Capítulo 2. Luke.
Tengo hambre. Mi estómago gruñe en una protesta tan ruidosa que me saca de mi maravilloso sueño con dos preciosas rubias casi salidas de playboy.
— Un maldito gran sueño. — Gruño con la voz ronca. Son apenas las 11:46 de la mañana y me molesta saber que pude haber dormido otro poco.
Tal vez debería comer un bocadillo rápido. Me levanto descalzo y voy hasta el refrigerador solo para darme cuenta que olvidé traer comida, la cerveza ocupando la mayor parte del espacio.
— Genial, ahora tengo que ponerme pantalones y traer comida.
A menos que...
Busco mis pantalones en la habitación y llamo al número frecuente ahí, esperando algunos tonos hasta que responde.
— ¿Qué quieres?
— ¿Puedo hablar con el adulto que toma las decisiones, por favor?
— Puto Luke. — Gruñe Christian. — ¿Llamas para pelear?
— No. Hablo porque hoy juegan los Mariners y es nuestro día de mejores amigos.
— ¿Y?
— ¡Trae tu jodido culo a mi departamento! — Le grito. Christian no ha estado en mi departamento desde que su preciosa Cerecita apareció en su vida.
— Bien, mierda, ya voy. ¿Por qué en tu casa?
— Tengo cerveza.
Espero en silencio hasta que él vuelve a hablar y me sorprendo de no escuchar a Ana cerca para quejarse de mí.
— ¿Necesitas pedir permiso? — Lo provoco.
— No. Estaré ahí pronto.
— Y ya que vienes, trae pizza porque tengo hambre.
Christian gruñe algo que suena como imbécil antes de terminar la llamada. Resuelto el asunto de la comida, entro directamente a la ducha y esta vez me aseguro de ponerme boxers para la comodidad de mi invitado.
Lo único que resta es sentarme frente al televisor a esperar que la comida llegue y luego beber hasta que sea hora de ir al bar... Mi plan para cada sábado.
Casi cuarenta minutos después alguien golpea mi puerta, así que me levanto del sofá para abrir.
— Tardaste mucho, tengo hambre. — Me quejo.
— No soy tu jodida novia, consigue algo para comer tú mismo. — Christian me da una mirada de molestia cuando nota mis boxers. — Y ponte los jodidos pantalones.
— Y no eres mi novia... — Me río.
Lo dejo pasar con las cajas de pizza mientras voy a la habitación por mis pantalones cortos sin molestarme en la camiseta porque de todas formas terminará sucia de salsa de tomate.
— ¿Ya empezó el juego?
— Apenas. — Traigo dos cervezas del refrigerador. — ¿Dónde dejaste a Ana?
— En casa de su madre.
— ¿Y no fuiste con ella? — Mis cejas se arquean por la sorpresa. — ¿Ya odias a tu suegra?
— No la odio, idiota. — Pone los ojos en blanco. — Ella es... Rara, y Ana no la quiere cerca de mi.
— Porque es celosa.
Ahora sus cejas se arrugan.
— Ella no... Mierda, si, pero no se lo digas.
Meto otro pedazo de pizza en mi boca para no responder a eso, sabiendo que puedo ser tan imprudente y soltarlo.
— Carajo, — Christian despega un pedazo de peperoni de su pantalón. — ¿Trajiste las servilletas?
Agito la cabeza en negación y señalo hacia mi pequeña cocina.
— En el primer cajón de la izquierda.
Mi atención sigue puesta en la pantalla mientras escucho a Christian revisar los cajones.
— ¿Quién mierda es Candy? — Levanta la servilleta con el número de teléfono.
— Obviamente la servilleta, trae una para mí.
Coloca un montón desorganizado sobre la caja de la pizza y yo tomo una al azar.
— ¿Lo ves? La mía llama... Kattia.
Sus ojos se entrecierran cuando le echa otro vistazo a la servilleta que quedó debajo de la que tomé.
— ¿Estefanía? — La señala. — ¿Te estás cogiendo a todas las chicas del club de baile al que vas con tu mamá?
Su pregunta me ofende.
— Por supuesto que no. — Gruño. — Aún quedan nueve, así que no estoy cogiendo con TODAS en este momento.
— Jodido Luke, un día se te va a caer el pene a pedazos.
Eww.
— No, porque estoy usando preservativos y además ayudo a la economía local.
Me mira con su usual cara de imbécil y una sola ceja se mueve.
— ¿Cómo haces eso? — Su voz llena de curiosidad.
— Compro una caja de condones por semana y me hago las pruebas en la farmacia de la otra esquina, ¿Ves? Estoy contribuyendo a mantener ese negocio.
Mantiene su mirada de loco fija en mi como si eso fuera a matarme y como ya estoy acostumbrado, lo ignoro para seguir viendo el juego.
Comemos una pizza y la mitad de otra antes de que acabe el juego, una pizza más permanece intacta sobre la barra de la cocina. No lo dice pero sé que trajo de más para poner algo en mi refrigerador. No soy de los chicos que hacen despensa y esas mierdas, prefiero comprar comida ya hecha.
— Tengo que irme, voy por Ana hasta Broadview.
Ignoro sus palabras y tomo el control remoto para cambiar el canal ahora que el juego ha terminado, ¿Por qué se quiere ir? ¿No puede estar alejado de su esposa por más de 3 horas?
— ¿Luke?
A propósito selecciono el canal de porno que contraté, una película sobre una morena y dos fulanos tatuados se reproduce en la pantalla.
— Esos podríamos ser nosotros pero tienes problemas para compartir.
Christian suelta un gruñido como si fuera un puto oso al que quieres robarle la miel.
— No estás poniendo tus jodidas manos en mi Cerecita.
— ¿Lo ves? Envidioso.
— Ella es mía.
Pongo los ojos en blanco de forma exagerada para que me vea.
— El problema es que tu pene tiene una correa... ¿Es de esas con diamantes o solo un delicado listos rosa?
Me distraigo porque la chica chilla cuando queda atrapada entre los dos cuerpos y mi cabeza se inclina para obtener un mejor ángulo.
— Tal vez un día conozcas una chica que te haga cambiar. — Me amenaza.
— ¿Qué hay con eso de que debe aceptarte como eres?
Mierda, ahora tengo antojo de palomitas y nachos para mirar la película.
— Ninguna chica que valga la pena te querrá siendo un mujeriego.
Mis hombros se encogen con indiferencia.
— ¿Quién dijo que quería una chica?
Christian resopla y se levanta, palmeando mi cabeza como si fuera un jodido perro.
— Tengo que ir con mi esposa, saluda a tu mamá de mi parte. — Toma sus llaves y sale de mi departamento.
Mantengo la vista fija en la pantalla aunque no estoy prestando atención. La cosita sexy se robó a mi mejor amigo y tengo que admitir que siento un poco de envidia. Irán juntos a su departamento, prepararán la cena y luego irán a dormir.
Juntos.
— Mierda.
Apago la tele y voy a mi habitación a vestirme, necesitando salir para despejar mi cabeza y traer una chica a casa.
Si, por supuesto que yo también puedo dormir acompañado.
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