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07

Sana POV

──Sana, despierta. Vamos, pequeña, hemos llegado──Fruncí el ceño ante el fuerte rayo de sol que me dio de lleno en la cara.

──Tengo calor──Me quejé.

──Lo sé, estamos al otro lado del mundo, es verano aquí. Si te bajaras del coche, podrías quitarte la chaqueta──Abrí los ojos, para fijarlos en Tzuyu, que estaba parada al lado del coche, sosteniendo la puerta abierta frente a mí.

Esperen, ¿En qué momento habíamos llegado a un coche?

──¿No estábamos en un avión?──Pregunté, mientras me bajaba del coche ayudada por su mano.

──Eso fue hace tres horas. Eres una verdadera dormilona.

Ignoré su broma en cuanto mis ojos se posaron sobre la colosal estructura que se alzaba frente a nosotros.

La casa estaba completamente construida en madera, vidrio y ladrillo visto, lo que la hacía confundirse con la abundante vegetación.

──¿Estamos en Brasil?

──Algo así.

──Siempre quise conocer Brasil...──Susurré, girándome sobre mis talones al sentir el rugido de las olas detrás de nosotros.── ¡Oh, cielos!

Tzuyu intentó sujetarme por el codo, pero me sacudí y comencé a correr hacia el mar.

Cuando dejé el camino de madera detrás, la arena caliente me quemó los pies, pero no me importó y seguí corriendo hasta que el agua del océano mojó mis tobillos.

──Esto es perfecto──Susurré, y luego comencé a reír como una desquiciada. El agua era completamente transparente, y la arena blanca resplandecía al sol.

Tuve la súbita sensación de estar en el paraíso.

──Sana, vuelve aquí.

──Jódete.──Grité, mientras reía al ver un par de cangrejos sobre la arena.

Me quité la chaqueta, tirándola sobre la arena y sintiendo el alivio instantáneo.

──Podrás venir a la playa más tarde, ahora ven aquí.

La voz de Tzuyu se volvía cada vez más cercana, y me giré sobre mis talones para fruncirle el ceño.

──¿Puedes dejar de molestar? Muchas gracias.

Volví a girarme, pero no me perdí de su ceja alzada y su expresión azorada.

──Muy bien, señorita. Es suficiente. A casa.──Murmuró mientras me volvía a cargar.

──¡No! ¡Pero quiero meterme al mar!

──Deja de gritar. Lo harás más tarde.

──Eres peor que un padre.

──Y tú eres peor que una niña mimada.

──Por supuesto que no soy mimada.──Me quejé, ofendida.

Tzuyu se limitó a reírse y caminar hasta la casa con tranquilidad.

El lugar parecía desierto.

──¿Hay alguien más aquí?

──Hay dos empleados que viven en una casa en la otra punta de la Isla, nadie más.

──¿Por qué?

──Porque es una Isla privada.

Me depositó sobre el fresco suelo de mármol de la casa, y me señaló hacia un pasillo.

──Ve a la última habitación de la derecha, hay ropa para ti allí.──Asentí distraída, y me volteé, pero Tzuyu tomó mi mandíbula con una mano, obligándole a mirarla.──Y recuerda que estamos en una isla. Nada de intentar escapar, no estoy de humor para tonterías, ¿Entendiste?

──Suéltame que me lastimas.

──¿Entendiste?

──¡Sí, idiota, ahora suéltame!

Me soltó y no separó sus ojos se mí mientras me dirigía refunfuñando hacia la habitación.

"Esa mujer era una bruta" pensé mientras me frotaba la mandíbula.

La habitación era de ensueño. Una pared estaba por completo echa de vidrio, y las vistas al océano eran preciosas.

La cama era de madera clara, y estaba recubierta con un acolchado color arena. Sobre ella había una gigantesca maleta negra, y la abrí con reservas.

Santo Cielo.

Allí adentro había más ropa que en mi propio armario.

¿En qué momento Tzuyu había conseguido todo eso?

Con una risa, recordé lo que Ken siempre...

Ken.

¡Ken!

De un salto, volví corriendo hacia donde antes estaba Tzuyu, y la encontré hablando por teléfono en algún otro idioma. No me tomé la molestia de distinguir cuál antes de gritar.

──¡Ken!──Tzuyu me miró con el ceño fruncido, pero no dejó de hablar.──¡Ken!

Bufando, murmuró algo más y cortó la comunicación.

──No, linda, mi nombre es Tzuyu. Tzu-yu.

Grité frustrada. A momentos odiaba su humor sarcástico.

──¡Mi padre es Ken! ¡Cielos, no puedo creer que me olvidé de él! Debe estar como loco, debes dejarme llamarlo, debo llamarlo, ¡Ahora!──Grité mientras me acercaba a ella, intentando parecer lo suficientemente desesperada como para que me dejara llamar a mi padre.

──¿Para qué quieres llamarlo?──Preguntó, como si no le encontrara sentido a mi pedido.

──¡Porque es mi padre! Oh, Dios, me asesinará. Debo llamarlo y decirle que estoy...──Considerándolo bien, no era conveniente decir que 'estaba bien', así que me callé en el último segundo.──Que estoy viva. Y que no se debe preocupar por mí.

Tzuyu sonrió torcidamente.

──¿No debe hacerlo?

Fruncí el ceño.

──En realidad, sí debería, pero ya sabes, no quiero que una mafia persiga a mi padre por intentar encontrar a su hija. Prefiero mantenerlo alejado de todo esto.──Alejado de ti.

Tzuyu lo consideró durante unos segundos.

──Bien.──Antes de que siquiera pudiera decir 'gracias', se acercó demasiado a mí, pegando su frente con la mía y posando una de sus manos en mi nuca.──Pero déjame advertirte, Minatozaki Sana, que si dices una palabra de más, te arrepentirás.

──¿Porqué siempre que me amenazas dices mi nombre completo?──Pregunté en un susurro, haciéndola sonreír.

──Porque suena más serio.

──Detesto mi nombre completo.

──Es hermoso, Sana. ¿Has entendido lo que te dije sobre la llamada?

──¿Has entendido sobre mantener a tu mafia alejada de mi padre?

Tzuyu presionó sus labios contra los míos durante unos segundos, y por poco casi pierdo el control.

Debía dejar de hacer eso, o enloquecería.

──Toma.──Extendió su teléfono celular hacia mí.──Debes marcar la característica de Corea antes.

──Lo sé.──Susurré, mientras buscaba algún tipo de botón en el aparato.──¿Cómo se supone que debo marcar en esta cosa?──Pregunté frustrada, y Tzuyu se carcajeó, quitándome el celular de las manos.

Luego de apretar la pantalla un par de veces, me lo devolvió con un marcador numérico allí.

Marqué el número, y esperé con impaciencia durante tres tonos.

──Hable.

Suspiré al escuchar la voz de mi padre.

──¿Papá? Papá, soy Sana.

Tzuyu estiró una mano, y tocó la pantalla con suavidad. Inmediatamente se activó el altavoz. Rodé los ojos.

──¿Sana?──La voz de mi padre nos inundó la estancia.──¿Porqué me llamas desde un número privado?

──Es que no es mi teléfono. Es el de una...──Miré a Tzuyu unos segundos.──¿Amiga? Una amiga. Es el teléfono de una amiga.

──¿En dónde estás?

──En...──Tzuyu formó la palabra "vacaciones" con los labios, y yo asentí.──Me tomé unas pequeñas vacaciones.

──¿En dónde estás?──Repitió.

──Eso no importa, papá. En realidad no estoy en un lugar fijo. Sólo llamaba para decirte que estoy bien y que si no me comunico contigo por un par de semanas, no te vuelvas loco.──Tzuyu arqueó una ceja cuando dije lo de un par de semanas, y me estremecí ante la clara intención de su mirada. Estaría allí más tiempo que "un par de semanas".

──Por supuesto que me volveré loco, Sana. Eres mi hija, debo saber dónde estás.

──Papá, ya tengo veintitrés años, puedo cuidar de mí misma.

──Veintidós.──Rodé los ojos y Tzuyu sonrió ampliamente.

──Lo que sea.

──¿Es decir que no pasarás tu cumpleaños conmigo?

──Esto... No. De veras lo siento, papá.──Carraspeé, intentando tragar el enorme nudo que se formó en mi garganta.──Estaré bien, lo prometo. Te llamaré cuando vuelva, ¿Sí?

La voz me falló, y esperé, asustada de que mi padre lo hubiera notado.

──Está bien...──Murmuró, no muy convencido.──Llámame cuando tengas oportunidad, hija.

──Lo haré. Te...──Tragué, e inspiré profundo, ignorando las lágrimas que me inundaron los ojos.──Te amo, papá.

──Y yo te amo a ti, hija.

Corté el teléfono segundos antes de que un sollozo se escapara de mi garganta.

Tzuyu me quitó el teléfono y acarició mis mejillas, secando mis lágrimas con sus pulgares.

──No llores.

Sacudí la cabeza, y giré sobre mis talones para dirigirme a la habitación nuevamente.

La llamada a mi padre me había hecho caer de vuelta en la realidad.

Y había sido una caída dura.

Aquello no era una historia de amor. Ese lugar no era un paraíso. Y Chou Tzuyu no era una mujer dulce.

Esto era un secuestro. Este lugar era una celda, y Chou Tzuyu era una mafiosa. Una mafiosa secuestradora.

Y que aparte está más fuerte que...

Me obligué a no desviar mis pensamientos mientras me encerraba en el baño, y sin siquiera echar una ojeada a los lujos del lugar me interné en la ducha.

Esto era un crimen. Punto final.

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