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12

Sana POV

Me revolví incómoda en mi asiento, mientras mirada de reojo a Tzuyu.

Hacía cinco horas que habíamos tomado aquel avión.

Y hacía seis que Tzuyu no me hablaba.

Bueno, en realidad sólo me hablaba para ordenarme cosas. "Súbete allí", "Siéntate", "Camina hacia allá".

Era extremadamente frustrante.

Y lo peor era no saber el por qué.

Tzuyu tenía un estado de ánimo tan voluble. Estaba de buen humor, y de la nada, se enojaba.

Bufé, ganándome una mirada de reojo por parte de la azabache.

Desde que habíamos subido al avión, había intentado dormir, lo cual me fue imposible. Luego había intentado leer, lo cual también me fue imposible.

Lo único que podía hacer era estar allí, sentada, divagando sobre el por qué de su distanciamiento.

──¿Cuánto falta?

Tzuyu parpadeó durante unos segundos, apartando la mirada de uno documentos para clavarla en mí. Me sonrojé.

──Unas siete horas.

──Um...──Me recosté sobre el asiento, mirando por la pequeña ventanilla.──¿Y luego?──La oí suspirar levemente, y me giré para mirarla. No había levantado los ojos de ese papel.──Tzuyu.──No recibí respuesta.── Tzuyu... ¡Tzuyu!

Enfadada, estiré mi mano y le quité el documento.

Tzuyu alzó la vista, enojada.

──¿Qué haces?──Me preguntó, completamente fuera de lugar.

Claramente, no está acostumbrada a que le hagan eso.

──No me respondes.

──No quiero hacerlo.──Respondió secamente, y estiró la mano para tomar los papeles.

Los aparté de su alcance.

──¡¿Qué mierda está mal contigo?! Esta mañana estaba todo perfectamente, y de un segundo al otro te pones así, ¿Qué sucede?

Tzuyu me miró a los ojos durante unos cuantos segundos, y pude notar el inmenso debate interno que estaba llevando a cabo.

Finalmente, sacudió la cabeza con resignación.

──Nunca nada estuvo perfectamente, Sana. ¿Sabes por qué? Porque tú eres mi rehén, y yo te secuestré. ¿Entiendes lo que digo?──Fruncí el ceño.──Esto estuvo siempre mal, a pesar de que ambas nos hayamos olvidado de eso durante un tiempo.

──¿Estás diciendo que te arrepientes de todo?

Tzuyu suspiró, desviando la mirada.

──No hablaré más sobre eso.

──¡Debes hacerlo!──Espeté y Tzuyu se giró hacia mí, tomando mis hombros con brusquedad.

──Fui una idiota. Nunca debería haberte llevado conmigo en contra de tu voluntad, nunca.

──Me salvaste de Kyungsoo. ──Susurré con un hilo de voz.

Tzuyu soltó una carcajada sin humor.

──No lo digas como si hubiera hecho un acto de caridad. Sólo lo hice por mí en aquel momento. ¿Y para qué? Para someterte a mí. No sé quién es peor, Kyungsoo o yo.──Susurró esto último más para sí misma, y yo fruncí el ceño.

──Él pensaba prostituirme.──Tzuyu acarició mi mejilla con suavidad.

──Lo sé. Pero lo que yo hice contigo tampoco está bien.──Su voz se suavizó levemente, pero la tensión seguía presente.

──No fue en contra de mi voluntad.

──Sana, no hablaré más de esto.──De vuelta la autoritaria Chou.──Cuando lleguemos a París, serás libre.──Inspiró, vacilando.──Compré un asiento en el ferri para ti. Sale una hora después de que el avión aterrice.

Antes de que siquiera me diera cuenta, me arrebató los documentos, y volvió a alejarse de mí.

Aislarse.

La miré durante unos segundos, y giré la cabeza hacia la ventanilla cuando gruesas lágrimas se acumularon en mis ojos.

Iba a llorar. Iba a llorar porque ella me dejaría libre.

¿Quién carajos te entiende?

Ni yo misma lo hacía.

Lo único que sabía es que no deseaba apartarme de ella.

Pero ella si quiere apartarse de ti.

Inspiré hondo, luchando contra las lágrimas.

Me puse de pie torpemente, y pasé frente a ella con dificultad, ocultando mi rostro parcialmente con mi cabello.

En cuanto llegué al baño, cerré el pestillo y me dejé caer sentada sobre el lavabo.

Y comencé a llorar.

Desgarradores sollozos de escapaban de mi garganta, e inhalando profundamente, intenté controlarlos.

No quería que nadie me escuchara.

Sería libre. Eso era lo que quería, ¿Verdad?

Eso era lo correcto.

Claro que sí. Lo correcto.

Tzuyu POV

Apoyando mis codos sobre mis rodillas, tomé mi cabello con mis manos, lleno de deseperación.

Estaba llorando.

La oía desde aquí, y eso me volvía loca.

¿Por qué lloraba? Ella quería su libertad y yo se la daría.

Oírla llorar me sacaba de mis casillas. Me hacía sentir débil.

Y yo no soy una mujer débil.

Solté un gruñido.

Mierda, Sana, ¿Qué se supone que debo hacer?

Sé que esto es lo correcto, entonces, ¿Porqué se siente tan asquerosamente mal?

Otro sollozo.

Volví a gruñir, mientras tiraba de mis cabellos con frustración.

No puedo ir, no debo hacerlo.

No es eso lo que ella quiere.

Cuando estaba a punto de mandar todo a la mierda y levantarme de un salto, la puerta del baño se abrió.

La vi caminar con la mirada gacha, pero se detuvo antes de llegar a nuestros asientos.

Vacilando, se deja caer sobre un asiento, un par de metros más adelante que el mío.

Fruncí el ceño.

Bueno, no quiere sentarse conmigo. Indirecta captada.

Suspirando, me dejé caer hacia atrás.

Esto es lo mejor. Esto es lo mejor...

──────────────────────── ♡︎

Luego de lo que pareció una eternidad, una azafata rubia y extremadamente delgada se acercó a pedir que nos abrochemos los cinturones. El descenso estaba por comenzar.

──¿Señorita?──La vi intentar llamar la atención de Sana, y me levanté de mi asiento.

──Yo lo haré.──Le dije, y ella dio un paso atrás.

Sana estaba acostada sobre su costado, ocupando dos asientos.

Estada dormida.

Levanté la parte superior de su cuerpo y me senté, para volver a apoyarla sobre mí regazo.

──Sana, debes sentarte. Estamos por aterrizar.

El estómago se me contrajo ante la inminente sensación de pérdida, y acaricie su mejilla con suavidad, sabiendo que esta podría ser la última vez que la viera.

──Sana, pequeña, arriba.──Frunció el ceño y se despertó.──Estamos llegando.

Sus ojos se abrieron, revelando sus enormes posos chocolates fijos en mí.

Una preciosa sonrisa comenzó a expandirse por su rostro, pero inmediatamente frunció el ceño, confundida.

Se levantó de mi regazo de golpe, sentándose derecha en el asiento a mi lado.

──¿Qué haces?──Preguntó, todavía adormilada.

──Estamos por aterrizar.

──Oh.

──Ven.──Estiré mis manos para tomar las correas y colocárselas, pero Sana se apartó todavía más de mí.

──Puedo sola.

──Sana...

──¿Sabes, Tzuyu? No necesitas tratarme como si tuviera doce años. Sobreviví veintitrés sin tu ayuda, me creo lo suficientemente preparada como para atarme un cinturón. Gracias.──Se dispuso a atarse las correas, con expresión seria, y yo reprimí una sonrisa.

Era extremadamente adorable.

Luego de una gran lucha, por fin pudo abrocharse el cinturón, y levantó su mirada triunfal hacia mí.

Aplaudí levemente.

──Felicitaciones.

Rodó los ojos, mientras soltaba una risita, pero volvió a ponerse seria inmediatamente, con una expresión disgustada en su rostro. Como si estuviera enojada con ella misma por haberse reído.

Suspiré, atando mi cinturón, y me recosté en el asiento.

La certeza de que iba a extrañarla me dejó sin aire.

Iba a extrañarla demasiado.

──────────────────────── ♡︎

Sana POV

──Vamos.──Tzuyu bajó del coche, y me ofreció su mano derecha para ayudarme a bajar.

La ignoré.

Lo vi bufar exasperado, pero volví a ignorarla.

──¿Qué es esto?

──La estación del ferri.

──Ah.

El edificio junto al Canal de la Mancha lucía antiguo, pero bien mantenido. Sus paredes de un perfecto color blanco no exhibían ni una pequeña mancha, y se encontraba abarrotado de gente.

Inspiré profundo.

Ahí estaba de nuevo. Ese dolor intenso en el estómago.

Diablos, no quería irme de allí.

Me giré a mirarla por primera vez desde que bajamos del avión.

Era hermoso.

Su rostro estaba inexpresivo, pero sus ojos bullían de actividad.

──Señorita.──Un hombre vestido de traje apareció por detrás del coche, y depositó la maleta negra junto a Tzuyu.

Este se limitó a asentir, pero no despegó su mirada de mí.

──Toma.──Estiró un papel blanco hacia mí, y le eché una ojeada sin tomarlo.

Era el pasaje.

──¿Por qué haces esto?

──¿No quieres que te deje libre?

──Yo...──Vacilé. Todo era tan endemoniadamente contradictorio.

──Tienes que entenderlo, pequeña. No tuvimos un buen comienzo, y eso es algo que no puedo borrar. Desearía hacerlo, no sabes cuánto, pero no puedo.

──Pero...

──Sana, no.

──¿Y si a mí no me importa el comienzo?

Sus ojos se agrandaron levemente, y me miró incrédula.

──También está lo obvio.──Susurró.

──¿Lo obvio?

──Ya te he dicho lo que soy.──Ah, sí. La mafia.──No soy buena, Sana. Debes entenderlo. He hecho cosas terribles, y ten por seguro de que si las supieras huirías de mí corriendo y chillando.

──¿Cómo lo sabes?

──Lo sé. Eres inocente, y dulce. Tu lado no está junto a una mujer como yo. No es seguro.──Me mordí el labio con fuerza, sacudiendo la cabeza levemente.──Por favor no hagas eso.──Tzuyu estiró su mano hasta tomar mi barbilla, y con su pulgar tiró levemente de mi labio inferior, hasta liberarlo de mis dientes, para luego acariciarlo con suavidad.──Adiós, pequeña.

Con una expresión indescifrable, tomó mi cabeza con una mano, a la altura de mi nuca, y se acercó a mí durante unos segundos.

Cerré los ojos con fuerza cuando sus labios se presionaron contra mi cabello, e inhaló una vez antes de soltarme.

──Esto es tuyo.──Tomó la maleta y la acercó a mí.

──No, no lo es.

──Sí lo es.

──No me la llevaré. Eso es tuyo.

──Sana.──Su tono se volvió más bajo y autoritario de lo normal.──Te llevarás esta maleta así tenga que atarla a ti, ¿Comprendes?

Fruncí el ceño, pero luego me relajé, suspirando.

──Como sea.

Tomé la maleta con una mano, pero no me moví de mi lugar.

──Tu ferri sale en diez minutos. Vete.

──Tzuyu...

──Sana, vete.──La miré incrédula cuando espetó aquellas palabras. Su ceño estaba contraído, y parecía una mujer sufriendo.

Mucho.

Espontáneamente, estiré mi mano derecha para acariciar su rostro, pero ella se limitó a dar un paso atrás.

──Ahora.

Conteniendo las lágrimas, me giré sobre mis talones y me alejé de allí a toda velocidad, arrastrando la maleta detrás de mí, mientras esta iba repiqueteando sobre el suelo de piedra.

Tenía unas inmensas ganas de llorar. Y de volver junto a Tzuyu para abrazarla. Y también de pegarle.

Yo no era inocente. Ni dulce.

Oh, claro que no.

Y tampoco la necesitaba a ella para cuidarme.

Dios, estaba llorando de nuevo.

Intenté convencerme que se debía a la felicidad de mi recientemente adquirida libertad, pero fue inútil.

Sabía que el motivo de mi llanto no era ese, por supuesto que no.

El motivo de mi llanto estaba allí, detrás de mí, mirándome partir con los ojos llenos de dolor.

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