—Hablaste demasiado pronto. —gruñe Becca sosteniendo el volante del auto.

Mantengo la vista al frente y los brazos cruzados sobre mi pecho. No voy a mirarla para que sepa que sigo molesto por olvidar mi almuerzo de hoy, por su culpa tendré que comprar ese horrendo sándwich de pavo de la cafetería.

—Luke... —me llama, gira para mirarme—. Dije que lo siento, mañana pondré el lonche y un postre solo para ti.

Bueno.

—Me gustaría algo con cajeta, hace mucho no la como. —sugiero.

—Se hacer un flan de cajeta, ¿Qué te parece?

¡Asombroso!, ya estoy viendo los frutos de decidir quedarme aquí.

—Suena bien —ahora si giro para besarla—. Te veré más tarde, mamita.

Me quito el cinturón de seguridad y tiro de la manija de la puerta para bajar, pero la mano de mi roja me detiene.

—¿Luke? —se muerde el labio inferior con nerviosismo—. Quiero aprovechar este momento que no están las niñas para decirte que tengo un retraso...

¿Qué?

Becca vuelve a presionar sus labios en una mueca triste, como si estuviera a punto de llorar. Oh, mierda. ¿Es lo que creo que es?

—¿Un retraso? ¿Cómo en... Ese tipo de retrasos que necesitan fondo universitario?

—Si. —asiente.

—Mierda.

Ella sigue mirándome pero mi mente está en blanco. Lo único que pensaba esta mañana era llegar a la estación y ver la cara de Christian cuando le diga que me deshice de Abernathy.

—Mierda —repito. Me inclino para mirarla—. ¿Podemos hablar de esto más tarde, cuando las niñas se duerman?

—Claro.

Asiente de nuevo y se acomoda el cinturón, poniendo el auto en marcha cuando cierro mi puerta. Y me quedo ahí mirándola alejarse, mi mente todavía en blanco por lo que dijo.

Camino dentro de la estación y voy directo al piso de mi equipo, emocionado por verlos ahí de nuevo cuando creí por un breve momento que me iría de Seattle.

—¡Buenos días! —saludo.

Christian levanta la cabeza para mirarme, haciendo que su esposa haga lo mismo. Incluso el viejo Et baja su taza para mirarme.

—¡Luke! —grita el rubio—. ¿Qué haces aquí?

Meto las manos en los bolsillos y me acerco con una gran sonrisa.

—Tengo razones para quedarme, pero debo decirte esto Christian, tendrás que hacer una nueva carta de recomendación.

Dirijo mi mirada al escritorio vacío de Lay que el rubio ocupaba, y que por obvias razones no se encuentra aquí.

Christian sigue mirándome sin entender, es su esposa la que comprende todo rápidamente y me mira.

—¡Enviaste a Jesse! ¡Lo mandaste a California! —chilla.

—Tu dijiste que era tan bueno como yo, solo dije que debería intentarlo.

Antes de que la cosita sexy pueda seguir gritando, Christian cruza el espacio que nos separa y me abraza.

—Maldición, Luke. Podría besarte ahora mismo.

—¡Oye! —la primera en gritar es la señora Grey.

Le doy a mi mejor amigo un abrazo rápido y me aparto de él con una mueca sorpresa.

—Perdiste tu oportunidad, Christian. Es muy tarde para nosotros ahora. —el idiota pone los ojos en blanco—. Además, tengo nuevas responsabilidades.

Algo en lo que digo hace que mi buen amigo Ethan baje su taza y me mire con la boca abierta, la sorpresa obvia en su rostro.

—Creo que estoy soñando porque escuché a Luke decir algo sobre responsabilidades.

¿Qué carajos?

—¡Puedo ser responsable! —chillo—. Puedo hacerme cargo de las niñas, y de la casa y de lo que venga. Todo está pasando muy rápido, pero podría hacerlo.

—¿Pasando muy rápido? —la señora Grey cuestiona, su curso de interrogatorios dando resultados.

—¿A qué te refieres? —es Christian el que cuestiona directamente.

—Bueno, no estoy seguro al 100 por ciento todavía, pero Becca podría estar embarazada.

Ana, Christian e Ethan se quedan en silencio, mirándome como si me hubiera crecido otra cabeza o alguna mierda de esas raras, ¿Por qué están tan sorprendidos? ¿Por qué yo no estoy sorprendido como ellos?

—¿Escucharon lo que dije? ¡Embarazada! ¡Embaracé a Becca!

Eso los hace salir de su asombro.

—Esa no es una hazaña, tonto. —Ana golpea mi brazo.

—Debería serlo, seré padre. —giro para mirar a mi mejor amigo—. Eras tú el que quería tener hijos pronto... ¡Te estoy ganando, Christian!

Adelante por tres cabezas ahora, si contamos a las rojas. Y sé que a Christian no le gusta quedarse atrás, así que voltea a mirar a su esposa.

—Nena, ¿Lo has pensado?

Ella frunce las cejas sexys.

—No voy a discutir eso aquí, Christian. No es el lugar ni el momento.

—Lo es, Ana —me pongo del lado de Christian—. ¿Te imaginas que nuestros hijos crezcan juntos y sean mejores amigos como nosotros?

—¿Y si uno de ustedes tiene un hijo y el otro una hija? —pregunta Et, participando en el tema.

—Podrían enamorarse como en las películas de chicas, ¿No sería genial? —contesto.

Christian sigue mirando a Ana como si pudiera hacerla cambiar de opinión, pero ella pone las manos sobre la cadera y lo señala.

—No voy a embarazarme para que juegues a ser compadre de Luke, ¡Olvídalo! —Christian intenta decirle algo.

—Cerecita... —es lo único que dice cuando ella lo calla.

—Tengo 20 años, Christian. Debes esperar.

Cuando ella gira para alejarse, yo le digo bajito:

—Demasiado tarde, nuestros hijos deberían ser de la misma edad, Chris... Solo digo.

Ana me mira con el ceño aterradoramente fruncido, así que me alejo para tomar al menos una taza de café antes del horrendo sándwich.

Dios, es real. Tendré un hijo o una hija... O podrían ser gemelos de nuevo. Mierda. Un escalofrío me recorre la espalda solo de imaginarlo. Tenemos qué asegurarnos antes de llevarle la noticia a mi madre y comience a saltar de felicidad.

Cuando termino de verter el café, giro para volver a mi escritorio y me doy cuenta que ellos siguen mirándome de forma extraña.

—¿Qué? —me quejo.

—No lo ha entendido —agrega la señora Grey mirando a su esposo.

—¿No he entendido, qué?

—Las implicaciones de tu nueva situación, Luke —el rubio sabelotodo me señala—. Cuando lo entiendas, todo va a cambiar. Estamos viendo el final de una era.

Ahora estoy asustado.

—Mierda.