Capítulo 41. Luke.
—Mamita, no he mirado a otra mujer desde que salimos la primera vez, lo juro.
No es un gran primer argumento, pero es cierto. Leila y Ana me obligaron, y ahora sé que tenían razón en hacerlo. Le expresión de Becca permanece en blanco.
—Luke, sé el tipo de cosas que hacías antes —ella sigue mirándome con esa extraña tranquilidad—. No tienes por qué alarmarte.
Mierda, ¿Lo dice en serio?
—Me alegro que lo pienses, porque salí con muchas chicas, ¡Muchas! Y si soy honesto, no me arrepiento.
Tal vez de una o dos, sobre todo de aquella que pateó mis bolas. Ahora ella presiona sus labios con fuerza, una reacción al fin.
—No necesito detalles.
Es bueno que no los necesite, podría tomarnos algunas horas hablar de eso y prefiero hacer cosas mejores, como tener sexo.
Oh, si. El asunto de Penélope. Vuelvo mi atención a Becca, y me siento en la mesita del café frente a ella.
—Quiero ser honesto, mamita, y decirte que esos fueron buenos tiempos porque era mi única preocupación. —el trabajo era fácil porque mis amigos estaban ahí y todos éramos felices—. Luego apareciste tú, y todo lo que quería era estar cerca de ti, gustarte.
La línea tensa de sus labios se afloja un poco, pero la tensión se mueve hacia sus manos entrelazadas sobre su regazo.
—También conocí a tus hijas y me preocupé por ellas —eventualmente—. Y aprendí la lección sobre las golosinas.
Sus ojos se entrecierran un poco... Carajo, ¿No le mencioné el vómito de colores en la alfombra?
—Lo que quiero decir es que estas mujeres no tienen motivos para seguir buscándome porque nunca les di esperanzas.
—Entonces tuviste sexo con ella, por eso está en tu puerta. —dice, no es una pregunta.
—Si. Es hija de la vecina del departamento de enfrente.
—¿Y qué carajos pasa con las galletas? —sus cejas se fruncen en una mueca de asombro y molestia.
—Las ha estado trayendo por un tiempo, cada vez que tengo compañía. Pero estoy seguro que les pone algo porque una vez las acepté y casi me muero.
La pelirroja pone los ojos en blanco, luego mira de nuevo la puerta como si Penélope siguiera ahí parada. Necesito que la saque de su mente.
—Ella no me interesa, lo digo en serio. —tomo sus manos en su regazo y doy un pequeño apretón.
—Bueno, sabía que esto pasaría tarde o temprano —ladea la cabeza un poco—. Todos tenemos esqueletos en el armario. Incluso yo, pero tienes razón, es parte de una etapa.
¿Qué?
—¿Qué tipo de esqueletos? ¿De qué estamos hablando?
—De las conquistas y el sexo sin sentido —señala de nuevo la puerta—. Me casé con mi novio de la universidad, así que cuando me divorcié tuve mucho sexo. ¡Mucho! O lo más que pude, teniendo dos bebés en casa.
¿Qué mierda?
—¿Muchos? ¿De cuántos estamos hablando? —insisto.
—No lo sé, Luke. No hice una lista —aleja mis manos para sostener la copa y beber—. ¿Tú hiciste una?
Tenía un calendario perfectamente ordenado. Y recuerdo cada maldito nombre en esas servilletas.
—No. —me limito a contestar, no me agrada esto de imaginarla con otra persona—. ¿Ya podemos cambiar el tema? ¿Quieres ver una película?
Becca sonríe y asiente, palmeando el lugar a su lado en el sillón. Traigo mi copa y la botella para sentarme a su lado.
—Lo digo en serio, mamita. No tienes nada de que preocuparte. —Mantengo la vista en la pantalla para evitar la incomodidad.
—No me preocupan ellas, yo no peleo por un hombre. —eso si llama mi atención y volteo a mirarla—. En todo caso, eres tú quien tiene qué rendir cuentas... Ya sabes, si esto fuera algo más.
Mis cejas se elevan de sorpresa. ¿Algo más? ¿Algo más que ver películas en mi departamento? Cambio de inmediato a mi conocida expresión de seriedad.
—Mamita, si quiero. Quiero rendirte cuentas y toda la cosa, el paquete completo.
Becca se ríe.
—Creo que no sabes de lo que estás hablando, Luke —niega con una gran sonrisa—. No estás listo para el compromiso. Carajo, ni siquiera sé si eso esté en tu futuro cercano.
¿Lo está? ¿Qué tan difícil puede ser? Christian dijo que no quería una esposa y ahora no puede ni apartar las manos de ella.
—Bueno, podría hacerlo —la miro a los ojos para que sepa que hablo en serio. Casi—. Haré todo lo que quieras, eso es lo que los esposos hacen, ¿No?
Ella se vuelve a reír.
—Ese será el primer error, Luke. No necesito un hombre al qué mandar como si fuera un niño, para eso tengo a Brandon. Quiero a un hombre que pueda tomar decisiones, que pueda actuar y resolver los problemas, alguien a quien pueda confiarle a mis hijas.
—Yo puedo hacerlo, soy policía, ¿Recuerdas? Fui entrenado para pensar rápido y actuar con precisión.
—Lo sé, —palmea mi mano y señala la pantalla—. ¿Por qué no dejamos la película para después y me muestras tu departamento?
No hay mucho qué ver, pero permito que cambie el tema porque sé a dónde se dirige. Me levanto del sofá y bebo el resto de mi copa antes de extender la mano para que la tome.
—Sala —señalo a mis pies, luego a la derecha—. Cocina, baño, pasillos.
Lleva la copa en la mano cuando nos dirijo al pasillo y directo a mi habitación. Abro la puerta para que entre, pero ella señala la habitación de enfrente.
—¿Ahí qué es?
Mi cuarto de sexo.
—La habitación de invitados.
Sus cejas se arquean.
—¿Tienes muchos invitados? —pregunta. Carajo, ¿Este puto tema alguna vez se acaba?
—Antes —aclaro—. Cada noche.
Ella parece entenderlo ahora porque hace una mueca y gira para entrar a mi habitación, tan rápido que por un momento creo que me dejará afuera.
—¿Mamita? —me detengo detrás de ella con las manos en los bolsillos—. ¿Quieres ir a otro lugar?
Camina hasta la ventana, acariciando la tela oscura de mis cortinas, luego el edredón del mismo tono sobre la cama. Gira para mirarme.
—No. Ahora desnúdate. Me depilé, ningún fantasma va a arruinar mi noche libre.
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