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Capítulo 16

Pov becky

− ¿Fue productiva su tarde de compras? - freen se acercó a nosotras en cuanto cruzamos el umbral de la puerta.

− No, para nada - comentó Looknam, a la vez que tecleaba en su celular.

Freen arqueó una ceja y rodeó mi cintura con un brazo.

− Resulta que becky es mucho más terca de lo que parece.

− ¿En serio? - comentó sarcástica. Si había alguien aquí que sabía sobre mi terquedad, esa era ella.

Looknam se limitó a bufarle mientras guardaba el teléfono celular en el bolsillo trasero de sus jeans.

− No me permitió comprarle nada. ¡Nada! - Looknam me miró inquisitiva.

− ¡Pero me compraste cosas igual! - protesté.

− Sí, pero fue sin tu permiso - respondió con una enorme sonrisa - De todas formas, debo irme, Noey me está esperando - se acercó a nosotras y besó nuestras mejillas con rapidez.

Esa tarde había descubierto que Looknam era así. Todo lo que hacía, lo hacía de forma rápida y eficiente. Se alejó junto con dos guardaespaldas, hablando a la velocidad de la luz por teléfono.

− ¿Estás bien? - freen tomó mi cintura con ambas manos y me giró, dejándome rodeada por sus brazos, y acercó sus labios a mi frente - Estás pálida - susurró, y luego depositó un beso allí.

− ¿Pálida? Ah, no, no. Yo sólo... - se alejó para mirarme con una ceja alzada - Estoy cansada. Muy cansada. Ya sabes, Looknam y las compras. Eso...

Su expresión escéptica no cambió.

− Sabes que eres una mentirosa deplorable, ¿verdad?

Me mordí el labio, pero decidí no alegar nada más. Freen sacudió la cabeza y suspiró.

− Supongo que en algún otro momento me lo dirás. ¿Quieres cenar?

− Lo cierto es que no tengo hambre - comenté torciendo el gesto.

− Debes comer algo, becky. Lo llevaré a la habitación.

− ¿Tú cenas en la cama? - se encogió de hombros.

− Sólo cuando estoy cansada.

No pude contener una risita. Imaginar a becky en momentos como esos era algo divertido.

− ¿Se está riendo de mí, señorita Rebecca?

− Oh, nunca me atrevería a hacer algo semejante, señorita Sarocha.

Freen se limitó a rodar los ojos, y luego dejó caer su mano derecha sobre mi trasero, dándome una nalgada y haciéndome chillar.

− Vete a la cama, bec. Subo en un minuto.

Me apresuré a subir las escaleras, y cuando cerré la puerta de la habitación, comencé a hurgar en mi bolso.

Sí, allí estaba la cajita rosa, esperándome. Suspiré.

¿Lo debería hacer ahora o más tarde? Más tarde. Mañana, cuando freen estuviera trabajando, decidí.

Si lo hacía ahora, estaría toda la cena comiéndome las uñas y eso no sería algo recomendable.

Volví a meter la cajita en mi bolso, y lo dejé sobre el sillón, bien cerrado. Dios me salve si freen encontraba el test. No, no quería ni pensar en eso.

Me dejé caer sobre la cama, agotada. Acababa de descubrir que las tardes de compras con Looknam eran algo extremadamente cansador. Esa chica no paraba nunca, de verdad.

Dos golpecitos en la puerta me distrajeron, y esta se abrió antes de que pudiera responder. Freen caminó dentro de la habitación con una bandeja en la mano, y me sonrió mientras la depositaba sobre la cama junto a mí.

− Cena para la señorita.

Le sonreí con timidez. Esta mujer podía ser increíblemente dulce cuando se lo proponía.

− Muchas gracias, señorita - susurré, y freen frunció el ceño - ¿Qué?

− Sé que te sucede algo. Y no me gusta que no vayas a contármelo - respondió con simpleza mientras se sentaba a mi lado y tomaba un vaso de la bandeja.

− freen, es en serio. Estoy bien - volví a mentir.

Se me quedó mirando durante unos minutos con aquellos imperturbables ojos mieles, y luego sacudió la cabeza.

− Como sea - murmuró. Estaba enojada, bastante enojada.

¿Pero qué podía decirle? Oye, mi problema es que posiblemente esté embarazada. Y sí, si estoy embarazada, sería tuyo. Cielos, no.

Me mordí la lengua para no decir ninguna estupidez, y tomé un sándwich de la bandeja. La cena pasó en silencio. Un silencio enfadado por su parte, uno resignado por la mía.

− ¿Tú cocinaste? - pregunté en voz baja mientras la veía depositar la bandeja sobre la mesa de noche.

− Oh, no - comentó, casi divertida - María lo hizo. Es mi cocinera.

− Oh... Así que, ¿no sabes cocinar?

− No sé hervir agua sin armar una catástrofe en la cocina. Lo intenté un par de veces, y María casi me asesina. Luego de eso, me pidió que me quede aunque sea un metro alejada de la cocina. No confía en mí - terminó de decir, haciendo un pequeñísimo puchero.

Se me ablandó el corazón. Aquella mujer tan peligrosa, a veces parecía solo una muchacha. Parecía aquella muchacha que no había podido disfrutar de una sana adolescencia, sino que se había enfocado totalmente en una sola cosa, la venganza.

Solté una risita, intentando cubrir la triste dirección que habían tomado mis pensamientos.

− Lo tendré en cuenta - me callé, e hice una mueca cuando un fuerte dolor en el estómago me obligó a doblarme en dos.

− ¿becky? - freen sonaba alarmada, e intentó acercarse a mí para tomarme en brazos, pero se lo impedí y corrí al baño lo más rápido que pude - ¡becky! - la escuché llamarme, a la vez que levantaba la tapa del retrete y me dejaba caer al suelo.

Diablos, odiaba vomitar. Lo detestaba. Las arcadas se apoderaron de mi cuerpo, y me sacudí mientras vomitaba dentro del retrete.

− bec... - en un rápido movimiento, freen tomó mis cabellos con una mano, impidiendo que fueran blanco directo de mis arcadas, y con la otra acarició mi espalda lentamente.

Sollocé. Vomitar era uno de los síntomas, ¿verdad?

− Sh, tranquila, pequeña - freen siguió acariciando mi espalda con suavidad, mientras murmuraba palabras tranquilizadoras detrás de mí.

Cuando estuve segura de que todo había terminado, me senté sobre mis talones, respirando hondo. Freen me abrazó por detrás, haciéndome apoyar la cabeza en su hombro, y acarició mi vientre con lentitud. Me tensé, pero ella pareció no notarlo, porque siguió acariciándome con cuidado, y secó mis lágrimas con su otra mano.

− ¿Era eso?

Asentí. No, no lo era. Pero no podía decirle la verdad a ella. No todavía.

Depositó un beso en mi mejilla y se levantó con cuidado, llevándome con ella.

− Quiero lavarme - susurré, con la voz ronca y patosa.

− Claro. Iré a traerte algo para beber. ¿Té?

− Por favor...

Se inclinó, y besó mi cabeza antes de girarse y salir del baño. Suspiré, apoyando ambas manos sobre el lavabo. Enjuagué y lavé mi boca con todo cuanto encontré sobre el lavabo, y me eché una mirada al espejo cuando terminé. Estaba pálida, despeinada y tenía los labios y ojos hinchados. Deplorable.

− ¿becky?

Suspiré y salí de la habitación, freen estaba junto a la cama con una taza de té en la mano. La tomé con una sonrisa, y freen abrió la cama para mí.

− Ven - me senté, y freen me ayudó a quitarme la ropa, hasta que quedé sólo con mi ropa interior y una camiseta.

Me sonrió desde su posición, acuclillada frente a mí, y se inclinó para depositar un suave beso en una de mis rodillas. Me estremecí. Sin importar la situación, freen siempre tenía el mismo efecto sobre mí.

− Terminé - anuncié, depositando la tasa sobre la mesa de noche.

− Acuéstate - con su usual tono autoritario, me señaló la almohada, y me recosté.

Tomó las colchas con la intención de arroparme, pero me apresuré a tomar su mano.

− No te vayas

− Será solo un segundo

− Por favor - susurré, haciendo la mejor cara de desvalida posible.

Sabía que si se iba ahora, me derrumbaría. Y no quería eso. La necesitaba aquí, abrazándome con fuerza y dándome calor. La vi dudar, indecisa, y luego sacudió la cabeza con una imperceptible sonrisa en el rostro.

− Hazme un lugar - me corrí hacia la derecha, y freen se quitó los zapatos, la chaqueta y el pantalón antes de meterse en la cama conmigo.

Nos tapó a ambas con la colcha y me apretó entre sus brazos. Me relajé, apoyada sobre su pecho, y suspiré ante la gloriosa sensación de ser mimada. No era algo a lo que estuviera muy acostumbrada.

Mi madre me había abandonado hace muchos años, y mi padre... Bueno, él hacía lo que podía. Siempre que había estado enferma, había tenido que aprender a apañármelas sola. Estaba acostumbrada a eso.

− ¿becky? - freen cortó el hilo de mis pensamientos, y yo me apretujé más contra su pecho.

− ¿Mm?

− Feliz cumpleaños atrasado. Te debo el regalo.

− No me debes nada - murmuré bajito.

− Claro que sí

− No

− No discutiré esto contigo ahora. Duérmete, bec.

Bufé. Qué mandona.

− Mandona.

− Pues sí

Sonreí, pero no dije nada más. Me relajé aún más sobre su pecho, sonriendo como una boba.

− Te quiero, pequeña.

No sé si aquellas palabras fueron realmente pronunciadas, o sí fue solo un producto de mi imaginación. Realmente deseaba que fueran de verdad, porque la forma en la que mi corazón se hinchó de felicidad al oírlas, sólo me hizo notar lo mucho que yo también la quería a ella.

Pov freen

− Mile está descontrolado - me informó Noey en cuanto irrumpió en mi oficina.

− Oh, qué felicidad.

− freen, está juntando a los pocos que quedan junto a él. Quiere destruirte.

Levanté mi vista de los papeles.

− Bien - respondí con simpleza, y volví a fijar mi atención en los documentos.

− freen, solo creo que deberías haber tenido más cuidado. Hiciste todo demasiado rápido.

− Lo destruí, ¿verdad?

Noey frunció el ceño.

− Sí, destruiste todos sus negocios. Pero sigue teniendo algunos aliados, y piensa usar todo loque tiene en tu contra. Deberías haber tenido más cuidado.

− noey, estaban vigilando a becky, no podía permitir que esto siguiera así.

− ¡freen, por Dios! ¿Ves lo que hiciste? ¡Arruinaste un plan de años sólo porque esta muchachita estaba en peligro! - me reprochó.

Levanté mi mirada hacia ella, completamente inescrutable, pero bastante furiosa.

− Noey, ¿debo recordarte quién es la jefa aquí? Yo. Yo lo soy. Y si quiero acelerar el plan, lo haré. Y lo hice. No deberían importarte las razones. Sólo limítate a obedecer. ¿Debo recordarte el error que cometiste hace unos años? Arriesgaste una operación de meses que pudo haber costado tu vida y la mía, así que no te atrevas a reprochar mi comportamiento en cuanto a becky.

La vi enrojecer un poco, y luego tomó aire. Lo expulsó de a poco, mientras desviaba la mirada.

− Lo sé. Lo siento, freen.

Sacudí la cabeza.

− Está bien, Noey. Hazme saber sobre los próximos movimientos de Phakphum.

Asintió avergonzada y se marchó.

Me dejé caer sobre mi silla, consternada porque sabía que en el fondo, Noey tenía razón. Había arriesgado el objetivo de mi vida para salvar a becky. No podía permitir que aquella amenaza siguiera pendiendo sobre su cabeza, y dejé ir todo con tal de protegerla.

Pero, realmente, me importaba una mierda si estaba bien o mal. Necesitaba protegerla, y eso es lo que haría, sin importar qué.

Cielos, esto se ponía cada vez más raro.

Freen Sarocha, la mafiosa más temida de asia, había arriesgado la misión en la cual trabajó toda su vida sólo para salvar a una muchachita Tailandesa-britanica.

Irritada, comprendí la razón.

En algún maldito momento de toda esta locura, aquella muchacha Tailandesa-britanica se había convertido en mi mayor prioridad. Se había vuelto todavía más importante que la venganza.

Pov becky

Embarazada.

Las dos pequeñas líneas se burlaban de mí desde allí abajo.

Embarazada. Estaba embarazada. De Freen Sarocha.

No podía parar de repetírmelo, una y otra vez. Embarazada, embarazada, embarazada. No podía terminar de hacerme a la idea. Iba a tener un hijo, y no podía siquiera creer que eso fuera real.

¿Qué haría? ¿Qué rayos haría? ¿Decirle a freen?

Me estremecí.

¿Y si me odiaba? Cielos, no. ¿Y si me pedía que aborte?

Volví a estremecerme ante la idea. No podía siquiera pensar en que tenía un hijo dentro de mí pero la idea de abortarlo no estaba entre mis planes.

Me dejé caer junto al retrete, y apoyé la espalda en la fría pared. Embarazada, embarazada...

Oh, mierda.

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