Capítulo 1. Luke.
Vamos, puedes hacerlo.
¡Eres el jodido Luke Sawyer!
El mejor tirador del departamento de policía de Seattle.
—Si, lo soy. —Presiono el cigarrillo con fuerza para que no caiga de mis labios.
Llevo 20 minutos recargado contra la pared del bar después de traer mi auto, esperando por la afortunada de esta noche. Giro un poco para mirar dentro, Leila aún está en la barra con su amiga y su vaso de agua.
—Bien, Lay.
Pero no es ella la chica que tiene mi atención, sino la morena con el ajustado vestido negro que bebe algunas copas con sus amigas. Sus ojos oscuros se posan en mi y le hago una seña para que salga.
Sonríe y eso hace que sus amigas también me miren con curiosidad, seguramente deseando ser la que me lleve a casa. Un último vistazo a Lay en la barra y me alejo de la puerta.
—Hey, estoy lista. —Dice cuando se detiene a mi lado—. Creí que te habías ido.
—Tuve qué ocuparme de algo, pero estoy listo. ¿A dónde quieres ir?
Candy sonríe, se acerca un poco más a mi y tira de la corbata para que me incline hacia ella.
—¿Vives por aquí cerca?
—Si. —Miento. Atravesaría Seattle en 5 minutos si eso significa que tendré sexo.
—Entonces vamos.
Apoyo la mano en la parte baja de su espalda para guiarla hasta mi auto, abro la puerta para ella como un perfecto caballero y me tomo mi tiempo para entrar en el asiento del copiloto.
Enciendo la radio y hago un poco de plática mientras conduzco los 20 minutos hasta mi departamento.
—Espero que tus amigas no se molestaran contigo por dejarlas.
—Estarán bien, solo estaban un poco preocupadas por mi. No acostumbro ir a la casa de desconocidos.
—No te preocupes por eso, cariño, soy policía. Eres la chica más segura de Seattle en este momento. —O por lo menos la segunda chica más segura después de Ana—. Tienes tu propio policía escoltándote esta noche.
Solo hay un lugar al que la llevaría, pero eso ella lo sabe desde que subió al auto. Le dedico una media sonrisa cuando estaciono afuera de mi edificio.
—Llegamos.
Candy espera en el auto mientras rodeo para abrir su puerta, guiándola ahora hacia el ascensor. Mi departamento es pequeño y sencillo, pero más que suficiente para un hombre como yo.
—Es bonito, —Señala cuando abro la puerta—. Apuesto a que las chicas lo aman.
—Solo al inicio.
Mis hombros se encogen mientras voy a la cocina por las dos copas y el vino tinto que guardo en la nevera porque las chicas aman esas mierdas. Pero antes de que lo olvide, pego el post-it en el calendario de la pared opuesta.
Las chicas que traigo no vienen a cocinar, así que nadie puede verlo.
—¿Una copa?
Vierto el líquido y le entrego una copa antes de sentarme a su lado en el sofa, luego enciendo la música en un nivel agradable para ambos.
—Qué atento eres, me pregunto por qué un chico como tú no tiene una novia.
Mierda.
Voy por la respuesta de siempre.
—Tengo un trabajo difícil y muy arriesgado, muchas chicas no podrían soportar eso y no tengo el corazón para hacerlas sufrir.
Mi mirada de cachorro triste la conmueve tanto que hace un puchero y se acerca para besarme.
—Pobre de ti, tan solo...
Se recarga contra mi pecho, sus manos subiendo y bajando por mis hombros. ¿Solo yo? No. Tengo a Christian y a mamá, incluso ahora tengo a Ana. Y a todas mis chicas, ¿Por qué debería sentirme solo?
De pronto ella comienza a moverse más cerca de mi, respirando el aroma de mi colonia en el cuello y subiendo la pierna en mi regazo.
—Eres tan guapo, ¿Puedo ver tu placa? —Dice con voz coqueta.
—Nena, verás la placa, la pistola y las esposas cuando te sujete a mi cama.
—Oh.
Se monta a horcajadas sobre mi regazo sin dejar de besarme, sus besos tan intensos que siento pequeñas mordidas en la piel.
—No, no, sin morder. —Sujeto sus muslos para levantarla. No puede dejar ninguna evidencia por si mañana tengo otra chica—. Vamos a ponernos cómodos.
Me levanto con ella del sofá y nos guío por el pasillo hacia la habitación de la derecha. Paredes lisas color crema y solo una cama pequeña en el centro.
—¿Es tu habitación? —Chilla cuando la bajo sobre la cama.
—Si, ahora levanta las manos para que pueda esposarte.
No tengo ningún fetiche con eso, pero las chicas se vuelven locas con la idea. Algunas incluso me piden que me ponga mi viejo uniforme de policía.
—¿Estoy en problemas, señor Oficial?
—Asi es señorita, es demasiado sexy.
Ella suelta una risita y levanta los brazos sobre su cabeza donde el enrejado metálico me permite esposarla. Cuando lo hago, me aparto un poco para quitarme la ropa donde ella puede verme.
—Este será tu castigo nena, puedes ver pero no puedes tocar este cuerpecito.
—¡Luke! —Chilla de nuevo haciendo un puchero—. Yo aún sigo vestida.
—10-4, señorita. Me haré cargo de su problema.
Dejo el arma de cargo con cuidado entre mi ropa y a un lado donde puedo acceder rápidamente a ella, luego levanto la placa para que la vea.
Camino desnudo hasta el borde de la cama y me arrodillo a su lado para levantar el vestido y sacarle las bragas. Su vestido topless me deja tocar sus tetas sin quitar el vestido.
—Confia en el oficial Luke, todo estará bien.
Expongo su cuerpo a mis ojos y me tomo mi tiempo para besar u acariciar, tentándola porque amo cuando están tan desesperadas por mi. Cierro los ojos cuando mi boca alcanza su pezón.
"¿Se te perdió algo, cariño?"
Abro los ojos para recordarme que estoy tocando las tetas de Candy, no las de la chica de los rizos cobrizos.
—Es Candy, es Candy, es Candy...
—¿Qué? —Levanta la cabeza para mirarme.
—Nada, cariño. Recuéstate ahí y déjame hacerte sentir mejor.
Mantengo mi mente enfocada en la chica debajo, besando, mordiendo y chupando a conciencia hasta que la escucho jadear con fuerza. Tomo el preservativo que saqué de mi pantalón y lo coloco antes de embestirla.
—¡Si! ¡Dios, si! ¡Ay!
Sus piernas se aferran a mi, clavando los tacones de sus zapatos en mis pantorrillas. Tomo sus piernas y las subo hasta tener sus tobillos a cada lado de mi cabeza.
—¡Luke! —Sigue chillando. Hum, Candy es del tipo escandaloso.
Espero a que llegue al clímax antes de buscar el mío, me aparto para sacar el condón y salgo de la habitación para tirarlo en el baño. Mi móvil sigue entre mi ropa, así que voy a la cocina a llamar a Carlos.
—No me lo digas, —dice apenas responde. —Voy para allá.
—Gracias, bro.
Eso me da tiempo de despedir a mi invitada. Tomo los boxers del piso para vestirme y luego la libero de las esposas.
—¿Quieres usar el baño?
—Si. —Aún jadea agitada.
Espero a que salga de la habitación para cerrar la puerta e ir a la cocina por un vaso de agua. Recojo también las copas y el vino puesto que mi invitada se tiene que ir y le toma solo unos minutos estar lista.
—Eso fue...
—Lo sé.
—Y me encantó cuando tú...
—Apuesto a que si. —Me detengo frente a ella y le doy un pequeño beso—. Lamento hacer esto, pero mañana tengo que ir temprano a trabajar.
—Oh.
Odio la parte de la decepción en sus ojos.
—Me divertí mucho esta noche.
—Yo también. ¿Crees que podríamos volver a vernos?
—Deja tu número. —Beso de nuevo sus labios— Espero que no te moleste pero te llamé a un taxi, un conductor de mi confianza.
—Bien.
Sonrío porque ahora ella cree que me preocupo por su seguridad. Toma el bolso del sofá y garabatea su número sobre una servilleta de la cocina.
—Llámame.
Carlos llega tan rápido como de costumbre y hace sonar el claxon. Veo a Candy entrar al ascensor y luego escucho de nuevo el claxon indicando que ella subió.
—Otra dama segura y satisfecha.
Buen trabajo, detective Sawyer.
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