—Hola, mamá.

Empujo la puerta y paso, encontrándola en la cocina como siempre, haciendo galletas para los vecinos.

—¡Lucas! —gira para abrazarme, pero se detiene.

Sus ojos se abren grande a medida que observa a las niñas frente a mi, mis manos apoyadas en sus pequeños hombros.

—Ellas son Marcie y Maddie, mis rojas.

Mamá inclina la cabeza con confusión, sus ojos pasando de mi a las niñas y viceversa.

—Hola, muñequitas hermosas —se inclina para hablarles—. Soy la señora Sawyer, la mamá de Lucas.

Las tres me miran y puedo ver la sonrisa en rojo 2. Mamá se endereza y señala una charola sobre la encimera.

—Hice galletas de chispas de chocolate, ¿Les gustaría probarlas?

—¡Si! —chillan las dos.

Mamá busca dos platos en el gabinete, sirve algunas galletas de las que están frías y las pone frente a ellas. Luego me hace una seña.

—¿Y bien? —pregunta cuando saca el bote de leche del refrigerador—. ¿De dónde salieron estás encantadoras niñas?

—Estoy saliendo con su madre.

Esperaba que ella me abrazara y me felicitara con un gran pellizco en la mejilla, pero en lugar de eso toma el trapo de la cocina y me golpea con él.

—¡Ay!

—¡Lucas! ¡No puedes jugar con esa mujer así! ¡Le harás daño a sus hijas!

—¡Mamá, ya lo sé!

—Dios mío, ¿Y sigues haciéndolo? ¡Las madres son sagradas! —vuelve a golpearme.

—¡Lo sé! —chillo más fuerte—. ¡No estoy jugando con ella! ¡De verdad me gusta!

Se detiene para mirarme encorvado sobre la estufa, el calor del horno y la última bandeja de galletas pasando a través de mi pantalón de vestir.

—¡Quema, quema! —me aparto.

Su expresión de nuevo es de incredulidad. Mujer de poca fe.

—¿Vas en serio con esta mujer?

—Si, mamá. Por esto estoy cuidando a sus hijas.

—¡Ay, por Dios, Lucas! —ahora si me abraza—. Recé tanto por ti, mi niño.

Se aparta para volver a tomar el bote de leche y se acerca con vasos de cristal. Sirve la mitad en cada uno para ofrecerlos a rojo 1 y rojo 2. Sus pequeños ojos curiosos mirando a mi mami.

—Pueden llamarme Judy, ¿Cómo se llaman ustedes?

—Marcella —se presenta rojo 1—. Mi hermana es Maddison.

—¡Que nombres tan bello, mis muñequitas! Coman, coman galletas y les daré más para que lleven a casa, ¿Está bien?

Las niñas sonríen como jamás las vi hacerlo, sus caras manchadas con las chispas de chocolate.

—¿Cuándo voy a conocer a su madre? —mamá me mira—. ¿En dónde está ella ahora?

Me recargo sobre la encimera y meto una galleta en mi boca.

—Está trabajando. Es dueña de un bar y lo administra junto con su hermano, y hace poco se quedó sin niñera.

Mi madre arquea las cejas en comprensión, su atención de vuelta a las gemelas.

—¿Qué creen que deberíamos cocinar para su mamá? ¿Galletas? ¿Un pastel?

—¡Pastel! —chillan ambas y mamá sonríe.

—Bien, un hermoso pastel será. Este Domingo, Lucas.

Carajo.

—Si, mamá.

Tomo otro par de galletas y me siento en el sillón mientras ellas siguen conversando en la cocina. Estoy cansado, tengo sueño y lo único en lo que puedo pensar es en una cerveza fría.

Me quedo dormido ahí, sabiendo que nadie cuidará a las rojas mejor que mi mamá. Cuando vuelvo a abrir los ojos, la luz de la calle no es tan intensa. Mirando la hora en mi reloj, sé que es tiempo de irnos.

—¿Niñas? Tenemos qué irnos.

Ya no están en la encimera, sino en la mesa del comedor con hojas y colores frente a ellas, mi madre aún sonriendo.

—¿Se llevan las galletas?

—¡Si! —casi brincan en sus sillas.

Despabilo del sueño, me tomo un vaso de agua fría y beso la cabeza de mamá para despedirme de ella.

—Estaremos aquí el domingo.

—Muy bien —se inclina para abrazarlas—. Espero verlas pronto, muñequitas.

Las niñas asienten y toman mi mano para guiarlas al auto. Coloco de nuevo el cinturón de seguridad antes de conducir hasta el bar de Becca. Ni siquiera he estacionado cuando ya está corriendo hacia el auto.

—¡Hola! —sus ojos buscan a las niñas cuando sube—. ¿Todo bien?

Las dos sonríen. Levantan las bolsas de papel llenas de galletas y comienzan a hablar al mismo tiempo.

—¡Fue increíble!

—¡Comí galletas!

—La abuela Judy nos dejó comer muchas de ellas.

—Y dijo que haremos un pastel de fresas.

—¡También dibujamos!

—¡Y nos dió batidos de chocolate?

¿Batidos? ¿Por qué mierda yo no obtuve uno?

—¡Niñas! —Becca se ríe—. Es bueno que se divirtieran.

Sigue sonriendo cuando gira para mirarme, sus ojos entrecerrados.

—¿La abuela Judy?

—Mi madre, mamita —tomo su mano para besarla—. Está emocionada por conocerte.

Becca encoge los hombros pero el rubor en sus mejillas la delatan. Unos minutos después estaciono afuera de su casa.

—¿Mamita? —susurro para que solo ella me escuche—. ¿El sexo sigue en el menú, verdad?

—No esta noche, Luke.

Mierda.

—¿Mañana?

Becca se acerca para besarme.

—Mañana.

Puedo vivir con eso, puedo esperar 24 horas más.

Espero hasta que las tres están dentro de la casa para volver a mi departamento. Saco el tazón de pollo frito y lo caliento para la cena mientras veo la televisión.

Mi estado de ánimo es mejor que ayer y espero el interrogatorio de Christian sobre mi reconciliación con Becca, pero él no pregunta. Su usual ceño fruncido sobre Leila e Ethan.

—¿Todo bien? —pregunto por cortesía, esperando que no lo tome en serio.

—Mierda complicada, lo usual.

Toma otro sorbo al café y aprovecho el momento para desaparecer de su vista, bajando a la celda a interrogar a un sospechoso de robo. Antes de terminar mi turno, presento mi informe.

—¿Alguna prisa? —gruñe cuando empujo la carpeta hacia él.

—Si. También tengo mierda complicada qué resolver.

Revisa su reloj y asiente, tomando la carpeta para guardarla en su cajón mientras corro escaleras abajo hacia mi auto.

Necesito comprar vino. Y condones, una caja grande. Tal vez agregar algún libro de colorear para las niñas, lo que sea que las entretenga en su habitación mientras me relajo con su madre.

—Eres un puto genio, Luke Sawyer.

~ • ~

Holis 👀

Aquí sigo, actualizando las historias en proceso. Ya saben que si no es una, es la otra 🙈.

Saluditos ♥️

P.d. ¿Adivinen quien se aventó un tutorial de "cortes de cabello DIY" y ahora parece Dora la exploradora? 😃