~Chapter 1~
Aethal Loughty
2 de octubre de 1853
Abro los ojos de apoco, la fría brisa llega a mí haciendo que me estremezca, olvide cerrar la ventana. Me levanto con pesadez la temperatura ayer no dejaba de subir y bajar, no es algo que se pueda ver todo los días. La parte no racional de mí dice que esto se debe a la pequeña bolsa con el hedor putrefacto.
Llego al closet, tomo un vestido rosa palo, es ajustado en el pecho y suelto desde la cintura hasta mis pies, también me llevo unas zapatillas blancas. Dejo todo en la cama y me adentro en el baño. Repito el mismo procedimiento de ayer pero un poco más ágil. La bañera se siente tan bien, podría quedar dormida enseguida. Cubro mi cuerpo con una bata de seda. Quito el tampón y el agua se va a quien sabe dónde. A pesar de que mis padres y todo el pueblo se baña hasta una vez por mes en los demás días solo se lavan sus partes íntimas, pero simplemente yo no soporto esto, necesito sentirme limpia, paso la mayoría del tiempo en mi bañera de madera. Tengo la incómoda sensación de que alguien me está mirando, no le tomo atención. Deslizo los tirantes de la bata dejándola caer hasta el piso. Me coloco el vestido y las zapatillas, peino mi cabello y salgo de la habitación.
Bajo las escaleras con cuidado de no caer. Mi madre Adelia, mi padre Albert Loughty, primos, tíos y hermanos me esperan en la mesa. Tengo seis hermanos todos menores que yo: Adelaine es la menor, tiene cuatro añitos, Eunice que cuenta con diez años, Aldous cuenta con doce años, a mi parecer es el hermano con el nombre más extraño, y también es el más protector de todos.
Archibald, tiene diecisiete y como su nombre lo dice es precioso y audaz, Archibald se ha convertido en uno de nuestros más grandes guerreros aunque todos sabemos que no participará en ninguna lucha, Clarence y Sherlyn, los mellizos que cuentan con diecisiete.
Saludo a todos cortésmente, aunque somos una familia no tenemos lazos afectivos tan fuertes, yo siempre pondré a mis padres primero que a todo pero no puedo asegurar lo mismo de ellos.
Después de media hora en silencio todos terminamos. Nos levantamos con cuidado despidiéndonos de la reina.
—Princesa Aethal Loughty, la espero en mis aposentos — menciona mi madre.
Asiento levemente mientras me levanto con delicadeza de la mesa, sigo el camino a su habitación con calma, eso aparento pero realmente estoy comiéndome la cabeza por dentro ¿y si me va negar volver a montar a nube? O peor ¿vamos a hablar de mi casamiento? Yo tengo diecinueve años, ya han retrasando muchísimo la boda, las chicas deberían de casarse a los quince o dieciséis. Sherlyn próximamente se casará.
Llego a su habitación. Siento que caeré al suelo en cualquier momento, mis manos tiemblan al igual que todo mi cuerpo. Abro la puerta entrando por esta, la cierro. Mi madre está posicionada en el balcón.
—Ven.
Me acerco a ella con pasos sigilosos como si eso fuera a hacerla olvidar el tema de la boda. Llego a su lado mirando la hermosa vista.
—Hermosa ¿verdad?
Sonrío—Sí.
Nos quedamos un buen rato viendo el jardín de rosas rojas y blancas, seguiríamos así hasta que decidí abrir mi boca por el miedo.
—¿De qué querías hablar? —inquirí.
Se gira hacia a mí con una sonrisa melancólica y ya sé de qué trata el tema.
No, no, no lo digas.
Toma mis manos entre las suyas para decir lo que más temor me daba:—Aethal mi niña. Ya no puedo contener más tu casamiento, la Reina exige que ya es hora, mi niña hermosa buscaremos al mejor esposo, que no te lastime uno como tu padre — una lagrima traicionera baja por mi mejilla. Cierro los ojos respirando, la mano de mi madre desliza hacia un lado mis lágrimas—. No, no llores.
Me atrae a sus brazos en un cariñoso apretón. Contengo los sollozos que arden en mi garganta por salir.
•••
Aethal Lougthy
Ha pasado una hora desde que hablé con mi madre, unos minutos después de que me diera la noticia salí corriendo de su habitación, cancelé el entrenamiento de hoy. Mi cama se está haciendo parte de mí, el calor intenso de ayer me abordó cuando di el primer paso en la habitación.
—¿Vas a dejar de lloriquear? Ya me estas aburriendo.
Pego un brinco en mi cama ¿¡una voz masculina!? Me giro para encontrar el espécimen de hombre más hermoso que haya visto. Le tiro un almohadazo a la cara, corro al baño.
—¡Ah!
Me toma del pelo y caigo al piso. Sollozo:—¿Quieres callarte? — vuelvo a llorar.
—¡Padre...
Tapa mi boca con su mano:—No lo intentes, gritas, mueres. Fácil — susurra en mi oído. Me estremezco.
No por favor, no me hagas nada.
—Creo que tenemos algo de que hablar — menciona apartándose, mi cuerpo acepta felizmente tu lejanía.
Sus ojos conectan con los míos, apenas puedo mantenerle la mirada. Sus iris son grises como una tormenta, de esos que sabes que acabarán contigo, que te harán quedar encantados con ellos haciendo cosas imaginables. Su oscura aura me hace bajar la cabeza.
—Párate — me ordena fríamente, bufa.
Hago caso, cuando estoy de pies agacho mi cabeza.
Me siento en mi cama esperando a que diga algo. La idea de escapar ya está descartada, solo espero que no me toque.
La silla de mi tocador es arrastrada quedando justo cara a cara conmigo. Levanto mi cabeza con inseguridad, lo veo acomodándose como un puto rey. Sus brazos están en los posa brazos de la silla y sus piernas cruzadas. Su mirada contiene un sentimiento que no logro entender.
—¿Cómo me invocaste? ¿Cómo una niña estúpida me invoco?
¿Invocar? ¿De que está hablando?
Niego con la cabeza pero me mantengo en silencio. No sé de que habla, mucho menos de porque me lo pregunta a mí ¿qué tengo que ver con él?
—¿De-de qué hablas?
Algo me dice que la bolsita tiene algo que ver con todo esto. El miedo lo siento en cada poro de mi cuerpo, estoy aguantando el llanto, no entiendo lo que está pasando. Lo que más miedo me da es la calma que él guarda, como si todo estuviera bajo su control como si lo hubiera arreglado todo a su antojo.
—No te hagas niña, no vine a visitarte por cariño— ironiza, con una sonrisa maliciosa —. O me dices porque mierda me invocaste o acabo con tu vida— chasquea la lengua, haciendo el sonido aterrador por la situación.
Tiemblo en mi cama antes de contestarle:
—Joder, ¡Que yo no te invoqué! — grito al borde de las lágrimas.
Halo mi cabellera en señal de frustración—Sal, sal de mi cabeza—susurro—. ¡Lárgate!
—No estoy en tu cabeza princesita — susurra en mi oído.
Me alejo de él mirándolo con miedo—Ahora te pregunto una vez más ¿Cómo me invocaste?
Me quedo en silencio varios minutos en los que él me mira impaciente. No sé qué decir para que me deje tranquila no sé cómo lo invoqué y mucho menos sé si puedo tan solo hacerlo.
—Yo de verdad...— no me deja terminar cuando su mano rodea mi cuello estampándome contra la pared. Arqueo mi espalda, el golpe no fue con tanta fuerza pero sí firme.
—No quiero más excusas, ni mentiras— susurra en mi oído, su aliento me estremece—. ¿Cómo me invocaste? — inquiere pasando su mano por el largo de mi pierna. Me remuevo intentando alejar su toque pero es en vano.
Suelto lo primero que me viene a la cabeza:—Yo quemé una bolsa con un hedor putrefacto ¿pudo ser eso? — pregunto con miedo.
Me mira unos segundos aunque sé que su mente está maquinando lo que acabo de decirle. Tiemblo cuando una sonrisa macabra se hace paso en sus mejillas. Dos hoyuelos se forman en su cara y sus dientes blancos parecen brillar.
—No sé si creerte — dice.
Dios, te lo suplico. Ayúdame.
El intruso cuál nombre no sé y tampoco quiero se ríe a carcajadas frente a mí, como si un chiste hubiera salido de mi boca.
—Nena — un estremecimiento me recorre—, no seas ingenua. Dios no vendrá a ayudarte.
¿Qué? ¿Lo habré dicho en voz alta? Mi cuerpo tiembla, mis bellos toman vida propia. Es solo una casualidad, es solo una casualidad. Mi vista se nubla por las lágrimas de miedo que se forma en mis ojos.
Se acerca completamente a mí, estallando mi cabeza nuevamente. Su cuerpo se une al mío sin dejar un espacio por medio, las lágrimas se escapan sin permiso cuando su pene roza con mi abdomen.
—Me dices la verdad o me llevo a tus padres de homenaje — susurra con una voz diferente, ronca—. Tu eliges.
El conocido temblor vuelve a recorrer mi cuerpo. Cómo he dicho antes, ellos son mi todo y no permitiría que nadie o nada los dañara si está en mis manos poder salvarlos.
—De verdad, lo juro fue una bolsita tejida.
Se aleja de mi cuerpo instantáneamente. Lo agradezco, siento que ya puedo respirar con tranquilidad aunque sé perfectamente que no es así. Mi respuesta al parece entrar por sus orejas porque su vista se posa en mí pero de manera diferente.
—¿Una bolsa? — susurra para sí mismo.
Niego ya cansada de la situación.
—¡¿Quieres meterte en mi cabeza? Digo, ¡tal vez ahí encuentres la respuesta!
Conecta sus Iris grises con los míos, una punzada en mi cabeza me hace tambalearme. Él mantiene su vista en un punto fijo, concentrado.
El dolor no desaparece cada vez lo siento más fuerte, más arrebatador. El aire se atasca en mis pulmones, arde, arde como un demonio.
—Es cierto — lo miro incrédula, tiene una sonrisa de confusión en su rostro.
¡Él se metió en mi mente! ¿Cómo lo hizo? No, espera. Estoy alucinando, ¿en qué realidad aparece un chico en tu cuarto para hablar de cómo lo invocaste, y para rematar entra en tu mente viendo si es verdad?
Sus ojos se vuelven rojizos, me mira con una sonrisa en su cara.
No doy crédito a lo que mis ojos ven, él chico desaparece de mi vista sin dejar un rastro de que estuvo en este lugar.
Mi cuerpo por sí solo me lleva hasta el espejo para revisar mi cuello. Efectivamente, sí hay rastro de que todo esto no fue un sueño. Zonas de mi cuello están marcadas por una enorme mano que lo abarca por completo dejando la zona rojiza.
Dos suaves golpes en mi puerta me hacen temblar—Princesa Aethal Loughty su familia la espera para almorzar.
Me quedo rígida al momento de esas palabras. Ella no espera respuesta y desaparece por algún pasillo. Corro al closet buscando un vestido de cuello alto. Encuentro uno que me dio la Reina pero es horrible: verde con encaje blanco. No tengo más opciones. Me despojo del vestido que llevo puesto, colocándome el de color verde en segundos.
Acomodo mi pelo hacia atrás, salgo de mi cuarto corriendo. Bajo las escaleras sin ningún cuidado.
Al llegar al primer piso, respiro y ralentizo mis pasos para que no noten que he estado corriendo.
—¿Por qué llegas tarde? — inquiere, molesta la Reina.
Trago saliva y respiro antes de responder:
—Reina, siento la tardanza. No vi la hora de almorzar — miento.
Porque decirle: Reina, siento la tardanza pero es que un hermoso chico se coló en mi habitación, me estranguló, me preguntó que porque lo había invocado y entró en mi mente para ver si lo que decía era cierto.
Si dijera eso, un espacio en el calabozo sería mío.
Ella me mira desconfiadas, pero al final suspira. Hace una seña para que tome asiento, acepto su orden sentándome en el lugar vacío. Hace una seña más para que traigan la comida. Posicionan un delicioso plato a mi vista.
Tomo el tenedor para llevarme a la boca un trozo de carne cuando una voz me detiene:—Tú, no comerás hoy — suelto el tenedor de golpe.
—Reina — la llamo—¿puedo retirarme de la mesa?
—No — responde tajante.
[👹]
Primer capítulo, primer encuentro.
¿Que pasará de ahora en adelante?
¿La vida de nuestra protagonista seguirá siendo la misma o abra caos en toda ella?
¡Feliz año a todos ustedes!
Llegó atrasada pero llegué.
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