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Capítulo 45. Luke.

Llevo un batido de fresa y una bolsa de papel con un sándwich. Es el mejor maldito día de mi vida.

Becca me deja frente a la estación después de dejar a las niñas en la escuela, y entro directamente al edificio, feliz de que el dolor en mi pie sea algo casi inexistente.

—Buen día —saludo a Mía por cortesía, luego sigo mi camino hasta mi piso—. ¡Buenos días!

Saludo porque todos están ahí. Echo un vistazo a mi reloj para revisar si estoy llegando tarde... Apenas por 2 minutos. Todos están en silencio, mirándose el uno al otro.

—¿Qué? —pregunto. No estoy compartiendo mi jodido batido.

—Luke... —la señora Grey me mira y presiona los labios.

—¿Qué? —insisto. Incluso el viejo Et me da una mirada rara.

Solo Abernathy luce aburrido con los brazos cruzados sobre el pecho, llevando lentes oscuros a esta hora de la mañana. Maldito culo arrogante.

—Hey, Luke —Christian es el único que se acerca—. Llegó esto para ti.

Me da una hoja de papel doblado y la tomo, yendo primero a mi escritorio a dejar mi almuerzo. Debe ser algo grave si todo mundo me mira como si estuviera muriendo.

—¿Y esto es...? —la hoja lleva algunos logos importantes que reconozco. Comienzo a leer.

... El equipo de reclutamiento propone a Luke J. Sawyer, del departamento de policía de Seattle, como reemplazo del Teniente...

—¿Es una maldita broma? —pregunto a nadie en particular—. ¿Esto es de verdad?

—Si —responde Ana.

Todos permanecen en silencio muestra vuelvo a leer rápidamente la hoja.

—¡Me voy a California! —chillo—. ¡Maldita sea, si! ¡Estaré en la academia de SWAT!

—¿Estás seguro de esto? —Christian pregunta, ¿Es que nadie va a felicitarme?

—¡Si! ¿Sabes lo difícil que es entrar ahí como instructor? —¿Porqué nadie está sonriendo?—. ¡Enseñaré a tipos que son más grandes que yo!

Abernathy es el único que levanta un pulgar en señal de apoyo.

—Bien hecho, Sawyer. Recibir ese tiro en el pié trajo buenas cosas.

No sé si es burla, pero le dedico una mirada divertida.

—¿Te gustaría intentarlo, chico?

Christian estaría encantado si dice que si.

La señora Grey pone los ojos en blanco, luego se acerca hasta quedar frente a mi.

—Felicidades, Luke. Sé que es un gran logro, sin duda eres uno de los mejores. —y con eso, ella se da la vuelta para irse. Se detiene antes de bajar las escaleras para hablar—. ¿Ethan, Jesse? ¿Vienen conmigo a revisar unos documentos?

Casi los escucho gruñir cuando se miran el uno al otro.

—Felicidades, Sawyer —El rubio idiota es el primero en seguir a la señora Grey.

—Bien hecho, hermano —Et palmea mi hombro—. Lo mereces.

—Lo sé.

Cuando Christian y yo nos quedamos solos, él cruza los brazos sobre su pecho y me mira con tristeza. Puedo ver claramente lo mucho que se preocupa por mi.

—¿Vas a pedirme que me quede? —digo para romper el silencio.

—No —pero presiona sus labios con fuerza—. Deseo que tengas éxito, siempre voy a apoyarte Luke.

Aww.

—Gracias Bro, sabía que podía contar contigo.

Vuelvo mi atención a la carta, pero Christian sigue mirándome.

—Solo me pregunto si estás considerando todas tus opciones. Por lo que sé, esta vez tienes mucho qué perder.

—¿Te refieres a mis rojas? —él asiente.

Mierda.

No había pensado más allá de la carta. ¿Que pensará Becca de esto? Si me voy, creerá que estoy huyendo de ellas. Y podría ser un cabrón, pero jamás fui mentiroso.

—Sé que es algo que deseaste desde la academia, no lo olvido. —me recuerda—. Pero creo que las cosas han cambiado.

Tiene razón. Mi amigo baja las escaleras, dejándome solo para que piense y eso me hace reír porque suena a idea de Ana. El Christian que yo conozco me habría dicho exactamente qué hacer. Sin discusión.

Si me voy... Tendría que llevar a mamá conmigo. Y a Becca y a las rojas. El sueldo es bueno, pero... ¿Serían felices?

—Carajo, ¡Ya no tengo control sobre mi vida!

Intento pensar en una solución que nos haga felices a todos, y sé que parte de esto debería saberlo Becca. Eso es lo que las parejas hacen, ¿Cierto? Toman desiciones juntos, como cual cereal comprar y mierdas asi.

Y luego existen hombres como Christian que hacen todo lo que sus esposas dicen. Eso sin duda hace feliz a Ana.

Aún no he tomado una desición cuando todos regresan, lo único que se me ocurre ahora es esperar para hablar con Becca. Ella llega puntual por mi como cada día.

—Hola, mamita —saludo cuando subo al auto—. ¿Adivina qué?

Mierda, estoy muy ansioso. Ella me da un beso rápido y vuelve la vista al tráfico en las calles. Palmea un poco mi muslo para llamar mi atención.

—Hola nene, ¿Qué tal el trabajo? ¿Te comiste todo el almuerzo?

—Carajo, si. Ese batido de fresa es mi nuevo número 1.

—Me alegro. —sonríe—. Estaba pensando que mañana podríamos invitar a comer a tu mamá para que conozca la casa y vea que estoy cuidando bien de su bebé.

—No soy un bebé, mamita. Mierda, eso sonó mal. —recargo la cabeza en el asiento para mirarla—. ¿Alguna vez has considerado mudarte lejos de Seattle?

Sus cejas rojizas se fruncen con la pregunta.

—Hmm, no. Tengo la responsabilidad de las niñas y el bar. Incluso si no tuviera el bar, sé que a donde fuera trataría de conseguir un trabajo o generar otro ingreso. Y sería muy difícil hacerlo sin alguien que me apoyara.

—Yo podría trabajar —planteo la idea—. De hecho, podrías quedarte en casa y hacerte cargo de las niñas.

Becca agita la cabeza.

—No soy ese tipo de mujer. No voy a depender de tu dinero, o de cualquier otra persona nunca. Aprendí mi lección.

Decido que no vale la pena insistir cuando ya conozco su postura. La pelirroja me deja en casa con las niñas para ir a trabajar, y la idea vuelve a mi mente.

Rojo 1 y 2 están sentadas a la mesa con sus crayolas y cuadernos de dibujo, así que tomo la silla en medio de ellas.

—Hola, pequeñas. ¿Qué hacen?

—Dibujos —responde una de ellas sin mirarme.

No sé de qué se trata, pero ambas hacen garabatos sobre una mujer y dos niñas idénticas. ¿Una familia?

—¿Y dónde estoy yo? —las dos levantan las cabezas para mirarme.

—¿Quieres estar en el dibujo?

Yo asiento.

—Quiero ser parte de esta familia.

—¿Por qué? —rojo 2 tiene esas pequeñas cejas fruncidas.

—Porque las quiero, y a su madre también.

Rojo 1 luce sorprendida.

—¿Quieres ser nuestro papá? Ya tenemos uno, pero no lo vemos mucho.

Lo sé. Ese imbécil.

—Seré su otro papá si ustedes quieren.

Comparten una mirada rápida y rojo 1 vuelve a cuestionarme.

—¿Te vas a casar con mi mamá?

Mierda, estas niñas tomaron el mismo curso de interrogatorios que la señora Grey.

—Si ustedes están de acuerdo, si.

¿De dónde carajo vino eso?

Las niñas se levantan de sus sillas y vienen a abrazarme, una de cada lado, y me encuentro rodeado de sus bracitos.

Solo tengo una pregunta más.

—¿Les gusta vivir en nuestra casa?

Rojo 1 aparta la cabeza para mirarme pero no me suelta.

—Hemos vivido aquí desde que eramos pequeñas, es nuestro lugar favorito.

Y eso lo dice todo.

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