Capítulo 10: Nuestra.
SOFÍA
Parpadeo varias veces antes de poder manejar el resplandor de las luces y el brillo de las mariposas sobre mí. Lilah me había dicho que era casi imposible que Weston e Ibor no terminaran escuchando sobre el proyecto, pero me obligué a mí misma a no pensar demasiado en ello. Me dije una y otra vez que no sucedería tan pronto. Que enfrentarme a su escrutinio, a sus ojos verdes y azules sobre mí, no sería tan pronto. Mucho menos durante la fiesta de máscaras que duramos semanas preparando para recolectar fondos, en la cual todo debía ser perfecto. Cierro mis ojos con fuerza al recordar sus apariencias por debajo del antifaz, mientras me hacían terminar entre ellos con suma facilidad.
Ese verde...
Ese azul...
Los habría reconocido en cualquier parte.
Me gustaría poder decir que olvidarlos es tarea fácil, pero sé que incluso sin ninguno de mis sentidos mi alma sería capaz de reconocerlos. Mi instinto, el acelerado latido de mi corazón, hablaría por sí solo. Tal y como lo hace ahora.
—Tres millones de dólares —revolotea Lilah a mi alrededor, abanicándome, mientras Steven me mantiene en pie con delicada firmeza, conduciéndome a uno de los balcones del amplio salón en el que nos encontramos para que pueda respirar. La mirada de mi mejor amiga contiene signos de dólar. La del empleado de los Wertheirmer, a quién también puedo llamar amigo, preocupación. Tras nosotros quedó un alboroto protagonizado por mis exs jefes pujando para llevárselo todo cuando se dieron cuenta de que no quería ser seguida por ellos. Un evento que continuó sin nosotros—. ¡Ganamos tres millones de dólares y la subasta todavía no ha terminado, Sofía! —ríe, celebrando—. ¿Crees que W pueda hacer más dibujos? ¡Enviaré a mi chófer a buscarlos! ¡Dile que si los hace en este preciso instante, le daremos un porcentaje!
Una sonrisa temblorosa se apodera de mi boca. Yo también estoy alegre por eso. Independientemente de que el dinero provenga de Weston e Ibor, lo importante es la cantidad de niños a los que ayudaremos con nuestro programa. Niños como Gen. No puedo evitar sentir una piedra en el pecho, sin embargo, que impide que el aire circule libremente a través de mis pulmones. También una gran confusión. Pensé que no confiarían en mí de nuevo.
Pensé que los había decepcionado más allá del retorno.
¿Por qué depositarían su dinero en mí?
—¿Estás bien, Sofía? —pregunta Steven, soltándome cuando finalmente llegamos al balcón y el aire fresco hace balancear mi cabello.
—Sí, solo necesito estar sola por un momento.
Lilah hace una pausa de su felicidad para apretar mi brazo con mirada maternal.
—Me gustaría decirte que puedo echarlos en este preciso instante para hacerte sentir mejor, pero necesitamos su dinero. Dudo que consigamos esa cantidad en otra parte de manera tan fácil, Sofía.
Mi barbilla tiembla.
—Lo sé.
Se inclina para besar mi frente.
—Quédate aquí por el tiempo que necesites. Steven y yo nos encargaremos de que todo salga de acuerdo a lo planeado. De igual manera, ya hiciste tu parte de forma estupenda y ya recolectamos mucho más de lo que soñábamos.
—Realmente lo hiciste bien —secunda Steven—. Adquiriré un dibujo más tarde. —Pone los ojos en blanco—. Si es que queda alguno.
Asiento hacia ambos a modo de agradecimiento.
—Gracias.
Tanto Lilah como él me ofrecen una última mirada antes de abandonarme. Una vez sola, me retiro el antifaz y me apoyo en la barandilla, dejándolo sobre ella. La luna es tan brillante esta noche que sería capaz de ver sin el resplandor de los faroles a mi alrededor. Mi vestido es algo incómodo, por lo que sostengo sus laterales y los alzo para poder descender las escaleras que conducen al jardín, alejándome de la fiesta que yo misma organicé. Una serie de arbustos de hortensias blancas me dan la bienvenida. Se suponía que debería estar celebrando junto a mis invitados, dándole las gracias por sus donaciones, pero no puedo estar en la misma habitación que ellos. Que hayan decidido donar dinero a la causa no significa nada con respecto a nosotros. No cuando Weston llegó a mirarme como si me odiara. No cuando decepcioné la confianza que Ibor depositó en mí de esa manera. No cuando yo siento tanta vergüenza.
Amo tanto lo que hago.
Amo tanto a los niños, y decepcioné al que más me necesitaba.
A pesar de que hago todo esto por ella, para pedirle disculpas, y está siendo un éxito, sigo sin poder perdonarme a mí misma por haberme equivocado tanto. Al detenerme en el centro del jardín, mis lágrimas empiezan a caer sobre las hortensias. No solo perdí a los Wertheirmer, también la fe en mí misma.
Luché porque esto sucediera, y aun así no siento que lo merezca.
—¿Sofía?
Me giro de golpe ante el sonido de sus voces.
—¿Qué hacen aquí?
—Vinimos por ti —responde uno.
—Queríamos asegurarnos de que estuvieras bien. No abandonaste el salón de baile de la mejor manera —dice el otro—. Te veías angustiada.
Me limpio la cara con el dorso de la mano, pero aun así sé que tanto Jacob como Lee fueron capaces de ver mis lágrimas. Hemos salido algunas veces desde que nos conocimos, al cine y unas cuantas a tomar café. Han sido una buena compañía y de bastante ayuda para la preparación del día de hoy. Una vez supieron en qué consistía Butterflies Released Academy, aportaron su grano de arena. Jacob, con su experiencia en programación, me ayudó a crear la página web y las redes sociales oficiales del programa. Y Lee usó sus contactos de marketing para conseguir el alquiler de este lugar casi gratis.
Ninguno ha vuelto a insinuar nada con respecto a nosotros.
Solo hemos sido amigos, tal y como prometieron.
—No pasó nada. Todo está bien.
Jacob acepta mi respuesta, pero Lee niega. Sus ojos oscuros permanecen irritados y serios, más que en su estado natural. En un principio pensé que le molestaba cada cosa que hiciera porque siempre se veía de esa manera. Luego me di cuenta de que solo es parte de su personalidad. Incluso cuando sonríe luce amargado. Jacob es todo lo contrario. Poético y educado.
—Son ellos, ¿cierto? Wertheirmer y su esposo.
Mis mejillas enrojecen.
—No sé de qué hablas...
Siempre tengo presente el acuerdo de confidencialidad, lo importante que es para ellos su privacidad. Los ojos de Lee se entrecierran ante mi respuesta.
—Hablo de los sujetos que te rompieron el corazón, Sofía. La razón por la que estás aquí llorando cuando deberías estar disfrutando de los resultados de todo tu trabajo. —Me tiende un pañuelo que saca de su bolsillo, con el cual termino de limpiarme. Este tiene sus iniciales—. Regresa con nosotros. —Sus labios se curvan maliciosamente—. Tengo una sorpresa preparada para ti una vez Wertheirmer termine de gastar el poco dinero que le queda comprando esos estúpidos dibujos.
Tiemblo cuando se inclina para besar mi mano, en lo absoluto acostumbrada a manejar la intensidad de su mirada. O su cercanía. Jacob permanece en segundo plano mientras Lee toma el control de la situación, pero...
¿Cuál situación?
No estoy preparada para tener más de dos intereses amorosos.
Aun así, puede que esté malinterpretando la situación y Jacob y Lee solo estén siendo amables. En un principio dijeron que solo querían conocerme. Después prometieron que solo seríamos amigos y todo permaneció cordial desde entonces. Hemos coincidido tantas veces después de ese primer acercamiento con Lilah en el restaurante de sushi de Weston sin que sucediera algo fuera de lo normal, que pensé que ya no tenían interés en mí. Que se habían dado cuenta de lo rara y torpe que soy, entre otros muchos defectos, y habían desistido.
—No le digas estúpidos a los dibujos —susurro, mi tono de voz nervioso. A pesar de que un noventa por ciento de mí está concentrado en lo confundida que me siento por su actitud, el otro diez se encuentra irritado por su comentario—. Todos fueron hechos con mucho amor por un niño para hoy.
Las mejillas de Lee enrojecen.
—Lo siento. Soy un estúpido a veces.
El rubor también se apodera de mi cara.
Tampoco estoy acostumbrada a regañar a nadie, al menos no a un adulto.
—No te preocupes. Sé que no lo decías en serio.
Jacob hace que despegue mis ojos del asiático al adelantarse hacia nosotros. La tensión, buena o mala o ambas, entre su socio y yo se deshace una vez su cálida aura se interpone entre los dos. Esa sonrisa que nunca dice adiós.
—No tuvimos la oportunidad de bailar más temprano, ¿te gustaría hacerlo ahora? —pregunta, a lo que mi frente se arruga.
—La música se detuvo para que la subasta pudiera empezar.
Se encoje de hombros.
—Podemos bailar aquí. El sonido de los grillos es suficiente para mí.
Separo los labios sin saber muy bien qué responder. Pero antes de que pueda conseguir algo que contestar, el sonido de varios pasos acercándose hace que los tres giremos el rostro hacia su origen.
Al instante en el que mis ojos dan con los suyos, todo mi cuerpo se paraliza. La última vez que nos vimos pude mantener la compostura porque la manera de mirarme de ambos coincidía con lo que había esperado de ellos, pero en este momento es diferente. Tanto Ibor como Weston caminan hacia mí como si quisieran... como si me desearan dónde sea, pero entre los dos, y ese es un sitio al que jamás me puedo permitir regresar.
No a menos que quiera destruirme a mí misma.
Los dos se han quitado las máscaras, por lo que sus hermosos rostros están expuestos para mí. Su expresiones de odio hacia Jacob y Lee, quiénes también los miran a ellos con cierto recelo. Me tambaleo en respuesta a ello y Jacob me estabiliza, su mano sosteniendo mi brazo. Ese escaso contacto entre ambos es suficiente para que Ibor gruña, algo que nunca había oído, no de él, y los ojos verdes de Weston se oscurezcan con desagrado. Aunque es un magnate de las inversiones, siempre se le ha hecho complicado ocultar sus emociones.
—No la toques.
La voz del jugador de fútbol es una advertencia. Siento el agarre de Jacob volverse más apretado en respuesta y me escabullo.
¿Qué está pasando?
Weston rápidamente me da la respuesta.
—Muy bien. Lumpia, Mark Zuckerberg, pueden irse. Muchas gracias por intentar ocupar nuestros puestos, pero ya estamos de regreso.
Me ahogo con mi propia saliva, tanto ira como algo más revoloteando en mi pecho. ¿Eso que escucho en su voz son... celos? ¿Weston Wertheirmer está celoso? ¿Ibor también? ¿Por qué sentirían eso si ya lo nuestro se acabó?
Si nunca empezó.
Lee se adelanta antes de que mi mente pueda formular respuestas.
—Soy tan estadounidense como tú y mis ancestros son japoneses, no chinos.
Weston ríe.
—Sí, bueno. No estoy poniendo en duda tu nacionalidad. Si crees que es así es por tu complejo de inferioridad. No porque yo sea xenófobo, lo que es ridículo tan siquiera dejar entre líneas. —Me mira—. Por las venas de la mujer que me encanta corre sangre latina.
Ahogo un gemido.
—Supongo que te refieres a la misma mujer que hicieron llorar en su día con su mera presencia —dice Jacob, a lo que mi pecho se hunde e Ibor se adelanta.
—¿Eso es cierto, Sofía? —Sus ojos azules lucen atormentados mientras inspecciona mi rostro—. ¿Quieres que nos larguemos? —El aire escapa de mis pulmones cuando termina frente a mí—. ¿Quieres que te dejemos con ellos?
No y sí.
Sí y no.
¡No lo sé!
—No tienen que irse si no quieren —jadeo, pensando en todos los niños que se beneficiarán con su presencia—. Pero yo debo regresar dentro.
Me adelanto, dejándolos atrás a los cuatro porque esto es sencillamente demasiado, pero los dedos de Weston rozan mi brazo cuando paso por su lado. Mis pies se detienen casi involuntariamente y a los segundos siento la presencia de Ibor tras de mí. Ninguno de los dos es invasivo. Ambos son sutiles, como si temieran acercarse demasiado. Como si sintieran el mismo miedo que me consume en carne viva cuando me encuentro entre ellos.
Son demasiadas emociones, demasiados sentimientos.
—Te dejaremos disfrutar del resto de la noche sin que nuestra presencia te moleste. —Un gran alivio me recorre por dentro, pero este no tarda en desvanecerse. Ladeando la cabeza de una manera en la que jamás lo he visto hacerlo, con humildad, prosigue—: Lo que menos queremos es ser quién arruine tu momento especial, pero permítenos decirte tres cosas antes de irnos. —Se adelanta, a lo que retrocedo, pero eso me acerca más a Ibor—. Uno, gracias por crear una iniciativa como esta. No sabes cuánto significa lo que acabas de hacer para nuestra familia. —Tiemblo—. Dos, que estés saliendo con alguien más no nos va a intimidad. No puedes hacer algo como esto y pretender que te dejemos ir de nuevo. Soy estúpido, pero no tan estúpido como para no darme cuenta de que estoy frente a la única mujer que encajará con nosotros. —Trago—. Y tres, esta noche te ves como la criatura más hermosa que alguna vez haya sido descrita por la historia, antes y después del nacimiento de Cristo.
Exhalo, sintiendo las lágrimas picar tras mis ojos.
Weston se tambalea al verlo e Ibor se aleja.
—No lo hice por ustedes, lo hice por Gen.
—Lo sabemos —susurra Ibor tras de mí, haciendo que me gire para poder verlo a la cara. Este sonríe de forma triste, pero su mirada azul contiene esperanza y determinación. Es tan hermoso, no solo él, sino su aura, que tengo que apretar los dedos de mis manos para no tocarlo y controlar mi cuerpo para no adelantarme y abrazarlo, que es lo que más quiero hacer en este momento. También abofetear, morder y besar a Weston. Tomando en cuenta lo roto que ha estado mi corazón por ellos durante los últimos días, me genera una gran humillación sentirme de esa manera—. Y eso hace que te queramos todavía más, Sofía. Que ames a nuestra familia como jamás nadie lo ha hecho.
La voz de Weston hace que me gire de nuevo.
Como si el momento no fuera lo suficientemente dramático, la lluvia empieza a caer sobre nosotros, empapándonos. Doy gracias a Dios al notar que tanto Lee como Jacob se alejaron para darnos espacio. Nuestra conversación es demasiado privada como para penetrar oídos ajenos, al igual que la naturaleza de nuestro vínculo. A ojos de todos Ibor y Weston son una familia. A ojos de todos no hay cabida para alguien como yo en sus vidas.
—Eres la pieza faltante de nuestra familia.
Al oírlo las lágrimas vuelven a acumularse en mis ojos, solo que esta vez de ira.
Están demasiado cerca. Tan cerca que no siento frío a pesar del clima.
Me alejo dando un paso hacia un lado, harta de que me acorralen de esa manera. Harta de no poder pensar cuando me colocan en medio de ambos. De no poder sentir más que amor y deseo, pero ahora un anhelo que me quema y me absorbe por dentro.
—Me despidieron. Me alejaron como si no valiera nada para ustedes.
Weston ladea la cabeza hacia el interior del edificio. El agua de la lluvia se desliza por su rostro, empapando su traje y su camisa.
—No podía permitir que mis hijos estuvieran expuestos a ningún tipo de peligro o que estuvieran a cargo de una persona intransigente o distraída.
—Weston, maldito idiota... —gruñe Ibor tras de mí, rodeándome para discutir con él, pero el otro rubio alza la mano para pedirle que lo deje continuar.
Sin embargo, decido no quedarme.
Me doy la vuelta sosteniendo los laterales de mi vestido y empiezo a correr a través del jardín de hortensias. Intransigente y distraída, me dijo. Una mala cuidadora para sus hijos. Una decepción como profesional. Para Gen y W. Sollozo, mi corazón hundido, porque a pesar de todo lo que haga nada será suficiente para reparar el daño que ocasioné con mi negligencia.
Ya no hay manera en la que pueda regresar al evento, no empapada y desecha como estoy, así que me apresuro en dirección al estacionamiento. Allí buscaré al chófer de Lilah o tomaré un taxi que me lleve a casa.
¿Pero cuál es realmente mi casa?
No me he sentido en un hogar desde que me fui de la Mansión Wertheirmer.
—Señorita García, ¿en qué la puedo ayudar? —pregunta Jack, el chófer de Lilah, cuando llego hasta su limosina, saliendo de ella con un paraguas.
Por lo general Lilah es tan autosuficiente que solo usa sus deportivos, pero su ex amaba esta limosina y a su chófer, así que se los quitó durante el divorcio.
—Quiero ir a casa —indico en su interior, sorbiendo por la nariz.
Él se gira para mirarme desde el asiento piloto, poniendo el auto en marcha.
—¿Y dónde es eso?
Su voz es suave al darse cuenta de la expresión de mi cara.
Miro tristemente hacia mis manos.
—No lo sé.
—Bueno —dice—. La llevaré a casa de la señora... ¡qué diablos!
La manera en la que frena de golpe, aún a una velocidad tan baja debido a que todavía nos encontrábamos en el estacionamiento, hace que me deslice hacia adelante y hacia un lado. Mi corazón retumba en mis oídos cuando veo a Ibor frente al capó del auto, sus nudillos rotos. Varios relámpagos caen tras él, convirtiendo su belleza angelical en algo más oscuro. Mis labios se entreabren, mi cuerpo buscando oxígeno, ya que por unos segundos me olvido de respirar. Escucho al Jack preguntar si realmente el defensa de los Cowboys acaba de atravesarse en su camino, pero no tengo fuerzas para responder.
No cuando Weston abre mi puerta y me mira con un moratón en la mejilla.
—Cuando hablaba de una persona intransigente y distraída me refería a mí, Sofía. No a ti —susurra—. Soy yo quien debió haberlos protegido a todos, pero no lo hice y fue más fácil culparte por eso y alejarte que admitir mi odio hacia mí mismo. Aun así, estoy feliz de haberte despedido. No me arrepiento de eso. —Retrocede e Ibor también—. Porque no podías quedarte siendo la niñera de nuestros hijos para siempre. No cuando significas mucho más que eso. No cuando mereces un mejor lugar que ese. Un maldito trono de reina. —Dicho esto se da la vuelta, sus hombros flojos como si se hubiera liberado de un peso que le impedía respirar con normalidad—. Nos vemos pronto, nena.
Nena.
—Adiós, Soft —añade Ibor antes de irse con él, su expresión nuevamente suave.
Soft.
Presiono mi espalda contra el asiento.
—¿Qué acaba de suceder? —pregunta Jack, desconcertado con todo lo que acaba de ver y oír, a lo que simplemente niego.
Niego sin parar pensando en la exposición, la confidencialidad.
¿Qué pretenden arriesgándose a hacer tal demostración de afecto en público?
—No lo sé.
¡Feliz año!
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