Capítulo 10. Christian.
—¿Luke?
Lo llamo porque el imbécil sigue mirando la jodida pared sin siquiera parpadear, así que le lanzo mi bolígrafo en la cabeza.
—¡Ay! —Chilla.
—Te estoy hablando, idiota. ¿Revisaste los reportes de robo del mes pasado?
—Ah, si. Lo hice. —Toma una carpeta y lee—. Quien reportó esos equipos de cómputo es una compañía farmacéutica, ¿Los vamos a regresar?
—Después de corroborar los números de serie, ¿Algo más?
Miro a Leila que sigue tachando pendientes en el pizarrón. Sus ojos se mueven a Luke por un momento antes de mirarme.
—El incendio de ayer, dijeron que podría ser provocado. El tema es saber qué es tan importante como para quemar un complejo deportivo.
—Mierda, eso nos llevará un tiempo.
De nuevo el puto Luke sigue mirando a la nada, golpeando sus labios con sus dedos y pareciendo tan distraído que me pregunto si está muriendo o es alguna mierda seria.
—¿Qué te pasa?
—Nada, estoy bien... Es solo que...
—¿Qué? —Gruño con la paciencia al límite.
—Olvídalo. —Hace un gesto con la mano para parecer indiferente.
Y lo ignoraría porque no me van sus jodidos berrinches, pero Leila cruza los brazos y se detiene en medio de ambos escritorios.
—Luke, ¿Esto es por Becca?
¿Qué? Mi ceño se frunce al instante.
—No.
—¿Por qué estaría así por una chica? —Señalo—. ¿Ésta tiene algo de especial?
—Para empezar... —Gira para enfrentarme—. No es ésta, es Becca. Y no es solo una chica, es una mujer que no quiere estar conmigo.
—¿Y qué? ¿Cuál es el puto problema? Consigue a otra y déjate de bobadas.
Vuelvo la vista al informe en mis manos pero la mirada insistente de Luke y su jodida respiración furiosa me hacen mirarlo de nuevo.
—¡No quiero otra, Christian! ¡Quiero que ella me dé una oportunidad!
Estoy a punto de responderle cuando Lay interviene.
—¿Oportunidad de qué? ¿De seducirla? —Lo mira con los ojos entrecerrados—. Lo que no entiendes es que ella ya estuvo casada, sabe lo idiotas que son los hombres de primera mano.
—Gracias, Lay. —Arqueo una ceja.
—También lo eres, Christian, pero de un modo diferente. —Su atención vuelve a Sawyer.
—De nuevo, gracias Lay.
Ella pone los ojos en blanco y me ignora.
—¿Leila? ¿Me ayudas?
—¿Con Becca? —Chilla—. ¿Quieres que te ayude a que puedas acostarte con ella?
—¿Si? —Sawyer hace una mueca.
—No. Si de verdad quieres mi ayuda, será para algo más que una noche, así que decide.
Lay se aleja, empujando el pizarrón de vuelta a la pared pero no es ella la que me preocupa, sino el tonto de la mirada triste.
—¿Por qué esta mujer es tan importante para ti? Explícame, Luke.
—No lo sé.
Idiota.
—Toma tus cosas y sígueme, volveremos en un rato.
Le hago una seña a Lay para que sepa que vamos a salir y voy por las escaleras de madera hasta el piso de abajo. Algunos azules van y vienen con reportes y arrestos mientras el capitán Abernathy se encuentra en su cómoda oficina.
—¿A dónde vamos? —Pregunta cuando subimos a mi auto—. ¿Puedo encender un cigarrillo?
—No.
—¿Por qué mierdas no? ¿Dejaste de fumar?
Un gruñido de fastidio se escapa de mi garganta.
—Si.
—¿Ana te obliga? —Se ríe, abriendo la guantera de mi auto—. ¡Pastillitas!
—Luke, no...
El idiota toma una de esas diminutas pastillas rosas y la lanza en su boca con un gesto, que rápidamente se convierte en disgusto.
—No tragues eso, imbécil, son las píldoras de Ana.
Hace una mueca cuando la comprensión le llega y abre la puerta con el auto en movimiento para escupirla en la calle.
—¡Christian! ¿Por qué mierda me dejaste probar eso?
—No dije que podías hacerlo y espero que aprendas a no ser tan entrometido.
Se limpia la lengua con el dorso de la mano.
—¿Ella dejó aquí sus pastillas?
—No.
Mantiene su vista en mi y se ríe, creyendo que lo sabe todo.
—¿Estás en tratamiento hormonal? ¿Finalmente haciendo cambio de sexo?
Eso sí se merece un puñetazo y detengo el auto solo un segundo para hacerlo. Chilla por el golpe pero vuelve a reír.
—Ya, en serio. ¿Por qué tienes aquí las pastillas de Ana?
—Yo...
Mierda.
—¿La verdad? —Asiente—. Las escondo una o dos veces por semana para que ella olvide tomarlas, luego las regreso a su cajón.
—¿Qué? ¿Por qué? —Chilla como gato—. ¿Quieres embarazarla?
Exhalo mientras estaciono el auto.
—Si.
Ahora él golpea mi hombro con su puño y mantiene las manos en alto.
—No entiendes. Lo que hace es peligroso para ella y si tuviera un bebé, podría decidir quedarse en casa a cuidar al bebé.
—¡Lo que hacemos es peligroso para mí! ¡Me dieron un tiro! ¿Sabes lo afortunado que eres de aún tenerme en tu vida?
—Una jodida bendición. —Gruño.
Pero no olvido que es mi mejor amigo y tiene razón. Y el pobre Ethan aún no logra recuperarse completamente. Miro al frente, la otra esquina de la calle donde el auto de Ana y el jodido rubio está estacionado, montando un retén de velocidad.
—¿Por qué esa mujer es especial?
Sawyer suspira sabiendo a qué me refiero y vuelvo mi atención a él.
—Tiene carácter. —Sonríe—. Es madura... Y mis tácticas de seducción le dan risa.
—Entonces me agrada.
Luke mira al frente y señala hacia Ana.
—Yo quiero eso.
Aquí vamos...
—No estoy compartiendo a mi esposa contigo, imbécil.
El idiota vuelve a reír.
—Me refiero a que quiero que alguien me cuide, y se preocupe si no llego a casa, o me enfermo. Alguien que decore mi casa sin mi permiso o que esté ahí para mi si recibo otro tiro.
Hum.
—Creo que describes a Lay y a Ana, sobre todo con lo del jodido carácter. Pero tienes razón, yo también espero que tengas a alguien en tu vida además de tu mamá y yo. Tienes qué superarme.
—¿Qué? —Sus cejas se alzan por la sorpresa—. ¿Acabas de aceptar nuestra relación sentimental? ¡Un chiste! ¡Un chiste, Christian Grey! ¡Podría besarte!
Mierda, no.
—Aleja tu jodida cara fea de mi, idiota. —Apoyo la mano en su pecho para que no se acerque—. Hemos terminado.
—¡Cabrón!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro