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Capítulo 1

Pov Freen

− Señorita Sarocha, lamento mucho decirle que solo tengo 300 mil dólares para pagarle - la voz nerviosa y aterrorizada llego a mis oídos - pero tengo algo muy bueno para usted, una de mis ultimas mercancías.

− ¡No me interesa ninguna de tus putas Non! Que te quede bien claro, si no me devuelves mis jodidos 500 mil dólares esta noche eres hombre muerto - estampe el auricular del teléfono con fuerza y apoye ambas manos sobre mi escritorio, ignorando la mirada profunda que me envió Noey  - ¡Maldito hijo de perra!

− El teléfono no tiene la culpa, deberías dejar de hacer eso siempre - murmuro con una tranquilidad exasperante mientras acomodaba el auricular en su base.

Bufé y me deje caer en mi silla.

− Maldigo el día en el que se nos ocurrió hacer el trato con ese imbécil.

− Ciertamente, no fue muy inteligente de nuestra parte. Pero tampoco muy inteligente de la suya intentando robarte tú parte del negocio. Nadie nunca pudo hacerlo sin sufrir las consecuencias.

Me giré en mi silla y miré la gran ventana a mi izquierda.

− Lo haré sufrir mucho más por haberme considerado una idiota.

Noey suspiró y se levantó, alisándose las inexistentes arrugas de su impecable traje azul.

− Lamentó tener que dejarte sola en uno de tus momentos de furia, querida amiga, pero debo ir a casa a hacer las paces con mi bella esposa, si me disculpas...

− ¿Qué sucedió con Looknam ahora? - pregunte distraídamente.

− Lo de siempre, se enoja porque la sobre protejo, dice que los guardias de seguridad son una exasperación, igual que el coche blindado, y los franco tiradores. Ya sabes, no le gusta sentirse frágil, pero lo es.

− Todas las mujeres son frágiles - comenté rodando los ojos ante la testarudez de Looknam.

Noey me dedico una última sonrisa.

− Cierto, adiós, Freen.

Incliné mi cabeza en su dirección, en un gesto de despedida, y me paré de mi asiento en cuanto su cabeza despeinada había desaparecido por la puerta. Camine hacia el ventanal, examinando las atestadas calles de Bangkok.

Non kanpiang debía ser más estúpido de lo que parecía si de verdad pensaba que podría robarme a mí. Freen Sarocha, la líder de uno de los mayores grupos mafiosos del mundo, sin terminar con la cabeza llena de plomo.

Pov Becky

Chille. Otra vez. Y toda la respuesta que recibía era mi agitada respiración, otra vez

Las manos atadas atrás de mi espalda no me permitía moverme, y las magulladuras que exhibía mi cuerpo me hacía sollozar de dolor.

La bolsa de tela que me cubría entera me daba picazón en la nariz, sin permitirme respirar correctamente, y el frío me calaba hasta los huesos Intenté removerme, pero el espacio en el que estaba atrapada era endemoniadamente estrecho.

Volví a chillar, pero el enorme pedazo de cinta gris que se pegaba a mi boca amortiguó mis gritos de ayuda.

Nadie me escucho.

Volví a sollozar, pensando en lo estúpida que fue al salir de mi edificio a esa hora de la noche.

Flashback

Solté un grito de dolor, mientras me sentaba en el suelo, sosteniendo mi pie con ambas manos.

Maldito mueble, maldito dedo meñique del pie. Maldita torpeza.

Resoplando, quité mis manos para examinar los daños, y torcí el gesto al ver la sangre que emanaba de mí lastimando meñique. Golpearlo contra los muebles era mi karma, y no pasaba más de una semana sin accidentes de ese tipo.

Cojeando, llegué hasta el botiquín, solo para gruñir exasperada al ver que me había quedado sin vendas, rebusqué por toda la caja, pero no di con lo que necesitaba.

Lo más rápido que pude, cubrí mi pijama de osito (si, muy maduro) con un tapado que llegaba hasta mis rodillas, me puse mis zapatos, haciendo otra mueca de dolor al sentir mi dedo dentro de las zapatillas, y dirigí mi paso a la farmacia que estaba a dos calles de mi casa.

Estaba a unos cuantos pasos de mi destino cuando sucedió. Un coche negro freno a mi lado, y un grupo de cuatro hombres bajaron, parecía una aterradora coreografía.

Uno me tomó de los brazos, otro se encargó de apretujarme un pañuelo húmedo en mi boca y nariz, otro tomó mis piernas y el otro se encargó de mantener abierta la puerta del auto mientras me metían en él.

Mis gritos no alertaron a nadie, y luego de unos minutos, quede inconsciente

Fin del Flashback

Desperté dentro de la apestosa bolsa en la que me encontraba ahora, solo que en algún lugar al aire libre.

Cuando comencé a gritar, un hombre gordo y pelado me saco de la bolsa, y entre insultos me puso una cinta en la boca, para luego golpearme unas cuantas veces. Parecía disfrutar de aquello mientras yo me retorcía de dolor en el suelo.

Luego de lo que pareció una eternidad, me volvieron a meter en la bolsa, y me arrojaron en lo que seguramente era el baúl de un coche. Y allí había estado por lo que parecía horas. Tenía sed, hambre, me dolía la cabeza y todo el cuerpo. Y estaba completamente aterrorizada.

Volví a chillar, pero pare de golpe cuando el baúl se abrió, y como dos brazos me alzaban sin suavidad alguna. Volví a chillar, y me sorprendí de que nadie me golpeara como castigo.

− ¿Qué mierda es eso? - escucho una voz un tanto ronca y femenina.

− Un regalo para ti.

− No me jodas Non, dame lo que falta del dinero y quédate con tus malditos regalos.

− Vamos Sarocha. Esta te gustará, es joven, y muy hermosa. Deberías verla aunque sea - esa voz sonaba nerviosa y torpe en comparación con la perfecta melodía de la otra mujer, quien resopló, con una mezcla de desprecio e impaciencia.

Sin preámbulos, alguien me deposito en el suelo, y me quito la bolsa de encima.

Intenté enfocar la vista, y examiné mi entorno. Estaba sentada en el suelo polvoriento, en un estacionamiento subterráneo. A mi alrededor había hombres, muchos hombres parados, y armados hasta los dientes.

Al primer vistazo pude ver que se dividían en dos bandos. Los que se encontraban frente a mi estaba vestidos de traje, y parecían empresarios recién salidos de sus cómodas oficinas. Claramente, la líder era una impresionante mujer, que clavaba sus ojos en mí con dureza. Unos fríos e implacables ojos mieles.

Los otros, estaban parados a mi derecha y a mis espaldas, y parecían mucho más desaliñados y brutos que los hombres que se encontraban frente a mí. Aunque claro, cualquiera perdería todo su encanto al ser comparado con la ojimiel , que no despegaba sus ojos de mí.

Me eche a temblar cuando se agacho frente a mí, y tomó mi rostro con su mano derecha.

En un impulso, giré la cabeza y le mordí la mano con fuerza. Espere que me golpeara, me gritara o aunque sea gruñera de dolor. Espere cualquier cosa menos aquello.

La mujer soltó unas leves carcajadas, mientras se miraba las marcas que había dejado en su mano.

− Vaya, vaya con la fierecilla - susurró y me miró con un brillo pícaro en los ojos.

− ¿Le gusta, Sarocha? - la mujer se puso de pie y clavó sus ojos en alguien a mi espalda.

− Ciertamente, es hermosa, Non. Pero ya te lo dije, no quiero ni necesito a una de tus putas.

− ¡Yo no soy una puta! - grité, ofendida por el insulto.

La ojimiel volvió a bajar sus ojos hacia mí, con la ceja levemente arqueada.

− Si no lo eres, lo serás muy pronto - sus palabras se deslizaron como hielo sobre mí, y me estremecí de pánico.

Trata de blancas, eso era.

¿Me drogarían y me encerrarían en una habitación para prostituirme?

Mis lágrimas se deslizaron por mis mejillas ante la aterradora idea, pero me negué a sollozar enfrente de aquellos hombres, no les daría ese gusto.

− Vamos Sarocha, acéptala.

− No creo que sea lo demasiado bonita como para valer 200 mil dorares kanpiang.

Eso dolió, pero sabía que era verdad ¿200 mil dólares? Por favor.

− Si lo es, mírala - sonreí interiormente. El imbécil debe estar muy jodido como para intentar venderme a aquella mujer, haciéndole creer que era así de hermosa. No lo era, y estaba segura de que ese idiota también lo sabía.

La ojimiel, que parecía responder al apellido de "Sarocha", volvió a bajar sus orbes mieles hacia mí y me estudio con cuidado.

− Bien.

Cuando esa seca afirmación salió disparada de sus labios, el ambiente se relajó notablemente, y el que respondía al nombre de "Non" soltó una risa.

− Bien hecho, Sarocha.

La tal Sarocha me dirigió una última mirada antes de girar sobre sus talones y caminas hasta unos autos negros que estaban estacionados unos metros más allá.

Al pasar junto a un hombre alto y castaño, sacudió la cabeza en mi dirección y el hombre asintió. Camino hacia mí y me tomó en sus brazos, pasando un brazo alrededor de mi cintura. Comencé a chillar de nuevo, desesperada.

− ¡No! ¡No, por favor! ¡No! ¡Suélteme! ¡NO! - cese de gritar cuando ojimiel, unos cuantos metros delante de mí, se giró y camino hasta mi con decisión.

− Cierra esa maldita boca, no soporto a la gente chillona - su voz era dura e inflexible, y por más que me dolía mi orgullo, no pude evitar rogarle que me soltara.

− Le juro que no le contaré a nadie, y haré como que nada de esto sucedió. Solo déjeme aquí, y nunca más sabrá de mí, por favor, por favor... - mi voz se cortó cuando en su mirada reflejó un no rotundo. No iba a dejarme ir.

− No te irás, y créeme cuando te digo que debes agradecer estar conmigo y no con Non. Ahora hazme el enorme favor de cerrar la boca. Y deja de llorar - agregó y volvió a dirigir su paso al grupo de autos. No había dado ni dos pasos cuando volví a chillar de nuevo.

Pov Freen

Bufé frustrada mientras cerraba la puerta del auto con un poco más de fuerza de la necesario. Nunca debí haberle aceptado el maldito "regalo" a Non.

Volví a bufar, sintiendo cada vez más lejos los chillidos de la chica que ahora era llevada a otro de los coches.

No sé porque mierda la había traído conmigo. No sé si había sido la inocente y suplicante expresión de su rostro aniñado, o sus enormes y exasperantes ojos chocolate. O las lágrimas derramadas sobre sus redondeadas mejillas.

No sabía porque, pero al fijar mi vista en ella, sabía que era mía.

Esa ilusión se había ido cuando sus gritos me dieron jaqueca y me estiré en el asiento del Volvo.

Nunca debí haberla traído conmigo.

¿Que mierda haría con ella ahora?

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