El Padre y la Hija | La Máscara de Ébano
En una ciudad medieval envuelta en una atmósfera opresiva, donde los herejes y la inquisición caminaban de la mano, vivía un hombre llamado Héctor junto a su hija, Isabella. Héctor era un sencillo carpintero, mientras que Isabella era una joven hermosa y de espíritu libre. La vida de ambos transcurría entre el temor a ser señalados como herejes y el deseo de mantener su fe en secreto.
Un día, en uno de los mercados de la ciudad, Héctor se encontró con un enigmático vendedor ambulante que ofrecía diversos objetos antiguos y misteriosos. Entre ellos, destacaba una máscara de ébano, de apariencia siniestra y cautivadora. La máscara parecía susurrar promesas de poder y protección en los tiempos oscuros que vivían.
El vendedor, con voz susurrante, advirtió a Héctor sobre el poder oculto de la máscara. Le dijo que aquel que la portara obtendría una fuerza sobrenatural, pero a un alto precio. Héctor, impulsado por el deseo de proteger a su hija y de defender su fe en secreto, decidió adquirir la máscara.
Desde el momento en que Héctor se colocó la máscara en el rostro, su carácter comenzó a cambiar. Se volvió sombrío y distante, y un aura de maldad se adueñó de su ser. Isabella, preocupada por el drástico cambio de su padre, intentó arrebatarle la máscara, pero Héctor la rechazó con violencia, alegando que era necesaria para protegerlos de la inquisición.
Con el paso del tiempo, la ciudad fue testigo de horribles sucesos. Héctor, ahora imbuido de una fuerza siniestra y sediento de poder, lideró una violenta rebelión contra la inquisición. A medida que la masacre avanzaba, la ciudad se sumió en el caos y la destrucción.
Isabella, desesperada por detener a su padre y acabar con el mal que lo consumía, se embarcó en una peligrosa búsqueda para encontrar un antiguo amuleto capaz de neutralizar la máscara de ébano. Con valentía y determinación, se enfrentó a peligros inimaginables y sorteó trampas mortales.
Finalmente, Isabella encontró el amuleto y regresó a la ciudad con la esperanza de detener la masacre y salvar a su padre. Sin embargo, al llegar, quedó horrorizada al presenciar cómo la oscuridad se había apoderado por completo de él. Héctor, envuelto en un frenesí de destrucción, no mostró ni un ápice de reconocimiento hacia su hija.
Llena de dolor y desesperación, Isabella colocó el amuleto cerca de su padre, esperando que su poder pudiera romper el hechizo de la máscara. Pero en lugar de disipar la oscuridad, el amuleto actuó como un catalizador y desencadenó una explosión devastadora.
La ciudad medieval quedó reducida a escombros y cenizas, mientras el alma de Héctor se perdía para siempre en la oscuridad. Isabella, la única sobreviviente, quedó marcada por el peso de la culpa y la tragedia que había desatado.
El relato de la máscara de ébano y la destrucción de la ciudad medieval se convirtió en una leyenda maldita, que recordaba a todos los que se atrevieran a buscar poder sin medida y a desafiar a las fuerzas oscuras. Isabella, en su soledad y dolor, se convirtió en un recordatorio vivo de los peligros de sucumbir a la tentación y de la fragilidad de la naturaleza humana frente al mal.
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