Todo me da vueltas y el calor es terriblemente asfixiante—. Mierda —gruño después de arrodillarme para vomitar en el inodoro, inclinándome luego sobre el lavado para limpiar y cepillar mi boca hasta que el sabor desagradable desaparece. Una vez termino y escupo mi enjuague bucal, vuelvo a maldecir hacia mi reflejo: el de un cobarde—. Mierda.

La frustración que me genera no poder volver al pasado y cambiar las cosas, evitar ante todo que mi hija sea lastimada, Sofía expulsada de nuestras vidas, W herido y Weston enloquecido, me revuelve el estómago y me hace difícil poder dormir por las noches. Volví al equipo a pesar de que es casi imposible que ganemos esta temporada, pero ni siquiera el entrenamiento más exhaustivo acalla los demonios en mi cabeza que me repiten a cada segundo que no hice suficiente para mantener a mi familia feliz.

Por más desesperado que esté Weston en demostrar lo contrario, eso incluye a Soft. Nuestra familia incluye a Sofía y eso es en lo que más nos equivocamos. Al pensar que solo era una niñera, que podría reemplazarse.

—Te dije que la solución a es contratar a alguien más —dice una voz tras de mí que he empezado a odiar, a lo que no puedo evitar que el resentimiento me recorra y mis puños se aprieten sobre el lavado.

Weston dice y hace tantas incoherencias estos días.

En algunas cosas es brillante, pero en otras tan idiota.

—Te dije que esa era tu solución, pero no solución.

A través del reflejo del espejo veo cómo los labios de West se curvan hacia abajo con amargura. A pesar de que acaba de llegar de un largo día de oficina, se ve fresco como una lechuga, salvo por las ojeras bajo sus ojos. Prácticamente hemos estado solos con los chicos desde que Sofía se fue, por lo que no nos encontramos en nuestro mejor momento. Esto se debe tanto al hecho de que nos hemos esforzado demasiado por rellenar el vacío que dejó su ausencia como al no lograrlo, lo cual nos carcome por dentro.

Saber que nuestros hijos tuvieron algo bueno, alguien quién en verdad los quería, y se lo arrebatamos. Por más intentos que haga de convencerme de que es tiempo de contratar a alguien más, sé que Weston lo sabe. Su subconsciente no puede ser tan terco como él.

—Como quieras, Ibor, pero el futuro académico de nuestra hija recaerá sobre tus hombros. —Arroja el cuaderno de Gen sobre mi cama cuando me dirijo de vuelta al interior de mi habitación, empezando a desabrochar los botones de su camisa después. Esta no es nuestra habitación. Es la de Sofía. Comencé a dormir aquí después de una de nuestras peleas. Aunque aún huele a ella, no me proporciona ningún consuelo sobre su ausencia. Me doy la vuelta para salir antes de que algo que diga o haga me haga agredirlo físicamente de nuevo, lo cual me haría sentir como una basura por días de nuevo, pero siento su mano sobre mi hombro antes de que logre alcanzar la manija de la puerta—. ¿Cuándo demonios piensas aceptar que se fue?

Me tenso.

—¿Se... fue?

—Sí.

Me giro abruptamente.

—¿Se fue o la echaste?

Los ojos verdes de Weston brillan. Hay un destello de culpa en ellos, pero la mayor parte contiene una emoción que idéntico bastante bien. Que se parece demasiado al ser desagradable y engreído que era cuando lo conocí. Al Weston joven y resentido con su madre y con su padre, el cual le cobraba dicho resentimiento a todos, menos a estos.

—Siempre se te olvida el hecho de que ella renunció a nosotros primero.

—Porque se sentía culpable, Weston. Por eso Sofía renunció.

Mi barbilla tiembla.

Al darse cuenta de ello los hombros rígidos de Weston descienden, pero su actitud se mantiene. Exceptuando cuando explota o está borracho, no ha sido capaz de pronunciar su nombre desde que se fue. Sintiendo mis emociones a flor de piel, da algunos pasos hacia mí e intenta besarme, cambiar lo que me atormenta a algo sucio y depravado que nos excite a ambos, pero ladeo la cabeza antes de que sus labios alcancen los míos.

Gruñe mientras retrocede.

—Se sentía culpable porque era culpable, Ibor. —Se sienta en el borde del colchón de su cama, las cuales todavía poseen sus sábanas con estampados florales y silvestres. Me adelanto para sacudirlo hasta hacerlo entrar en razón, pero añade con la cabeza gacha—: Los tres lo fuimos, nos distrajimos, y no puedo permitir que algo como eso vuelva a ocurrir. Que nuestros sentimientos nublen nuestra toma de decisiones con respecto a Gen y a W. Entiéndelo, primero deben estar ellos y después nosotros.

Weston está tan aterrado por terminar siendo un mal padre que no se da cuenta de que jamás lo será.

—Estoy de acuerdo con eso, pero Sofía...

—Sofía no hizo bien su trabajo. Se equivocó y la despedí de la misma manera que habría despedido a cualquiera de mis empleados por menos. —Me mira fijamente cuando me siento junto a él—. He despedido a casi cien personas por no saber pronunciar mi apellido, ¿qué querías que hiciera? —Parpadea, realmente viéndose perdido, y por primera vez soy capaz de ponerme en sus zapatos, lo cual es difícil porque yo no sería capaz de, en primer lugar, despedir a alguien y de allí surge el equilibrio perfecto entre nosotros—. ¿Qué se suponía que debía hacer con alguien que se equivocó con respecto a lo más importante para mí?

Niego.

—Sofía era más que nuestra empleada, Weston.

Su mandíbula se aprieta y vuelve la vista al frente.

—Eso es lo que no debimos haber permitido que sucediera, mezclar los sentimientos con el deber. Desde el primer momento en el que nos sentimos atraídos por ella, debimos hacerla nuestra chica y conseguir otra niñera. —Toma una respiración profunda antes de arrojarse hacia atrás sobre la cama de Sofía y cerrar los ojos—. Pero ya es demasiado tarde.

—Solo porque tú quieres que lo sea.

Weston suelta una risa amarga.

—Solo porque tú quieres que me arrastre y me disculpe. —Se incorpora sobre sus codos, mirándome fijamente con sus profundos ojos verdes—. Y jamás pediré disculpas o me arrastraré por hacer lo mejor para mis hijos.

Su terquedad me hace querer matarlo, su orgullo, pero no puedo hacer eso. Lo amo tanto como amo a Sofía, solo que de una manera diferente. De una manera fraternal y retorcida que me hace querer verlo experimentar el mismo placer que yo cuando estamos con la misma chica y potenciar el de esta al máximo. Cuando estamos solos, someterlo en la cama de una manera que soy incapaz de hacer fuera de ella. A Weston le sucede justo lo contrario: él disfruta siendo apaciguado. Cuando nos encontramos en privado, disfruta entregándome las riendas que ha sostenido durante el día.

Así que en lugar de convertirme en un asesino, lo hago pagar como mi amante girándome y llevando una de mis manos a su cuello mientras con la otra ejerzo presión sobre el bulto en su pantalón. Weston gruñe y se retuerce, pero no intenta escapar de lo que tengo pensado hacerle. Cuando ya he liberado la erección de sus pantalones, sin embargo, un constante golpeteo en la puerta hace que los dos nos incorporemos de golpe.

—W y Gen no están en la mansión —solloza Caroline cuando abrimos, a lo que mi frente se arruga mientras observo a Weston.

—¿Y las prácticas de fútbol de W? Pensé que ya lo habías dejado ahí.

—Hoy no tuvo —responde él, ya pálido—. Lo dejé con Caroline y Gen.

La amable anciana que ha trabajado con nosotros desde que adoptamos a Gen llora sin parar, usando un delantal.

—Solo los perdí de vista un momento mientras iba por galletas.

Empiezo a temblar.

—¿Y Steven?

—Steven está haciendo un encargo para mí. No está en Dallas hasta mañana. Le pediré que regrese. —Weston me mira antes de empezar a correr escalera abajo y llamar con todas sus fuerzas a Genevieve y a Weston Jr. Al no conseguir respuesta en ninguna habitación, ni yo en los alrededores del vecindario, nos reunimos en la sala—. Llamaré al FBI.

Asiento.

—Llamaré a mis amigos de la fuerza aérea y la armada.

Rehabilité a muchos soldados e hice contactos antes de los Cowboys.

Caroline continúa llorando.

—Yo llamaré a la policía.

*****

Queridos papás,

Estoy harta de cambiar de escuela.

He cambiado de escuela 12 veces, pero esta vez fue diferente. Tenía amigos. Nunca antes había tenido amigos y les prometí que no me atrasaría para que pudiéramos estudiar juntos en la secundaria.

Papá Weston: eres inteligente, pero eres malo enseñando.

Papá Ibor: eres bueno enseñando, pero... no todo trata sobre fútbol.

Así que le pediré a alguien ayuda con mi tarea y cuando termine regresaré a casa. No se preocupen por mí.

Adiós.

P.D.: No estén enojados conmigo.

P.D.2: W llegó antes de que me fuera y quiere acompañarme.


Y más abajo en letra irregular y grande, claramente escrito por W, dice:


No enojados. 


Parpadeo hacia la carta que el detective Rogers, el primero en llegar de todo el ejército que convocamos, nos enseña a Weston y a mí después de realizar una búsqueda exhaustiva por toda la casa. Es un viejo hombre que no hace más que mirarnos con desaprobación, claramente en contra de las familias homoparentales, y culparnos con cada palabra que sale de su boca por la desaparición de nuestros hijos. Es un poco imbécil de su parte hacerlo tomando en cuenta lo destruidos que nos encontramos, pero tampoco puedo quitarle la razón. Weston y yo somos culpables.

Somos los peores padres.

Supimos que la paternidad sería difícil apenas adoptamos a Gen, pero estos últimos meses nos han hecho sentir como si no estuviéramos en lo absoluto capacitados para criar a nuestros hijos.

—¿Esta carta les da algún indicio de a dónde pudieron haber ido?

Empiezo a sacudir la cabeza, pero Weston se levanta abruptamente del sofá y asiente al mismo tiempo que la puerta se abre y Steven entra sosteniendo una computadora portátil con una mano y su maleta con la otra. Le tomó solo dos horas regresar a casa después de recibir la llamada de West. Iba a Nueva York en uno de sus jets privados, probablemente para tratar asuntos relacionados con el padre de Weston, e hizo que este se girara para venir a ayudarnos personalmente con la búsqueda de nuestros hijos.

Trata de blancas.

Trata de órganos.

Niños secuestrados y transportados por la frontera en camiones.

Todo lo malvado y peligroso viene a mi mente y no desaparece.

Si algo malo les ocurre... prefiero estar muerto y sé que West igual.

Puedo juzgar cualquier cosa sobre él, pero no su amor por Gen y W.

—Sofía —dicen ambos al mismo tiempo, pero solo Steven continúa—: Ingresé en cada cámara de seguridad cercana a la Mansión Wertheirmer y tracé la ruta que los dos tomaron. —Nos enseña su pantalla, dónde vemos varias imágenes de W y de Gen caminando por las calles tomados de la mano bajo suéteres, con botas y mochilas con provisiones. Caroline solloza y Weston coloca una mano sobre su hombro, pero él también se ve como si necesitara ser consolado—. Se dirigen a una casa en el mismo vecindario. Al principio no le hallaba sentido, pero ahora sé hacia dónde van.

Mis hombros se relajan al reconocer la última cámara que Steven invadió, la cual los capta caminando hacia la Mansión de Lilah, la amiga de Sofía, que está a solo quince minutos caminando de la nuestra. Weston y yo compartimos una mirada antes de precipitarnos a la puerta de la entrada y empezar a correr por las calles de nuestro condominio.

Antes de salir, sin embargo, escucho a Rogers recriminar:

—Creo que acaba de violar al menos diez leyes estatales sobre privacidad.

Y a Steven responder:

—Prefiero ir a la cárcel por eso a ser el policía que no activó la Alerta Amber para niños desaparecidos a tiempo. 

Steven tiene razón. Weston y yo pedimos la conformación de equipos de búsqueda desde el minuto uno, pero el detective Rogers consideró que todavía no tenía los suficientes datos para activar la Alerta Amber, la cual impulsa a la comunidad y a todos los organismos correspondientes a buscar al niño desaparecido a partir del momento cero de su pérdida o secuestro. Gen y W llegaron a salvo, pero pudieron no haberlo hecho, la historia ser completamente diferente y su incompetencia tener que ver con ello.

Ni siquiera quiero pensar en la posibilidad de que no haya querido buscar a nuestros hijos por nosotros, por ser dos padres en lugar de uno solo.

Gracias a cuán en forma nos mantenemos y a la desesperación por ver a nuestros hijos sanos y salvos Weston y yo llegamos a la mansión de Lilah en tan solo cinco minutos, algo que ni siquiera habríamos tardado en auto, él todavía en su traje. En el camino compartimos varias miradas llenas de desesperación y alivio, habiendo experimentado el mismo terror paralizante que solo nosotros dos podemos entender ya que solo nosotros dos hemos luchado lo que hemos luchado por demostrarnos a nosotros mismos y a los demás que sí podemos tener una familia.

Y eso es lo que nos une más que nada.

Asiento hacia él y él asiente hacia mí, ambos recordándonos esto, que somos un equipo, cuando nos detenemos frente a la puerta de la Mansión de Lilah, la cual se abre antes de que si quiera mis nudillos la golpeen.

—Gen, W, no debieron haberle hecho esto a sus padres. Ellos los aman. Probablemente están volviéndose locos en este momen... Ibor —dice ella, W en sus brazos y Gen sosteniendo su mano, sus ojos entre verdes y marrones deparando luego en Weston—. Weston.

Yo trago y me mantengo en silencio, cohibido después de tenerla en frente tras tanto tiempo. Continué buscándola por semanas, pero me detuve cuando me di cuenta de que no quería ser encontrada. Cuando bloqueó mi número tras ver mi mensaje y encontrarse en línea al mismo instante que yo. Verla ahora, más hermosa que nunca con su cabello castaño atado con una cinta en la cima de su cabeza y en uno de sus bonitos vestidos primaverales, este azul, hace que mi corazón se retuerza dentro de mi pecho y me sienta indefenso de una forma que solo ella puede aliviar.

—Sofía —dice él con un tono de voz lleno de resentimiento y rabia que me hace querer matarlo—. Devuélveme a mis hijos.

Pero ella solo pasa a su lado, su mentón arriba a pesar de la forma en la que tiembla. Muchos pensarían que lo que más me gusta de ella es su dulzura, pero no es así. Lo que más amo de Sofía es su forma de poner en su lugar a Weston sin abandonar su ternura.

—Eso planeaba hacer, pero ya que están aquí pueden esperar a que ayude a Gen con su tarea. Debe entregarla hoy. —Él hace ademán de protestar, pero con W y Gen aferrados a sí, añade solo para que nosotros dos podamos escuchar—: Frente a los niños jamás se pelea. Tienen mi permiso para odiarme todo lo que quieran, pero no frente a ellos.

Y dicho esto continúa caminando hacia un parquecito en el que se sienta con Weston y Gen, quién trajo su mochila llena de cosas, entre ellas todo lo necesario para hacer su tarea y el Nintendo Switch de W. Contengo las ganas de reír ya Weston no la contradice, limitándose a tensarse junto a mí y a gruñir. Tras algunos minutos nos limitamos a contemplarlos desde la sombra que proporciona la entrada de la Mansión de Lilah. Frankie, su hije, aparece posteriormente con una jarra de limonada fría.

—¿Quieren entrar?

Weston y yo aceptamos la limonada, pero no su invitación, demasiado asustados con lo que pasó como para querer perder de vista a nuestros hijos. Una vez estamos a solas de nuevo, rompo el silencio.

—Está bien —digo—. Puedes buscar una nueva niñera.

Weston cabecea.

—Es una lástima que haya tenido que pasar esto para que te dieras cuenta.

Aunque en otra ocasión habría discutido con él por ese comentario, en este momento no lo hago, limitándome a contemplar el mundo frente a mí con claridad. Las risas de Gen mientras hace su tarea. La forma en la que Weston Jr se abraza a Sofía y se sienta en sus piernas, apoyándose en su pecho mientras juega con su Nintendo con tanta naturalidad que duele.

Así Weston la consiga, Sofía no es solo una niñera en nuestras vidas.

Es nuestra chica y no solo me refiero a nosotros dos.

Sofía es parte de nuestra familia. 


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