Capítulo 4: Analgesia.
SOFÍA
Cuando tu corazón se rompe experimentas varios tipos de dolor.
El dolor agudo que ocasiona la ruptura, el cual se siente justo como si hubieras estado en medio de una explosión y algo dentro de ti hubiera estallado en la detonación. El dolor sub agudo que se entumece, pero regresa aún peor que el anterior cada vez que recuerdas lo que pasó, lo que perdiste y no volverás a tener por más que lo ansíes. Y una vez este pasa, el dolor crónico que permanece contigo y no desaparecerá jamás, pero se atenúa con el tiempo. Sin embargo, este puede alternar el resto de la vida con episodios de dolor sub agudo desencadenados por cualquier factor que te recuerde a esa persona. En mi caso una bandeja de pollo de KFC. Un balón de fútbol americano o el símbolo de los Cowboys. Cualquier auto costoso que vea transitar por la calle desde mi ventana en la cima del Majestic y haga que me pregunte si se trata de él, y así con mucho más.
Sé que aislarse no es la solución, pero es un buen analgésico. Evitar por un tiempo todo aquello que pueda traer a mi mente no una, sino dos personas, por un tiempo. Así que por los siguientes días a mi llegada al teatro decidí no salir de este, ni de mi habitación, pero eso deberá terminar algún día.
Ese día puede ser hoy.
—¿Por qué no te gusta el pollo frito? —pregunta Nestor al entrar sin tocar y ver la bandeja que trajo intacta sobre la mesa, a lo que despego mi rostro de la ventana y reconsidero mi pensamiento anterior ante el pinchazo que siento en el pecho tras sus palabras.
Quizás ese día no es hoy.
—Estoy tratando de mantener una dieta baja en calorías.
Sus cejas se alzan mientras ocupa asiento frente a mí.
—¿Baja en calorías o baja en pollo frito? Anoche comiste pastel, y pizza.
Mis mejillas se sonrojan.
—Mi dieta empieza hoy.
Pone los ojos en blanco mientras se cruza de piernas.
—¿Desde la cena de hoy? Porque en el desayuno...
—Haré ayuno intermitente. —Sus cejas se alzan y desvío la mirada nuevamente hacia la calle antes de que diga algo más que deje mi corazón roto en evidencia—. No soporto el olor del pollo frito. Específicamente, no soporto el olor, ni el sabor del pollo frito de KFC.
Después de unos segundos de silencio Nelson suspira.
—Está bien. Haré desaparecer el pollo de KFC por lo que sea que signifique para ti y porque odio la comida rápida. —Se levanta y escucho cómo recoge lo que una de las drags me trajo. A pesar de que esas nunca fueron mis intenciones y solo di el dinero porque quería ayudarlos a que el Majestic no cayera en ruinas, ellas y los empleados están tan agradecidos conmigo que podría vivir de sus regalos para siempre. Uno de ellos fue un recipiente lleno de pollo de KFC. Una vez lo esconde, Néstor regresa y se posiciona frente a mí. Parpadeo cuando hurga en su bolsillo y me tiende un objeto. Mi teléfono. Cuando lo miro en búsqueda de una explicación, se encoje de hombros—. Fui a visitar a tu hermano solo para decirle que estás bien y me dio esto para que te lo diera. Si hay alguien además de él a quién sientas que debes notificarle que estás con vida, por favor, hazlo. No quiero tener que recibir a un equipo de búsqueda de personas desaparecidas. —Su mirada se vuelve un poco dura—. Ya ha sido suficiente, Sofía. A todos nos rompen el corazón alguna vez en la vida, algunos incluso sufrimos del síndrome del corazón roto y aprendemos a vivir con ello. Es hora de que tú también lo hagas. No sería... tu amigo si permitiera que siguieras así.
Después de verlo por un largo rato y aceptar que tiene razón, tomo mi teléfono. Lleva días sin estar encendido y nunca lo apagué, así que debió haberlo puesto a cargar antes de dármelo. Mis dedos tiemblan con anticipación mientras la manzana de Apple alumbra mi rostro, a la espera de encontrar invitaciones para asistir a un juzgado o acusaciones públicas.
Los mensajes que me llegan, sin embargo, no tienen nada que ver con eso.
Un noventa por ciento son de Lilah leyéndose preocupada, molesta, indignada por no saber sobre mi paradero y así sucesivamente hasta la mañana de ayer, cuando los mensajes y llamadas se detuvieron con un No te molestaré más, haz con tu vida lo que quieras, no me interesa, pero el resto hace que el latido de mi corazón se traslade a mi garganta y se me sea sumamente difícil respirar.
ChóferSteven: Tus cosas están en tu departamento, las ordené.
ChóferSteven: También te dejé algunos libros que te podrían servir.
ChóferSteven: Si necesitas hablar con alguien, podemos tomar un café.
ChóferSteven: Lo siento mucho, Sofía.
Mis labios tiemblan, siendo esta la primera vez que Steven me trata de tú. Mis intenciones son contestarle, pero a penas empiezo a redactar sus palabras me llaman la atención los mensajes que comienzo a recibir en ese justo momento. Nestor me mira como si hubiera logrado su cometido, su pecho inflado con orgullo, y se acomoda junto a mí para tener una mejor vista de mi celular. Se encoje de hombros cuando lo miro.
—¿Qué? No puedes tenerme cuidando de ti todos estos días y pretender que permanezca en las sombras de lo que sucedió. Quiero saber.
Trago.
—Tengo un acuerdo de confidencialidad.
Vuelve a encogerse de hombros.
—Estoy seguro de que se rompió cuando te despidieron, cariño.
Parpadeo, dándome cuenta de que tiene razón. Aun así sigo viendo mal exponer a Weston y a Ibor de cualquier manera, por lo que hago ademán de levantarme, pero otra notificación hace que desvíe mi atención a mi celular y comience a leer los mensajes de nuestro chat, lo que no quería hacer porque no estoy lista para descubrir cuánto me odia el hombre más dulce, amable y compasivo sobre la faz de la tierra.
Como si intuyera mi miedo, Néstor coloca sus manos sobre mis hombros y me da alientos, pero nada podría haberme preparado para lo que leo.
Ibor: Lo siento mucho por todo, Sofía.
Ibor: Ninguno supo manejar las cosas de la manera adecuada. Fue una situación difícil para los tres y estoy convencido de que podríamos arreglarlo. De que juntos somos más fuertes. De que mi familia está mejor contigo, no sin ti, y de que Weston no quería decir nada de lo que dijo.
Ibor: Y yo tampoco quise haberme quedado en silencio.
Ibor: ¿Podríamos vernos para hablar?
Ibor: Te extrañamos, Soft.
Ibor: Weston se siente como una mierda, ni siquiera le prestó atención a su nueva colección de relojes, y yo también.
Ibor: Sin ti el nosotros se siente vacío, como un yo.
Y el último de todos, justo en este momento:
Ibor: ¿Sofía?
Parpadeo y en lugar de responder voy al chat de Weston, en el cual lo único nuevo es un mensaje hace unos días que fue eliminado, por lo que nunca sabré qué contenía. Néstor bufa tras de mí.
—Idiota. Sabía que él había sido el culpable.
Niego.
Si Weston solo es culpable de algo es de querer mantener a salvo a su familia. Despedirme fue lo más inteligente que pudo haber hecho. Aunque el que Ibor no me odie y que no esté en la lista de personas por asistir al juzgado este mes alivia un porcentaje de la tensión sobre mis hombros, si para uno de ellos dos no existo es como para si el otro también lo hiciera. Nunca los separaría. Nunca los haría pelearse de esa manera. Nunca le haría eso a su familia, la cual estaba bastante bien sin mí.
Nunca me conformaría con uno solo.
Son los dos o ninguno, así que borro ambos chats y contactos.
Ibor sigue escribiéndome, así que los bloqueo a ambos.
—Eres extremista —susurra Néstor sobre mí, a lo que giro el rostro hacia él con una mirada de acusación—. ¿Qué? El hecho de que Weston me caiga mal no significa que Ibor también. Yo me habría conformado con...
—Yo no —lo corto con voz ronca, a punto de llorar, y sus ojos marrones se suavizan. Me levanto y alcanzo una sudadera azul para complementar el disfraz de instructor de pilates que conseguí en la sala de confección de vestuarios del teatro—. Iré a dar un paseo al parque.
Su expresión pasa a aliviada al oír que saldré y se levanta.
—Te acompaño.
—No —susurro—. No iré sola. Me reuniré con alguien allí.
Sus ojos se llenan de esperanza.
—¿Con Ibor?
Niego, caminando hacia la puerta mientras marco su número de teléfono.
*****
El Main Street Garden Park está lo suficientemente cerca de la ciudad como para que pueda irme caminando, así que ahí es dónde Lilah me espera sentada en una de sus mesas de madera. Tiene auto, así que llegó antes a pesar de que yo salí primero. Está vestida con un elegante abrigo negro, un suéter cuello de tortuga rojo, vaqueros y botas. Alza el rostro hacia mí cuando oye que me estoy acercando y aunque su expresión inicialmente está llena de furia, esta se desvanece al contemplarme, llenándose de alivio.
—Sofía, gracias a Dios estás bien. Me preocupé mucho por ti cuando te vi correr entre todos esos remolques en pijama.
Me abraza y luego se aleja de mí para verme directamente a los ojos, a lo que digo con voz delatadora:
—No lo suficientemente bien.
Sus labios se tuercen hacia abajo.
—Ven, hablemos.
Tira de mí hacia uno de los asientos de la banca, pero niego.
—Prefiero caminar.
Ella asiente y me acompaña por el sendero que rodea la pequeña laguna artificial que hicieron entre un montón de edificios altos en la ciudad. Elegí este parque porque pensé que estaría más vacío al encontrarse en medio de una zona de trabajo, pero igualmente hay niños, ancianos y parejas por doquier. Lilah camina en silencio junto a mí. No hay mucho que le pueda decir de antes de que renunciara y fuera despedida al mismo minuto, por lo que resumo todo lo que sucedió en:
—Sé que piensas que Ibor y Weston tuvieron la culpa, que esto es por ellos, pero es por mí —confieso en voz alta—: Yo cometí un error con Gen. No te puedo decir qué sucedió, pero me equivoqué de una manera que probablemente le dejará una marca de por vida y por eso renuncié. —Las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Lilah se detiene junto a mí cuando yo lo hago, incredulidad llenando sus ojos mientras me contempla. Después compasión y comprensión. Presiono mi frente contra su hombro, pero separa mi cabeza de ella colocando sus manos bajo mis mejillas para verme bien, su gesto maternal o como el de cualquier hermana mayor—. Lo arruiné. Arruiné lo mejor que me ha pasado. Arruiné a Gen.
—¿Cómo y por qué alguien como tú diría...? —pregunta, pero niego, recordándole que no puedo hablar demasiado, en especial de ese tema, y asiente con resignación a pesar de la frustración que veo que eso le genera—. Me encantaría seguir caminando, pero estos tacones me están matando. ¿Podríamos sentarnos un momento? —El sedentarismo de estos días probablemente volvió plano mi trasero, pero asiento y vamos a una de esas mesas de madera. Tras alejar sus ojos de mí, comienza a hablar de nuevo—. Me siento igual, pero infinitamente peor, cada vez que recuerdo cómo permitía que ese monstruo lastimara a Frankie. En ese momento no lo veía de esa manera. Pensaba que estaba haciendo lo mejor como su madre perdonándole cómo nos trataba para que nuestra familia siguiera unida porque en mi cabeza era mejor que tuviera un mal padre a que no lo tuviera en lo absoluto. También estaba demasiado aterrada de él como para detenerlo. Lamentablemente una vez abrí los ojos y me di cuenta de que tenía herramientas a mi alcance para poner un alto, ya era demasiado tarde. Ya mi bebé había sufrido heridas y no hacía más que desear la muerte por haberlo permitido, pero en ese caso se habría quedado sin nadie a su lado. —Finalmente me mira y ya no soy la única que está llorando, ni lloro por un solo tema. Por el suyo y el de Frankie también. Su dolor es mío y viceversa. En eso consiste la amistad—. La excusa perfecta es que somos humanos y los humanos cometemos errores, pero eso no significa que algunos errores, sobre todos los que cometes como padre o madre, no marcan a otros de por vida y que no habrá repercusiones o consecuencias. Nos venden la maternidad o la paternidad como algo bonito, pero nadie te dice que consiste en gran porcentaje en poder arruinar a alguien para siempre con cada decisión que tomes. Aunque me duela decirlo en voz alta, si pudiera retroceder en el pasado le entregaría a Frankie a alguien más solo para ahorrarle todo el dolor que sufrió por mi culpa, todas esas heridas, pero desgraciadamente es físicamente imposible. —Extiende sus manos a través de la mesa para apretar las mías—. Una vez hecho no nos queda más remedio que hacer hasta lo imposible por intentar compensar el daño que hemos ocasionado, Sofía, pero el primer paso es perdonarnos a nosotros mismos.
Mi barbilla tiembla.
—No sé si algún día podré.
Lilah suelta una risita amarga. Aprieta mis manos una última vez antes de echarse hacia atrás y ofrecerme aliento, viéndose dentro de mi mente como un siervo hermoso dándole golpecitos a otro para que se levante.
—Bienvenida al club, así que enfoquémonos menos en lo que hiciste y más en cómo podrías compensarlo.
Apoyo mi barbilla en mi mano.
—No tengo ni idea de cómo podría hacerlo —susurro.
En especial tomando en cuenta los sentimientos de Weston.
Quizás no me ha demandado, pero estoy segura de que no me quiere precisamente cerca de sus hijos en un futuro cercano, ni lejano.
—Piensa, Sofía —insiste Lilah—. Eres como una bandita para el corazón de cada niño que has conocido. Ya lo has hecho antes, así que pon los engranajes de esa cabecita tuya a funcionar y encuentra la manera de seguir siéndolo, ahora con más motivos que antes.
Trago y asiento, mirando hacia los niños en el parque. Algunos están con sus padres. Otros juegan entre sí a la pelota, a las escondidas y al béisbol. Se dividen en edades, sexos e intereses. ¿Qué es lo que más hace feliz a un niño? Lo primero es la seguridad de un lindo hogar y eso Gen lo tiene por demás con Weston e Ibor. Lo segundo... amigos, una comunidad, un lugar donde integrarse y terminarse de desarrollar fuera de casa.
La respuesta de lo que mi chica necesita más que nada viene a mí cuando veo un grupo de niños de una escuela católica en una excursión, caminando en trencito a una distancia segura del lago en compañía de un grupo de monjas que están atentas a cada una de sus cabecitas.
—Gen necesita un sitio dónde ser ella misma —susurro más para mí misma que para Lilah, quién me observa como si no entendiera absolutamente nada—. Gen necesita una escuela que se adapte a sus necesidades. No necesita que sus padres transformen este mundo para ella porque a la larga es imposible que Ibor y Weston estén ahí para siempre, sino tener el suyo. Tener el respaldo de su comunidad. De un sitio en el que sabrá que siempre será bienvenida. —Me levanto, mi proyecto, el proyecto para el que a partir de este momento siento que nací, tomando vida de a poco en el interior de mi mente—. Gen necesita estar rodeada de personas que la entiendan.
Lilah me observa como si me hubiera vuelto loca.
—¿Te refieres a una comunidad de fans de Olivia Rodrigo, Champions y Nike? —Niego y su expresión se ensombrece—. ¿En serio todavía existen personas que se meten con otras por su color de piel?
Tomo una honda bocanada de aire antes de sentarme de nuevo frente a ella. Si pienso llevar a cabo esto necesitaré ayuda. Necesitaré de Lilah, de sus contactos, en específico, y de muchas otras personas, así que debo tomar el riesgo de... contarle, al menos una parte.
—¿Puedo decirte algo y confiar en que jamás lo dirás?
Lilah parpadea.
—¿Quieres que te golpee, Sofía? —pregunta, sonando realmente alterada—. Porque si quieres que te golpee hasta que te des cuenta de que jamás en tu vida encontrarás a una persona más leal que yo o que se preocupe tanto por ti como yo lo hago, solo dilo.
Mis labios se curvan en una auténtica sonrisa, la primera en días. Aunque una parte de mí se toma muy en serio la amenaza de Lilah, otra sabe que jamás me lastimaría y se acerca a ella para abrazarla. A regaña dientes la morena me devuelve el abrazo, su expresión resentida hasta que me alejo y le doy un breve resumen de lo que pasó. Tanto Ibor como Weston en su momento me dijeron que confiaban en ella, puesto que confiaban en mí.
Espero que al menos la mitad de ello siga en pie.
Una vez termino de hablar, Lilah me mira de manera seria.
—Cada vez que te he ofrecido mi ayuda a lo largo de todos los años que llevamos siendo amigas me has dicho que no, pero no has dudado en acudir a mí cada vez que alguien más lo necesitaba. Te has endeudado por otros. Te has sacrificado a ti misma por otros. —Hurga en su cartera, tomando su chequera y un bolígrafo. Intento detenerla, pero escribe lejos de mí y lo mantiene todo fuera de mi alcance. Su expresión mientras me lo entrega me reta a contradecirla, lo cual no hago, limitándome a verla con la visión nublada por las lágrimas—. Permíteme ser tu amiga y ayudarte a ti, no a alguien más, como tú me has ayudado a mí cada día desde que te conocí.
—Lilah...
—Tómalo, Sofía.
Tomo el cheque con dedos temblorosos.
No tiene un nombre porque mi sueño aún no tiene uno, pero sí la cantidad exacta que le pagué tras pedirle tantos préstamos por Derek.
Niego.
—No puedo aceptarlo, Lilah, es...
Cierra mis manos en torno al cheque, arrugándolo.
—Tus sueños son mis sueños. Considera esta tu primera donación y acostúmbrate a recibirlas, puesto que necesitarás mucho más que esto para hacer realidad este proyecto, lo cual lograremos.
Tomo una profunda inspiración.
—Gracias.
Me sonríe, viéndose genuinamente feliz y entusiasmada.
—De nada. —Se acomoda, sacando una libreta de su bolso de diseñador y empezando a escribir sobre ella—. Ahora hablemos de negocios.
Suelto una risita y asiento, auténticamente feliz.
El dolor sigue allí, pero ya no me siento vacía. No me siento tan plena como antes, pero definitivamente ya no estoy vacía. Dónde antes solo había oscuridad, ahora hay una calidez que lleva su nombre y que me hace sentir estúpida por no haberla llamado antes ya que su amistad está funcionando bien como un analgésico. Al menos hasta que terminamos de trazar un plan inicial que discutirá con algunos expertos para modificar y hace un comentario que hace que casi me ahogue con mi propia saliva.
—Por cierto, Sofía, te abrí un perfil en Trinder, una app de citas de poliamor —dice enseñándome su teléfono con un perfil con una foto mía hecha con inteligencia artificial, puesto que nunca he usado un vestido rojo como ese, ni he estado en muchos de los lugares en los que me encuentro en las demás: globos aerostáticos, París, Italia, África, la luna.
¿Quién demonios creería que soy real?
Son tan absurdas que ni siquiera me preocupo porque lo haga.
—¡Lilah! ¡Borra eso!
Ríe, alejándolo de mí cuando intento alcanzar su iPhone.
A pesar de que es más bajita que yo, es más rápida.
—¿Qué? —ríe aún más alto y se levanta, corriendo a través del parque y obligándome a correr tras ella—. ¡Hola, mi nombre es Sofía! ¡Soy maestra de kínder y bastante aventurera en mi tiempo libre! ¡Busco a un par que me hagan salir de mi zona de confort con una noche de pasión! —Chillo al escuchar lo que puso en mi descripción y ella estalla en carcajadas—. ¡Yo también me abrí uno! ¡Podemos tener una cita de seis!
—¡No! —grito, mis mejillas rojas, pero no dejo de reír tampoco, tropezándome con mis propios pies cuando casi la alcanzo, por lo que ambas caemos sobre el césped, una sobre la otra. Allí reímos hasta que mis lágrimas de tristeza pasan a ser lágrimas de felicidad—. Te quiero, Lilah.
Ella me abraza de regreso, acariciando mi cabello.
—Y yo a ti, rarita, y yo a ti.
¡Hola! No se asusten. El número de capítulo es porque antes irán los del pasado (que ya volveré a publicar), pero los iré escribiendo poco a poco para no perder el hilo de la historia original.
Espero que el capítulo les haya gustado.
Para mí fue como una curita sobre el corazón, amo a Lilah.
Noticias:
1) Estaré en Medellín el 20/02. Les dejé un grupo de WhatsApp en mis historias de Instagram.
2) Haré live en Instagram a las 8:00 pm para hablar de mis historias.
3) Hoy hay descuento de 30% de Heaven, así que aprovechen.
4) Subí una vieja historia que estoy editando a Booknet, se llama Inmersión, y trataré de subir capítulos diarios (ya está escrita, solo estoy editando) ya que mi meta este año es sacarle provecho a todo lo que ya he escrito.
5) Les dejaré adelanto del siguiente capítulo en mi canal de Instagram, así que VAYAN A UNIRSE.
Love u!
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