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Capítulo 27. Luke.

Duermo como un bebé.

Mis sueños un bendito paraiso con tetas grandes, culos redondos y labios gruesos... Por casi 20 minutos.

—¡Largo! —escucho su chillido—. ¡No te duermas, idiota!

—¿Hmm?

—Brandon va a llegar en cualquier momento y no quiero que te vea.

¿Por qué jodidos no?

—¡Ya voy! —gruño.

Abro los ojos y me enderezo para ver a Becca recogiendo su cabello en un moño sobre su cabeza, lleva ya una camiseta y pantalones de pijama.

—¡Date prisa!

—Quiero tomar una ducha. —Ella me lanza los boxers y el resto de la ropa.

—No hay tiempo para una ducha, Luke. Ve a casa ahora.

—¿No puedo ducharme? ¡5 minutos, mujer! —Me rehusó a vestirme—. ¡Y quiero dormir!

Se me acerca con las cejas fruncidas, toma el boxer de mis manos y se inclina para colocarlo en mis piernas.

—Dúchate en tu casa, duerme en tu casa, no puedo dejar que las niñas te vean.

—¡Me usaste! —chillo cuando me pone de pié para terminar de subir los boxers—. ¡Me siento como una puta!

—Eres muy dramático —toma los pantalones y hace el mismo procedimiento—. ¿Tengo que vestirte también?

—Si —gruño ofendido, y extiendo los brazos para que vea que no pienso ayudarla—. Lo menos que puedes hacer después de haberme usado es vestirme.

—Como a un niño —suspira—. Las gemelas pueden hacerlo solas, ¿Sabías?

No voy a responder a eso. Esta horrible e insensible mujer está lanzándome a la calle tan pronto como acabó conmigo sin tomar en cuenta mis sentimientos.

—¡Bien! ¡Me voy! —meto los brazos dentro de mi camisa que ella sostiene—. Pero que sepas que jamás me habían tratado así.

Mi camisa y pantalones están sin abrochar cuando ella me empuja hacia la sala, toma los calcetines y los zapatos poniéndolos en mis brazos, igual que mi saco y corbata.

—Tengo mucho sueño...

—Ve a casa, Luke.

Sigue empujándome todo el camino a la puerta y abre, olvidando completamente que voy descalzo.

—¡Becca!

Mierda, hace frío y mis piecitos se congelan con la piedra fría. Una sombra aparece al inicio del camino y me detengo sin recordar dónde carajos dejé mi arma.

—¿Becca? ¿Luke? —la luz se enciende y Brandon parece confundido—. ¿Qué está pasando?

—Luke ya se va —dice la grosera.

—¡Estoy siendo echado! ¡Como un sucio amante! ¡Christian jamás me trató así!

El chico de lentes inclina la cabeza.

—¿Christian, tu amigo? No entiendo, ¿Él y tú...?

La luz en el patio de enfrente también enciende, y el de la casa a su lado por el espectáculo. Aferro mi ropa con fuerza y levanto la cabeza con orgullo.

—De todas formas ya me iba a mi departamento, mañana tengo qué trabajar.

Lanzo todo al asiento del copiloto y subo de mi lado, conduciendo descalzo y muy molesto por el trato recibido. Ella ni siquiera me dió un beso de despedida, ni dijo que me llamaría.

—¿Y yo soy el desconsiderado? Por lo menos pago el taxi que las regresa a su casa.

En mi departamento puedo tomar esa ducha y prácticamente caigo inconciente en mi cama, de vuelta a ese maravilloso sueño de playa nudista.

Cuando despierto, es como si me hubiera quitado un gran peso de encima. No sé si es por el sexo o por Becca, pero siento que pienso con claridad. Incluso me levanto temprano y me detengo en la cafetería por un capuchino y un sándwich de queso y tocino.

Llego a la estación antes de la hora y me detengo a saludar a Ethan cuando lo veo al pie de las escaleras del edificio.

—Hermano, ¿Necesitas ayuda? —señalo las escaleras.

—Estoy bien Luke, gracias.

Sigue mirando la calle, apoyado en su bastón y sonriendo a la nada.

—¿Te golpeaste la cabeza? —digo lo primero que se me ocurre, preocupado por mi amigo.

—No —sus cejas rubias se fruncen—. ¿Por qué estás aquí tan temprano?

—El compromiso con mi ciudad y la Ley, viejo.

Ethan hace una mueca curiosa porque intenta no reírse.

Cabrón insensible.

—Bueno, te veré arriba. —sigo mi camino por las escaleras, saludando a Mía y a un grupo de azules en el vestíbulo.

Me siento en mi silla con mi desayuno y espero al resto de mis compañeros.

—Debe ser una maldita broma.

Christian gruñe cuando aparece en el piso, las arrugas en su frente cada día más marcadas.

—Te ves como mierda, Christian. Intenta relajarte.

—Jodido Luke. —Va directo a encender la cafetera y vierte el líquido caliente directo en la taza sin azúcar o crema.

—¿Y por qué estás de mal humor?

Deja la taza abajo y cruza los brazos.

—Lo de siempre, Welch, el puto Abernathy, la madre de Ana, tú...

—¿Y yo que hice? —chillo.

—Nada aún, pero lo harás. Puedo sentirlo.

—Qué poca fe en mi tienes, Christian.

Algo debe estar pasando, porque hoy soy inmune al mal genio de Christian. Incluso puedo ignorar con éxito la incomodidad de Lay y la mirada de cachorro del viejo Et.

Se siente como en los viejos tiempos, antes de todo lo malo.

—Deberíamos ir al campo de tiro, ya saben, como antes. —les digo.

—¿Quieres saber si aún lo tienes, Luke? —se burla Ethan.

—Aún soy el puto ojo de halcón, Et. Mejor preocúpate por mi amigo 50.

Christian frunce las cejas como de costumbre.

—He mejorado, imbécil. Todavía puedo darte ese tiro en el culo.

—¿Quieres apostar?

Si, las cosas vuelven a ser como antes.

Solo Lay no sonríe, mira de uno al otro con expresión seria y distante. Sus ojos acusadores se fijan en mi.

—¿No tienes algo más qué hacer hoy?

—¿Ah? No.

—¿Seguro?

Mierda. Becca puede hacerse cargo por un día, ¿no? Ya lo ha hecho antes. Mientras Christian y Ethan hablan sobre la práctica de tiro, tomo el móvil para enviar un texto rápido a la pelirroja.

*Lo siento, mamita. Tengo trabajo esta tarde, te veo después. 😘*

Listo.

—¿Entonces? ¿Práctica de tiro y cervezas? —mis amigos asienten de acuerdo.

Excelente, el viejo Luke Sawyer está de vuelta.

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