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04

Tzuyu POV

Sin creer lo que acababa de suceder, cerré la puerta de la habitación de invitados con más fuerza de la necesaria.

La había besado. Había besado a Sana.

Y ella se había apartado de mí.

Luego de gemir.

Cierto. Aquello era un pobre consuelo para mi ego lastimado.

Gruñí cuando el agua fría de la regadera tocó mi piel, pero me quedé allí parada estoicamente, sintiendo como los restos de mi excitación desaparecían poco a poco.

Estaba comportándome como una pendeja.

Minatozaki Sana no podía tener semejante efecto sobre mí. No podía.

Por el amor de Dios, no era más que una niña. Una niña torpe e inocente. Y que además usaba playeras de Helly Kitty.

Y yo era una mujer.

Un mujer que no puede dejar de pensar en los labios de una niña.

Ni en su culo. Ni en sus senos. Ni en sus...Volví a gruñir.

Era una maldita depravada.

Y necesitaba liberarme de alguna forma. Necesitaba hacerlo ya.

En un movimiento, cerré el grifo y salí de del baño envolviéndome una toalla a la altura de la cintura.

──¿Tzuyu?──Rodé los ojos cuando la ansiosa voz de Yerim me recibió al otro lado del teléfono.

──Sí, soy yo. ¿En dónde estás?

──En mi casa. ¿Quieres verme?

──Estaré allí en veinte minutos.

Colgué el teléfono, haciendo una mueca.

No era a Yerim a quién quería follar. Yerim me había aburrido hacía mucho tiempo.

"Entonces ve a tu habitación, y fóllate a quien de verás quieres follar."

Sana me había pedido que me marche.

Y Dios sabe que me costó una mierda irme, pero lo había logrado.

No podía volver como una idiota e intentar seducirla de nuevo. No podía dejar que la castaña pensara que estaba obsesionada con ella.

Porque no lo estaba. Por supuesto que no.

──¿Mina?──Llevé el celular a mi oído antes de que sonara por tercera vez, mientras me abotonaba la camisa al mismo tiempo.

──Tzuyu, hay problemas con Yugyeom.

──¿Qué mierda hizo ahora?

──Violó la Omertà.──Me llevé una mano al puente de la nariz, mientras esperaba la explicación de mi amiga.──Declaró en un juicio sobre la droga importada desde México.

──Pedazo de hijo de puta. ¿Qué nombres dio?

──El de Sooyoung, pero ya resolví eso. Los jueces no dirán una palabra.

──¿Ya le pusiste un precio al cuello del bastardo?

──Sí. No durará vivo ni un día.

──Perfecto.──Susurré, cortando la comunicación.

Ahora más que nada en el mundo, necesitaba liberarme.

Tomé me chaqueta mientras salía por la puerta, e intentando con todas mis fuerzas no echar ni un vistazo a la puerta de mi habitación, me dirigí a la casa de Yerim.

──────────────────────── ♡︎

Sana POV

No tengo idea de cuándo tiempo estuve allí, tirada sobre la cama, contemplando el cielo raso con los ojos entrecerrados.

El dulce sabor de la boca de Tzuyu todavía perduraba en mi labio inferior, recordándome que nada de aquello había sido un sueño. O una pesadilla.

Decidí que una ducha era lo que necesitaba.

Necesitaba despejar mi cabeza, pensar con claridad.

Abrí el grifo, y mientras esperaba que el agua esté lo suficientemente caliente, me quité mi pijama y la ropa interior.

Horrorizada, recordé cuantas veces había estado frente a Tzuyu, sin siquiera notar que estaba vestida con una patética playera de Hello Kitty.

Genial.

Luego de estar cuarenta minutos dentro del agua, decidí que debía dejar de ver a Chou Tzuyu como una mujer.

De ahora en más, para mí no sería más que una vil secuestradora. Una hija de puta que me había arrebatado mi vida.

Punto final.

Claro, Sana, claro...

Ignorando a mi conciencia, hice una mueca al comprobar que no tenía más ropa que ese andrajoso pijama, y me envolví en una toalla.

¿Habría algo dentro de aquella habitación?

Casi seguro, la puerta cerrada con llave era un vestidor, pero además de la cama, el buro, un sillón de cuero negro y aquella enorme alfombra, no había ningún otro tipo de mobiliario.

Sonreí triunfal cuando logré dar con una camisa blanca, pulcramente doblada debajo de la almohada, y la desdoblé sobre la cama.

Era una camisa de mujer.

Y tenía un olor embriagador.

Un olor muy parecido al de...

No. Aquella no era su habitación, ¿Verdad?

Debe ser el jabón con el que lavan la ropa, pensé, mientras me abotonaba la camisa. Sí, eso era. Todos aquí olían de la misma forma.

A pesar de mis intentos, no pude convencerme a mí misma, y unas horas más tarde, caí rendida al sueño, con la certeza de que estaba enfundada en la ropa de Chou Tzuyu.

──────────────────────── ♡︎

No sabía cuánto tiempo había pasado cuando me desperté. Pero sí estaba segura de que no estaba sola en aquella habitación.

La certeza de que alguien más se encontraba allí, me dio un escalofrío, y me senté en la cama con brusquedad.

En una de las esquinas de la habitación, frente a mí, alguien estaba sentado en el enorme sillón de cuero negro.

No podía distinguir quién era, pues estaba completamente cubierto por las sombras.

Con un estremecimiento, noté que la figura si me podía ver claramente a mí, pues la luz de la luna que atravesaba la ventana me daba de lleno.

Sentía sus ojos clavados en mí, y abrí la boca para decir algo, pero las palabras se negaron a salir.

──¿Qué pasó con Hello Kitty?

Me relajé al escuchar la suave voz de Tzuyu, pero inmediatamente volví a ponerme en tensión.

──¿Qué haces aquí?──Ignoré su broma, y comprobé que la camisa estuviera prendida hasta mi cuello.

──Te dije que volvería.

──Y yo te dije que te vayas.

──¿Debo recordarte de que el que da las órdenes aquí soy yo?──Su voz no era más que un susurro, pero el tono autoritario nunca desaparecía de ella.

──Maldita déspota.

Soltó una carcajada, que sonó peligrosamente hermosa.

──Me encanta verte usando mi ropa.

Abrí los ojos, mientras me tensaba aún más, si era posible.

──¿Es... Es tuya?──Lo sabía.

──Sí. Igual que la cama en la que duermes. Debo admitir que también me encanta verte en ella.

Tuve el impulso de levantarme pitando de allí y salir corriendo, pero mi lado inteligente me detuvo.

Primero, ¿A dónde demonios correría?

Y segundo, la camisa sólo llegaba hasta la mitad de mis muslos, y no quería que Tzuyu me viera casi desnuda.

Me quedé en mi lugar, rígida como una tabla.

Volví a tocarme la camisa para comprobar que estaban todos los botones prendidos.

Con horror, noté que no traía puesto mi brasier, y que mis pezones sobresalían por sobre la fina y suave tela de la camisa.

Soltando un grito ahogado, subí las sábanas negras de la cama hasta que me taparon el cuello, y volví a clavar mis ojos en la figura de Tzuyu, que se sacudía por la risa.

──Fue bueno mientras duró.──Soltó, con un falso tono melancólico.

──¿Qué haces aquí? Es de mala educación espiar a los demás cuando duermen.

──¿Desde cuándo uno no puede visitar a su cautiva sin ser un maleducado?

Casi me reí. Casi.

En lugar de eso, solté un resoplido.

──¿Eso soy? ¿Tu cautiva?

──Podrías ser mucho más que eso, ya sabes.

──Cállate.──Otra risa. La ignoré.── ¿Qué haces aquí?

──Eres increíblemente insistente.──Susurró, y yo le sonreí.

──Y tú una molestia en el culo.

Soltó una carcajada, y luego se puso seria.

──No pensaste lo mismo cuando te besé.

──Te eché de aquí.

──Luego de gemir.

──No gemí.

──Oh, sí que lo hiciste. Recuerdo muy bien ese sonido, fue algo como──Luego de eso, intentó imitar el sonido de mi gemido, para soltar una carcajada luego.

──Idiota. Te odio.

──No me odias. Si me odiaras no me hubieras dejado besarte.

──Tengo una teoría al respecto.

──Estoy ansiosa por escucharla...──Su voz sonó todavía más sedosa con aquel murmullo, y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.

──Síndrome de Estocolmo. Es cuando una víctima de secuestro desarrolla un vínculo afectivo con su secuestrador solo porque-

──Sé lo que es el síndrome de Estocolmo──Me cortó con brusquedad.──Y no es esto.

──¿Y qué es esto según tú?

──Calentura.

──¿Calentura?

──Tú estás caliente por mí, yo estoy caliente por ti. Simple.

──Yo no estoy caliente por ti.

──Si lo estás.

──No.

──Aparte de insistente, eres exasperantemente testaruda.

──Soy insoportable. Créeme, dentro de tres días, estarás pidiéndome por favor que me largue.

Me eché hacia atrás cuando se levantó del sillón, y su enorme figura avanzó hacia mí lentamente.

Al llegar a mi altura, tomó mi mentón entre su índice y su pulgar, obligándome a mirarla.

Sus ojos despedían un brillo inquietante, y mis labios se secaron al observar los bellos planos de su rostro.

Al humedecerme los labios, noté su mirada clavada en ellos, y no me sorprendí al verla agacharse y morder mi labio inferior con suavidad.

Una ola de sensaciones me pegó con fuerza, y tuve que cerrar los puños sobre las sábanas para evitar agarrarla por el cuello de la camisa y pegarla a mí.

Dejó mi labio libre, para pasar su lengua por él con suavidad.

──No creo que ese día llegue nunca.──Susurró, antes de girarse y dejarme allí, sentada, sola y sin siquiera recordar de qué estaba hablando.

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