Capítulo 2: Un triste mastodonte de amabilidad.
IBOR
Desde niño siempre he amado la sensación del sol y del viento sobre mi piel. Los colores que se aprecian diurna y nocturnamente. El sonido intrínseco de los animales y de las plantas que llega a mis oídos estando en la más plena y remota naturaleza, pero también el que hacen los millones de habitantes de Dallas en conjunto, sobre todo si proviene de las personas que amo. No importa si se trata de Weston quejándose porque no alcanzó a comprar la nueva edición de su reloj de lujo favorito, de W llorando porque se rompió su bolsa de caramelos o de Gen siendo crítica como solo mi mariposa puede serlo, me encanta escucharlos y saber que existen.
Amo mi hogar.
Amo a mi familia.
Amo a mis amigos y a mi equipo.
Amo cada día de mi vida y a diario le doy las gracias a Dios por ello, siendo consciente de que nada me falta y de que no podríamos ser más afortunados.
O al menos así solía ser hasta hace una semana.
La mano con la que conduzco se aprieta con más fuerza en torno al volante de mi G-Wagon. El mundo tal y como lo veía ya no existe. Ya no está completo. Ya no es brillante, radiante o se siente como algo por lo cual debería estar agradecido, a excepción de mis hijos.
Cuando cierro los ojos ella es lo único en lo que pienso.
Cuando cierro los ojos su rostro deshecho es lo único que veo. Cuando pienso en ello, en cuán bien se sentía mi familia en su compañía y en cómo jamás nadie había encajado con nosotros como ella lo hacía, solo deseo retroceder en el tiempo y cerrarle la boca a Weston, pero no puedo, así como tampoco pude obligarla a aceptar un aventón a casa y llevarle la contraria cuando dijo entre lágrimas que no podría soportar despedirse de Weston Jr porque en lo único en lo que estaba concentrado en ese momento era en mantener bajo control la rabia que me produjo lo que esa monstruosa mujer que decía tener vocación para ser maestra le hizo a Genevieve.
Weston la destrozó.
Sus crímenes no quedaron impunes. Él llegó a un acuerdo con la ex escuela de Gen de no armar un alboroto por lo sucedido si nos respaldaban judicialmente. Aceptaron y tres días después la Señorita Phillips ya no tenía licencia de educadora o permiso de acercarse a cualquier menor de edad. Actualmente Weston sigue demandándola, queriéndola para siempre en la cárcel, y he perdido la cuenta de la cantidad de veces que nuestra niña ha tenido que repetir la historia de lo que sucedió ante un jurado. Hemos trabajado de la mano con su psicóloga para que nada de esto le haga más daño del necesario, pero como su padre puedo ver cómo su corazón se rompe cada vez que repite la historia.
Cómo cada vez se aisla y se culpa más, volviendo al silencio y la amargura que la caracterizaba cuando la adoptamos y que empezó a desaparecer con Sofía.
No poder detener eso me está rompiendo.
No poder aliviar el dolor de W ante la pérdida de la figura femenina a la que se empezaba a acostumbrar me está destruyendo, al igual que la conducta de todo estará bien y podemos hacer como si Sofía nunca hubiera existido de Weston.
¿Cómo puede creer eso?
¿Cómo si quiera puede llegar a pensar que es posible?
¿Cómo... cómo no pudo empezar a enamorarse de ella como yo lo hice? ¿Cómo no puede extrañar su sonrisa, su risa y su personalidad torpe, entregada y dulce?
¿Cómo puede creer que hallaremo a otra como ella?
Incluso viendo a Savannah, la mujer que nos unió en la universidad, y rememorando todo lo que pensé haber sentido alguna vez por ella, amor, sé que lo que vivimos con Sofía era lo que estaba destinado a ser. Nuestro end game. Que los tres lo hayamos arruinado de esta manera, puesto que ella renunció a nosotros primero, Weston le siguió el juego y yo guardé silencio, se siente como el mayor error de nuestras vidas.
Diez minutos después de que estaciono mi camioneta frente a la hermosa y moderna mansión en nuestro mismo vencindario en Dallas, dos dolpes al cristal de mi ventana me hacen girar el rostro y bajarlo.
—¿Se puede saber qué haces en mi propiedad? —pregunta la pequeña, pero ruda mujer de cabello negro corto y ondulado cruzándose de brazos sobre la acera. Mantiene un bate entre ellos y lleva un conjunto deportivo de yoga, viéndose aún como la esposa trofeo de cualquier hombre rico en Dallas que un día fue—. Vamos, chico grande. Responde antes de que llame a la policía. —Guardo silencio y araña sutilmente mi puerta con el bate. El chirrido que hace el aluminio al pasar por el metal hace que apriete con más fuerza el volante, pero no pierdo la paciencia. Tengo dinero para mandar a reparar mi puerta y esta es la única amiga de Sofía. La única persona que puede decirme dónde encontrarla, puesto que nadie se halla en el departamento de la dirección de referencia que puso en su contrato—. ¿Podrías irte ya de aquí o me veré obligada a llamar a la...?
Me bajo del auto, ocasionando que al instante guarde silencio y sus mejillas se sonrojen debido a la importante diferencia de tamaño entre ambos. A pesar de que mi metro noventa y ocho podría intimidar a muchos y de que su frente a penas llega a rozar mis pectorales, otra cosa que amaba de Sofía, su altura lo suficientemente buena como para que Weston y yo, dos chicos grandes, pudiéramos besarla sin mucho esfuerzo, me obligo a mí mismo a sonreír amablemente.
—Buenas tardes, Lilah, espero que todo esté yendo bien con la tienda y con Frankie. Traje esto para ti. —Sus cejas negras se alzan mientras se ve en la obligación de aceptar la caja de bombones que tomo del auto—. Al igual que los días anteriores, estoy aquí para preguntarte si podrías decirme dónde puedo encontrar a Sofía, puesto que nuestra relación laboral no terminó muy bien y me gustaría hablar con ella para resolverlo.
En realidad no tengo ni idea de qué le diré cuando la vea, probablemente me arrodillaré a sus pies para rogarle que vuelva a la Mansión Wertheirmer, pero encontrarla es un buen inicio. Las cejas de Lilah se alzan aún más al escucharme, sin embargo, y al igual que los días anteriores reacciona arrojando mis presentes al suelo y aplastándolos con el pie.
Pero en esta ocasión salta sobre los chocolates, casi resbálandose, pero la atajo antes de que caiga y el sonrojo en su rostro evoluciona a rojez mientras se aparta bruscamente de mi contacto.
—Una vez más, no sé dónde está Sofía, insoportable mastodonte de amabilidad. —Alza la barbilla—. Y si lo supiera no te lo diría ya que tanto tu esposo como tú, sea lo que sea que le hicieron, claramente la lastimaron.
Desciendo la mirada.
Lilah tiene razón. Herimos a Sofía, Weston con su frialdad y yo con mi silencio, pero nosotros también nos herimos en el proceso y todo por una situación que no supimos cómo manejar ya que tanto W como Gen son lo más importante para los tres y los tres le fallamos a mi mariposa al no poderla proteger.
Eso, me doy cuenta, es lo que debo decirle y hacerle entender tanto a Weston como a Sofía.
Tragándome mi orgullo y mi dignidad, la miro una vez más con súplica.
—Por favor.
La barbilla de Lilah tiembla y sus brazos se liberan, relajándose a cada costado de su cuerpo, pero sus ojos siguen reacios. No sé qué tanto sabe sobre nosotros, si es nada, si Sofía rompió el contrato de confidencialidad para poder hablar al respecto con su mejor amiga o si Lilah descubrió lo que pasaba por sí sola, pero no me importa. Si Soft confía en ella, yo también lo hago.
—No. Vete de mi casa —grazna dándose la vuelta y dirigiéndose al interior de su mansión, donde la espera elle con los brazos cruzados bajo el umbral de la puerta principal, pero antes de irse del todo gira su rostro serio y rudo hacia mí—. Olvida de una vez por todas que Sofía existe. Ella hará lo mismo con ustedes dos.
—No —protesto con un gruñido, pero no me escucha y espero que el universo sí lo haga y borre sus palabras.
*****
Quizás eso me hace un estúpido, pero paso el resto de la tarde y una parte de la noche recorriendo los lugares dónde probablemente pudiera estar Sofía. La tienda de Lilah. La que descubrí que es la casa de sus padres. El colegio en el que trabajó antes. Nuevamente su departamento, quiénes los vecinos me dijeron que se encuentra abandonado y cuyas plantas riego, intentando traer a la vida de nuevo, cuando el casero cede a mi petición de abrirlo bajo la amenaza de hacerlo responsable si a Sofía le pasó algo en el interior de la vivienda, como una caída o un infarto, y se niega a colaborar conmigo para averiguarlo.
Una de las fotos en el departamento vacío, pero cálido y acogedor de tonos cremas, me recuerda la existencia de su mellizo, el criminal problemático al que se la pasa salvando, y llamo al detective privado que contraté para buscarla para que ecuentre su dirección. Al este meter su nombre en el sistema descubre que Sofía de alguna forma logró sacarlo de la cárcel. Mi chica debió haber usar gran parte del dinero que le pagamos para hacer eso posible.
Me pregunto cuánto.
Me pregunto si todo.
Ya que la ubicación del siguiente sitio en el que podría estar no estará lista hasta dentro de unos días porque Derek no es precisamente alguien que se preocupe por tener su nombre en el libro de páginas amarillas, sino todo lo contrario, y ya es tarde, regreso a casa justo en el momento en el que mis hijos y Weston cenan.
Este me invita a unirme a ellos con la mirada a penas me ve y abrazo tanto a W como a Gen, pero niego y camino en dirección a la piscina.
—Ya cené —le informo, a lo que West alza las cejas, pero no comenta nada mientras se inclina para cortar el asado de W en pedazos y darle de comer a pesar de la manera en la que este lo mira.
Como si lo odiara.
Pero West no es el único afectado. Nuestro hijo también me ve diferente desde que Sofía se fue, pero no como si me odiara, sino como si estuviera decepcionado de mí.
Realmente no sé decir qué es peor.
—¿En qué piensas? —pregunto al llegar a dónde Sav se encuentra frente a la piscina y una hoguera para sentarme junto a ella, a lo que instántaneamente su cuerpo se amolda al mío y mis dedos buscan acariciar su cabello negro.
Una vez creí amar este cabello, pienso viéndolo deslizarse entre mis dedos, pero ahora solo deseo sostener unas hebras unas cuántas tonalidades más claras.
Café.
Cabello café con destellos miel, pero lo suficientemente oscuro como para verse como chocolate y abrirme el apetito, originando en mí un sentimiento de hambre infinita completamente diferente a la que la comida me produce.
—En lo adorable, dedicado y torpe que se ve Weston como padre —responde girando su rostro hacia mí. Sav no puede evitar ser seductora con cada uno de sus movimientos, es ese tipo de mujer que nació para llamar la atención, pero el hecho de tener sus labios tan cerca de los míos y no sentir nada solo es otra prueba lo importante que se volvió Sofía para nosotros—. Hace un parpadeo estábamos en la universidad y ahora ustedes dos son padres de dos hermosos niños, Ibor. Me siento tan vieja.
Río.
—Estamos viejos.
—¡No! —grita incorporándose de golpe y tomando asiento al otro extremo del sofá como si su cuerpo también se encontrara más cómodo estando lejos del mío, a lo que aprovecho para tomar una copa y llenarla—. A penas estamos en la flor de la juventud.
—Lo siento, Sav, pero una persona divorciada no puede decir eso —río y ella también lo hace, pero mi risa se siente falsa, forzada y vacía y ella lo nota, el brillo desapareciendo de sus ojos grises.
—Sé que soy la menos indicada para dar consejos, pero ya se lo dije a Weston y también debo decírtelo a ti ya que ambos son igual de importantes para mí. —Aprieta mi mano y me obliga a verla directamente a los ojos. El mismo día que Sav llegó y nos contó todo lo que pasó, nosotros también le contamos sobre Sofía—. Ve por la chica.
Aprieto su mano de vuelta.
—Eso intento.
Su mirada se llena de auténtica alegría ante mi respuesta, lo cual me hace apreciarla más como mi amiga. Tomando en cuenta el horrible momento por el que está pasando cualquiera esperaría que fuera incapaz de sentirse bien por los demás, pero Savannah siempre ha sido así. La mezcla perfecta entre defectos y bondades. Entre lo superficial y la profundidad y la maldad y la bondad.
Algunos la odian, pero para mí es la persona más humana que he conocido.
—Sabía que tú serías el racional y que lo convencerías.
Echo mi cuello hacia atrás, mirando hacia las estrellas mientras bebo mi vino.
—Sofía es cálida y amable y en eso congenia a la perfección conmigo, pero también es terca y protectora como West. No solo debo convencerlo a él de que lo que pasó fue un error de los tres que solo debemos superar, sino a ella también.
Sav sonríe, ladeando la cabeza hacia mí.
—No sabes cuánto quiero conocerla.
—Seguro se llevarán bien.
—Háblame de ella.
—Es dulce. Su nariz se arruga cada vez que ríe y es la persona más torpe que conozco, pero cuando se trata de W y Gen es el árbol más firme al cual aferrarse de entre miles de héctareas. Ella realmente los quiere, pero no de una manera fingida, sino auténtica, y por eso sé que debe estar pasando por un momento tan difícil como...
—¿Sav? —pregunta Weston caminando hacia nosotros con las mangas de su camisa blanca hacia arriba, sus ojos verdes helados, a lo que esta deja de verme para observarlo con las cejas arriba—. ¿Puedes venir aquí?
Savannah me ofrece una mirada de desconcierto, pero se levanta y camina hacia él. Yo también hago lo mismo un poco más atrás y los dos percibimos el aroma a alcohol proveniendo de Weston al mismo tiempo, intercambiando otro vistazo preocupado.
—¿Qué sucede? —pregunta ella una vez se detiene frente a él, a lo que Weston entrecierra sus ojos.
—¿De qué hablaban? —pregunta y ella pone los ojos en blanco—. Savannah, ¿de quién hablaban?
Sav se cruza de brazos.
—Eso no tiene por qué interesarte.
Weston gruñe y separa los labios para replicar, pero lo corto avanzando en su dirección y posicionándome junto a Savannah.
—De Sofía. Hablábamos de Sofía.
Rojo ira se apodera de su cara.
—Ibor, habíamos acordado...
—Yo no acordé nada —siseo—. Solo tú.
Acorta un poco más la distancia entre nosotros.
—Por el bien de los niños...
—Por el bien de los niños nunca debiste despedir a Sofía —digo, a lo que su rostro pierde color ya que es la primera vez que le reprocho su decisión en voz alta.
Tras un momento simplemente mirándome, su barbilla se endurece.
—Ya veo —dice con una sonrisa cruel que me advierte que está a punto de convertirse en una persona desagradable, su mecanismo de defensa, justo ahora—. Pero si esa es la manera en la que piensas, si realmente crees que tomé una pésima decisión, ¿por qué te lo guardaste hasta ahora? —Presiona un dedo sobre mi pecho—. ¿Por qué no me llevaste la contraria en ese momento? ¿Acaso no estabas de acuerdo?
Trago el nudo de culpa en mi garganta.
—En ese momento solo pensaba en Gen.
—Yo también pensaba en nuestra hija —sisea—. Pero para ti siempre es fácil aguardar en silencio y quedar como el bueno mientras dejas que sea yo quién tome todas las decisiones difíciles y quede como el villano. Sofía debía ser despedida porque no cumplió con los términos de su contrato, no cuidó a Gen como debía, no nos informó de todo lo que pasaba en su vida...
—No necesitamos que nadie nos informe nada —gruño, adelantándome también hacia él—. Es nuestra hija.
—¡Pero era el trabajo de Sofía! —grita sosteniendo el cuello de mi camisa, lo cual imito con la suya.
—¡El nuestro también!
—Chicos, los niños... —advierte Sav, a lo que Weston parpadea y se obliga a sí mismo a calmarse, retrocediendo y poniendo una máscara de total indiferencia hacia lo que tiene que ver con Sofía en su cara mientras la mira.
—Sav, ¿por qué no me acompañas con esa botella?
Ella me mira, sus ojos grises diciéndome que Weston la necesita y que lamenta que nuestra charla se haya arruinado, lo cual yo no ya que por fin le asomé al imbécil algo de lo que verdaderamente pienso y siento, lo cual profundizaremos después, pero antes de que pueda responder él se adelanta y... la besa.
Sav al instante se aparta, mirándolo como si hubiera cometido un crimen, y Weston también lo hace como si hubiera caído en cuenta de su error a pesar del brillo divertido en sus ojos, pero nada de esto es divertido.
Nada.
—Weston... —jadea ella, pero su reacción queda en segundo plano cuando me adelanto y lo tacleo, los dos terminando en el interior de la piscina.
Maldito desleal.
Maldito imbécil.
Maldito traicionero.
¡¿Cómo pudo hacer eso?!
¿Cómo puede si quiera pensar en besar a otra mujer y cómo pudo arruinar así la confianza de Savannah? Ni todo el alcohol del mundo justifica su error.
Steven y otro escolta nos separan y sacan de la piscina ante los gritos de Sav. Ya fuera veo cómo algunas zonas del agua se ven rojas y me siento como una mierda cuando veo que la sangre proviene de la nariz de West, pero ese sentimiento crece cuando lo veo y escucho llorar entre los brazos de Savannah.
—Él me dijo que me odia —repite sin parar, su rostro escondido en su pecho mientras se aferra a ella como si fuera un niño—. W me odia, Sav. Mi hijo, el niño mas dulce y tierno, me odia.
Mientras lo consuela, Sav y yo compartimos otra mirada y me levanto, listo para ir con W y asumir la culpa de todo solo para que Weston no esté destrozado, pero mis pies se detienen al ver a Gen en un pijama de dinosaurio en el recibidor.
—Papi —dice sin verme, sus ojos amplios y desconcertados enfocados en Savannah y Weston junto a la piscina—. ¿Por qué papá besó a Sav?
Solo les quiero dar las gracias por todo el amor que le dan a la novela ❤️
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