Introducción
4 años antes.
Academia de policía, segunda semana de entrenamiento.
♠️
— ¡Ese fue un tiro perfecto. — Levanto los brazos en señal de triunfo porque ninguno de estos jodidos locos atinó al blanco como yo. — ¡Soy el puto ojo de Halcón!
Christian baja su arma y me mira con una sola ceja arqueada, el cigarrillo en su boca se balancea de un lado a otro.
— Eres el puto. Punto.
Mi festejo feliz se detiene.
— ¿Qué mierda significa eso? ¿Estás celoso?
Señalo la figura frente a él y reviso rápidamente los tiros, todos tuvimos la misma cantidad y oportunidades para acertar.
— No estoy celoso, imbécil. Es la primera cosa que te resulta bien, no te emociones por eso.
Puto Grey.
— Christian tiene razón, — Ethan revisa que su arma esté asegurada y la pone sobre la mesa. — Es nuestra primera práctica de tiro, podría ser solo suerte de principiante.
— ¡Jodidos idiotas! ¡Fui el mejor! Solo están celosos de mi habilidad natural. — Señalo primero a Christian. — ¡Tú! ¡Jodido cincuenta! ¡Solo atinaste la mitad de tu cartucho!
La rubia sexy que nos sigue a todos lados porque seguramente está enamorada de mi asiente, mirando la misma figura que yo noté.
— Tiene razón. — Se ríe. — Diste al blanco solo la mitad, tu puntería está en 50%.
— ¿Lo ves? Gracias rubia.
Christian gruñe algo que no alcanzo a escuchar porque camino a la siguiente figura.
— ¡La de Ethan! — También la señalo. — ¿Qué tienes para decir a tu favor, niño bonito?
El ceño de Ethan se frunce más de lo normal, es un chico tan raro que casi nunca sonríe, y cuando lo hace es porque la rubia sexy dijo algo gracioso.
— Atiné a la cabeza. — Señala.
— Ah, no. ¡Diste en la oreja!
— La tarea era disparar para detener al agresor, no matarlo. — Se defiende el jodido rubio.
— ¡Estamos practicando puntería, no manteniendo con vida al sospechoso! ¡Es una práctica de vida o muerte, Ethan! Me fastidia que no tomen esto con seriedad, ni tú ni cincuenta.
— ¿Quién mierda es cincuenta? ¿Yo? — Gruñe Christian.
— Si, tú y tu 50 por ciento de habilidad.
Apoyo las manos en la cintura, incapaz de creer la falta de talento de estos chicos. ¿Cómo mierdas pensaron que podrían ser policías?
— ¿Y qué hay de mi?
Giro para mirar a Leila.
— ¿De qué hablas?
— Acabas de llamar 50 a Christian y Niño bonito a Ethan, estoy de acuerdo con ambos apodos pero ¿Y el mío?
Es medio tonta mi rubia.
— Tú eres rubia sexy.
— No, no lo soy. — Sus cejas se fruncen.
¿No puede ver lo sexy que es?
— Si, lo eres. ¡Yo te bautizo en el nombre de...!
— ¡No! — Chilla. — No me des un apodo por cómo luzco, soy más que tetas y cabello rubio.
Es mi jodido turno de fruncir el ceño.
— A Ethan no le importa ser Niño Bonito.
— Porque es demasiado amable para discutir contigo.
— Sigo sin ver el problema, rubia. — Me lanza una mirada de odio que me causa un escalofrío. — Pero déjame pensar en otra cosa.
— Que sea rápido.
Intento con todas mis fuerzas pensar en algo que no sean sobre su físico pero nada viene a mi mente, ni siquiera algo relacionado con sus habilidades de tiro.
— Leí... Lo... Li... ¡Lay!
— Me llamo Leila.
— ¡Por eso mismo! Te llamaremos Lay.
— ¿Por qué eso es un apodo? — Pregunta el jodido rubio bonito.
— Es obvio, su nombre es Leila, no Layla.
¡Dah!
— ¿Layla? — Pregunta Christian.
— ¡Si!
— ¿Lay? — Repite como el idiota que es.
— ¡Que si!
— Sigo sin entenderlo. — Se queja Ethan.
— Cállense todos, ahora ella es Lay y ustedes tontos jamás lo entenderían.
Christian pone los ojos en blanco pero toma su arma y el cargador para devolverlos, Ethan y Leila detrás de él hablando en voz muy baja.
— ¿Y ahora qué? — Pregunto cuando salimos al estacionamiento.
— Pues, no sé... — La rubia mira a Ethan. — ¿Pizza?
— Bien pensado Lay, pizza está bien.
Camino hacia mi auto imaginando la deliciosa masa con queso derretido, pimientos y peperoni hasta que noto que ellos no caminan. Me detengo para mirarlos.
— ¿No oyeron? ¡Pizza! Y cerveza en casa de Lay.
Christian presiona sus labios con fuerza, escucho sus pasos detrás de mí cuando giro para ir de nuevo a mi auto.
— ¿Crees que...? ¡Ay! — Chillo cuando tira del cuello de mi camiseta.
— Cierra la puta boca, Luke.
Manoteo para que me suelte y cuando lo hago, giro para enfrentarlo. Pero lo que llama mi atención es que Leila e Ethan caminan en sentido contrario, al otro lado de la calle.
— ¿A dónde van ellos? ¿Y la pizza?
— Serás imbécil, — Gruñe. — Ethan y Lay quieren estar solos.
— ¿Por qué? Ella jamás arruinaría su oportunidad conmigo.
El jodido Grey golpea mi cabeza con su mano.
— No le interesas a Leila, le interesa Ethan.
— ¿Por qué? — Chillo de nuevo.
— Lo desconozco. — Sus hombros se encogen. — Supongo que le atrae más.
Solo veo sus espaldas alejándose pero sé que Ethan está riendo, su cuerpo sacudiéndose con cada movimiento. Apoya la mano en el hombro de Lay y ella también sonríe como si él fuera el puto sol.
— No lo entiendo. ¿Cuál es la gracia de dormir con la misma chica todas las noches?
Porque eso es lo que ocurrirá. Mi amigo es el tipo de chico bueno que va a conquistarla con amistad y buenos tratos, la encantará con su amabilidad y la promesa de seguridad, confianza y lealtad... Por el tiempo que sea necesario.
— A mi no me preguntes. — Gruñe encendiendo otro cigarrillo. — Sabes que odio la mierda de la conquista con flores y corazones.
— Sigo sin entenderlo...
— Porque eres idiota. — Tira de nuevo de la manga de mi camiseta.
— Sube al auto y trae pizza, te mostraré mi bebé y navegaremos en el sound.
— ¿Tienes un hijo? — Mis cejas se arquean en confusión.
— Cállate y sígueme antes de que me arrepienta de ello.
Jodido Grey.
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