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Capítulo 25. Luke.

Dos cajas de pizza de peperoni, deditos rellenos de queso y muchas latas de refresco después, rojo 1 y 2 descansan a mi lado en el sofá.

—Si su madre pregunta, pedí ensalada para todos y bebimos agua de jamaica.

Rojo 2 frunce las cejas y es rojo 1 la que se ríe.

—Mamá va a saber que es mentira.

Esta niña chismosa.

—¿Por qué?

—Porque Marcie no dice mentiras, y si mamá pregunta...

Un jodido momento.

—¡Pero te pagué! —chillo hacia la tramposa.

—Y guardé silencio, señor. Mi hermana nunca fue parte del trato.

Jodida mierda..

—¿Sabes qué? ¡Olvida todo lo que dije! —gruño, levantándome—. ¡Soy el mejor maldito detective de Seattle, trabajo para la policía! Una niña de 5 no puede extorsionarme.

—Tengo 6, y usted me sobornó primero. Tío Brandon dijo que eso era muy malo.

Agh, puto Brandon.

—Bueno, se cancela el trato y todo lo demás, ¡Todo!

Mierda, ahora estoy exaltado y furioso con rojo 1 mientras rojo 2 sigue comiendo un dedito de queso como si nada pasara. ¿Qué está mal con ella?

—¿Por qué tu hermana no habla? —la señalo.

—Marcy no habla desde que papá se fue. —su mirada se dirige a su gemela que nos ignora por comer otro dedito de queso—. Karen dijo era solo una fase.

—¿Y tu mamá está de acuerdo con eso? —prefinto porque la niña parece saber mucho.

—No sabe qué hacer, pero le dije que yo cuidaré a Marcy para que ella no se preocupe tanto.

¿Tan grave es el problema? Mierda, debe ser difícil para Becca.

Olvido mi enojo de hace un momento y vuelvo a acomodarme en el sofá, inseguro de qué hacer o decir ahora. Es obvio que este par de chiquillas son una tarea difícil.

Antes de que pueda decir algo más, rojo 2 cierra las cajas de la comida y las lleva a la cocina. Se sienta de nuevo en el sofá y apoya un dedo sobre sus labios.

—Dice Marcy que ya se calle, mi mamá no tarda en llegar.

—Yo no escuché nada —me quejo—. Además, ¿Qué sabe tu hermana de...?

Detengo mis palabras cuando reconozco el sonido de mi auto estacionando en la calle. Las niñas alisan sus vestidos y fingen mirar el resumen deportivo con atención.

—Pastel de unicornio. —me recuerda rojo 1.

—Mierda, cierto.

Yo también limpió las migajas de mi traje y me acomodo como si hubiera estado ahí cómodamente.

—¿Hola? ¿Niñas? —la voz de Becca viene al mismo tiempo que la cerradura.

Permanecemos en absoluto silencio hasta que ella se detiene a nuestro lado.

—Llegaste —saludo.

—Si, ¿Cómo estás? ¿Todo bien?

—Si. —estiro los labios en una gran sonrisa y rojo 1 me imita.

—El señor Luke es muy divertido, mamá.

Pequeña mentirosa.

—Lo soy —confirmo.

Becca pone los ojos en blanco y gira la cabeza, seguramente reconociendo el olor del queso y condimentos hasta la cocina. La escucho revisar la caja de la pizza y suspira.

—Debí tomarme una cerveza en el bar.

Si, está fastidiada. Le hago una seña a rojo 1 y 2 para que vayan a su habitación mientras me concentro en su madre. Me levanto del sofá para reunirme con ella en la cocina.

—Mamita, déjame darte un masaje.

Apoyo las manos en sus hombros y presiono mis dedos, girándolos un poco para aliviar la tensión acumulada. Ella gime bajito cuando doy en el lugar correcto.

—Y apenas estoy empezando —susurro en su oído.

Me aseguro que las niñas siguen en su habitación antes de deslizar las manos por su espalda y luego hacia sus enormes tetas.

—Luke... —susurra.

—¿Qué? Intento que te relajes.

Me inclino mas cerca para besarla, usando mi lengua y mis manos para mostrarle todo lo bueno que vendrá si ella coopera conmigo. Vuelve a gemir bajito cuando la presiono contra el mostrador de la barra.

—Aquí no, las niñas podrían vernos —su cadera se frota contra la mía—. ¿Puedes esperar un poco?

—¿Cuánto? ¿Como 20 minutos? ¿30?

—No —se ríe—. Una hora, las niñas estarán dormidas.

Al fin estoy llegando a algo.

—¡Niñas! ¡A dormir! —les grito.

Becca se ríe un poco pero deja de hacerlo cuando las ingratas aparecen en la cocina para interrumpir.

—¿Y qué hay de la cena? ¿No vamos a cenar? —se queja rojo 1.

Yo digo no, mientras Becca dice .

—Lávense las manos, haré burritos y luego podrán ir a dormir.

—¿Y el señor Sawyer? —hago un puchero y ella ríe.

—El señor Sawyer obtendrá algo después de la cena.

Mierda, lo logré. El sacrificio ha valido la pena y me aparto de ella para verificar discretamente que llevo un condón en la cartera. Luego me siento frente a la barra y espero en silencio.

—Manos limpias —Rojo 1 dice pero ambas muestran sus manitas.

—Bien, ahora tomen un plato y vayan a la mesa —señala la barra—. Veo que bebieron mucho refresco, así que toca cenar con agua.

Qué mujer tan estricta.

—Si, mamá. —gruñe rojo 1.

Cuando ambas están sentadas a la mesa, Becca pone un plato frente a mi.

—Tambien hay cena para ti, a menos que estés lleno de tanta pizza. —me habla en el mismo tono que a sus hijas.

—Mamita, siempre hay espacio para más comida en mi estómago —palmeo mi abdomen plano para enfatizar—. Y seguiré luciendo como una barra de chocolate.

Frunce las cejas un poco, luego muerde sus labios como si pudiera imaginarse otras cosas comestibles que no son comida. Toma otro plato y se dirige a la mesa con las niñas.

—Cuando terminen de cenar, se lavan los dientes y se ponen las pijamas. Hoy no habrá canción de dormir porque mamá tiene algo qué hablar con nuestro invitado.

Ambas niñas fruncen las cejas de la misma forma que ella lo hizo pero no dicen nada, solo asintiendo a la orden de su madre.

Apenas puedo esperar a que la cena se termine, impaciente porque el señor Sawyer salga del castigo autoimpuesto por esta mujer testaruda. Observo a las niñas seguir las indicaciones en silencio y desaparecer en su habitación.

—¿Entonces? —pregunto con una gran sonrisa—. ¿De qué vamos a hablar?

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